Caminaba por Hyde Park fumándome un cigarrillo. Dios mío, estar allí era una de las cosas que realmente echaba en falta en Nueva York.
Siempre iba solo, y esta vez, como cualquier otra, no perdí la tradición. Eran más o menos las dos de la mañana de un jueves, a dos días de nuestro primer concierto, en el que también estaría Miles.
Estaba pensando en tantas cosas que llegó un momento que tan solo me dediqué a observar la luz de la luna y las estrellas sentado cerca de “Speakers Corner”. Me apetecía ponerme allí y gritar, hablar con las hojas de los árboles, porque nadie más escucharía en ese momento.
“¿Qué narices?” Pensé. Debía hacerlo, no tendría por qué arrepentirme.
Me acerqué allí y comencé a balbucear contradicciones.
- ¿Sabes? He echado de menos esto. – Hablaba con un supuesto alguien que quisiera escuchar. – La niebla, la humedad, ver el Big Bang desde la ventana – Hice una pausa y di la última calada al cigarrillo que finalmente tiré al suelo. - Hay cosas que me han mantenido fuera de esto, demasiadas diría yo… - Me quedé un rato pensando. – Pero ¿Para qué? Jamie tenía razón, soy un cobarde.
- Siempre has sido así, no pretendas cambiar ahora. –
Esa voz.
Me giré al instante encontrándome a Miles fumando de un cigarrillo y acercándose lentamente. En ese momento me sentí estúpido, menos mal que no había terminado mi discurso.
Me sobrepasó y se puso delante de mí, se sentó en el suelo y me quedé observándole como un estúpido.
- Mi…Miles… - Tartamudeé.
- Continua, no es la primera vez que estamos en esta situación. – Rió – Tú despotricando más o menos a estas horas y yo escuchándote desde cerca, para luego sorprenderte. –
Me quedé callado y me senté en el suelo también.
- ¿Cómo sabías que iba a estar aquí? –
- Porque te fuiste hace dos horas de casa, tú móvil estaba sobre la mesa y habías cogido las llaves dejándonos a todos sin ellas. –
Sonreí. ¿Cómo se me ocurría preguntar? Nadie, y digo NADIE, me conocía mejor que él.
- En serio. – Insistió – Continúa. –
- No, no voy a hacerlo. – Me reí y le miré aún riéndome. –
Me levanté y le extendí la mano para que él también lo hiciese.
- ¿Vamos a casa? – Propuse. –
Cogió mi mano y sentí un hormigueo que fue desde ella hasta recorrer toda mi espalda. “Sí” Susurró respondiendo y soltándose al instante.
Caminamos en silencio durante más o menos quince minutos. No era un silencio incómodo, eso fue una de las cosas que más me sorprendió.
- Parece que aún sabemos guardar un silencio. – Puntualizó. –
Me paré en seco e hice que él se parara y voltease para mirarme.
- Miles, no hemos hecho esto bien. – Me sinceré. –
- No quiero discutir ahora, Alex. –
- Ni yo. – Alegué. – Pero no pretendas que seamos amigos después de todo. No puedo alegrarme porque estés con Alexa… - Hice una pausa. – Que por cierto. ¿Desde cuándo te gustan las tías? –
- Desde que te gustan a ti. –
Me quedé de piedra.
- ¿Te lo contó? – Estaba atónito. –
- Soy su novio Alex. – Me dolió, inevitablemente. – Claro que me lo contó.
- Ella no me gustaba. – Por fin fui sincero conmigo mismo. – Era una escapatoria al dolor. –
Seguí caminando. Ni el dijo nada más ni yo tampoco. Eso sí, a partir de ese momento el silencio sí fue incómodo.
Y allí estábamos. Entre bastidores esperando a que el grupo de Miles acabase sus canciones. Esa noche la sala estaba llena y vibraban a la vez que las cuerdas de su guitarra. Incluso yo me había puesto nervioso al verle en el escenario. Estaba siendo realmente excitante.
Cuando tocaron la última canción y terminaron Miles se despidió tiernamente del público, agradeciendo mil y una veces todo su apoyo, por lo que más de una chica gritó vivamente su nombre.
Salieron al bastidor y le di un abrazo.
- Buen concierto. – Susurré en su oído mientras Matt se unía a nuestro abrazo. –
Miles sonrió agradecido. Se apartó y nos miró a los dos.
- Vuestro turno, patead la sala. – Estaba emocionado. –
Quizás nunca le había visto tan emocionado y tan contento. Me sentí orgulloso de verle así, y por supuesto que patearíamos la sala.
Cuando salimos al escenario los gritos se hicieron fuertísimos y no hicieron falta muchos preámbulos para destrozar todo aquello con nuestra música.
Salimos todos orgullosos de la sala. Muchísimas chicas se tiraron encima de Miles y de mí y nos pidieron autógrafos y algunas cosas más que mi cerebro ha deseado borrar. No podía creerme que las grupees siguieran existiendo.
Matt había bebido demasiado Redbull durante el concierto. Estaba realmente animado y pretendía llevarse a todo el mundo de fiesta.
Es probable que estas alturas de la historia no hayáis visto a Matt perderse una, bien, en realidad él es así. Siento tener que reflejar la idea tan reforzadamente.
Esta vez sí decidí salir, en cambio fue Miles quien quería marcharse a casa. Alexa tenía ganas de continuar la fiesta, cierto, pero de otro modo.
Estuve a punto de irme con ellos, lo juro. E impedir de cualquier modo posible que aquello ocurriera, pero después de pensarlo fríamente me decanté por pasármelo bien con los chicos.