Puedo Verte Las Raíces
Nervioso como estaba por lo que iba a hacer, Sasuke no podía imaginar hacerlo con otra persona. Naruto y él habían sido amigos desde hacía mucho tiempo. Sin pensar en el hecho de que lo quería, esta probablemente sería la mejor experiencia de su vida.
-¿Luces apagadas o encendidas?-, preguntó el rubio cuando entró en la habitación. Sasuke pudo sentir su corazón latiendo salvajemente en su pecho, pero su cara llevaba su normal máscara de indiferencia.
-Encendidas.
Encogiéndose de hombros, el rubio cerró la puerta y se quitó la camisa antes de acercarse al otro. Jugó con el borde de los vaqueros del moreno, sonriendo, y acercándose para darle un beso. Las manos del Uchiha cogieron los antebrazos del otro fuertemente, sus lenguas enredándose lentamente, a estas alturas, los dos ya estaban acostumbrados al sabor del otro.
-¿Quieres que lo haga primero?
Sasuke se encogió de hombros, intentando hacer como si no le importara, pero sabía que, gracias a Dios, el rubio lo haría primero. Y lo hizo. Naruto empezó a trabajar sus pantalones, quitándoselos. Jugó con el borde de sus bóxers mientras Sasuke se sentaba en el borde de la cama. El rubio lo miró y sonrió, el otro le devolvió la sonrisa y esperó.
Los bóxers desaparecieron, al igual que la sonrisa del moreno. Arqueó una ceja, entonces miró los brillantes mechones rubios de la cabeza de Naruto. Entonces sus ojos volvieron a bajar a la entrepierna del otro, mirando durante unos pocos segundos antes de encontrarse con los ojos del rubio. Bueno, del “rubio”.
-Eres un mentiroso-. El moreno sonrió.
-¡Cállate, sigo siendo rubio!-, gruñó Naruto, tirando sus bóxers a la cara del otro.
-Eh, Naruto.
-¿Qué?-. Resopló, hinchando sus mejillas.
-Puedo verte las raíces-. Sasuke sonrió.
-¡Que te jodan!
Fin.
El Próximo Picasso
-¡Mamá!-, gritó Kiba mientras iba de un lado a otro de la casa, mirando en todas las habitaciones, resoplando, molesto-. ¡Mamá! ¡Venga! ¡Tengo que irme!
Hizo un gruñido cuando llegó a la cocina, dándose cuenta de que había una nota en la mesa. La leyó y empalideció. Su madre se había ido en una misión en medio de la noche, lo que significaba que… no… estaba.
-¡Mierda!-, Se dirigió a la puerta, entonces se paró, congelado. ¡No podía salir de esa forma! Pero iba a llegar tarde, y la única manera de encontrar a alguien que pudiera ayudarlo era saliendo.
Se fue corriendo a su habitación y cogió su viejo abrigo, levantando el cuello de la prenda e intentando cubrir su cara lo máximo posible. Si iba encima de Akamaru, podría llegar a la casa del Uchiha en menos de dos minutos. Y nadie lo vería con la forma en la que su perro corría.
-Está bien. Está bien, puedo hacerlo.
Abriendo apresuradamente la puerta, salió fuera y saltó encima de Akamaru. El perro no tenía ni la necesidad de mirarlo para saber cuál era el problema. El sonido que emitía como de una tos rara era claramente una risilla.
-Cállate y llévame hasta Sasuke-, gruñó-. Rápido.
Al fin, el perro obedeció, aunque continuaba riéndose. Kiba se aseguró de mantener la cabeza agachada hasta que llegaran al barrio de los Uchihas. Salió de encima de Akamaru con un salto y se fue corriendo a la puerta principal, golpeando en ella.
-¡¿Qué coño?!-. La puerta se abrió, y salió Naruto enfadado y medio dormido-. ¡Son las ocho de la mañana!-. Entonces parpadeó-. Te ves diferente.
-¿Dónde está Sasuke?-, Kiba saltaba sobre la punta de sus pies nerviosamente.
-¿Oye chucho, qué quieres?-. El moreno apareció detrás de Naruto, bostezando. Sus ojos fijos en el recién llegado, dejó escapar un bufido, sacudiendo su cabeza-. Entra. Date prisa.
-Gracias-. Kiba entró empujando al rubio, este aún estaba confundido. Sabía que tenía algo diferente, pero no sabía el qué.
Los tres se reunieron en la cocina, Sasuke dirigiéndose a un armario mientras Kiba se sentaba en la mesa. Cuando el Uchiha se giró, los ojos del rubio se dirigieron a la cara del otro.
-¡Oh Dios! ¡Los triángulos!
-Son colmillos, gracias-, gruñó Kiba, Sasuke se sentó en frente de él con un pincel y algo de pintura roja.
-Joder. ¡No son tatuajes! No… tenía ni idea-. Naruto estaba en estado de shock.
-No, no lo son-, gruñó otra vez el Inuzuka.
El rubio miró en silencio mientras Sasuke hacía su trabajo, una lenta sonrisa formándose en su cara. Estaba claro por qué vino de repente todo asustado, y cuando el Uchiha había terminado, recogiendo todas las cosas, el rubio habló.
-¿No puedes hacértelos tú?
Iba a putearle hasta la muerte.
-Nunca me quedan rectos. Que te den-. El chico evitaba el contacto visual con el rubio, dando las gracias a Sasuke e intentado irse de allí lo más pronto posible.
Hubiera preferido que Naruto no hubiera estado allí. A partir de ahora no le dejaría vivir en paz.
Fin.