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Se Mío por nico_escorpio

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Notas del fanfic:

Sé que es un resumen pésimo... ¬¬'

Este Fic lo empezé hace muy poco gracias a que me dieron la excelente idea... ^^

Sé que quizá en este capítulo no se vea demasiado de que va la historia... ¡pero lo entenderéis mejor cuando suba el segundo!

espero que os guste... ^^

Se lo dedico a Vendeta007, al fin y al cabo, el fic no existiría de no ser por ella :)

Notas del capitulo: Mini resumen:

Ganímedes está harto de que Zeus lo ignore por lo que se entristece y desea alejarse del Olimpo; mientras, Camus ha reunido todo su coraje para declararse a Milo, pero este no se decide a aceptar... ¿Qué ocurrirá?
Dioses. La verdad es que mi vida está rodeada de ellos…

Andando de aquí para allá exigiendo que corra tras ellos con una copa en la mano y una sonrisa…

Digamos que hasta ahora, esa tarea me resultaba muy fácil…

-¡Ganimedes!-

De nuevo él… empiezo a detestar la forma en que me habla… Pero como negarme a ese contorneado perfil divino que tantas veces he admirado, a ese pecho en el que he perdido la noción del tiempo tantas veces, a esos brazos…

-¡GANÍMEDES!-

Vaya, he vuelto a despistarme otra vez. Nota a mí mismo, no debo distraerme.

-¿Qué desea el señor de los Olímpicos que yo pueda ofrecer…?-

-Imagina.-

(¿Qué imagine…? Si… ahora mismo estoy imaginándolo… te levantas, sostienes mi cintura, me atraes hacia tus labios, me besas, me susurras que deje la copa en el diván…)

-¿Se puede saber en qué piensas?-

El joven escanciador sonrió al rey de los Olímpicos con un brillo divertido en su mirada zafírea.

-¿Quiere que le de la copa o mis labios…?-

-La copa.- contestó fríamente extendiendo la mano hacia el más joven que trataba de reprimir un gesto de tristeza.

(Tranquilo Ganimedes, está cansado, seguro. Además… tú no necesitas andar detrás de un Dios pomposo y enamoradizo… con ese tono tan borde y autosuficiente… con esas caderas… esa espalda… esa sensual voz… ¡no! Ganimedes, no te distraigas… estas enfadado, recuérdalo.)

-¿Me retiro?- preguntó el más joven apartándose el pelo azulado de los hombros tratando de conseguir un tono lo mas frio posible.

Zeus se levantó y miró al pequeño.

-¿Estás bien? Toma, ¿por qué no bebes? Te veo raro...-

(No es beber lo que necesito… echo de menos la manera en que me mirabas antes…)

-Gracias, me gustaría marcharme si no le importa…-

-Está bien.-

Ganímedes se dio la vuelta con la copa en las manos y caminó tristemente hasta estar lejos del Crónida.

-Antes no era asi…- murmuraba. -Recuerdo perfectamente como me trataba antes, el cariño con que cogía la copa de mis manos, la ternura con la que me hablaba, la manera en que me abrazaba mientras dormía…- El joven peli azul se dejó caer en el suelo. -¿Habré hecho algo mal…?

Dejó con suavidad la copa que aún tenía algo de néctar y miró hacia las nubes que inundaban los alrededores del Olimpo, se sentía solo por primera vez. Zeus seguía en el diván, disfrutando de la compañía de hermosas jóvenes de cabellos dorados…

Una lágrima escapó de sus ojos azules tan intensos como el mismo océano que comenzaban a volverse vidriosos, pero la secó con su túnica por miedo a que alguno de los Olímpicos lo viese llorar; al fin y al cabo, se supone que como inmortal no debía sentir pena…

El pelo largo y azulado le caía suavemente por los hombros mecido por una dulce brisa. Escondió la cara entre las rodillas y cerró con fuerza los ojos. No deseaba estar allí; no mientras aquel a quien amaba lo ignorara de una forma tan cruel…

Deseó poder alejarse del Olimpo…

Mientras, en un lugar oculto de Atenas lejos del bullicio de la ciudad y las ruinas de Partenón se extiende un lugar que solo los mortales elegidos por la Diosa Atenea pueden encontrar, el santuario.

Allí se enfrentarán a durísimas pruebas que pondrán en peligro constante sus vidas…

Y Aquellos que las superen podrán convertirse en caballeros de Atenea, dispuestos a ofrecer su vida para salvar a la Diosa…

Oficialmente, hay tres categorías; bronce, plata, y oro… siendo esta última la más difícil de alcanzar.

Camus, caballero de oro del signo de acuario, había tenido que pasar por durísimos entrenamientos en Siberia, sumido en una atmósfera de tensión continua en la que cada nuevo dia podría ser el último, resistiendo hasta límites imposibles para muchos mortales en los que rozaba la fina frontera entre la vida y la muerte, y, sin embargo… todo lo anterior no parecía producir tanto temor en él como lo que estaba a punto de hacer…

Ciertamente, si el hecho de ser capaz de expresar los sentimientos fuera una prueba más el francés no habría sido capaz de superarla…

Buscó con la mirada el octavo templo del zodiaco, el único al que nunca habría ido por propia iniciativa, al fin y al cabo, Milo de Escorpio era la persona más impulsiva, insolente, y estúpida que había conocido nunca…

…l, que estaba acostumbrado a medir cada uno de sus actos y a actuar frente a los demás como una persona fría y carente de interés por los sentimientos humanos, y Milo… que hacía las cosas sin pensar, siguiendo ciegamente eso que él llama “el corazón”…

Tonterías, los valores de justicia y deber que habían aprendido en el santuario no pueden medirse con el corazón… simplemente haces lo que crees más correcto, y eso solo puede medirse por la lógica…

Pero por muchos argumentos que se diera a sí mismo, hacía meses que no era capaz de actuar con su acostumbrada lógica, ese maldito escorpión le había trastocado la mente…

Se sentía idiota y vulnerable en presencia del octavo custodio, como si en cualquier momento fuera a perder el equilibrio y a caer por las escaleras, ni siquiera lograba juntar las palabras exactas para hablar con él, como si un torbellino estuviera campando a sus anchas por su cerebro…

Odiaba esa sensación hasta el punto de negarse a ver siquiera de lejos a Milo de Escorpio…

Ya habían pasado tres meses desde la última vez que habló con él, y había tenido el tiempo suficiente como para meditar acerca de ello.

¡Le quería, maldita sea! aunque detestase esa sensación, aunque se sintiese vulnerable al mostrar sus sentimientos a alguien… o más bien, aunque temiera el rechazo de quien amaba…

El caballero de acuario respiró hondo y caminó lentamente hasta el octavo templo, manteniendo su halo de frialdad y templanza, a pesar del caos y el miedo que reinaban en su interior. Lo haría; después de tanto tiempo comprendía que era lo que debía hacer, hablaría con él y le diría lo que sentía.

No quería pensar en lo que ocurriría después, por una vez, haría algo que no estaba calculado.

-¿Camus? ¿Qué haces aquí? pensé que no querías ni salir de tu templo…-

Milo estaba recostado sobre un diván azul con un libro en la mano que soltó en cuanto vio aparecer al frio custodio del signo de la jarra; llevaba el pelo añil suelto y revuelto, como siempre, y sus ojos brillaban de una manera inusual, con un brillo alegre e intrigado por saber el motivo de que Camus se presentara en su templo por primera vez tras tres meses.

-Me he portado bien, tal como me gritaste, no he ido a verte ni una sola vez.- sonrió levantándose.

-Y te lo agradezco de veras.-

El caballero de escorpio miró atónito al de acuario.

-¿tú dándome las gracias por algo? ¿Dónde está el truco? Estoy acostumbrado a que me grites, a que me insultes, a que me eches de tu templo por pesado, pero a que me agradezcas algo no… Seguro que tienes fiebre…-

Milo puso su mano en la frente del francés sin que este rehuyera del contacto como acostumbraba a hacer.

-Tranquilo estoy bien, solo venía a hablar contigo.- tras una pausa Milo se apartó.

-Realmente estás muy raro… lo bueno es que no tienes fiebre ^^ ¿te apetece beber algo? Podemos sentarnos a hablar tranquilamente, se que te gustan ese tipo de cosas…-

Camus apenas tenía control sobre sí mismo, tenía la sensación de que si daba un solo paso se iba a caer. Aún asi reunió todas sus fuerzas y se sentó junto a Milo.
-Milo… necesito decirte algo…- Añadió tras casi diez interminables minutos de tenso silencio entre ambos.

-¿El qué?-

El acuariano dudó si las palabras saldrían por si solas o acabaría escupiéndolas.

-Hace mucho que nos conocemos… y bueno, yo nunca te he tratado demasiado bien…-

-Sabes que eso no me importa.- sonreía Milo. -Si lo que querías era disculparte acepto tus disculpas ^^

-No… no es eso. Tu… siempre estás ahí, incluso cuando te digo que eres un pesado… tu vuelves a buscarme…-

Milo rió.

-Los escorpio tenemos fama de ser masoquistas…-

-Tómatelo en serio, por favor, me está costando mucho…-

-¿Costándote el qué? ¡Ni que te estuvieras declarando!-

Esta vez se hizo un silencio mucho más incómodo que el anterior en el que Camus clavó una mirada cercana al odio en el octavo custodio.

-Oh, Dioses, ¿no me digas que era eso…?-

-……………………….-

Milo se sonrojó de pronto.

-¿Lo he estropeado? ¡¡¡¡NO!!!! ¡¡¡¡TANTO TIEMPO ESPERÁNDOLO Y VOY YO Y LO ESTROPEO!!!!-

-No, tranquilo Milo…-

-¿C”MO PUEDO SER TAN TORPE? TU ESTABAS…-

-¿Me vas a dejar seguir algún dia? ¬¬

-Sí, lo… lo siento… sigue.-

-Milo, eres el tipo más estúpido con el que he tenido que tratar nunca…-

-No esperaba este tipo de declaración…¬¬

-…y sin embargo, esas tonterías tuyas, tu actitud alegre y despreocupada de “no hay un mañana”, tu forma de volver una y otra vez a buscarme, tu… cariño, me… enamoraron.-

El caballero de acuario sintió como si todo el peso del mundo acabase de ser retirado de su espalda. No pudo evitar sonrojarse por primera vez en su vida.

Milo se había quedado en silencio. Había tratado de oir eso de parte de Camus tanto tiempo que ya casi había olvidado por qué. Deseaba abrazarlo, besarlo, y decirle que él también le quería, pero pensó que quizás el francés no estuviera aun lo suficientemente decidido a estar con él; decidió que le haría de rogar aun en contra del continuo instinto de lanzarse sobre él, un par de días.

-¿En serio? Yo… ¿Cómo debería tomármelo?-

Camus había perdido ya el habla, y Milo creyó que explotaría si debía mantener esa fachada de “no estoy convencido de que quiera salir contigo” un minuto más.

-Bueno, si realmente es cierto, yo… necesito meditarlo, ¿de acuerdo? Espero que no te importe…-

-No, claro que no, al fin y al cabo… bueno, no importa. Ya nos veremos, Milo…- Camus salió lentamente de Escorpio hasta pasar Sagitario, tras lo cual empezó a correr hasta el undécimo templo.

Se sentía imbécil y torpe, como un niño perdido en medio de una tormenta, solo que él no podía esperar a que vinieran a buscarlo…

Maldito amor…
Notas finales: Si habéis llegado hasta aquí es porque al menos lo habéis leido (cuanto me alegro....XD)
No tardaré en subir el siguiente, espero que también os guste ^^

No sería feliz si no dijera esto asi que allá va: gracias por confiarme tu idea viri, me siento tan importante... (lágrimas)

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