Era una fría mañana de domingo. La noche anterior habíamos dado un concierto en una sala bastante grande y la verdad que fue todo un éxito. Después del concierto siempre llegan las fiestas, y con las fiestas el alcohol.
Total, yo estaba en la cama, con una buena resaca y gran dolor de cabeza. Matt, que era mi compañero de piso desde hacía un par de meses, entró en mi habitación y me extendió una carta.
- Pone tu nombre – Hizo una pausa y puso un gesto de desconocimiento. – No sé quien la manda, no hay remitente. –
Me rasqué los ojos y estiré el brazo hasta coger la carta.
- Gracias. – Susurré. –
La abrí.
“Alex, soy Alexa.
Estoy en Londres desde hace un par de semanas, y cómo has vivido aquí durante un tiempo he decidido escribirte.
¿Qué tal fue el último concierto? Espero que bien.
Tengo muchas ganas de verte. ¿Tienes unos días libres? No estaría nada mal que os vinierais para tomaros unas vacaciones después de los conciertos.
Llámame si lo prefieres.
Alexa.”
Sonreí de medio lado. No pensaba ir a Londres. Matt seguía en la habitación, con cara de estúpido esperando a que le contara que pasaba.
- Alexa. – Dije, sencillamente. –
- ¿Dónde está?. –
- Londres…
Su cara se tornó un poco inexpresiva. Dio una vuelta alrededor de la habitación, pensando en cómo transformar lo que quería decir en algo poco doloroso.
- La verdad es que… - Empezó. –
- No voy a ir a Londres, podéis ir sin mí. –
Bajó la cabeza, él sabía que diría eso.
- Vamos Alex, no te creía tan cobarde. –
- No vayas por ahí Matt… - Empecé a enfadarme. –
- ¿No irías ni por verla a ella? – Me quedé pensando un rato mientras él seguía en silencio. ¿Lo haría? ¿Afrontaría lo que esa ciudad significaba para mí por ella? –
- No… - Musité, aunque en el fondo no estaba seguro.-
- Esta vez iremos, Alex. – Hizo una pausa y se puso severo. – Me da igual si tú estás de acuerdo o no. Ya nos han pedido tres conciertos allí, y cómo líder del grupo los voy a aceptar. –
Tenía razón. Por compañerismo había rechazado algunas propuestas allí, pero ¿Y si Miles ya no estaba en Londres? ¿Y si estaba qué? El qué era lo que me preocupaba.
Casi no podía creérmelo. El tiempo que pasó entre esa conversación y estar aterrizando en Heathrow se evaporó en mi mente. Estaba nervioso, casi todo mi cuerpo temblaba. Lo que no me esperaba, de ninguna de las maneras, era aquella grandísima ola de periodistas que había a la entrada. Y no sólo periodistas, algunas chicas y chicos gritando nuestros nombres y pidiéndonos autógrafos.
Después de aquello llegamos a casa de Jamie. Teníamos pensado quedarnos allí. Cuando pasé por todas aquellas calles, sencillamente miré al suelo. No quería recordar cada momento con Miles en cada rincón de aquel barrio.
Al llegar a casa de Jamie, ambos nos miramos y nos echamos a reír. Estábamos ambos sentados sobre su cama mientras los demás habían bajado a por algo de comer.
- Esto me trae recuerdos. – Dijo Jamie. –
- Sí, y a mí. – Respondí sonriendo. – Al fin y al cabo echaba de menos esto. –
Jamie se echó a reír y me abrazó fuertemente. Hacía tiempo que no sentía sus brazos a mí alrededor y fue muy gratificante. Me beso el hombro e hizo que me entrara un escalofrío. Desde el escalofrío no paré de temblar. Creo que fue capaz de predecir lo que me pasaba, porque comenzó a abrazarme más fuerte y susurró:
- Estaré aquí. –
La puerta se abrió y escuché a Matt gritando emocionado mientras un olor a comida china invadió la casa. Jamie se apartó con una sonrisa y se levantó rápidamente para comer algo.
Me levanté después y olí algo por encima de la comida, un magnífico perfume. Su magnífico perfume. Se dio la vuelta y vi su suave sonrisa y esos ojos azules…
- ¡Alexa! – Me abalancé sobre ella y la estreché entre mis brazos con dulzura. –
Se rió en mi oído me dio un pequeño beso en la mejilla. Nos separamos y nos dirigimos todos a la cocina a comer. Cuando estábamos comiendo tuvimos una conversación bastante animada. Por mi parte estuve bastante callado, comiendo y observando cómo los demás reían. No estaba de mal humor, ni tan siquiera nervioso, al contrario. Cuando terminamos Alexa y yo nos decidimos a recoger la mesa mientras los demás se iban al salón a ver la televisión o jugar a la videoconsola.
- ¿Qué te parece estar aquí otra vez? – Dijo ella posando los platos sobre la encimera de la cocina. –
- Bueno, es… diferente – Sonreí.
Nos quedamos un rato en silencio mientras lavábamos los platos y colocábamos las cosas en su sitio. De fondo teníamos los gritos de los chicos, que habían decidido jugar, metiéndose los unos con los otros.
- Te he echado de menos. – Susurré tras guardar el último plato en el armario.
Me acerqué a ella, que estaba sonriendo levemente y le di un abrazo. Quería besarla, quería quererla para no tener que pensar en quien quise y no podía olvidar. Pero cuando mis labios estaban a escasos centímetros de los suyos se apartó apurada.
- Alex yo… - Bajó la cabeza, casi avergonzada.- Tengo novio. –
Se me clavó una estaca entre el pecho y la espalda. Casi me quedo sin respiración en ese momento. Me sentí un estúpido. Sí Dios existiese había hecho eso sencillamente para que nunca más pudiera tener la oportunidad de enamorarme y ser feliz; para hacerme pagar por mis errores.