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Volemos. por Klober

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Notas del fanfic:

Ambientado en los personajes de Kingdom Hearts, por lo que los derechos de autor quedan reservados a sus respectivos autores. La historia es totalmente independiente.

Corría hacia el instituto cuando recordé que me había dejado el almuerzo en casa. Frené en seco y me quedé ahí, en medio de la calle, pensando qué hacer. Si volvía a casa tardaría el doble y llegaría aún más tarde, pero si no llevaba el almuerzo me quedaría toda la mañana sin comer nada, lo cual me haría mal teniendo educación física a última hora...

- Y encima es mi primer día de clase y tienen que asignarnos los asientos... -me quejé con un suspiro- Bueno, da igual, compraré algo en la cafetería... -dije mientras sacaba unas monedas de mi bolsillo- Con esto tengo al menos para un refresco. -sonreí y volví a la carrera.-

Llegué a la puerta del instituto y me alegré al ver que aún no había sonado la campana y muchos alumnos divagaban sin rumbo por los pasillos del edificio. Caminé, jadeando aún, por los pasillos, buscando mi clase. Tras unos minutos de vueltas sin rumbo por el instituto, la encontré; era una de las clases de la penúltima planta (malditas escaleras...). Entré con un suspiro aliviador y encontré en el interior a Sora y a Kairi, que al verme me saludaron con una gran sonrisa.

- ¡Hala! ¿De nuevo estamos en la misma clase? ¡Qué suerte! -dijo Sora acercándose a mí mientras Kairi estiraba los brazos y venía hacia nosotros también- Eso sí, este año estamos casi el doble de gente en la clase... ¡En la lista de cada clase hay 35 alumnos! Menos mal que la clase es grande... -rió Sora como era habitual en él-

- Sí, pero mirando el lado positivo... -sonrió Kairi con ánimo- ¡este año conoceremos a más gente!

- Bueno, no sé si eso es positivo o negativo... -reí- Lo importante es que volvemos a estar en la misma clase.

- Oye, ¿os parece si vamos a visitar a Riku? Está solo dos clases más allá... -dijo Kairi mientras iba hacia la puerta- Aún queda un ratito para que suene el timbre...

¿Por qué me había dado tanta prisa? Sencillo. Mi móvil tenía la hora cambiada... ¡Tenía quince minutos de adelanto! Bien Roxas, así llegarás lejos...

Fuimos a la clase de Riku, que efectivamente estaba cerca de la nuestra, y lo encontramos hablando animadamente con Naminé. Coincidencia. Nuevamente habían caído en la misma clase; este año era fortuito.

- ¡Hola chicos! -gritó Sora entrando por la puerta son su típica despreocupación, sin darse cuenta de que todos los presentes (por pocos que fuesen) le miraron- Veníamos a curiosear la clase, ya sabes, como cada año...

Riku rió y comenzamos a charlar sobre cosas sin importancia, sobre el viaje de Naminé a aquella isla de nombre extraño y sobre sus exóticas vacaciones.

Sonó el timbre que nos obligó a volver a clase. Nos despedimos animadamente de Riku y Naminé y salimos de su clase. Antes de salir vi a un chico que no me sonaba para nada. Quizás fuese nuevo. No pude verle apenas el rostro porque pasó a mi lado con rapidez. Su cabello rojizo le hacía parecer distinto a los demás, o quizás solo era el hecho de que yo nunca había visto un cabello tan ardiente.

Volvimos a la clase y... de nuevo la casualidad quiso que nuestro profesor volviese a ser el mismo que el del año pasado. La mañana pasó con fugacidad, y de nuevo, otro año más, me tocó sentarme con la repetidora (pero que tuvo que pasar de curso por obligación) y malhumorada Larxene. Sin duda aquella chica necesitaba un novio cuanto antes.

A la hora del almuerzo, Sora, Kairi, Naminé, Riku y yo fuimos a la cafetería a por refrescos. Naminé y Sora, como de costumbre, terminaron por darme de sus comidas; ¡qué suerte de amigos que tengo! Pronto, mientras Kairi se puso a contar chistes, Larxene y sus amigos se juntaron con nosotros, en el fondo eran buena gente. Comenzamos a contar anécdotas curiosamente tontas que nos habían ocurrido y nos reímos mucho.

Mientras contaba una de mis anécdotas estudiantiles del curso pasado (con la generosa intervención de Larxene dejándome por los suelos) no pude evitar sentirme vigilado. Tras terminar de contar mi historia y echarnos a reír un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.

Me giré y, en el banco de atrás, solitarios, unos ojos verdes me observaban con detenimiento. Aquel cabello rojizo... me era familiar.


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