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Tales por maiikaulitz

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Notas del fanfic:

Espero que les guste. Si quieren pasarse por mi live journal:

maiikaulitz.livejournal.com

Notas del capitulo:

es el primero espero que les guste. Es 1 cap por dia :D

Sonrisa

 

Cerró los ojos suavemente, mientras su leal mayordomo lo cubría con el edredón. Le dirigió una última rojiza mirada, antes de desaparecer por los pasillos llevando el candelabro firmemente en su mano derecha. Al desaparecer el demonio, la habitación quedó en una penumbra parcial. Sólo la luz de la luna amarillenta iluminaba la estancia. Abrió los ojos desesperadamente, no soportaba la oscuridad. Claro, que jamás iba a admitirlo frente a su mayordomo, era algo que su orgullo no le permitiría nunca. Se desperezó más en el amplio lecho, no tenía ganas de dormir, y Sebastian había confiscado su literatura. Rodó los ojos mientras recordaba el suceso. Se enderezó enérgicamente, quedando sentado en el medio de la cama. Podía ir a la biblioteca a buscar algún libro. Sonrió orgulloso de su propia idea, mientras bajaba del lecho. Caminó silenciosamente por los pasillos, no quería que Sebastian se enterase de su recorrido nocturno. Se frotó los blancos brazos, solamente llevaba un ligero camisón blanco y había olvidado sus pantuflas. Tenía frío, por lo que apuró su caminata.

 Una vez llegó a su destino se adentró en la oscura puerta de roble. Tanteó el terreno con sus manos en la oscuridad. Había olvidado traer una vela, aunque de todas formas, no hubiera sabido cómo prenderla. Maldijo internamente el ser tan dependiente del demonio, mientras pasaba con pasos de felino por entre las infinitas estanterías de la estancia. Todos los muebles eran iguales, formaban alrededor de 20 pasillos subdivididos en el espacio. No sabía en donde se encontraba, por lo que tomó un libro de un estante para pasar el rato. Lo abrió en una página al azar, y lo que vio lo dejó completamente atónito. No era un libro de literatura, era un libro de arte al parecer, pues contenía centenares de imágenes. Y no eran imágenes impresionistas o abstractas. Ni siquiera con su escaso conocimiento de arte pudo determinar en qué categoría podían entrar pinturas como esas. Imágenes tan obscenas. Sus mejillas se colorearon al instante. Volvió a pasar la página como un poseído. En todas aquellas pinturas extrañamente antiguas, podían verse imágenes de humanos desnudos teniendo sexo. No podía creer que algo así estuviera en la biblioteca de la mansión Phantomhive, no lo toleraba. De inmediato le indicaría a Sebastian que quemara aquel libro. Lo volvió a dejar en su lugar y sacó otro libro del mismo estante.

Parecía mentira. Repitió la acción una y otra vez. Ya no se preocupaba por volver a guardarlos. Todos los libros que había sacado eran del mismo índole. Algunos no tenían imágenes, tenían descripciones escritas. Sentía como todo su cuerpo comenzaba a transpirar. A pesar del frío seco que podía palparse minutos atrás, estaba transpirando. Su temperatura corporal había aumentado considerablemente a medida que seguía observando aquellas peculiares escenas. Nunca se había sentido así de excitado. Porque sí, un jovencito de su edad sabía perfectamente que debía hacer para tener un hijo, pero no tenía experiencias personales. Y              mucho menos él, Ciel Phantomhive; había sido el hijo perfecto en su momento y ahora era la perfecta cabeza de la familia, dueño de las empresas Funtom, no podía ensuciar su imagen por una simple “situación”. Cerró los ojos por un momento, mientras aclaraba sus pensamientos. 

Si se avergonzaba por las imágenes, ¿cómo haría para decirle a su mayordomo que se deshiciera de esos libros? De seguro debería darle una explicación, y no permitiría que el mayordomo lo viera humillado al contarle lo que había encontrado en ellos. Ciertamente, debía admitir que era un tema tabú con su demonio. Pasó la lengua por sobre sus labios. Se le habían resecado de repente. Desesperado por seguir con la adictiva actividad, tomó otro libro del estante, dejando caer el de al lado. En el ademán de alcanzarlo, se le cayeron ambos. Maldijo internamente. Tal vez había despertado al demonio.

El hombre de cabellos negros acariciaba un bonito felino en los patios de la mansión, cuando escuchó el estruendo en la biblioteca. Dejó rápidamente al minino en el suelo, mientras se dirigía a ver qué había ocurrido. 

Intentó acomodar los libros desparramados en el suelo y corrió por entre los estantes, no quería que Sebastian lo encontrara en esa sección. Finalmente encontró la salida y corrió hasta cruzar la puerta. Desafortunadamente se chocó con el fuerte pecho del demonio en su intento. Maldijo por tercera vez en su interior, definitivamente esta no era su noche. Intentó sostenerle la mirada al adulto que estaba recargado en la puerta de madera con expresión aburrida.

-Me imaginé que solo iba a ser usted con sus juegos nocturnos bocchan-Exclamó el demonio, mientras se fijaba con mayor precisión en el estado de su amo. Tenía los cabellos revueltos y las mejillas rosadas. Sus manos y su cuerpo en general sufrían un leve temblor.

-No me faltes el respeto, idiota. Estaba buscando un libro para leer, no tendría que haber venido hasta aquí si no me hubieras sacado el que estaba leyendo.-Exclamó siguiéndole el juego al demonio. El mayor le dedicó una sonrisa de las suyas. Siempre eran tan predecibles las respuestas de su amo. Siempre a la defensiva, intentando dominar la situación. Lástima que se encontrara hablando con un demonio, e indudablemente un niño de 13 años no podía ganarle la partida a uno de ellos.

 

-No tendría que haberle sacado el libro si no le provocara tanto miedo, bocchan. Por la noche un señorito tan ocupado como usted debería descansar, y no sufrir horrorosas pesadillas.-Contestó impasible el de traje mientras mantenía su perfecta sonrisa.

Simplemente lo había dejado desarmado. No tenía como responderle a ese insulto indirecto. Debía admitir que era un demonio inteligente, en sus pensamientos, claro.

Además, con esa sonrisa. Lo miraba con la línea de perfectos dientes blancos reluciendo entre su grisáceo rostro.

De repente le provocó una sonrisa. Toda esa situación extremadamente vergonzosa, las “agresiones” de parte de su mayordomo y su sonrisa. Su sonrisa simplemente perfecta. Era falsa, el lo sabía, y tal vez eso la hacía perfecta.

Definitivamente no esperaba esa reacción. Le había sonreído. No había intentado ocultar sus blancos dientes como en otras ocasiones, simplemente había sonreído.

Un suceso así era casi único para el mayordomo del líder y único miembro vivo de la familia Phantomhive. No supo cómo reaccionar, sólo lo miro de una manera extraña, como si intentara adentrarse en los pensamientos del adolescente.

El menor intentó reprimir su sonrisa, como en otras ocasiones, pero simplemente no pudo. Es más, incluso largo una ricilla aguda y nerviosa. No lo podía creer, en años se había reído con tantas ganas. No quiso reprimirla, en honor a sus años de gloria. Estaba más ocupado en intentar descifrar la expresión de su demonio.

-¿Bocchan?-Lo llamó. Estaba impaciente por descubrir que pasaba por la mente de su amo.

-Qué quieres, idiota-Respondió el menor, una vez pudo calmar su inesperada risa.

-No es nada, solo vuelva a la cama-Terminó la frase el mayor mientras se volteaba para retirarse. El menor rodó los ojos y lo siguió. Suspiró profundamente, estaba aliviado, pues el mayor no lo había descubierto.

A la mañana siguiente, todos en la mansión descansaban, salvo el mayordomo principal, Sebastian Michaelis. Aprovechaba que en ese momento nadie estaba despierto para poder pasearse con sus mininos por toda la mansión. No sabía por qué a su amo no le agradaban, la alergia siempre le había parecido una excusa.

Pronto recordó a su amo, y al extraño suceso de la noche anterior. Se adentró en la biblioteca. Se preguntaba qué clase de libros había leído la noche anterior. Se adentró entre los pasillos, buscando algún indicio de la presencia de su amo.

De pronto, entre medio de unas viejas estanterías en el fondo de la habitación, divisó un par de libros desparramados en el suelo. Se dirigió a paso acelerado a la escena del crimen. Tomó un libro del suelo y miró su interior. Lo ojeó por unos segundos, y luego lo cerró rotundamente. Sonrió, como siempre, luego, se retiró de la estancia a paso lento. Horas más tarde, algunos de los criados juraron haber oído a alguien reírse en el silencio de la mañana.

Notas finales:

REVIEWSSSSSSSSSSSSSS?


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