Y allí estaba. En medio de ninguna parte pasando la situación más incómoda del mundo. Matt no paraba de reírse. Es curioso, y precisamente por eso lo menciono, porque cada vez que pasábamos por una situación muy tensa se reía mucho, casi sin poder parar.
Jamie caminaba por delante de nosotros hacia un bar al que solíamos ir la temporada que pasamos en Londres antes de marcharnos a Nueva York.
Yo caminaba con Nick mientras Miles y Alexa paseaban detrás de mí haciendo bromas. Parecía que el único sonido que podía oír claramente, aunque el resto estuvieran hablando, era el intermitente choque de los labios de ambos.
Cuando llegamos agradecí el sonido de la música. No dudé un segundo en tomarme tres copas de una sola vez. Necesitaba alcohol.
No me moví de la barra por al menos un par de horas. Ya llevaba más o menos unas 8 copas, y la borrachera estaba en proceso. Entonces, en el momento más adecuado, Alexa se acercó a mí.
- Ven a bailar, te estás perdiendo una muy buena. – Gritaba emocionada y riéndose. –
Se quitó el jersey de cuello subido que llevaba. Debajo tenía una camiseta de tirantes que dejaba ver atributos que a cualquier persona hubiera llamado la atención. Sin embargo, a mí, en ese momento lo único que me importó fue el colgante que tenía en el cuello.
- ¿Qué…? – No acabé la frase.
Me acerqué a su cuello y lo tomé entre las manos. Era una púa de plata que tenía la inicial “A” en el reverso.
“Salimos emocionados de la joyería. Miles tomaba mi mano con ternura mientras yo sonreía y le besaba en el cuello con dulzura.
Miré su cuello, sobre el que colgaba la púa con la inicial “A” y luego miré mi propio colgante con la inicial “M”.
- Esto es muy cursi. – Dije algo avergonzado. –
- Lo sé. – Rió él. – Pero me gusta.
Un regalo de nuestro primer San Valentín juntos, haciendo apenas un par de meses desde que habíamos empezado a salir.”
Sentí como la ira se movía por mi cuerpo agitando mi respiración y el latir del corazón.
- ¿Te ha regalado esto? – Dije casi fuera de mí mismo. –
- Sí… - Estaba extrañada y algo asustada. - ¿Qué ocurre?
- ¿Qué qué ocurre? ¿¡Qué qué ocurre!? – Repetí dando un puñetazo sobre la barra.
Desde este momento me arrepiento de todo lo que me dispongo a contar. Creo que en mi vida me he arrepentido de algo con anterioridad, sin embargo la siguiente situación fue el desencadenante de demasiados problemas para mí.
Me dirigí enfadado y decidido hacia Miles. Le cogí del brazo sin mirarle a la cara y le arrastré literalmente, con una fuerza que ni yo mismo era capaz de concebir, hacia la entrada del local. Cuando estuvimos fuera encendí un cigarrillo y comencé a dar vueltas alrededor del lugar para intentar calmarme. El alcohol me había puesto mucho más violento.
- ¿A ti qué cojones te pasa? – Intenté calmarme. –
- No, qué te pasa a ti Alex. ¿Qué te pasa? – Miles no daba crédito a mi comportamiento, y le comprendo. –
- Me pasa que le has regalado a una tipa la púa que nos regalamos cuando empezamos a salir. – Hice una pausa y elevé muchísimo el tono. - ¡¡Eso me pasa!!
Miles sonrió de medio lado.
- Y encima sonríes… - Me acerqué muy amenazante y le cogí por el cuello de la camisa – Miles si no te he roto la cara todavía es porque yo SÍ respeto lo que hubo entre nosotros, así que no hagas que me arrepienta de nada. –
Miles se zafó de mi contacto y me empujó hacia atrás.
- ¡¡Es que nunca te arrepientes de nada!! ¿Por qué ibas a arrepentirte de pegarme? ¿Eh? Si te tiraste a un tío y tan siquiera te importó que la persona con la que llevabas cuatro años, - Subió el tono - ¿Eh Alex? ¡¡Cuatro putos años!! Estaba esperándote en casa… -
Aquella conversación necesitaba una pausa. Pero el silencio era mucho más doloroso que sus palabras. Me callé y agaché la cabeza.
- No estoy aquí para hablar de eso. – Dije, como un perro con el rabo entre las piernas. –
Miles se acercó a mí amenazante y bastante cabreado.
- Sí tu no respetaste en su día lo que existió, te fuiste sin decir una palabra, y sin importarte todo lo que dejabas atrás, - Me dio con el dedo en el hombro – No me pidas explicaciones sobre como actúo o dejo de actuar.
Entró de nuevo en el bar y yo, abatido y prácticamente derrotado me fui a casa.
Miles se dirigió a la barra, donde aún seguía Alexa con el gesto preocupado. Intentó decirle algo, preguntarle qué había pasado, pero Miles levantó la mano en signo de que todo estaba bien, no hacía falta preguntar.
Una vez pasó por delante de ella se dirigió al baño. Su corazón latía muy rápido, casi sentía que se le iba a salir del pecho. Se encerró en un compartimento, se apoyó contra la puerta y se llevó la mano al pecho.
Metió la mano por el jersey y de él sacó la púa que ponía la “M” La púa que yo había llevado durante cuatro largos años. La agarró con fuerza en la mano y cerró los ojos para tranquilizarse.