Chigaku – La estrella de la música
Y llegó el otoño. Y con eso la oportunidad de volver a verte.
Verano había terminado ya hace tiempo, los arboles todos coloreteados de tonos café y amarillo inundaban las calles londinenses. El viento se hacia escuchar, pareciera que trajera consigo la felicidad de los amantes.
-Director Saga- se escuchó la voz del violín solista-
-¿Que pasa?- Simple. Escueto. Perfecto.
-Ya todo está listo…- silencio- ¿Desea algo más?
-Vete a tu casa, descansa para mañana que será tu gran día-
-Sa…- Ver esas esmeraldas centellar hicieron callar sus palabras- Permiso…
Y cuando emprendía la retirada los fuertes brazos del gemelo le apresaron su cintura… derritiéndolo, observándolo… Seduciéndolo. Choque de esmeraldas con zafiros. Y entre el espacio… fulminante beso. Que hacia revivir los cuerpos.
-Mañana, dame tu mejor concierto… mi Shaka-
El gran día había llegado. La orquesta del Royal Collegue of Music estaba preparada. Interpretarían el concierto de “Las cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi. La mejor obra del compositor. Pero no tan solo era eso lo que llamaba la atención. El Director de la orquesta, Saga Géminis “La Bestia del estrado”, era el mejor en cuanto a batuta… Un hombre huraño y solitario, pero cuando subía a dirigir a la orquesta, se transformaba. Pero para eso, hacia falta el violín principal, el solista. Shaka Virguin, joven violinista, genio de los incrementos, staccatos y sforzatos. No había música como el que él sabía hacer.
El salón estaba imponente, la orquesta en su lugar. La entrada del Director dejaba sin aliento a los presentes. Caminó, subió... le vio. Y la transformación llegó. A pesar de tanta gente, solo eran ellos dos. Solo director y solista. Solo los conciertos de Vivaldi.
Solo otoño. Solo Saga y Shaka.
Cuando Saga alzó y dio orden de empezar, la Orquesta sonó. Primavera llegó y sus movimientos inundaron el salón. En seguida el verano adornó el ambiente. La orquesta se hacia imponer, frente a todos. Seduciendo a los presentes. Pese a que seguía otoño, la orquesta cambió a invierno. El salón retumbaba, se vanagloriaba. Exquisitas piezas para violín.
Y entre la música, ahí estaban.
Shaka y Saga.
Y el momento cumbre para ellos llegó.
El otoño.
Concierto preferido por Shaka. Concierto alabado por Saga.
El otoño.
Solo batuta y violín.
Se escuchó.
Corazones unidos por un solo lazo. Otoño. La música.
Allegro, primer movimiento de otoño, comenzó. Saga sonrió.
Adagio molto, segundo movimiento, se hizo presente. Shaka subió a la cúspide.
Y finalmente, Allegro. Tercer movimiento de otoño, retumbó. Y los amantes se unieron…
El viento era el único consuelo de la noche, de la fresca noche. El invierno anunciaba su llegada. Era el momento de la retirada. Dos amantes se encontraban sobre sábanas de cama. Solo sudores, gemidos y de fondo… se escuchaba Otoño de Vivaldi.
Saga apresaba a Shaka. Se quemaban. Se besaban. Compartían.
-Mi Shaka…- jadeaba. Penetraba.
-Sa.. mm…No… ¡MAS!- Deliraba. Abría. Gemía.
-Mi dulce Shaka… dame tu mejor concierto- Arremetía. Partía. Tocaba.
-Saga… mi Saga…Ha mnm… ¡HAA!- Besó. Como si aquel que lo domaba se le fuera.
Saga correspondió. Aceleró el movimiento. Y aunque para él, el otoño significara su mejor premio, los gemidos de Shaka eran el mejor concierto.
Y se amaron. Toda la noche. Todo lo que quedaba del otoño. Porque al día siguiente todo cambiaria. La separación llegaría. Como cada año. Como cada otoño.
Y esperarían, esperarían para otro concierto. Juntos. Así era.
Así lo habían decidido. Saga tenía que partir.
Shaka tenía que esperar.
Hasta que el otoño volviera a llegar. Hasta que los volviera a unir.
Hasta que un otoño no los volviera a separar.
Hasta ese día.