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Drink it down por Raven Hawren

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Notas del fanfic:

Mmmh...si FullMetal Alchemist me perteneciera Winry se habría muerto en el primer capítulo, Roy se quedaría con Riza (lo sé...eso no es yaoi pero me gustan como se ven juntos ^^) y por supuesto que Ed y Al serían pareja...así que obviamente FMA no me pertenece  u.u

 

Nombre del fic dedicado a la canción de L`arc~en~ciel, la cual me gusta mucho y tiene que ver algo con la historia.

Notas del capitulo:

*-* mi tercer fic...que emoción xD

Emmm...sé que debería estar escribiendo el otro...pero ya no pude más ^^U debía subir éste.

 

La historia se sitúa después de que Ed y Al volvieran a su mundo...y creo que todo lo demás aparecerá en el fic...

 

Espero que lo disfruten, aunque con esto no queda nada muy claro en realidad...pero con el siguiente ya se entiende mejor la trama n-n

 

 

1

 

 

-          Al…Alphonse…

 

Era una hermosa noche de verano, en la cual la luna llena entraba deslumbrando todo lo que se encontraba a su paso, creando un ambiente pacífico y acogedor, el cual era adornado por los sutiles resplandores que emanaban desde los más variados objetos en toda esa simple pero elegante habitación.

 

-          Edward… Ich liebe dich.

-          Ai shiteru…Alphonse.

 

Esas palabras eran casi lo único audible en aquel lugar, en el cual reinaba una paz infinita, acompañada de la dicha y el placer de estar con quién de verdad se ama.

 

Los ojos dorados miraban a los azules cargados de una pasión incalculable, mientras que los azules observaban detenidamente cada centímetro de la persona a la que le confiaba su amor y su alma…Tan hermoso…tan perfecto…tan…suyo. Así es, era completamente suyo, ambos se pertenecían el uno al otro desde que se habían atrevido a confesar sus más profundos sentimientos en una tarde que de seguro no olvidarían jamás. Ese preciado ocaso que había significado el fin de ese día, pero también significaba el comienzo de muchos más llenos de una felicidad envidiable a pesar de lo mal hablado de su relación, de lo anormal que era aquello, de lo reprochable, de la imposibilidad impuesta por muchos que decían que entre dos hombres ni siquiera se podría llegar a mencionar la palabra “amor”. ¿Pero a quién le importaba eso? Ante los ojos de ambos, todos los que decían esas injustificadas palabras eran ciegos, ciegos y cerrados de mente que jamás sentirían la misma felicidad que ellos en esos precisos momentos.

 

El calor comenzaba a hacerse sentir, aunque el día había permanecido extrañamente helado durante todo su transcurso en la ciudad de Munich eso no impidió que el sudor se hiciera presente en sus agitados cuerpos. El sudor y la saliva ajena los impregnaban bajo ningún escrúpulo, unidos de la forma más pura que la gente de ese mundo podría imaginar…cada uno entregándose por completo al otro…

Ambos se movían al unísono, mientras sus agitadas respiraciones chocaban una contra la otra cargadas de frases de un juramento eterno, que ni siquiera con su mayor esfuerzo hubieran escapado de sus gargantas de una forma completamente entendible. Sus cuerpos ya habían llegado a su límite, mas el ojiazul de pronto dirigió una mirada cargada de tristeza a su amante, el cual le correspondió algo confundido y deteniéndose al instante, una lágrima se deslizó desde los cristalinos ojos hasta las blancas sábanas inundando toda la estancia de una oscuridad inexplicable, seguida solo por unas dolorosas e inaceptables, por parte del ojidorado, palabras que lo hirieron nuevamente en el fondo de su alma.

 

-          Edward…debes despertar.

 

 

 

 

-          ¡Nooooo!

 

Se despertó precipitadamente, otra vez, de aquel repetitivo sueño, el cual lo había estado acosando hace ya más de cinco meses…Desde el día en que su amado Alphonse Heiderich lo había abandonado para siempre en ese mundo de forma inevitable.

Se sentó con un gran esfuerzo en la cama llevando ambas manos hasta su húmedo rostro, las silenciosas lágrimas delataban el sufrimiento y la impotencia que llevaba en su interior, mientras que un leve temblor sacudía su cansado cuerpo. Juntó sus piernas con su pecho en un gesto de autoprotección y consuelo, en tanto su mente le ordenaba a su cuerpo que se tranquilizara lo cual le fue casi imposible, al menos en los primeros diez minutos. Poco a poco su respiración se fue normalizando y el líquido ya no escurría a mares de sus ojos. Pero mientras permanecía allí, en la misma posición y con los ojos cerrados, miles de recuerdos volvieron a su mente. Recuerdos que fueron tan felices en ese momento, pero que ahora solo eran la navaja que destrozaba su corazón al saber que todo eso ya no volvería a ocurrir…que todo se había quedado en el pasado y que jamás sucedería de nuevo.

 

Ya algo más calmado se decidió a mirar por la ventana, el cielo estaba casi completamente cubierto de nubes, las cuales solo dejaban ver a ratos a la hermosa luna llena que se desperdiciaba esa noche…La misma luna llena de aquella horrible y maldita noche de verano en ese desconocido mundo. Pero había una diferencia, la oscuridad avanzaba lentamente sobre ésta, cada tantos minutos se podía apreciar un cambio considerable en cuanto a la visibilidad de aquel astro, hasta el punto en que ya pasadas las horas las sombras la abordarían por completo.

 

-          ¿Un eclipse? Que desperdicio…

 

El joven se habló a su mismo en voz baja en tanto miraba pensativo hacia la luna. De pronto se sintió en paz, ese resplandor que emanaba le recordaba las innumerables noches en las cuales no había dormido solo por estar con él, con su amado. Aunque esta vez fue diferente, se sintió feliz debido a la tranquilidad que caía sobre su cama y sobre él. Mas esto no tardó en recaer nuevamente al ocultarse, otra vez, la luna tras las oscuras nubes.

 

Había perdido otra noche más, ya estaba asumido; después de aquel sueño era imposible volver a decaer ante la inconciencia, por lo que simplemente se levantó. Lentamente fue a dar contra el baño de aquel modesto hogar, el agua purificó su joven rostro de tez blanca haciéndolo estremecer bajo el frío contacto, al mismo tiempo en que mojaba algunos de sus rubios cabellos que caían sin preocupación sobre su cara, sus hombros y su espalda descubierta.

 

Ahora que estaba completamente despabilado, ¿Qué hacer?

Con excesiva lentitud procedió a vestirse con un simple pantalón café, seguido de una camisa blanca, en la cual dejó sin cerrar los dos últimos botones, tomó un largo abrigo, también café, y procedió a salir de su habitación. Esa simple vestimenta le otorgaba un aire algo misterioso y seductor, debido a sus largos cabellos que ni siquiera se había dado la preocupación de atar, y a su seria y casi inexpresiva mirada de grandes ojos dorados.

 

Caminó a paso lento por el oscuro pasillo fuera de su habitación, pero antes se detuvo frente a una elegante puerta de madera que se encontraba entreabierta.

 

Levantó su mano derecha algo vacilante, hasta que se decidió por fin a tomar contacto con el frío roble, le empujó lentamente hasta que una leve claridad hizo destellar su mano metálica. Ante él se presentaba una simple estancia aclarada por el resplandor de la luminosidad artificial proveniente de las desoladas calles de cuidad Central, en la cual un joven de cabellos castaños dormía plácidamente recostado sobre una amplia y, aparentemente, acogedora cama dándole la espalda a su observador. Edward permaneció observándolo allí durante algunos minutos con su cabeza carente de cualquier tipo de pensamientos, hasta que de un perezoso movimiento el menor se giró ofreciendo para su deleite su juvenil rostro, el cual demostraba una serenidad codiciable producto del profundo sueño que conciliaba.

 

Él, Alphonse Elric, su hermano menor, por el cual había dado prácticamente todo por tenerlo a su lado…incluyendo a la persona que amaba.

Por él es que su amado se había sacrificado, para que el ojidorado pudiera volver a su tan añorado mundo, y sólo gracias a esto lo había logrado. Pero había que admitir que a pesar de que en su momento el reencuentro parecía tan ansiado, ahora habían noches en las que deseaba no haber vuelto, sólo para ver una vez más aquella dulce sonrisa diciéndole una y otra vez “te amo”…y dolorosa e irónicamente, aquel tierno rostro era el recuerdo constante del “intercambio equivalente” que había sufrido…

 

Él…

 

Tan, pero tan parecido al otro joven que ocupaba su corazón…demasiado parecido, era simplemente un insoportable recordatorio que hacía gritar a su corazón del dolor que éste custodiaba.

 

Lo admiró una vez más con cierto un deje de tristeza, luego cerró la puerta tras de sí con el mayor cuidado posible, lo que menos quería hacer era despertarlo y tener que hablar con él…no ahora, no después de esa pesadilla que había despertado nuevamente dentro de él ese resentimiento hacia esa inocente persona a la que a veces, injustificadamente, declaraba como culpable de su desdicha. Mas cada vez que este sentimiento acudía a él, intentaba ignorarlo, ya que si sólo hiciera caso a su conciencia entonces el tan doloroso sacrificio hubiera sido en vano.

 

Llegó hasta las frías calles de la ciudad sin ningún rumbo aparente. Sacó su reloj de plata del bolsillo, aquel reloj que lo identificaba como un “perro de los militares” ya que había vuelto a su antiguo trabajo después de haber regresado a su mundo. Obviamente no porque lo disfrutara ni nada de eso, sino porque simplemente así se le hacía más fácil mantener a su hermano y a sí mismo. O en realidad, eso era lo que quería creer, ya que con cada día que pasaba se convencía más a si mismo de que la única razón por la cual seguía con ese miserable trabajo era porque le quitaba casi todo el día, impidiéndole ver al ya mencionado muchacho.

 

Sólo faltaban diez minutos para que el reloj llevara a ambas flechas hacia el cielo, y la poca iluminación existente entre aquellas avenidas era opacada por la densa neblina que se abría paso a través del glacial viento. Ninguna persona sensata querría estar allí, ni siquiera las ánimas osarían exponerse a tal desamparo, ¿Pero quién dijo que hablábamos de una persona sensata?

 

Sin importarle ni en lo más mínimo las condiciones del ambiente, ni lo peligroso que era estar a solas en aquel sitio, Edward continuaba su indeterminado camino absorto en sus pensamientos…

 

Tanto que pensar…tanto que meditar…

 

Mas un ruido seco lo sacó de sus reflexiones, no podía ver bien debido a la nubosidad que opacaba su mirar, pero siendo presa de sus agudos sentidos y de su curiosidad fue a dar con el lugar de donde había provenido tal sonido.

 

Era un callejón oscuro, no muy grande y lleno de algunas latas y otros objetos que fueron lanzados a la deriva gracias a su inutilidad. Edward no podía ver más allá de unos cuantos pasos frente a él, por lo que la incertidumbre lo hizo tomar guardia frente a un posible atacante que bien podría ocultarse entre ese engañoso lugar. Su rostro se torno algo nervioso pero decidido gracias a la clara desventaja que había entre su adversario y él, ya que sin la capacidad de poder asimilar bien su entorno se convertía en la presa “fácil”, pero tal fue su sorpresa al solo encontrarse con un pequeño felino a sus pies, que lo miraba graciosamente desde el piso con un aire burlón. Sin ánimos de luchar contra un pequeño animal se rió se si mismo por su paranoia, al tiempo en que daba media vuelta para continuar su solitario paseo a media noche.

 

Sin embargo, el sonido se reiteró a sus espaldas, por lo que miró algo confundido y curioso sobre su hombro, y justo a tiempo, puesto que una sombra de tamaño considerable pasó escabulléndose tras una de las latas, la cual media algo más de un metro y medio de largo.

 

-          ¿Qué demonios fue eso? –se preguntó a si mismo, como si la respuesta fuera a llegar del frío viento que azotaba contra sus cabellos.

 

Nuevamente tomó posición de defensa con una gota de sudor frío recorriendo su rostro lentamente desde su frente hasta su mandíbula, tragó saliva y fue en la misma dirección de aquel ser desconocido. La adrenalina comenzó a sentirse en su cuerpo cuando estaba a tan solo unos centímetros del delgado metal que ocultaba a su acosador, hasta que de un rápido y certero movimiento despojó a éste de su escondite, encontrándose nada más ni nada menos que con una pequeña puerta, algo más reducida que el otro objeto y con un notorio signo de que no la habían mantenido durante varios años, ya que en la superficie de madera yacían rastros del deterioro generado por la lluvia y el sol, y uno que otro impacto que le habían despojado bruscamente varios fragmentos.

 

Tuvo la tentación de alejarse de ese lugar, pero vaciló en el último minuto dando como consecuencia y guía a su, a veces, maldito afán de fisgonear en donde no debe. Abrió lentamente la puerta, y en cuanto sus dorados orbes se acostumbraron a la aún más oscura estancia pudo distinguir unas maltrechas escaleras a sus pies en forma de caracol y hechas de madera, en el supuesto final del camino vio lo que parecía ser una débil claridad, similar a la que emana una vela.

 

Observó por última vez a su alrededor para asegurarse de no encontrar indicios de algo que pudiera atentar en su contra, pero sólo pudo ver el techo a unos metros por encima de su cabeza, lo demás eran simplemente paredes que lo acorralaban en un estrecho pasillo, el cual estaba completamente ajeno a cualquier otra habitación de ese edificio, a excepción de la ya nombrada misteriosa estancia bajo sus pies.

 

Lentamente su cuerpo se fue deslizando paso a paso por las escaleras, las cuales producían leves quejidos frente a su presencia. Continuó avanzando sigilosamente, en tanto su mano izquierda reposaba contra la fría pared de piedra a la cual los peldaños iban adjuntos, pero el horror marcó su, hasta ese momento, casi inexpresivo rostro al sentir una especie de líquido directamente sobre su desnuda piel, la levantó temblorosamente hasta quedar a escasos centímetros de su rostro para poder apreciarla mejor.

 

-          ¿S-sangre?

 

En efecto, el líquido poseía un característico color carmesí, muy bien conocido por el joven que a tan corta edad había presenciado innumerables muertes.

 

Se disponía a salir de aquel lugar cuando estaba a tan poco de llegar a su final, pero un descuido causado por la reciente y desagradable sorpresa lo hizo tropezar, cayendo torpemente en el gélido suelo de roca. Se incorporó rápidamente, y al tiempo en que sacudía su vestimenta del polvo que había sido impregnado en ésta pudo contemplar con una mezcla de fascinación y perturbación lo que se encontraba dentro de aquella habitación.

 

Una única llama solitaria bailaba al compás de la suave brisa proveniente de una descuidada apertura en el tejado, la cual dejaba entrever, a través de algunas tablas colocadas descuidadamente en diagonal sobre el gran agujero, a la luna que cada vez iba siendo más y más opacada pasados los minutos.

 

Las paredes eran prácticamente negras debido a los mil y un dibujos alquímicos dispuestos a lo largo de todas las murallas, e incluso el piso, que se encontraban ubicadas en un completo caos de sabiduría y conocimientos, los cuales eran únicamente alumbrados por la débil luminosidad naranja que seguía danzando, y al mismo tiempo formaba infinitas sombras gracias a los pocos objetos presentes en ese lugar, nada más que una simple mesa en donde reposaban un jarrón de color oscuro con tres flores ya carentes de vida alguna, cientos de papeles desparramados por doquier, una cortina de un color rojo oscuro y bastante desgastada en una de las esquinas, que iba desde el techo hasta el suelo y una particular copa vacía en medio de un colosal círculo de transmutación trazado sólo con surcos en el suelo.

 

Edward miraba atónito de un lado a otro cada milímetro de aquella habitación, algunas de las fórmulas, que milagrosamente logró comprender entre tanto desorden, simplemente le causaron admiración, mientras que otras las encontraba simplemente ridículas debido a lo inusual de sus componentes.

 

-          Vaya, vaya…la vida está llena de sorpresas, ¿no, Edward-kun?

 

Se volteó rápidamente en dirección a aquella voz que lo llamaba desde la oscuridad, sólo para confirmar lo que ya sabía desde el momento en que le habló.

 

-          Vaya que si…Tucker-san.

 

Intentó mantener la calma y su sorpresa debido a tal encuentro en tales circunstancias con su característico aire de despreocupación, cerrando sus ojos y con una sonrisa de superioridad surcándole el rostro, mientras el otro hacía finalmente su aparición detrás de la vieja cortina, mostrando nuevamente y después de tanto tiempo su despreciable figura.

 

-          Es una sorpresa encontrarte por aquí… hace ya un tiempo que no nos veíamos, ¿verdad? –hablaba lenta y pausadamente como era su costumbre, mientras que sus cansados y perturbadores ojos no se iban de la figura del joven alquimista.

-          ¿Qué estás tramando ahora con todo esto? –señaló indicando con su mirada hacia las paredes y el suelo- ¿acaso intentas revivir de nuevo a…?

-          Edward, Edward, Edward…-dijo interrumpiéndolo el mayor con cierto tono de reproche- Nina está bien…sólo está durmiendo.

 

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Edward de pies a cabeza, la forma de hablar de ese tipo verdaderamente lo dejaba con los pelos de punta, y más aún por la mirada siniestra que este emanaba. Quería irse de allí lo antes posible, la locura de ese “hombre” no tenía límites y eso le daba un muy mal presentimiento, pero antes de poder dar marcha atrás Shou Tucker le habló nuevamente.

 

-          Y necesito tu ayuda para despertarla…Edward-kun…

-          ¿A-a qué te refieres?

 

Edward lo miraba cada vez más y más confundido y temeroso, debido a que lentamente el otro se iba acercando a él con una tétrica sonrisa que también denotaba desesperación y soledad.

 

-          Lo he logrado...Edward…he logrado el más grande experimento que jamás has visto, ni tú ni nadie. Esto me llevará de vuelta a la cima como uno de los más grandes alquimistas.

 

Tucker dejó de avanzar hacia Edward, para luego encaminar su inhumana figura hacia la gran cortina detrás de sí. Mientras el ojidorado trataba de mantener su rostro impasible debido a lo tenebroso del lugar la helada brisa, proveniente de la apertura en el techo de la habitación, culminó con la única iluminación que ésta poseía, impidiéndole ver que era lo oculto tras la desgastada tela color rubí.

Su corazón se aceleró al no poder percibir más que el viento en contra de los metales y la madera, de los leves quejidos provenientes de la vieja construcción y de la forzada respiración que poseía su antiguo conocido. Mas de un momento a otro todas éstas cesaron, oyéndose sólo un leve gruñido desde la oscuridad…

 

Notas finales:

Ya sé que la cosa deforme del comienzo no fue un lemon...pero fue un inicio ¬¬ (preparandome para el d mi otro fic y para los que habrá en este xD) por algo se empieza o no?? u.u

obviamente que los demás no serán así ¬¬ lo digo ahora para que después nadie me diga que debo describir mejor y eso...porque ya lo sé xD

 

Espero que les haya gustado y pronto tendré la continuación...

(me ha costado menos escribir esto que mi otro fic u.u)

 

Gracias por leer~

 

Sayonara~

 

P.D: traducciones o.o!

Ich liebe dich. significa "te amo" en alemán

Ai shiteru: "te amo" en japonés.

Puse la traducción en alemás porque estoy segura de que no hay muchas personas familiarizadas con ese idioma, o por lo menos no tanto como con el japonés, es por eso también que no me había dado el tiempo de poner las traducciones en otra parte...pero fue más por flojera que por generalización xDU

 


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