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Flor de primavera por ines_kaiba_wheeler

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Notas del capitulo:

Al final sí que tardé una semana en subirlo, me parece hasta extraño por mi parte. Aún así, al fin terminó esta parte de la historia. Odié estos dos capítulos por lo tedioso que se me hizo buscar la información necesaria para hablar del tema de la muerte en Japón. Pero bueno, una es perfeccionista y espero que al menos os culturicéis un poco leyendo, aparte de disfrutar, claro.

 

 

Podía pensar que lo más duro de toda aquella historia había sido presenciar una escena tan descorazonadora como ver una familia romperse en pedazos ante sus ojos, mas no era así. Lo peor todavía acababa de empezar, pues no es la noticia de una muerte lo más doloroso, sino tener que enterrar a un ser querido. Jin había ido a un par de entierros cuando todavía no era consciente de qué significaba morirse, ni por qué le obligaban a realizar un ritual sin tener pleno conocimiento del mismo. Por ejemplo, había acudido al de ambos padres de su progenitor, obligado por su madre, con tan sólo siete y diez años respectivamente. El último que recordaba haber asistido fue al de su tía por parte de madre, víctima de un accidente de tráfico un mes antes de ingresar en el Yamabuki. De todos había sacado una única conclusión, enterrar a una persona era doloroso de ver y de hacer, aunque no conocieses al muerto en cuestión. Ya no sólo por el hecho en sí de tener que preparar la celebración, sino por la hora que tanto amigos como familiares tienen que velar al fallecido de cuerpo presente sin dejar de rezar en ningún momento, quemando incienso y demás hierbas de las que no tenía conocimiento. Tras esa hora, cada invitado debía poner en el ataúd una flor, lo que implicaba volver a ver a ese ser querido sin color, sin alegría ni tristeza, ninguna expresión en su rostro; en definitiva, sin vida. Si ya de por sí había sido doloroso para él tener que encarar a Takashi tras la noticia, verle tanto a él como a su familia intentando frenar sus lágrimas durante una tortuosa hora, cuando le tocó el turno de entregar aquella flor, y un collar que le había visto puesto un par de veces cuando era más pequeño, a su abuelo, pudo ver como sus ojos brillaban y sus defensas cayeron en picado al recordar todos y cada uno de los recuerdos que había pasado a su lado: los dientes que le había ayudado a arrancar, los bichos que habían cazado juntos, las continuas tardes de diversión que rodeaban todas sus visitas a aquella casa, los golpes que les daba a los demás, la sonrisa que siempre le cedía a él, sólo a él... Sólo un segundo después de haber dejado caer su flor y el collar enrollado en el tallo de la misma, se encontraba derramando silenciosas lágrimas ante el féretro de mármol. No había podido mantener su promesa y se odió por no ser más fuerte en un día como aquel. Sin embargo, su padre, conocedor de la historia, apretó los hombros de su hijo con manos temblorosas mientras esta vez era Jin el que depositaba la flor en él. Se quedó mirando con los ojos entreabiertos hacia el semblante de paz que el embalsamamiento le había dejado al anciano. Aunque fuese lo último que hiciese, conseguiría que Takashi fuese feliz a todo coste, sin importar nada más en la vida. Era la promesa silenciosa que juró ante el fallecido. Tras eso, tomó el relevo en consolar a Takashi, acompañándolo de nuevo a su asiento, dejando que se desahogara en su hombro.

Una vez todos los invitados terminaron con el trayecto, la madre del moreno también había acudido al igual que su hermana, que no había dejado de llorar en ningún momento, los hijos del abuelo y algún vecino amigo de este, elevaron el ataúd para llevarlo al crematorio a tan sólo un par de metros del santuario en el que se encontraban. Mientras se consumía entre llamas, se reunieron en torno a un par de mesas con aperitivos. Eso siempre le había parecido de mal gusto hasta que su madre le explicó que lo hacían porque debían celebrar que ya estaba en un lugar mejor, descansando y esperando por ellos. Aún así, seguía sin encontrarle demasiado sentido.

A pesar de las miradas de odio que le estaba lanzando su suegra, siguió abrazando a Takashi incluso cuando este ya no tenía más lágrimas que dejar caer. Secó entonces con cuidado sus mejillas, acariciándolas con sus dedos con todo el cariño que podía transmitir en ese momento y ante su madre, escuchando un débil ‘gracias' de los labios del moreno mientras se incorporaba y se sentaba a su lado con la mirada perdida en el cielo. Minutos más tarde, una mujer joven se acercó a ellos, llamando a Takashi por su nombre de pila. Este, al escuchar la voz y el llamado, bajó la mirada y abrió los ojos realmente sorprendido, dejando entrever una sonrisa vacilante y nerviosa antes de levantarse con rapidez y abrazarla con fuerza. Al separarse, ella se presentó como su prima y, señalando hacia un carrito de bebé que había apoyado en una pared, también aprovechó para presentar a su hija y de la que Takashi era padrino.

Al ver que con esa acción había recuperado  de alguna manera un poco de su espíritu, no se negó cuando le pidió que le acompañara a ver a su ahijada. Pudo comprobar también que tenía mucha maña con los niños. Desde siempre había visto cómo cuidaba de su hermana, pero incluso en la adolescencia era capaz de sostener a una niña de apenas dos años entre sus brazos sin titubear y conseguir que sonriera en un ambiente de tristeza como aquel. El pensamiento fugaz de que parecían padre e hija le incomodó un par de minutos, recordando que si seguían juntos no tendría la oportunidad de tenerlos, al menos, no propios y menos no allí, en Japón. Cuando le preguntó si quería sostenerla se negó, alegando no tener mano para los niños. Sin embargo, fue la pequeña quien quería colgarse de sus brazos por lo que finalmente, tuvo que ceder ante los deseos de la criatura. Lo más sorpresivo no fue, quizá, el hecho de que ella parecía disfrutar del suave y titubeante agarre, sino el comentario de Takashi al verles desde su propia perspectiva.

-Es posible que no tengas mano con ellos, pero un hijo no se te vería tan mal, Jin.

Puede que ni siquiera hubiese pensado lo que había dicho y, aún de ser así, no se lo habría recriminado. Había pensado lo mismo al verle, echarle en cara sus palabras sería contradecir las suyas propias. Por otro lado, el día no invitaba a pensar demasiado en lo que se pudiera decir o hacer pues las conversaciones eran tan dispares y fuera de situación, que cualquiera diría que estaban de entierro. Los ojos despiertos de la pequeña junto con su risa contrastaban con la imagen que acababa de ver en el interior, la de la cara del anciano. Las dos caras de una moneda. La vida que se va y la que todavía viene. Seguramente aquellos eran los pensamientos que más predominaban en el lugar al verla sonreír o eso quería pensar.

Unos minutos más tarde, los familiares se encaminaron hacia el interior del crematorio para proseguir con la ceremonia. Sin duda, otro de los momentos más duros del día por dos motivos, el primero era que Jin no podría acompañarle, por lo que aprovechó para darle un abrazo fuerte antes de que siguiera a sus padres hacia dentro; el segundo era el hecho de que tendrían que traspasar los huesos del difunto, lo único que no había sido quemado, sujetando cada dos personas un hueso con un par de palillos (1), hacia una urna donde se meterían también las cenizas. Mientras, a él le habían encargado quedarse con la pequeña y asegurarse de que no le faltara de nada. Al parecer, nadie había comprendido sus palabras de que los niños no eran lo suyo. Por suerte, el tiempo que permanecieron dentro, la niña no dio ningún tipo de problema más que el de juguetear con su pelo libre de cera al tenerla en brazos por petición de la misma.

Una vez fueron saliendo, distrajo la mirada de la pequeña, para que no viese a sus familiares llorando de nuevo, señalándole unas flores que había plantadas cerca de dónde se encontraban. Su madre se acercó a ellos, agradeciendo por todo el esfuerzo mientras cogía en brazos a la menor, llevándola a su carrito. Por el rabillo del ojo pudo ver como la madre de Takashi le abrazaba con fuerza mientras le miraba fijamente con odio. Le entraron ganas de ir hacia ella y reírse en su cara por aquella escena de tratar darle celos, pero no era ni el momento ni el lugar. Sin embargo, se la guardaría bien guardada para reírse en otra ocasión y con más ganas.

-Akutsu-kun-esta vez fue el padre el que se le acercó, consiguiendo que desviara su mirada de su ahora peor enemiga-Sé que sería pedirte demasiado y que no tienes por qué hacerlo-

-¿Qué necesitas que haga, Kawamura?-había circunstancias sobre las que su rebeldía adolescente se veía disminuida. Este, por supuesto, era uno de eses casos.

-¿Podrías quedarte con Nami mientras nosotros no estamos? Es demasiado pequeña como para tener que seguir aguantando esto.

A pesar de la incredulidad que lo había azotado, pues la niña había entrado con sus padres para recoger los huesos de su abuelo, asintió con la pose de dejadez y pasividad tan frecuente en él. Nami se le acercó casi corriendo y se abrazó a sus piernas. Lo único que pudo hacer ante aquello fue acariciarle la cabeza con suavidad antes de separarla y cogerla en brazos. Algo tenía la familia de Takashi que todos sus miembros, a excepción de su madre, conseguían hacer que su cuerpo temblase con cada uno de ellos. No entendía la sensación, tampoco estaba seguro de querer entenderlo. Lo único que necesitaba era que aquella niña dejase de llorar de una vez. Tanto llanto acabaría por ponerlo enfermo.

Así pues, viendo como la gran mayoría de los invitados acudían al templo donde se enterraría el hombre, los más jóvenes y no tan unidos a la familia se metieron en un autobús que les llevó al restaurante donde se encontrarían con posterioridad. Tendrían que esperar una hora por ellos ya que les aguardaba la explicación del nuevo nombre del fallecido, un antiguo ritual por el cual se le otorgaba otro nombre para alcanzar un nivel mayor de libertad para su nueva vida. Sabía que el nombre lo habían escogido Takashi y su abuela pero no preguntó cuál. No le pareció ético más viendo como estaba el panorama. Así que allí estaba, a las puertas de un majestuoso restaurante, entreteniendo como podía a una niña de once años para que tratara de olvidar el profundo trauma  que la tenía sometida. Cuando se quiso dar cuenta, el resto de la comitiva había llegado y se dispondrían a cenar en el acto.

Tras casi dos horas apartados, Takashi se volvió a sentar a su lado en parte por elección propia, su madre quería que se sentara con ella, y en parte por acción de su abuela, que había sido más rápida y había ocupado el lugar vacío al lado de su nuera, lanzándole una gélida mirada a pesar de mostrar una sonrisa radiante. Ignorando ese último detalle, se perdió en la mirada del moreno mientras agarraba con fuerza su mano, intentando proporcionarle ánimos. Su mente no analizaba cómo estaba despierto ya que su cara decía claramente que se iba a desmayar de un momento a otro. Sorpresivamente, aguantó toda la cena sin cabecear siquiera, tratando de comer algo para tener el estómago en funcionamiento. A decir verdad, no había tampoco mucha comida y aún así, sobró más de la mitad. En un día así, ¿quién podría comer con normalidad?

Fue alrededor de las siete de la tarde que cada cual volvió a su madriguera. Un vecino que vivía cerca se encargó de llevar a Jin y a la abuela al no coger todos en la furgoneta del padre de Takashi. Los hijos de la señora ya se habían despedido en el restaurante, al igual que el resto de invitados. En el trayecto de la casa del hombre hasta la casa de los Kawamura, la mujer le preguntó si había algún tipo de rencilla con su nuera, a lo que él contestó que simplemente le odiaba sin motivo no razón. Ella rió entre dientes, tal y como había hecho el día anterior su marido en numerosas ocasiones, justo antes de argumentar que era demasiado sobreprotectora con sus hijos y que cualquier cosa que se interpusiera hacía que se pusiera como una fiera. Jin se guardó su propio comentario de que en un psiquiátrico estaría muchísimo mejor, más que nada, porque ya habían llegado y los estaban esperando.

-Lamento las molestias, Akutsu-kun-tan sólo se encogió de hombros. No estaba seguro de querer decir algo al respecto o sin tener que venir a cuento.

Takashi se acercó a él y lo arrastró hacia el jardín. Una vez en él se sentó en las piedras que rodeaban la cascada y le obligó a hacer lo mismo. Parecía enfadado o desilusionado. ¿Qué había pasado mientras él no estaba presente?

-He estado pensando en todo lo que me ha pasado últimamente y he llegado a una conclusión-hizo una pausa en la que tomó aire con profundidad para luego expulsarlo lentamente por la boca-Necesito cortar lazos con lo que me rodea.

-¿A qué te refieres exactamente con cortar lazos?-Takashi lo miró de reojo pero pronto desvió la mirada, haciendo que su corazón se encogiera. Apenas escuchó su voz cuando esta salió de sus labios en un trémulo susurro.

-Quiero que lo dejemos.

 

Notas finales:

(1)Por esta misma causa, un japonés nunca compartirá una misma comida con otra persona pues significaría un mal augurio.

 

Dejad comentarios de descontento si lo véis necesario por múltiples razones...Yo lo haría.

 


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