Al día siguiente estaba haciendo las maletas. Escuchaba algo de música en la cadena.
El día era gris, o no, quizás la habitación de Jamie y mis pensamientos eran grises. Quise abandonar. Dejarlo todo, incluso a los Monkeys e irme a la maldita universidad a hacer la carrera que mi padre siempre quiso para mí.
Quizás estaba siendo demasiado drástico, pero el ser humano es drástico cuando está dolido. Y de un simple rencor puede llegar a hacerse una bola enorme si te dejas llevar.
Bien, esa mañana la bola era tan grande que hasta cosas como esas se me pasaban por la cabeza.
Cuando iba a cerrar la cremallera de la última maleta Jamie entró por la puerta.
- No, no… - Se acercó muy rápidamente a mí y abrió las maletas de par en par. – Eso sí que no. –
- Jamie… -
Joder. Nunca me había gustado que se interpusieran en mis decisiones, y menos en momentos de debilidad. Me iba a llamar cobarde, me iba a decir todo aquello que necesitaba pero no quería oír.
- Ni Jamie, ni hostias. – Se enfadó. Pero no quería que nadie más escuchara la conversación así que se limitó a susurrar. – No voy a dejar que te marches porque la situación sea…esta. – Hizo una pausa y me miró. – Siempre has sido un cobarde, el cobarde más cobarde que he conocido nunca. –
Que se callase. Era lo único que estaba pidiendo en mi interior. Empezaba a sentir el nudo en la garganta. Joder, después de dos años enteros sin llorar, parecía que iba a reventar de un momento a otro.
- Si ha hecho su vida, haz tú la tuya… Deja de vivir a través de un recuerdo. –
Estuve a punto de decirle que todo había sido su culpa. Que si él no hubiera aparecido no habría pasado nada de esto y que yo estaría viviendo con Miles, feliz, y sin Alexas de por medio. Pero me callé, no podía hacerle eso a precisamente la persona que más me ayudó.
“Estábamos en el apartamento de Nueva York, Jamie y yo. Teníamos la televisión encendida, pero verdaderamente no estábamos viendo nada. Me apoyé en el pecho de Jamie y me acurruqué más hacia él. Jamie empezó a acariciarme el pelo con dulzura mientras sonreía.
- ¿Quieres ir a la cama? – Susurré-
- No, me quedaré aquí. – Sentí su risa. –
Me levanté suavemente de su lado, le sonreí y me dispuse a salir del salón.
- ¿Estarás bien? –
Asentí, costándome bastante trabajo. Bajé la cabeza y me dirigí hacia la habitación. A los pocos segundos sentí los brazos de Jamie alrededor de mi cintura, y un suave beso en mi nuca.
- Hiciste lo correcto. – Susurró.
Él mentía. Él sabía que estaba mintiendo, al igual que yo. Pero daba igual, no había más palabras de consuelo que esas. Daba igual las lágrimas que derramase, nada iba a cambiar por ello.
Pero era gratificante sentir los brazos de Jamie y poder soltar un par de lágrimas, aunque me hubiera prohibido a mi mismo llorar por ello.”
Podría decir que todo es inevitable en según qué medida. Lo que ocurrió, desde luego, parecía inevitable.
Miles entró en la habitación. No sé ni cómo ni cuándo había llegado, pero traía una bonita sonrisa que se borró paulatinamente al ver unas maletas en el suelo. Cuando le vi, en vez de agachar la cabeza, un pequeño impulso en mí mismo me obligó a enfrentarme a mis… sí, podría llamarlo miedos.
- ¿Te vas? – Se dirigió a mí. –
- A ninguna parte. – Respondió Jamie adelantándoseme. –
- En realidad no me dio tiempo a deshacer las maletas. – Dije para que el rubio no metiera la pata. –
Jamie me miró victorioso y ambos sonreímos. Miles cambió su gesto, parecía ir a decir algo pero sencillamente cambió de tema.
- Alex. – Le miré a los ojos. – Me gustaría hablar contigo. –
- ¿Corre mucha prisa? – Pregunté sin mirarle mientras deshacía la maleta de nuevo. –
- No, olvídalo. – Cerró la puerta y salió.
“Por fin” Susurró Jamie para después darme una pequeña palmada en la espalda. Sonreí y seguí con la tarea.
Por la tarde Matt y yo fuimos a dar una entrevista para una revista y también para hablar con la discográfica. Los Monkeys habían llegado de nuevo a Londres, y parecía que la gente tenía bastante interés en vernos tocar.
El día en general fue un incordio. No me gustan las cámaras, soy demasiado tímido como para mostrar algunas cosas, y bueno, sencillamente me cuesta.
En la discográfica, sin embargo, fue bastante bien. Tenías preparada una serie de conciertos por salas pequeñas de Londres. Iba a ser excitante. En un par de ellas nos colocamos como grupo principal teniendo de teloneros a “The Rascals”
Me gustó la idea, aún no acabo de comprender por qué. Imagino que ya me había rendido, que ahora solo me faltaba aparentar fortaleza durante unos meses más y sencillamente dejarlo pasar.
Cuando volvimos al apartamento de Jamie, todos estaban allí, cenando y escuchando algo de música que Miles tocaba con la guitarra. Entramos y todos saludaron al unísono.
- ¿Qué tal? – Preguntó Alexa complaciente con una sonrisa –
- Bien, no ha ido mal del todo. – Dije sentándome a su lado y mirándola atentamente. Después miré a Miles. – Seréis nuestros teloneros durante un par de conciertos. – Sonreí. –
El sonrió con dificultad. Alexa dio un grito de alegría y me abrazó con fuerza.
- Me alegro por vosotros. Estaréis contentos de tocar juntos ¿No? –
Antes de que Miles y yo nos quedásemos en un silencio estúpido, Matt abrió la boca.
- Sí, va a temblar la sala. – Sonrió con fuerza. –