De nuevo te vuelves a situar en aquél patético rincón, ese que durante los últimos días ha sido tu lugar favorito para pensar. Otra vez, absorta en tus pensamientos, pierdes tu distraída mirada en algún punto inescrutable de tu alrededor, mirando sin mirar. Taciturna, elevas tus pensamientos hasta el punto en el que deseas olvidar y, por más que lo intentes, sabes que a veces tu simple y vana aspiración no son más que caprichos irrealizables que nunca se materializarán.
Rememoras en tú corazón y de pronto reanimas el desconsuelo que te acompaña desde hace algo de tiempo atrás. Y entonces eres capaz de distinguirla desde tu lugar y no te impides en ningún momento esbozar esa sonrisa lánguida en tu rostro.
¿Hace cuanto tiempo empezó? Te cuestionas internamente. Te divierte por un instante el percatarte de que ni siquiera recuerdas cuando inició todo eso, pero te aflige recordar que no puedes ni discernir el momento justo en que tú corazón recibió la desilusión más grande del tu vida.
Ella te sonríe de manera afable y entusiasta aunque, en el fondo, sabe que te duele. Apenas eres capaz de fingir una alegría que no nace de ti, pero lo haces con el afán de no preocuparla, con el anhelo de hacerle creer que no la pasas tan mal del todo. Pero se torna titánico e imposible cuando aparece aquél rubio al cual aborreces de sobremanera y da rienda suelta a tus celos al colocar sus manos fuertes y bronceadas en la cintura de quién hasta ese momento se ha jactado de ser tu mejor amiga.
Él te invita a unirte a la amena conversación que mantiene con tu amiga y otros chicos con una zorruna sonrisa, y aceptas la invitación por que sabes que el ojiazul de marcas en el rostro es una buena persona que no tiene la culpa de lo que sufres. No obstante, te descubres por enésima vez mirando con los ojos entrecerrados, cegados por la envidia, como el torpe chico rubio abraza inesperadamente a tu amiga y ella se deja hacer discretamente nerviosa, como si fuera algo normal que eso ocurriera.
Ruegas por que aparezca ese chico frío e indiferente que todos evitan y temen y el cual se pavonea de ser el propietario del rubio—si mal no recuerdas, el menor del clan Uchiha—pero desgraciadamente le toma tan poca importancia a tu amiga que sabe que su novio jamás será capaz de engañarlo con una mujer, y menos con ella… y eso te desagrada aún más.
Por que ellos no la valoran como tú lo haces.
Agazapada y silenciosa te encuentras; todos ríen y se divierten platicando, mientras eres la única que se amarga la existencia a la espera de que el chico rubio decida irse de una buena vez, pero como siempre que lo esperas, el ojiazul no piensa irse en un largo rato.
Suspiras y te detienes a contemplar a tu amiga de cabello inexplicable rosado, cuyos ojos verdes desbordan esa ilusión y brillan con el color de la esperanza. Ella vuelve a sonreír suavemente y aunque nadie más sea capaz de notarlo, sabes que su corazón está latiendo en esa vorágine irrefrenable con que solo Uzumaki Naruto hace latir su corazón. Te duele. Te duele que Haruno Sakura, tu mejor amiga, le ame a él.
Y lo más doloroso es que tú, Yamanaka Ino, pese a que la amas cómo ninguna otra persona lo hará, tan solo recibes el título de mejor amiga.
Malditos hombres, piensas, ójala no existieran. Pero como los anteriores deseos latentes en tú corazón, éste jamás se realizará. El tiempo pasa y finalmente Sasuke escucha tus silenciosos llamados. Aparece de la nada andando en dirección contraria hacía donde se encuentran, y Naruto corre hacía él con una sonrisa encantadora como nunca correrá tras ella. Entre insultos cariñosos y discusiones sin sentido, la pareja se aleja.
Y de pronto te percatas que han quedado solas. Y es de pronto cuando ella parsimoniosamente se sienta a un área verde de la escuela, a tu lado, y empieza a llorar desconsoladamente por que sabe, sabe perfectamente que no importa que tanto lo intente, mientras Naruto sea gay y solo tenga ojos para Sasuke, ella jamás tendrá cabida en su corazón.
Y tú, como la amiga que eres, la consuelas, anhelando que algún día, uno no muy lejano, ella se percate del amor que le tienes.
Esperas que pronto, muy pronto, ella comprenda que de su lado jamás te vas a apartar…