- Salto Inicial
En apenas cuatro meses creo que aprendí todo lo que tengo que saber sobre básquet, y aún así, sigo jugando por instinto. Aunque el Gori se haya pasado horas y horas explicándome (y enojándose), la teoría no va conmigo. Lo mío es la práctica. Es como si mi cuerpo no me respondiera a mí, sino a fuerzas externas, a la velocidad y al ritmo del juego. Si tuviera que explicar el básquet, sé que no podría. Una vez que estás adentro de la cancha, es inexplicable. No hay manera de entender cómo sabe uno cuando va a entrar o no la pelota en el aro, o cómo ve uno a un compañero que está detrás (como si tuviera ojos en la espalda). Sin embargo, hay algo que me dijo el Gori que me quedó grabado en la cabeza. Una tarde me pidió que me quedara después del entrenamiento, porque quería hablarme de algunas cuestiones. Una vez que se fueron todos, me acerqué a él. Tenía cara de muerto en vida y me pareció saber de lo que me iba a hablar.
-Sakuragi.. –me llamó, dejando un poco atrás esa voz de “De esta no te salvas”- ..como este es mi último año, hay algo de lo que quiero hablarte. ¿Sabés que es lo más importante en un partido?
No me gustan las preguntas. Las detesto. Siempre creo que me están tomando examen, pero esta respuesta la sé. Si me lo habrá repetido el Gori, partido tras partido, segundo tras segundo, hasta perseguirme en sueños.
-Los rebotes, Gori… ya lo sé, ¿para esto me hiciste quedarme? Ya lo aprendí, no hace falta que te gastes tanto – Pobre, ahora que se va, se pone cada vez más sentimental y repetitivo. Pero yo soy el rey de los rebotes, no tiene de qué preocuparse, nyahahahaha.
-¡No, idiota! - ¿Cómo que no?, pienso. Me rompió las pelotas durante cuatro meses con lo mismo y ahora me dice que no. Este tipo me vuelve loco. – Escucháme bien… en un partido lo más importante es la moral del equipo, arriesgarse a todo sin miedo… y todo eso depende del salto inicial.
-¿El… salto inicial? – Ok, me rasco la cabeza. Pienso unos segundos. No, no tengo idea de lo que está hablando. O sea, sé lo que es el salto inicial, pero no entiendo lo que me quiere decir. –No entiendo, Gori. ¿Podés ser más explícito?
-Mirá… El salto inicial da comienzo al partido, ¿hasta acá vamos bien? – Asiento con la cabeza, aunque me esté tratando de idiota. – Perfecto. No sólo se trata de quién salta más alto, es una lucha de poder. En ese primer instante no son dos equipos, son sólo dos personas: vos y tu rival. Es en ese momento en el que demostrás que vos tenés el control. Es muy fácil poner todo en el último segundo… ¿ pero en el primero?. Nadie te reconoce por eso, pero es lo más importante porque determina tu juego, tus habilidades y por sobre todo: a tus compañeros. Lo que quiero decir, es que el salto inicial es el que te transforma en jugador, el que te pone en movimiento, el que hace que te olvides de todo lo demás y te metas de lleno en el partido. El salto inicial rompe el hielo. ¿Entendés?
-Creo que si, Gori. No te preocupes que este genio lo va a hacer bien.
Desde ese momento, las palabras se me quedaron grabadas como un mensaje subliminal, repitiéndose a cada rato en mi cabeza. Me parecía que tenían más de un significado, o tal vez es que el Gori me confunde cuando habla tan teóricamente. Me di cuenta en las prácticas, que dar el salto inicial no es sólo cuestión de saltar alto. Para nada. En ese momento tu equipo depende de vos tanto como si fueses a hacer un slam dunk. Si no tenés el valor suficiente, la seguridad de ganar y tu corazón puesto en eso, es mejor ni intentarlo.
Empieza la práctica. No puedo encontrar la concentración. Se me perdió hace unos días y no me acuerdo dónde. Hacemos pases, practicamos los rebotes, parece que Anzai quiere seguir utilizando los métodos del Gori. En una semana jugamos contra el Kainan y esta vez si que no queremos perder. Ya me imagino las caras del anciano de Maki y el mono Kiyota si nos ganan otra vez. No, no, tengo que alejar los malos pensamientos. Por fin vamos a jugar un partido de práctica, ahora me aburre más el entrenamiento básico desde que soy el genio de los rebotes. Por fin, llega ese momento, el salto inicial. El Kitsune y yo, frente a frente, cara a cara, mano a mano, es el momento en el que lo venzo. Mi mano se estira, roza la pelota, pasa sobre su cabeza para caer en manos de Ryota, que grita “un punto” con la mano en alto. Es mi venganza al Kitsune por creerse tan genial y el novato número uno y bla bla bla. Pero todo eso sólo pasa por mi mente, porque yo salto y no es mi mano la que toca la pelota y no es su cabeza sobre la que ésta pasa, y no es Ryota el que la recibe y yo no le gano al Kitsune, sino todo lo contrario. Es él el que, una vez más, me pasa por encima, roza la pelota, le cae a Mitsui y yo me quedo como un tarado en el medio de la duela, preguntándome qué mierda pasó.
-¿Qué te pasa, Hanamichi? Hay que defender – Escucho lejanamente el grito de Ryota y medio que me despierto, pero no del todo. ¿Cómo puede ser? Yo soy más alto, ¿qué hice mal?.
Este partido es un desastre. No sé ni lo que estoy haciendo. Trato de recordar las palabras del Gori pero, ¿de qué sirve ahora?. Ese momento ya pasó y no puedo volver atrás. Tengo que concentrarme, Ryochin tiene la pelota, el Kitsune está atrás mío, marcándome bien de cerca, no me puedo equivocar de nuevo.
-Do´aho… ese salto fue muy malo – Es apenas un susurro a mis espaldas, pero creo que está sonriendo y creo que lo voy a matar. Además me provoca a propósito, como si no tuviera nada mejor que hacer, como andar por ahí con cara de nada y haciendo sus “increíbles” jugadas.
No voy a decir nada, me voy a limitar a jugar y a demostrar que puedo redimirme de mi horrible comienzo. Ryochin me pasa la pelota, apenas puedo moverme, el Kitsune me tiene inmovilizado. Pero, como yo soy el genio Hanamichi Sakuragi, logro zafarme de él, corro hacia el aro y culmino con un tiro en bandeja. El partido de práctica termina y todos vamos a las duchas, menos el Kitsune, como siempre. Termino de ducharme, me ato una toalla a la cintura y me siento en uno de los bancos. No puedo dejar de pensar en el salto. Algo estuvo definitivamente mal, pero no sé qué. ¿Salté lo más alto que pude? Creo que no. ¿Por qué? No sé. ¿Qué fue exactamente lo que me dijo el Gori? ¿Por qué no puedo recordarlo, si hasta ayer me retumbaba en la cabeza?. Apoyo mi codo derecho en mi muslo y el puño en mi barbilla, como la estatua del pensador. El salto inicial es… pero un ruido interrumpe mis pensamientos, alejando todo vestigio de recuerdo de las palabras del Gori.
-Aunque te pongas en pose, no quiere decir que vayas a pensar
-Ay zorro.. zorrito… ¿ de verdad que no tenés nada mejor que hacer que molestarme? – últimamente estoy muy tranquilo. No sé que me pasa. ¿Habré madurado?. Es como si me causara gracia lo que me dice o cómo lo dice. -¿Te estás riendo? – me da la espalda, pero yo lo vi. Por un segundo creo que pensó lo mismo que yo.
“El salto inicial da comienzo al partido… es una lucha de poder… son sólo dos personas… te pone en movimiento… hace que te olvides de todo lo demás”
Las palabras aparecen en mi mente, fuertes y claras. Como si el Gori estuviera metido en mi cabeza con un altavoz. Vuelvo a la realidad, el Kitsune está parado a unos metros de mí.
-Cerrá el gimnasio – me dice, tirándome las llaves. – Ah… el salto inicial lo voy a hacer yo…
Lo miro. Tiene esa expresión, esa que pone cada vez que me quiere molestar. Es casi imperceptible, pero la conozco. “Arriesgarse a todo sin miedo… valor suficiente… seguridad de ganar… poner todo tu corazón…”, escucho mi propia voz también, todo reaparece.
-¿Estás seguro? – pregunto, sonriendo. Me mira con una ceja levantada y espera mi explicación. Pero no la tengo. Me paro sin dejar de mirarlo, falta algo, una cosa más. ¿Qué es?. Pongo mi mano en mi barbilla y miro hacia arriba, todo bajo su atenta mirada. De repente, ahí está, esas palabras que tanto estaba buscando.
-Claro… el salto inicial… rompe el hielo. – él baja la ceja y pestañea. Creo que entendió lo que quise decir, porque cuando lo tomo de la cara para acercarlo a mí y besarlo, no dice nada, simplemente me presta sus labios para disfrutar su suavidad y para dejarme invadir tímidamente su boca. Me separo lentamente, sin dejar de repartir besos en sus labios, apenas roces, pero no quiero abandonar esa sensación.
Da un paso atrás, se agacha, agarra su bolso, me da la espalda y camina hacia la puerta. Entonces da media vuelta y me señala la toalla en mi cintura. –Te espero afuera.. – su tono no cambió en lo más mínimo, pero está tan sonrojado que da igual, ¿no?