Nunca antes le había pasado algo así... y menos aún en el campo de batalla. Ahora que estaba muerto, ya no se le permitía interferir en la guerra... por lo cual en esos momentos se hallaba como un alma solitaria, en algún lugar de reino de Hades, donde no pudiera molestar a sus camaradas durante el transcurso de la guerra.
-"¿Dónde esta...?"-
No pudo evitar hacerse esa pregunta, mientras caminaba por las costas del río Estigia.
-"¿Por qué no llega?"- Se preguntó nuevamente, sintiendo el cosmos del espectro de Bennu batiéndose a duelo con la presencia que él conocía y que recordaba a la perfección:-"¿Qué demonios está haciendo Kagaho?"- Intentando parecer calmado, volteó hacia el cielo, en dirección de los templos malignos.-"¿Por qué no lo mata de una maldita vez?"-
Sylpheed se sintió ridículo de repente, preguntándose a sí mismo el por que estaba así de ansioso y sobre todo nervioso, al saber que la presencia de aquel se hallaba tan dolorosamente cercana a la suya...
Docko de Libra. Ese era el nombre del alma de la persona que esperaba con tanto ahincó, y que, a su vez, le había quitado la vida temporal que le había otorgado el señor de la muerte, únicamente para participar en esa nueva y sangrienta guerra...
Sylpheed bajó la mirada, cerrando sus puños con fuerza.
-"¿...Que...estoy haciendo?"- Se dijo, al mismo tiempo que una fuerte ira latía palpitaba de forma excitada en su interior:-"...¿Qué... se supone que debo hacer ahora...?"-
Durante un momento ignoro la ira que sentía hacia sí mismo, pensando. No podía regresar al lado de Radamanthys-sama, no como un ser derrotado. Valentine de Arpía había quedado a su lado... pero, en las últimas horas había asesinado por su señor luego de que levantara su puño contra la heraldo de Hades...
...Su señor... fue muerto por su señor...
Es verdad, pensó para sí. Su señor, la única persona lo suficientemente poderosa como para ser aceptar por él como su único rey, la única persona que le había alejado de la soledad, el único que tenía toda su lealtad era Radamanthys de Wyvern... pero aún así...deseaba verlo, aunque fuera por unos instantes.
-"Docko... muere rápido por favor"- Pidió en una silenciosa plegaria, que rápidamente fue muerta por los murmullos de las calmas agua del río Estigia.
Sabía que lo que deseaba sería tomando fácilmente como una traición hacia su señor y al dios que había jurado servir por el resto de sus compañeros, si es que de algún milagro llegaban a enterarse,... pero aún así, estando consciente de que estaba increíblemente mal, no podía evitar desearlo. Aún en su mente estaba el fresco recuerdo de la fuerza de sus brazos rodeándolo de esa forma implacable, pero aún más importante, aún podía recordar ese calor, esa tibieza agradable y confortadora que sosegaba su anhelo de pelear...y que... a su misma vez... le hacía sentir que no estaba solo, de una forma diferente a la del señor Radamanthys...
-"...Quiero sentirlo otra vez..."- Dejó que sus labios expresaran abiertamente el maligno deseo que palpitaba ardiente en su interior.
Era una verdad dolorosa, pero sabía que era verdad: quería volver a sentir ese calor, quería volver a verlo, no importaba que solo fuera unos instantes... Quería sentirlo al menos una última vez, antes de volver a sentir el frio tacto de la soledad a su lado...
Sylpheed esperó pacientemente mucho tiempo, pero el alma del ser que quería a su lado nunca llegó. Finalmente la guerra acabó con la rotunda victoria de la diosa de la guerra...y él, al igual que el resto de las almas de sus compañeros caídos en batalla, fueron sellados en los profundo del Meikai, que el tiempo de una nueva guerra santa llegase. Sylpheed aceptó en silencio aquella condena, estando consciente de que nunca más volvería a sentir una calidez así...