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Herself and Herself por Ainu

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Notas del fanfic:

Se me ocurrió después de echar partidas al Super Smash Bross Brawl y caer en la cuenta de que Sheik tenía una versión en el Twilight pero no había sido aprovechada. Y pensé "¿Por qué no hacer un shojo-ai?" Así que aquí está, con descripciones un poquito largas y un lenguaje entre los personajes algo curioso. Espero que os guste y no se os haga pesado.

Mantiene la vista clavada en el paisaje que se despliega ante sus ojos, silenciosa. Cúmulos de nubes negras se arremolinan en el cielo sumido en un eterno crepúsculo, al compás de la energía oscura que parece emanar todo el reino. Entorna los ojos, siguiendo a una bestia azabache que aulla y bate sus alas con fuerza, alzándose sobre las torres ennegrecidas. Sí, piensa, todo está sumido en la Oscuridad. Y si pudiera hacer algo para remediarlo, fuese lo que fuese, lo haría sin dudarlo. Fuera comienza a llover, primero como una fina llovizna y acabando en un aguacero torrencial que empapa el castillo. Apesadumbrada, se levanta de la silla forjada desde la que, junto al ventanal, observa el paisaje. Se arrebuja en la capa vieja que lleva atada a los hombros, soltando una vaharada de aire cálido que se condensa en el frío ambiente reinante. Dirige sus ojos hacia la puerta, apretando la daga que porta en la mano. Aliviada, comprueba que sólo es un chasquido de la madera robusta. Guardiana de la Trifuerza… Se carcajea para sus adentros pensando en todo lo acaecido y cómo ha acabado así.


    El Señor del Crepúsculo había irrumpido en el Castillo, matando a todos sus guardias. Y de un soplo, había acabado también con ella, dejándola recluida y vigilada por todos aquellos seres del Crepúsculo… Hacía siglos que habían sellado ese mundo, pero por razones que ella desconocía, y aún desconoce, el Espejo se había activado y posteriormente partido en pedazos diseminados por el mundo, dejando pasar a las hordas oscuras. Interrumpe su andar irregular por la habitación, atenta de nuevo a cualquier anomalía. Fuera, sigue lloviendo copiosamente. Se frota las manos con nerviosismo. Si ella pudiese hacer algo… Midna sabía que hacer, pero no se lo había dicho… Quizás…
-Dejar de lamentaros sería un buen modo de empezar a hacer algo, Majestad.
 Gira rápidamente sobre sus talones, esperando encontrarse con la horrenda máscara de metal de Zant. Al contrario que cualquiera de sus pronósticos, ante ella se haya una figura grisácea, esbelta, agazapada en las sombras del umbral de la puerta. No distingue sus rasgos, puesto que una tela cubre su rostro. Los ojos la miran inquisitivos, burlones incluso.
-¿Quién sois y cómo habéis logrado entrar aquí?
-Que os hayan confinado no implica que sea imposible venir a visitaros. Sobre la otra pregunta… Pensad, Zelda.-articuló incorporándose graciosamente.
-¿Y los guardias?
-Sanos y salvos haciendo su correspondiente ronda por las almenas, Majestad.
-Responde a mi pregunta.
-Veréis, es más complicado de lo que a primera vista pueda pareceros. Soy un Sheikah, ¿entendéis?
-Sois si acaso un impostor, puesto que los Sheikah llevan años desaparecidos de la faz de la tierra de las Diosas.
-¿No se os ha ocurrido pensar que podría quedar alguno con vida?-pregunta dando un par de pasos sobre el suelo de piedra. Zelda aprieta los labios y retrocede otro tanto.
-Se cumplió la Voluntad de las Diosas, fuere cual fuere. Alejaos de mí de inmediato.
-Si quisiese mataros podría haberlo hecho desde hace bastante; ¿creéis que podéis dañarme con vuestra pequeña daga? Sí, Majestad, esa que vuestra capa cubre y apretáis con tanta fuerza.
 Zelda deja caer el arma al suelo, donde repiquetea de forma estrepitosa. Observa a la figura que se halla apoyada en el mástil de los pies de su cama con dosel, con los brazos cruzados sobre el pecho y varios mechones rubios sobre su rostro. La tela se arruga, signo inequívoco de que está sonriendo. Zelda mira a la figura con desconfianza.
-¿A qué esa cara agria?
-A vuestra mera presencia. Vuestro nombre.
-Sin duda habéis tardado en preguntarlo. Sheik.
-Qué original sois. Sheikah, Sheik. ¿Y aún queréis hacerme pensar que no sois un impostor?
 Sheik se separa de la madera con agilidad y de dos zancadas se sitúa junto a Zelda, arrinconándola contra el ventanal. El cristal se condensa al contacto con su piel vendada, atrayendo la atención de Zelda. Intenta empujarle, sin éxito, apoyando las manos en su pecho vendado y decorado con un símbolo rojizo.
-¿Cómo pudo Zant venceros?
-Mediante sucios trucos y amenazas. No precisáis saber más, Sheik.
-Por no hablar de aniquilar a vuestro pueblo.
 Zelda baja la cabeza, apesadumbrada. Sheik se acerca un poco más, en silencio. Su flequillo rubio roza la mejilla de la princesa, haciendo que suelte un respingo.
-Vuestro sacrificio es comprensible… Aunque absurdo.
-¿Por?
-Son meros fantasmas, Sombras del Crepúsculo. Igual que si estuviesen muertos.
-¿Cómo sabéis tanto?
-Lo sé.
-Os sonará absurdo, pero… ¿Puedo ver vuestro rostro?

 Sheik se aparta velozmente, dándose la vuelta. Zelda posa una mano en su hombro cubierto de tela azulada, ante lo que Sheik se aleja más, dándole la espalda.
-Si tuvieseis algún remedio a esta calamidad…
-Puedo aliviar vuestra carga aliviando vuestra soledad.
-¿Lo haríais? Siento que puedo confiar en vos.
-La credulidad es vuestra debilidad, Alteza.
 Sheik la mira por encima del hombro, sin dejar de cruzar los brazos sobre su pecho. Zelda observa su figura, reparando en la trenza rubia, hasta media espalda y trenzada con vendas que lleva. Es de complexión fina, pero se nota que es fuerte.
-Así que dejaríais a cualquiera estar a vuestro lado.
-¡No! Tan solo a Midna y… a nadie más. Vos… Tampoco.
-Sabia decisión.-comenta con una carcajada desafinada. Mira a Zelda fijamente y la vuelve a aprisionar contra el ventanal.
-Apartad…
 Retira la tela que cubre su rostro, uniendo sus labios con los de la princesa. Ésta se estremece, tanto por la acción como por la frialdad del cristal que roza su piel. Las manos vendadas aprisionan su muñeca y su mentón, respectivamente, sin rudeza alguna. Zelda rodea su cuello con los brazos, profundizando el beso y deslizando sus manos sobre el pecho de Sheik. Delinea el dibujo rojizo con las yemas de los dedos, a la par que Sheik la estrecha contra sí hundiendo los dedos en la melena castaña casi rubia de la joven. No tiene ni pies ni cabeza, pero el confinamiento hace que su cabeza se embote con facilidad. Cae en la cuenta de sus actos, apartando a Sheik de golpe, quien sonríe locuaz.
-¿Sois una mujer?-pregunta Zelda alzando la voz escrutando su rostro de finas facciones. Sheik agranda su sonrisa, ladeando la cabeza.
-Podría ser, Majestad.
 Zelda aprieta los labios en una fina línea que indica su disgusto y enfado. Sheik, conciliadora, hace un ademán restándole importancia.
-No me miréis así, parecía que lo necesitabais. O eso, o una vía rápida de acabar con vuestra vida.
-¿Osas insultarme creyéndome tan cobarde?
-En absoluto.
 Sheik se apoya en la pared junto a Zelda, con la vista clavada en la puerta.
-Parece ser que el nuevo perro de Su Majestad del Crepúsculo ha logrado llegar hasta vos.
-¿Qué murmuráis?
-Que debo marcharme. Aguardad, si queréis, la partida del perro y su dueña.

 Zelda se deja caer en la silla labrada, observando el sombrío paisaje lluvioso y meditando las palabras de Midna. Con un chirrido, la puerta vuelve a abrirse, dejando pasar a una figura empapada. La observa de reojo, preocupada. Se levanta quitándose la capa que abriga sus hombros. Echándosela por encima a la joven rubia, pregunta inquieta:
-Sheik, ¿ayudarás?
-¿A paliar vuestra soledad?-pregunta a su vez ensortijando una de las largas trenzas castañas.-Por supuesto.

Notas finales:

Sugerencias, críticas constructivas, cualquier cosa si queréis. Jaa Nee.


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