Desde entonces y para siempre, has sido mío
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-Fuji no, ahí no hummm- suspiré de nuevo; sin duda el placer y estremecimiento era delicioso, se sentía tan bien… soñar. Ya había amanecido, me tenía que levantar de la cama. Esperaba que unos segundos más, me dieran la satisfacción de un plácido sueño húmedo que aun me tenía medio ensoñado.
Levantarme era equivalente a llevar la sabana al cuarto de baño y escabullirme de algún hermano que se atravesara en mi camino. Al menos ya tenía un cuarto para mí solo y eso ya era mucho. Caminar sigilosamente no era muy difícil para mí, al menos hasta ahora nadie me había pillado.
Pero hoy era el día, tomé el desayuno después de poner la sabana del delito en la lavadora, comí aquellos pockys que él me había obsequiado solo para hacer un poco de tiempo. Él sabía cómo adoraba los dulces.
Nada tenía que salir mal, mis instintos felinos estaban a su máxima expresión. Todo listo, agenda lista; teléfono listo, respirar profundo; listo.
Marqué su número a las 10 de la mañana en punto, sonó su clásica musiquita de espera y enseguida me contesto.
-buenos días Eiji- escuché su voz, me fascinaba que supiera que era yo, adoraba todo en él y más por el simple hecho de que se adelantara a mis pensamientos. No por nada, era un genio.
- Fujiko, buenos días- le dije enseguida, para luego; quedarme pensando en aquel sueño comprometedor de la mañana. Me sonroje.
- ¿se te ofrece algo, o solo quieres fantasear conmigo?- entonces reaccione, ese Fuji… siempre lo sabe todo. Aun así a lo que iba, para lograr el día perfecto.
-hoy por la noche quiero salir y dar la vuelta… tal vez comer un helado en el restaurante que abrieron hace poco, tiene mucho que no te veo y yo pensaba que tal vez - empecé a hablar hasta que escuché su risa.
-me encantaría tener una cita contigo Eiji, ¿te parece bien a las 7?- entonces sonreí, después de todo tenía ya una semana. Desde que salimos del Seigaku había pasado tiempo, y aunque había salido con alguna que otra chica, nunca pude olvidarme de él fue por eso que desde hacia tiempo, y a pesar de la distancia de nuestras casas nos veíamos muy seguido. Sin duda no pude olvidarlo. Tampoco sus manos traviesas que de vez en cuando me tocaban de forma insana en los vestidores. El muy precoz siempre lo hacía; mi gentil y dulce inocencia no permitía que fuera tan consciente de sus perversas intenciones. Curiosamente ahora era yo quien tenía cierta inquietud con el níveo cuerpo de aquel genio extravagante que solía ser mi mejor amigo.
- nya, ¿puedo pasar por ti?- le dije emocionado, después de todo era un cita con él, no lo podía evitar; estaba fascinado con la idea que había rondado mi cabeza por ya dos semanas
-me encantaría, pero sabes que mi casa queda al otro lado y el restaurante nos queda bien a los dos, le diré a mi hermana que me lleve así que nos vemos allá.
-claro, bueno nos vemos – solo entonces suspiré, toda iba bien para la cita perfecta que mi mente había maquinado con tiempo, después de todo la última vez que vi a Fuji fue en el parque y mencionó que sería lindo salir por la noche; luego vimos ese restaurante e igual mencionó que sería lindo ir a visitarlo algún día… empiezo a sospechar que él ya tenía todo planeado para este fin de semana.
o-o-o-o-o-o-o-o
Tuve que tomar un taxi, estaba lloviendo muy fuerte, cosa que por cierto, arruinaba mis planes. Se suponía iba comer helado y después salir caminar tomados de la mano. Pero con esta lluvia ni siquiera es posible caminar románticamente compartiendo el paraguas.
Y para colmo llegué tarde 10 minutos, sin duda seré el peor novio que Fuji pueda llegar a tener. Apenas llego corriendo a la tienda y lo veo tras escaparate, el ya está ahí, sentado viendo hacia afuera con un helado de fresa. Lo saludo efusivamente antes de entrar. Este es el momento, el día, que tanto espere.
- Nyaa Fuji, disculpa la demora- le dije mientras me senté frente a él.
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- No te preocupes, imagine que llegarías tarde con la lluvia- me dijo sonriente mientras me relaje un poco y me miró a los ojos, eran de las pocas veces que me regalaba una mirada tan profunda.
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- ¿estuviste aburrido?- le dije mientras le sonreía, no sabía como decirle bien a bien lo que sentía por él.
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- No la verdad es que me divertí mucho viendo como sufría la gente afuera, sin duda está lloviendo mucho- sonrió feliz, a lo que solo reí nervioso, sin duda nunca cambiará.
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- Entonces moví mis dedos de un lado a otro - ¿estás nervioso?
- Nya! Es que bueno yo…-le dije un tanto serio mientras él me seguía viendo penetrantemente, si había que admitirlo ya habíamos salido unas veces pero esta vez, quería decir al fin lo que había llevado en mi corazón.
- No tienes por qué estar así… tu también me gustas y quiero seguir saliendo contigo- mi cara se puso roja, y luego fruncí en ceño. Se suponía que iba a declararme formalmente y el “genio” no podía dejarme hacerlo.
- Humm, pediré un helado- le dije mientras me levanté para sosegar las ganas contrariadas de mi declaración de amor frustrada, pero justo cuando iba a caminar me detuvo del brazo.
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- ¿estás molesto por algo? – me dijo mientras sonrió y solo lo miré casi a punto de llorar, había pasado de la molestia iracunda al puchero infantil.
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- Es solo que yo… - empecé cada vez hablando más bajito hasta que las palabras se quedaron en mi boca.
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- Lo siento, a veces debo dejar de adelantarme a los hechos- dijo serio al ver mi cara. -Vamos salgamos aquí hay mucha gente- exclamó mientras dejo un propina en la mesa y caminamos por las calles mojadas sin importar la lluvia que caía sobre nosotros.
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- Yo solo… - le dije mientras las gotas caían unas tras de otras bajo un árbol que nos resguardaba.
- Sabes, me gusta salir contigo. – me dijo al ver que aun estaba más callado de lo normal entonces sonreí. Apenas lo tuve enfrente le abrace.
- Te quiero, me gustas… me gustas mucho y quiero que…
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- Eiji… eres tan lindo, por si no lo habías notado tu yo llevamos saliendo dos meses, nos vemos cada semana… es obvio que me gustas, no importa lo que tenga que hacer, siempre estoy aquí.
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- Fuji- mi cara se había puesto roja. Lo recordé enseguida, la primera cita se debió a aquel sueño que tuve donde surgió mi demandante necesidad de verlo. Desde entonces él estaba para mí.
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- Y siempre estaré para ti- entonces sentí un beso en la mejilla haciendo que mis ojos brillaran de alegría.
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- Entonces eres mi novio ¿verdad?- le dije mientras lo rodee del cuello con energía y el reía.
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- Claro, después de todo yo te he considerado como mío desde que tocaba en los vestidores- entonces me sonroje, recordando esos toqueteos poco decentes que precisamente ahora los repetía- desde entonces y para siempre, has sido mío.- me sentía tan feliz.