Pero no podía golpear a la misma, la mano le temblaba y su corazón parecía dispuesto a subir por su garganta y ahogarlo. Trató de serenarse, se secó las traspiradas palmas contra el uniforme negro. Se revolvió el cabello, intentando encontrar algo de sosiego. Respiró profundo cerrando los ojos, exhaló el aire despacio. Las luces estaban apagadas así que quizás estuviera durmiendo, siendo así tendría que despertarlo...
La puerta se abrió de golpe sin que el crío llegase a golpear a la misma, irrumpiendo sus pensamientos.
—Renji— balbuceó el adolescente, tragó saliva, buscando recuperar su temple, recordar cual era la razón de que estuviera allí.
—¿Qué diablos haces aquí Ichigo?— fue lo primero que salió de esos labios y de inmediato se vio jalado al oscuro interior de la casa. — ¿Alguien te vio o te siguió hasta aquí?
—Claro que no idiota —ya estando dentro de la casa se soltó con brusquedad de su agarre. Se arrepintió de inmediato, pero no lo podía evitar, la cercanía del pelirrojo le ponía tan nervioso.
—Contéstame Ichigo ¿Paso algo malo?— palpó el contorno de su figura buscando heridas en la oscuridad del ambiente— ¿Por qué estás aquí? ¿Cómo diantres llegaste...
Los labios del adolescente apretándose de golpe contra los suyos le hicieron callar de la manera más efectiva, y en ese mismo gesto tenía también muchas de las respuestas a sus preguntas.
Pero pronto Abarai rompió el superficial beso y empujó al chico contra la pared más cercana.
Escrutó sus ojos en silencio, la vista acostumbrada a la penumbra, algo de la luz de afuera se filtraba en el ambiente por la ventana mal cerrada.
Kurosaki estaba agitado de nada y tenía un gesto en la cara que el otro shinigami no podía descifrar con exactitud, pero reconocía en sus pupilas marrones, ese brillo que había notado en esa ocasión y todas las otras veces que se habían encontrado... él sabía que sólo era cuestión de tiempo.
La mirada del teniente bajo hasta sus labios, entreabiertos, jadeantes. El adolescente notó esto y como de inmediato sus ojos se entornaron, la distancia entre ellos volvió a cerrarse, esta vez por iniciativa del mayor. Mantuvo los suyos abiertos, hasta que sus lenguas se encontraron y estuvo seguro de que aquello era real. Sus manos buscaron aferrarse al cuerpo del hombre que le aprisionaba entre sí y la fría pared. Sintió sus dedos hundiéndose en su cabello y que toda su anatomía se derretía al contacto del otro. Se sentía tan feliz que creía que se iba a desvanecer entre sus brazos. El calor le resultaba tal, tan sofocante pero a la vez adictivo... no se comparaba en nada con los otros besos. Que habían sido buenos por supuesto, pero no era lo mismo. Para nada.
El fukutaichou se separó de su boca respirando agitado, dejó besos cortos en su cuello, lo abrazó por la cintura, muy fuerte, reclinando su cuerpo sobre el del muchacho.
—Renji
—Hmm—El aludido se limitó a gruñir contra su cuello, provocándole cosquillas.
Buscó verle a los ojos.
—Me gustas, mucho
—¿En verdad?— Abarai se separó de él, un poco incrédulo.
—Creí que quizás sólo querías practicar como besar.
Se quedó mudo. No sabía que decir, mucho menos explicarse cómo el otro sabía qué había estado haciendo.
—No, no es así, yo— tartamudeó nervioso—Renji en verdad solo tú
Sonriendo, los labios del pelirrojo volvieron a posarse sobre los suyos. Un beso suave y tierno en el que se enredaron despacio.
—Tienes rastros de otros reiatsus por todos lados. — le explicó al separarse —pero está bien— le besó en la comisura de los labios— tuviste unos buenos maestros, tendré que darles las gracias.
Kurosaki suspiró aliviado. Su ánimo volvió de inmediato a ser el mismo de siempre.
—Es que la vida es muy corta para dejarla pasar sin saber cómo hacer esas cosas— bromeó y sus brazos buscaron rodear su cintura.
—Eso es cierto— le respondió volviendo a abrazarlo, pensando que por suerte aún quedaban muchas cosas que podía enseñarle él personalmente...
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