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EN CAMBIO NO
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El cielo se cubrió con una nube carmesí que se convirtió en lluvia que empezó a empapar su rostro. Fueron sólo dos ataques, dos Zampakutos enfrentándose, como el día y la noche, hiriéndose como el cielo y el infierno. Y un relámpago de pura energía que cegó su vista un instante apenas permitiéndole ver como la katana de Aizen cortaba en dos partes el pecho de Kurosaki.
La sangre comenzó a escurrir por su frente, no estaba seguro si era de Kuosaki o era su propia sangre... ¿Qué importaba?
Lo habían conseguido. Después de tanto dolor, de tantas muertes. El Corazón de Aizen había sido dañado de tal forma que esta vez ni con toda la energía del Hueco Mundo podría escapar de los brazos de la muerte. Kurosaki había enterrado a Zangetsu en el corazón de Aizen. Y hacerlo le había costado su propia vida.
Observó el cuerpo de Kurosaki precipitándose contra el piso y la respiración comenzó a fallarle, su cuerpo comenzó a flotar y el tibio líquido que escurría de su frente cubrió sus ojos dejando frente a él sólo un mundo encarnado que lentamente convirtió todo en oscuridad.
¿Era esa la victoria que tanto habían buscado?
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“¿En dónde estoy?”
El frío que penetraba su piel, el dolor que amartillaba todo su cuerpo le hicieron comprender que no se había hundido por completo en aquel mar de oscuridad. De alguna forma él sabía que esto era un error, que su vida debió terminar en aquella batalla, al igual que la vida de Aizen, al igual que la de Kurosaki. Por eso, tal vez si lo intentaba... tal vez si se obligaba... tal vez si luchaba contra su propia vida que se aferraba a no terminar... tal vez podría reunirse junto a él.
Poco a poco su respiración se volvió lenta, difícil, sus labios mecánicamente se abrieron intentando conseguir un poco del vital aire que él mismo se negaba a respirar.
“Lento... respira más lento...
....y tal vez todo termine.
No dejes que tu corazón siga latiendo...
…no dejes que tus ojos vuelvan a abrirse...
...porque él ya no está aquí”
Ishida se reclama a sí mismo nunca haberle dicho. Ahora ya no podía decirle nada, ahora…
“¿Ahora en dónde estás, Kurosaki?”
¿Por qué nunca le dijo? ¡¿Por qué nunca le dijo que lo quería?!
Ahora ya no puede pronunciar esas palabras. Ya no.
Respira más lento, todavía más. Pensando, esperando que tal vez en un sueño pueda decirle lo que siente, que lo siente”
Pero no puede, no puede ni luchar contra su propio cuerpo que es más fuerte que él y no le deja detener la bomba en su pecho; haciéndole perder otra batalla, regresándolo lentamente a la vida fría que acompaña su consciencia y le hace comenzar a sentir la textura de la tela que cubre su cuerpo.
¿Para qué quería aquellos latidos? ¿Para qué quería despertar y mirar el cielo resplandeciente lleno de paz? ¿Para qué si ya faltaba él?
Sus párpados se estrechan con fuerza sólo para sentir como, en la realidad, se humedecían sus mejillas.
No puede detener el llanto y siente que comienza a ahogarse.
Apenas logra inclinarse sobre la cama y haciendo la debilidad de sus manos a un lado cubre con ellas su rostro.
La imagen de la espada de Aizen cortando el cuerpo de Kurosaki no abandona su cabeza. Y él se maldice incontables veces al sentir en aquel momento su cuerpo paralizado, contaminado, sin una gota de energía espiritual que le permitiera invocar su arco y salvar la vida de Kurosaki.
Y piensa y se martiriza al pensar que él no tiene a nadie que lo espere en casa, su única familia es un padre que no lo ama y que ni siquiera se interesa por él. Jamás tuvo verdaderos amigos, y si él hubiera muerto, seguramente que ni siquiera lo hubieran notado, nadie se acordaría del débil, orgulloso y emocional Quincy. Por eso él tiene mucho que reprocharse, porque debió ser él quien muriera en aquel momento y no Kurosaki que siempre se hizo querer por cuanta persona rodeaba su vida, incluso si estos eran sus enemigos.
-Shinigami estúpido. -Apenas y es capaz de oír su propia voz. Ya no podría explicarle, ya no podría hablarle, ya no podría decirle sobre la lluvia de recuerdos que tenía de él, lo mucho que le gustaba estar a su lado o sentir el viento golpeando contra su cuerpo mientras que junto a él corría hacia lo desconocido enfrentando lo que en el fondo era una gran aventura; protegiéndose la vida, luchando cada uno por su cuenta pero siempre siendo uno solo. Ya no podría decirle los mil pretextos que lo unían a él, que lo hacían odiarlo, que lo hacían amarlo. Ahora sólo eran palabras que nunca escuchará.
“Demasiado tarde...” A cada sollozo siente que su cabeza da mil vueltas y su sangre abandona la periferia y sabe que va a desmayarse de nuevo. “Kurosaki...”
-¿Por qué diablos estás llorando, Ishida?
Al sonido de aquella voz sus manos descubrieron su rostro lloroso y mientras sus ojos se acoplaban a la intensa luz de la habitación de un mundo ahora inestable, desde el marco de la puerta, lentamente una cabellera naranja se volvía nítida junto con el rostro que disolvía sus más grandes temores.
-Al fin despertaste, por un momento pensamos que...
Ishida se deja caer de nuevo sobre la cama de lo que parece el hospital de su padre y se gira apenas lo suficiente para dar la espalda a Kurosaki.
“¡Está vivo... Kurosaki está vivo!” Una lágrima vuelve a correr por su mejilla, pero es distinta, ésta limpia el camino lleno de culpa, de dolor y de tristeza
Tal vez aún haya tiempo de decirle.
Aunque en el fondo sabe que no lo hará. Su última fuerza lo abandona y su consciencia se va de nuevo a ese mundo oscuro del que ya no teme jamás poder escapar.
Fin
Amor Yaoi
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