Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mas allá de lo Prohibido por maguiJost

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

este one shot lo hice para una competencia (en otra pagina) pero no cumplía con los requisitos que pedian (escrito en tercera persona), así q lo reescribí.. Sin embargo, me gusta mucho mas como queda en primera persona, por eso es que decidido subirlo aquí con mi idea original!

 

GRACIAS POR LEER!!!

   Corrían días muy difíciles en mi vida. Nada desconocido. Soy un hijo no deseado, abusado muchos años durante la infancia y con traiciones y desilusiones amorosas que marcaron mi destino.

  En ese momento no tenia nada más que perder. Mi madre había muerto unos meses atrás, y mi padrastro, el hombre que frente a todos aclamaba lo buen padre que era y  que en la intimidad me hacia sentir la peor basura del mundo, me dejo tirado.

   Me sentía nada, una palabra muy sencilla, pero demasiado profunda: NADA. Pensaba q con 20 años ya lo había visto todo; conocía el odio, el desprecio, el amor, la traición, la lástima, la maldad y un sinfín de cosas. Pensaba que eso era la vida, o al menos lo que la vida podía darme a mí.

 

  Ese día él llevaba casi media hora de retraso, yo estaba enfurecido. El tiempo corría y para mi valía oro. Sume rabia en la espera, pero como me tenia prohibido pensar y sentir, traté de mantener la calma, hasta q de pronto sonó el portero eléctrico. Atendí y escuche una voz gruesa y nerviosa, casi tanto como la mía, con una vibración tímida seguida por un temor difícil de explicar, un temor que solo viene con los encuentros casuales.

  -Hola, soy Tom – se escuchó. Habilité el acceso del portero para que ingresara al edificio y ultimé detalles en el departamento para que todo terminara lo más rápido posible. Abrí la puerta y lo vi. Su mirada clara y profunda, como un rayo, me traspasó el pecho; me sentí vulnerable y desprotegido, tenia una presión en el pecho que no había sentido antes. Me puse nervioso como nunca, pero enseguida le reproché su demora

- esto no es así, es una falta de respeto no llegar a tiempo. Él calmo y sereno me ofreció sus disculpas y, como en esto no hay opciones, hice lo que debía hacer: disculpar y continuar la cita.

  El tiempo pasó rápido, mas de lo que siempre me parecía, cumplimos con la hora establecida, se fue y continué mi día. No puedo recordar con precisión cada detalle de lo que pasó hasta volver a verlo, pero sabía que no podía cruzar el umbral; lo tenía prohibido, lo garanticé cuando me rompieron el corazón, y me lo prometí el día en que decidí hacer esto. Todavía lo recuerdo…

 

  Hacia una semana que Gordon me había echado de casa. Mi única familia era mi madre, y ella ya no estaba.

  No tenia donde ir, el único dinero que poseía eran unos dólares que estaba ahorrando con muchísimo esfuerzo para comprarme las botas de mi sueños, y no duraría mucho viviendo con eso. No estaba preparado para eso, pero había llegado el momento de hacerme cargo de mi vida. Lo pensé mil veces, mientras miraba el techo de la habitación. No podía vivir toda mi vida en una pensión, además siempre regresaba a lo mismo, algún día el dinero para pagarla se acabaría. Llegué a una conclusión: No tenía nada que perder. Total, ¿que me iba a pasar que yo no supiera? ¿Que ya no me hubieran hecho?... ¿Qué me quitarían? ¿La moral?, ya me la habían robado hacia mucho tiempo.

   Llamé a una agencia y pedí empleo de acompañante, no perdón, “puta”, como Gordon me decía y como mucha gente me ha llamado de ese día.

  El día de mi primera cita llegué a la pensión y aun con la ropa puesta me metí en la ducha y lloré por un largo rato; en mi afán de quitarme tanto mal, froté la esponja contra mi cuerpo hasta dejarlo enrojecido. Nada importaba en ese momento, solo quitarme los restos de aquel que había profanado mi cuerpo.

 

   Con Tom fue distinto. Con él no me sentía profanado, maltratado... incluso mas de una vez olvidé que tenía sexo con él por trabajo.

   Al principio ponía excusas intentando convencerme a mi mismo de que era un “cliente más”, uno especial por su forma de tratarme. Sin embargo, con el correr del tiempo acepté aquella realidad que no quería enfrentar. Mi promesa comenzaba a romperse…

  Nuestros encuentros se hicieron cada vez mas regulares, y en ellos entregamos mucho más que nuestros cuerpos, entregamos humanidad, una humanidad cargada de perdón, de esperanza por mi parte, sin condiciones. Rompimos las reglas, cruzamos el límite para amarnos sin perjuicios, con el amor más puro e incondicional que alguien puede ofrecer y sentir por otro.

   Cada vez se me hacia mas difícil no demostrar el asco que tenía a mis clientes. Si bien siempre me dieron asco esos hombres que iban al departamento con la simple idea de meterla en un culo bonito, nunca había sentido la culpa y el remordimiento que sentía en cada encuentro, luego de conocer a Tom. No debía sentir eso, no le debía nada a nadie, pero con solo imaginar que se cansara de mi y encontrara a una persona mejor, me abrigaba un miedo muy profundo, el de ser abandonado por la única persona en la que había llegado a confiar.

  Seis meses después, Tom se mudo conmigo al departamento que había comprado gracias a “mi enorgullecedor trabajo”, y no solo le abrí las puertas de mi casa, sino también de mi corazón, y de mi alma. Rompí mi promesa, me arriesgué, y sabía que la vida podía herirme otra vez. Renuncié a mi trabajo en el momento mismo en que supe que lo amaba.

  Me ayudo a salir adelante en todos y cada uno de los aspectos de mi vida, me dio la posibilidad de volver a quererme y aceptarme como soy, de sentirme pleno, protegido, respetado e importante. Por primera vez en mi vida fui importante para alguien que no fuera mi madre quien, a pesar de no haberme deseado, me cuidó mientras estuvo a mi lado. Pero por sobre todo, Tom me devolvió la dignidad. Aquella que me habían arrebatado una y otra vez, primero mi “padre” y luego esos hombres a quienes yo le di la oportunidad de hacerlo.

   Estudié y me recibí de diseñador de interiores. Tom y yo nos comprometimos, aunque no podamos casarnos aun, y adoptamos una niña a quien llamamos Mía. Recién a mis 22 años sentí que formaba parte de una familia.

 

 

  A los 20 años, creía haberlo visto todo en esta vida. No fue hasta que conocí a Tom que me di cuenta que todavía no me habían dado la oportunidad de vivirla.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).