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When the sun goes down. por Yuhka

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Notas del capitulo:

Título en honor a mis amados The Beatles.

Siento no haber actualizado en un tiempo. Así que aquí os dejo otro nuevo capítulo.

Ya habíamos acabado casi todos los conciertos. Muy a pesar de haber pensado que Miles no vendría, estuvo en todos y cada uno. Y aquel día, tras haber acabado en la sala, le había visto entre la multitud. No estaban ni Joe, ni Greg, ni tampoco Alexa. Solo Miles observaba apoyado en la barra con una cerveza esperando a que saliéramos. La única manera de verle sin que nos comiera una multitud de chicas enloquecidas era mandándole un mensaje. ¿Conservaría el mismo número?

“El resto han salido por atrás, iban a casa de Jamie de copas. Tenía que recoger cosas y aquí sigo. Te espero atrás. Alex”

Le di a enviar y me asomé levemente para ver si miraba su teléfono.

Lo sacó de su bolsillo y salió del bar. Bien,  lo había recibido. Me fui por la parte de atrás y me quedé esperándole apoyado en la pared fumando un cigarrillo.

-          Cada día fumas más. – Sentí su risueña voz a mi lado. –

-          ¿Quién tendrá la culpa? – Bromeé.  Hice una pausa y le invité a uno. Cogí la guitarra, me la puse a la espalda y comencé a caminar. - ¿Vienes? –

No respondió, enseguida se puso a mi altura.

 

Íbamos caminando por una calle desierta, de entender a esas horas de la mañana. Hablábamos sobre técnicas de la guitarra, y la conversación estaba siendo bastante fluida hasta que se produjo un leve silencio. Yo iba sonriendo, pero Miles no.

-          ¿Cuándo os vais a Nueva York? – Se interesó. –

-          La verdad es que no lo sé. – Giramos una calle. – Creo que dentro de una semana. Quedan dos días para el último concierto. –

Sonrió y miró a su alrededor.

-          Mira. – Señaló hacia un edificio. –

Quizás fue por culpa de lo enfrascado que estaba hablando con él antes, pero no me había dado cuenta que estábamos justo en la calle en la que solíamos vivir. El piso que me señaló era el que habíamos compartido, sin embargo las persianas estaban bajadas.

-          ¿Ya no vives ahí? –

Negó con la cabeza.

-          Me mudé a los pocos meses, no me gustaba esa casa. –

Teníamos un don para terminar en conversaciones incómodas, desde luego. Pero mi “nuevo yo” me pedía seguir con aquel tema sin callarme.

-          Pero es de tus padres aún ¿No? –

-          Sí… - Suspiró. Debió pensar en ese momento que ni muerto hubiera seguido con la conversación. –

-          ¿Tienes las llaves? –

Se sorprendió de sobremanera con mi pregunta. Buscó en sus bolsillos y sacó las llaves de su actual casa, pero en el manojo también estaban las del piso.

Sonreí.

-          ¿Subimos? – No tenía muy claro porque quería hacerlo, pero tenía que proponérselo. –

Miles tampoco estaba seguro. Se dirigió al portal con nerviosismo. Se notaba por el tintineo de las llaves en sus manos. Subimos a pie, como solíamos hacer. El edificio no era muy grande, y nuestro piso siempre había sido el segundo.

Una vez subimos y Miles abrió la puerta sentí una bocanada de recuerdos viniéndome a la cabeza. Llegué incluso a imaginarnos en cada zona por la que pasaba dándonos un beso, un abrazo o algo más fuerte como para comentar tan a la ligera. Me adentré en nuestra habitación y me tiré de rodillas en el suelo. Miles estaba detrás de mí, sobre el quicio de la puerta apoyado.

-          ¿Entiendes por qué no me gusta? –

Sonreí y me giré para mirarle. Le hice un gesto con la cabeza para que se acercara. Le costó, pero terminó haciéndolo. Se quedó detrás de mí, de pie. Después de dar dos vueltas con la mirada alrededor de la habitación se puso también de rodillas, aún detrás de mí.

-          No quiero seguir aquí, A. – Sentí un escalofrío cuando me llamó así. Solía hacerlo cuando era cariñoso durante los primeros años de relación. –

Giré la cabeza y le vi, justo detrás de mí. Tan cerca pero tan lejos a la vez. Volví a mirar al frente y bajé levemente la cabeza.

Sentí sus brazos alrededor de mi cintura mientras apoyaba su cabeza entre mi hombro y mi cuello.

-          Hay que pasar página. – Susurré, pretendiendo ser más fuerte de lo que realmente era.-

No dijo nada. Sus brazos me apretaron más contra él, haciendo que sintiera su torso en mi espalda. Estuve a punto de suspirar aliviado, pero me lo callé. No cambiaría ese momento por nada en el mundo, por nada.

Su cabeza se separó levemente de mi hombro y se acercó más a mi cuello. Sentía su aliento haciendo que por reflejo un escalofrío me recorriera la espalda y que apoyase la cabeza levemente en la suya.

Besó mi cuello con delicadeza. Casi no sentí sus labios, pero la segunda vez que se acercó fue mucho más explicito.

Solté un pequeño gemido y posé mis manos sobre las suyas, entrelazando los dedos. Miles se adelantó un poco y yo giré la cabeza. Estábamos a menos de tres centímetros de los labios del otro, pero todo se detuvo. Nos quedamos así durante un tiempo. Mi mente estaba en blanco, pero por la suya seguramente que estaban pasando demasiadas cosas por la cabeza.

Se alejó y se levantó algo brusco.

-          Vámonos, por favor. – Pidió. –

Me levanté, y salí de la habitación antes que él lo hiciera.

Cuando salimos del piso y del edificio respiré el aire de la calle sonreí. Lo único que me apetecía era destruir todo lo que pudiera ponérseme por delante, pero no lo hice, me calmé y seguí adelante.

-          ¿Sabes Alex? – Comentó mientras sacaba un cigarrillo y fumaba. – Eres como dinamita. Haces que cualquiera que esté a tu lado explote. – Parecía incluso molesto. –

 

 

 

Ya estaban hechas las maletas y estábamos esperando por el taxi que nos llevase al aeropuerto. Tenía Alexa llorando en mis brazos mientras yo reía suavemente para tranquilizarla.

-          Nos veremos en Nueva York, tranquila. – Dije casi incrédulo. –

-          Tengo por un par de meses aquí. – Respondió gimoteando. –

-          Pero, Miles… -

-          Miles no evitará que te eche de menos, Alexander. – Respondió. –

Miles soltó una risa por lo de Alexander. Sabía que yo lo odiaba, con todas mis fuerzas. Solo cuando me llamaban por mi nombre completo de forma ruda y pornográfica, pero ese no era exactamente la situación. Le miré con enfado lo que hizo que se riera aún más.

-          Alex, termina, el Taxi está abajo. – Gritó Matt desde la escalera. –

Alexa salió corriendo de mis brazos para bajar y despedirse de Matt y del resto. Miles y yo nos quedamos aún arriba con la tarea de cerrarlo todo bien.

-          ¿Me ayudas con las maletas por favor? – Le pedí. –

Asintió y sacó todas mis maletas fuera mientras yo cerraba las ventanas, persianas y puertas. Cuando terminé, salí y cerré la casa con llave. Iba a disponerme a bajar cuando Miles me frenó con el brazo.

-          ¿Volverás? –

-          No. – Dije firmemente. – Volveré para dar conciertos, volveré para ver a mis padres, pero no quiero volver para pasar un tiempo como el que hemos pasado ahora. –

Se lo imaginaba, pero el miedo a equivocarse en la respuesta siempre lleva a preguntar cosas estúpidas. Iba a empezar a bajar por las escaleras, es más, bajé un par de ellas con una de las maletas cuando me paré y retrocedí hasta quedarme a su altura.

-          ¿Por qué no me besaste Miles? –

-          Porque nunca he sido infiel a nadie, Alex. – Incluyó todos los matices de ironía posibles para recordarme por enésima vez el tema de toda esta historia. –

Le cogí la barbilla, con violencia incluso, y posé suavemente mis labios sobre los suyos. Me aparté al instante, a pesar de haber podido pasarme así el resto de mi vida, sin descanso.

-          Tómate eso como quieras, pero si por fin es la última vez que te veo en mi vida, no quería quedarme con el último beso que debí darte cuando me marché la primera vez. –

Bajamos las escaleras en silencio. Matt estaba abajo, fuera del taxi y bastante nervioso.

-          La factura la vas a pagar tú. – Dijo molesto acercándose y cogiendo las maletas para meterlas en el maletero. - ¿Qué demonios hacíais… - Su gesto fue cambiando paulatinamente en profunda ira. –

-          ¡No Matt! – Grité, - Estúpido…

Nos montamos en el Taxi mientras nos despedíamos con la mano de Miles y Alexa.

Creo que nunca podré olvidar aquella imagen: Alexa lloraba mientras agitaba la mano con viveza, Miles sencillamente sonreía, con mala cara. Una vez vi aquello volví a mirar al frente. Ese era el plan, mirar al frente.

 

Notas finales:

¿Review? ¿Queja?


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