Drabble: I
Las luces, la música, la gente vestida con Yukatas. El cielo estaba literalmente plagado de estrellas. Una noche perfecta para un festival. Era como una tierra de encanto. Todo era magnifico para Eiji, quien inclinado hacia un cubo lleno de peces dorados, hacia su mejor esfuerzo para ganarse uno.
—¡Oishi, hey, Oishi! —llamó a gritos, a pesar de que su amigo estaba a su lado—. ¡Mira, atrape uno!
—Eso fue rápido —admiro el joven. Aunque no se sorprendía del todo. Eiji siempre había tenido buenos reflejos hasta para cazar moscas. Un pececito le era un paseo por el parque.
Pronto tuvo su premio en una bolsa plástica con agua y Kikumaru se retiro feliz, dejando a unos niños que habían estado observando, ocupar su lugar.
—¿verdad que es bonito? — preguntó mientras lo levantaba hasta la autora de su rostro
—Si —concedió Oishi—. Muy bonito
—Toma —Eiji extendió su premio hacia su amigo, quien le observó confuso.
—¿Qué? Pero tú…
—Tú tienes una pecera —le recordó Kikumaru —Así que lo pesqué para ti —la sonrisa con que dijo esto, obligo a Syuichiro a corresponderle con otra.
—Gracias. Lo cuidaré bien
—Además… no podría llevarlo a casa, es demasiado lindo. Terminaría comiéndomelo.
—¿Qué? — habló Oishi consternado
—¡Hey, lancémosle dardo a los globos! —gritó Eiji al ver al los muñecos que serian el premio de quien ganase el juego.
Pero antes de que pudiese echarse a correr hacia el local, con el rabillo del ojo, pudo ver a un par de conocidos.
—¿Sucede algo? —preguntó Oishi al verlo todavía ahí. Normalmente ya hubiese ganado el juego.
—Mira, ¡es el chiquitín! —le informó sonriente, apuntando al mencionado—. ¿Ese es Fuji? ¡Pero si cuando lo invité, me dijo que tenía una cita!... Oh…
Aquello fue cómo un bofetón para Eiji. ¿Ryoma y Fuji? Sencillamente bizarro. Echizen tenía cara de enfermo, mientras Fuji, con su sonrisa casi eterna, le pasaba un algodón de azúcar. Ambos se alejaron, sin percatarse de lo cerca que estaban de sus compañeros.
—¡Sigámosle! —fue lo que dijo al voltearse a ver a Syuichiro.
—No Eiji, hay algo que quisiera mostrarte —dijo Syuichiro. Lucía serio, por lo que el pelirrojo se intrigó.
—¿Ocurre algo? —preguntó ante tal comportamiento.
—Vamos
Oishi empezó a caminar entre las personas, mientras Eiji le seguía, cada vez más curioso.
¿Acaso ya le iba a decir que le gustaba? Pues se había tardado, pensó Eiji. El asunto le era conocido, pero no había dicho nada por si su amigo no estaba claro en sus sentimientos. Y por supuesto, tampoco sabía bien que responder a eso.
Se empezaron a alejar de la gente y de la iluminación. Antes de que Eiji se diese cuenta, estaban en una parte apenas alumbrada por las luces del festival a la distancia. Con árboles que, a la vista e imaginación de Eiji, parecían tener ojos y guardar las más misteriosas maldades. ¿Por qué tuvo que ver ese maratón de películas de horror?
—Oishi, este lugar no me gusta. Volvamos —dijo a su amigo, deteniéndose.
—Solo un poco más —contestó este, girando a verlo, sonriendo a medias. Casi había olvidado que a Eiji no le gustaba demasiado la oscuridad.
—Sea lo que sea, tírale una foto y mándamela por mail, viejo. ¡Esto es tétrico! —se quejó Kikumaru, sin querer dar un paso más.
Oishi se rió un poco.
—Está bien, supongo que aquí está bien —dijo, aunque parecía hablar mas para sí mismo que para Eiji—. Hay algo que quisiera decirte, Eiji.
—Em… ¿Qué no era mostrarme? —dijo con el corazón en la boca. Diablos, parecía que finalmente iba a declarársele—. ¿No vas a decirme que eres un monstruo come carnes y tu y tu raza dominaran al mundo, oh si? —preguntó para luego reír nerviosamente.
—¿Cómo? —Oishi no entendió el chistecito.
—No importa, tu dispara, te escucho —Eiji se prometió a si mismo, nunca volver a ver otra película de horror en su vida.
—Te quiero —dijo Oishi, sonriéndole con melancolía salida de la nada—. Te quiero mucho Eiji
—Je, yo también te quiero Oishi —respondió. Por un lado, se sorprendía de la confesión tan fácil por parte de Suyichiro. Es decir, esperaba que balbucease un montón de palabras incomprensibles antes de finalmente decirlo. Y por otro lado, sabía que su respuesta iba a ser tomada como el “te quiero” que se le dice a un hermano. Es quería escucharlo de otra forma.
—No, no me refiero a ese tipo de amor, yo… —Oishi calló y empezó a caminar hacia Eiji, quien esperaba ansioso.
Syuichiro le tomó por los hombros, le miró a los ojos y lo dijo claramente. El pez dorado había caído a la hierba, cosa por la cual Kikumaru iba a protestar, pero no tuvo tiempo para ello.
—Te amo
Inclinó el rostro y le besó. Estaba besando a Kikumaru, Eiji, y estaba siendo correspondido. Había soñado demasiadas veces con ese momento, pero definitivamente la realidad superaba su imaginación. Los labios de Eiji eran suaves, cálidos, mientras que su lengua era fresca e inquieta.
El beso terminó de la forma tan dulce en que había empezado.
Eiji sonreía. Iba a decir algo, pero en vez de salir palabras de su boca, salió un grito ahogado. Su sonrisa fue cambiada por una expresión de sorpresa y sus ojos se dilataron.
Debía estar soñando. Era la única forma en que se podía explicar el hecho de que Syuichiro Oishi, su mejor amigo, y hasta hace poco, novio, le hubiese apuñalado en el estomago. Pero era realidad, lo comprobó cuando este lo volvió a hacer, esta vez, en la garganta.
Eiji cayó al suelo, mientras su boca se llenaba de sangre, la misma que también escurría por sus dos heridas abiertas.
—Sabías de mis sentimientos hacia ti —empezó a hablar Oishi, mirando la sangre del puñal en su mano con expresión indiferente—. Pero no te importaba. Para ti, todo era un juego. ¿Ibas a hacerme lo mismo que a Echizen, verdad? Sé que salías con él en secreto, se que le quitaste su virginidad. Y sé que eres la razón por la que Fuji está intentando animarlo hoy. Te acostaste con él y lo abandonaste como un juguete viejo. También hiciste lo mismo con otros chicos de séptimo. No pueden hablar ni quejarse, son los amantes furtivos perfectos.
La expresión de Syuichiro cambió de indiferente a una de pura furia
— Eiji, ¡eres despreciable! —le gritó al chico que intentaba arrastrarse lejos de él, de su otrora mejor amigo que ahora se había convertido en su jurado, juez y verdugo.
—O—Oishi —logró articular el joven desde el suelo, sin fuerzas siquiera para ponerse de pie. Aquellas fueron sus últimas palabras. Y su intento de arrastrarse, fue su última acción antes de que la vida le abandonase.
—Te amo —le dijo Oishi al ahora ya cadáver—. Lo siento tanto… —la voz de Oishi se quebró, empezando a llorar y cayendo de rodillas. Arriba de él, empezaron a sonar los primeros fuegos artificiales, mientras Syuichiro Oishi repetía entre el llanto, la misma frase una y otra vez: Lo siento, lo siento, lo siento.
FIN
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