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When the sun goes down. por Yuhka

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Notas del capitulo:

Aquí está el último capítulo de la primera parte del fanfic (:

Recordad, hoy subo dos, pero como son cortitos los pongo en el mismo capítulo.

Empiezo a meter flashbacks. Tópicazo, estarán todos puestos en cursiva (:

Espero que os guste (:

Miles estaba en casa cuando llegué de casa de Jamie. Eran prácticamente las 11 y media de la noche y debía de llevar al menos dos horas solo en casa.

Cuando entré por la puerta mi rostro solo mostraba cansancio, desorden mental y físico. Parecía que me habían pateado la moral con botas de hierro. Yo mismo lo había hecho, y lo que me esperaba.

Miles, al escuchar la puerta, se acercó rápidamente al recibidor. 

-          ¿Dónde estabas? – Preguntó preocupado – Llevo llamándote una hora. – Creí que nos veríamos esta noche.

Yo estaba mudo, quitándome la chaqueta y posándola en una percha que había junto a la puerta. Mi expresión era nula.

-          ¿Qué te pasa? – Me detuvo sosteniéndome los brazos con los suyos y zarandeándome dulcemente.-

-          Nada… - Susurré. – Me voy a dar una ducha. –

Me zafé educadamente de su contacto y comencé a dirigirme al baño. Sabía que era el momento en el que Miles estallaría, y necesitaba que fuera él quien diera el primer paso. Hasta para esto tiene que ser él quien me ayude. No sabía que haría después de aquello sin él.

-          ¡Joder Alex! – Gritó y me detuve en seco, dándole la espalda. – Llevo dos horas esperándote, he preparado la puta cena y quiero hablar contigo de que Matt me tiene loco en el trabajo, de que tengo canciones nuevas para componer, y quiero irme a la cama y poder besarte por la noche. – No paraba de gritar, y yo, dándole la espalda estaba llorando. -  ¿Se ha perdido, Alex? Dímelo ¡¡Dímelo!! – Se puso histérico-  ¿¡¡Qué coño te está pasando!!? –

Me giré con la cara llena de lágrimas y me mordí el labio inferior.

-          ¡¡Sí Miles!! Se ha perdido.  ¡¡Joder!! – Gimotee. – Vengo de tirarme a un tío que conozco desde hace un mes.- La cara de Miles se quedó absolutamente blanca y abrió ligeramente la boca para decir algo. – ¿¡¡Y sabes que es lo peor!!? Que no me arrepiento en absoluto de ello. – Grité desesperado.- ¿¡Qué pasa Miles!? –

Me acerqué a él y me caí de rodillas a menos de un metro de él, llorando desconsoladamente.

-          No he podido evitarlo, tampoco he querido. – Puse las manos sobre mis ojos y me intenté secar las lágrimas en vano, seguían cayendo sin parar. – Lo siento… - Susurré ahogado con las lágrimas.-  Lo siento…

No dijo una palabra. Se alejó de mí, cogió una chaqueta, las llaves y se fue dando el portazo que más daño me ha hecho de todos los que han podido dar a lo largo de mis veinte años.

Me quedé en el suelo, llorando, con unas tremendas ganas de vomitar en el estómago por culpa de los nervios.

 

Cuando me desperté la mañana siguiente seguía en el suelo. Joder. Había pasado la noche en el recibidor de mi casa, hecho una pequeña bola. Me dolía la cabeza y el cuerpo entero por culpa de haber pasado la noche en una posición tan increíblemente incómoda. Mire hacia la percha y vi la chaqueta que había llevado. Me levanté rápidamente, estaba en casa.

Cuando miré hacia atrás estaba sentado en una silla, dormido, a pocos metros de mí. ¿Me había estado observando por la noche? Tenía las mejillas mojadas, y las pestañas pegadas por las lágrimas. 

¿Qué tenía que hacer ahora? ¿Despertarle y retomar lo que habíamos dejado a medias la noche anterior? ¿Marcharme y no volver?... Marcharme y… no…

Sí, era la opción. Con el corazón en un puño e intentando hacer el menor ruido posible cogí mis cosas y las fui metiendo lentamente en la maleta. Guardé allí no solo mis bienes materiales, si no también todos y cada uno de los recuerdos que me había brindado aquella casa. Cada gesto, cada sonrisa, cada segundo de nuestra vida juntos.

Cerraría esa maleta, y no la volvería a abrir en mi vida. Nunca más.

Cuando terminé me dirigí suavemente a la entrada. Posé mis llaves en la mesa en la que estaba apoyado Miles, dormido. También dejé la púa de plata que llevábamos ambos al cuello desde que habíamos empezado a salir. Le di un beso en el pelo, aspiré el olor de su champú por última vez  y dejé caer una solitaria lágrima.

Al salir de casa di un portazo intencionado. Sabía que se despertaría, que vería las llaves, la púa, iría a la habitación, no vería mis cosas y por nada del mundo saldría al recibidor a pesar de saber que yo estaría allí, esperando mientras dejaba caer las últimas lágrimas de desesperación.

 

[TRANSICIÓN] New York, New York.

 

La gran manzana. Rapidez, prisa, necesidad humana de vivir rápido para hacer dinero rápido y como no, morir despacio.

Creedme, accedí a ser el cantante del grupo Jamie, y la cosa no iba mal. Arctic Monkeys, con dos CDS en venta y aumentando la popularidad en cada sala en la que tocábamos. Aunque lo suyo nos costó.

Después de la ruptura me mudé a Sheffield y estuve ausente durante tres meses. Necesitaba tiempo, quietud, fotografías a atardeceres que en Londres no se ven, y en Nueva York muchísimo menos.

Mis padres fueron bastante severos conmigo, recriminándome que no había hecho carrera y que qué hubiera hecho sin Miles… Pero bueno, no quiero recordar todo lo malo que albergué en Sheffield, prefiero quedarme con las tardes que pasé escribiendo, y poco a poco centrándome en el proyecto del grupo de Jamie inconscientemente.

“Llamé a la puerta. Tenía las maletas, la guitarra y un montón de papeles en las manos. Tardó en contestar, pero finalmente abrió quedándose con el gesto sorprendido.

-          ¿Dónde has estado? –

Sonreí.

-          ¿No me vas a dejar pasar? – Fui bastante pícaro -

Me ayudó con las cosas y me metí en su casa. Dejé las maletas en el suelo, y él se quedó mirándome expectante, esperando que le respondiera a todas las preguntas que tenía para mí.

-          Toma – Me anticipé y le extendí los papeles. – Ahí está lo que se me ha ido ocurriendo durante el tiempo que he estado fuera. –

-          Joder… - Ojeó que eran al menos unas veinte páginas. –

Jamie se acercó a mí. Puso su mano sibilinamente sobre mi cintura e intentó besarme. Me aparté de inmediato, le alejé de mí con delicadeza y volví a coger las maletas del suelo.

-          Fue un polvo Jamie. – Sonreí sin ningún tipo de emoción. – Sencillamente eres el guitarrista del grupo, y espero que mi amigo. –

Se quedó sin palabras. No gesticuló más. Sencillamente bajó la cabeza y sonrió.

-          ¿Lo has dejado con tu novio? –

-          Sí… - Me mostré verdaderamente severo. – Pero no es culpa tuya…

En ese momento sentí que me hervía la sangre, que lo único que necesitaba era llorar y evitarme todo aquel teatrillo de persona dura que no siente, ni padece. Aunque en el último mes me lo había empezado a creer.

-          Jamie, vamos a hacer esto bien. – Dije decidido. – No habrá un tú y yo, estoy cansado de los tú y yo. – Bajé la cabeza -  Y tú tienes novia… - Levanté el rostro. – Puede que alguna noche acabes en mi cama, no voy a decir que no, pero… no habrá un tú y yo. –

Esa era la condición, la condición que marcaba hasta el límite en el que tendríamos que pasarnos. Jamie era verdaderamente apuesto, ¿Por qué dejarlo pasar cuando ya no tenía NADA que perder? Sin embargo él sí podía perder mucho por un capricho.

El sexo con él funcionó los primeros dos meses. Después, sencillamente, se evaporó.”

Matt dejó el trabajo en la productora, Jamie compuso más canciones de lo normal y yo empecé a trabajar a tiempo parcial en un teatro no muy conocido en Londres. No, no era actor. Me dedicaba a organizar cosas para los eventos, y demás tareas que se me daban bien por mi determinación, pero que a su vez siempre salían mal por la presión del teatro. Alquilé un piso cerca del estudio donde solíamos quedar para grabar y ensayar.

Mi vida, durante el primer año, fue bastante plana. Solo hacía que trabajar, escribir, ensayar y dormir. Caminaba por necesidad fisiológica, no porque realmente tuviera ganas de hacerlo. Parecía que estaba vació, es más, aquellos que se interesaron por nuestras música y decidieron hacerse “Fans” acostumbraban a llamarme “Empty Eyes”.

No volví a Londres, no me interesaba. Cada rincón albergaba una sensación distinta, sin embargo, en Nueva York todo eran sensaciones nuevas, sensaciones diferentes, que no había sentido nunca antes. Gente nueva, propósitos nuevos…

A partir del segundo año mi vida cambió sustancialmente. Empecé a sonreír por apetencia, no por obligación. Conocí a una chica preciosa, Alexa, que pronto se hizo un gran apoyo para mí como persona. Pero como modelo, su trabajo le obligaba a viajar demasiado como para que alguna vez me hubiera planteado dejar de ser solo su amigo.

Sí, incluso mi sexualidad me planteé durante el segundo año. Yo creí, desde bien pequeño, que me gustaban únicamente los hombres, pero parecía no ser así. Alexa me estaba aportando una razón por la que tener que relacionarme con la gente, de nuevo.

Matt, a pesar de haber sido el mejor amigo de Miles, y de estar en mi grupo, tardó en llevarse bien conmigo del todo. Le entiendo, Jamie también le había decepcionado mucho. De todas formas, frente a las cámaras teníamos que guardar una compostura, que más tarde, sin que nos diéramos cuenta, acabó haciéndose real, llevándonos a tener una grandísima relación.

 

 

Notas finales:

¿Review? ¿Queja?

¿Qué os parece el ritmo que ha tomado?


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