Cuatro meses y medio.
Miles tachó otro día más de su calendario. Se sentó al ordenador y revisó su correo electrónico. Llevábamos cuatro meses escribiéndonos a diario, a las mismas horas. Ese día no tenía correo, lo que le inquieto de alguna manera. Seguro que pensó que me había pasado algo o peor, que me había olvidado de ello.
En ninguna situación se me había pasado mandarle un mensaje, ni aún acabando de llegar a casa después de una fiesta. A las 9:30 AM siempre recibía su nuevo mensaje en el que me explayaba contando todo lo que había pasado el día anterior y haciéndonos preguntas que nos ayudaran a descifrar si lo que podía llegar a ocurrir era o no lo correcto.
Miles cogió su teléfono móvil para llamarme. Se sintió desesperado, si hacía eso quizás estaba demostrando una falta de confianza que él no tenía. Estaba preocupado por saber si me había ocurrido algo malo.
Qué demonios, tenía la necesidad de hacerlo.
Marcó mi número y esperó cuatro tonos hasta que por fin contesté el teléfono.
- ¿Miles? – Pregunté extrañado. –
- Mmm… A, es que… - Se sintió estúpido, estuvo incluso a punto de colgar. – Nada, qué… sólo quería saber si estabas bien. –
- Sí, bueno, en realidad tengo un pequeño problema – Yo estaba haciendo un esfuerzo físico y se reflejaba en mi tono de voz. –
- ¿Qué te pasa? – Preguntó preocupado. –
- Nada importante, no te preocupes. –
- Oye es que… - Empezó Miles.-
El timbre de la puerta de su casa sonó.
- Espera… - Dijo por el teléfono a lo que respondí con un pequeño “Está bien” –
Miles se acercó a la puerta, la abrió y me vio allí enfrente, sosteniendo mis maletas, con la respiración entrecortada y con el móvil en las manos.
- Creo… que… hemos hecho demasiado el estúpido estos cuatro meses… - Dije entrecortadamente. –
Miles lanzó el teléfono al suelo y se lanzó contra mis labios para besarme con viveza. Le sostuve el rostro entre mis manos mientras le besaba aún más fuerte. Estaba al borde de hacer algo que llevaba demasiado tiempo deseando hacer.
Me acerqué a su oído y susurré.
- Te amo. –
Aún dentro de nuestra relación, en el último año creo que no se lo había dicho ni una sola vez. Una vez lo escuchó volvió a ponerse sobre mis labios, besándome suavemente y repitiéndome alrededor de unas cien veces “te quiero”.
Me sentí liberado, libre. Libre pero a la vez unido a lo único a lo que quería unirme en ese momento.