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posesiones por hatsumiyo momichi

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Notas del capitulo:

es un oneshot

 

Ritsuka dejó caer la pregunta sobre el corazón de Soubi. Pesada, adolorida.

            -Soubi… Si mi hermano… te ordenara matarme… lo harías?- su infantil voz llenó las calles, rebotó en los árboles y en las ventanas, volviendo a los oídos de Soubi con un tono quebrado, anunciando posibles lágrimas.

            -Si.- las vacías palabras de Soubi, resonaron dentro de los oídos de Ritsuka por lo que parecío una eternidad. Sus orejitas zumbaron ante el ensordecedor silencio de la calle a continuación de aquella respuesta, al mismo tiempo que no podía evitar comenzar a encorvarse producto del intenso dolor de su estómago; era casi como un golpe en la boca del estómago. En Aquel mismo momento, Ritsuka, desesperado, fue presa de pensamientos que usualmente le asustarían incluso a él, y no tuvo escapatoria de su propia e ilógica cadena de pensamiento. –Pero…- Soubi de hecho, terminó aquella continuación a su respuesta; pronunció aquellas palabras, que hubiesen sonrojado al gato si este no hubiese estado tan adormecido a causa del daño que ya le había hecho; simplemente no logró tomar atención a sus excusas, ni a sus dulces palabras de “me mataría yo antes de intentar hacerlo”. El ya le había confesado —Ritsuka al fin ya había confirmado sus temores—que su hermano es más importante que él. —Acaso era tan solo un remplazo? Una tarea para la casa mientras él no está? Es verdad… ya no está… y jamás volverá—. Que le importaba ya lo que tenía que decir ese bastardo mentiroso? Aquel demonio disfrazado detrás de aquellos ojos angelicales, y seductora voz… aquel adulto carente de orejitas… aquel hombre que podía llevarlo a pensar, que juntos serían felices por siempre. Pero lo había engañado. Siempre supo, que Soubi jamás lo quiso. Todo lo que hacía o no hacía Soubi… todo lo que era, fue solo gracias y por Semei.

 

            Si. Soubi intentó ablandar el posible daño producido por su honesta respuesta con dulces palabras de amor… pero ya era demasiado tarde. El niño ya era sordo a sus palabras, y simplemente, lo ignoraba, sumergido en su dolor y sus pensamientos.

 

                                                           ------------

Ritsuka, entró a su casa sin preocuparse de su madre, como usualmente lo hacía —Aquella madre desquiciada, la cual debía estar en un hospital psiquiatrico… golpeaba a su hijo cuando podía atraparlo… le lanzaba platos… cuchillos… maldiciones… y gritos salvajes de odio puro.—pero, que importaba? Si lo mataba su madre, si lo hacía él mismo… si lo hacía Soubi…

           

            Ahora en su alcoba, notó con poco interés que de su cabeza goteaba sangre; cálida sangre, viscosa, roja y metálica. Cerró su puerta con llave, solo por el hecho de no tener las ganas, las fuerzas de intentar esquivar los pesados objetos que su madre le lanzaba, ahora que se había dado cuenta de que una vez más, al tener que pasar por la cocina, esta lo confundió con un extraño. No… ella sabía que era su hijo… o al menos, que era el rostro de su hijo; pero lo que ella creía, es que este joven de cabello azabache era un sustituto… como si fuese su rostro, pero no su verdadero ser. Había perdido la cuenta ya, de cuantas veces le servía su cena, con un toque especial de cariño maternal. Una pizca de veneno, para ver si este extraño caía en la trampa. Le servía comida que su hijo verdadero odiaba, y veía si ese chiquillo se acercaba a comer. Luego de haberse intoxicado el niño ya una vez, aprendió que su madre, simplemente no estaba bien. Él la ignoraba, la dejaba sola… que se las arreglara por su cuenta allá afuera en el mundo cuando iba de compras para preparar más comida.

 

            Ritsuka entró al baño para observar su magnífica herida, y se decepcionó, al limpiarla con agua, de notar que no era más que un corte superficial. De todas formas, no la vendó. Salió del baño al resto de su habitación, y allí se quedó por un rato, parado en el centro de esta. ¿Se decidiría pronto si ir o no a la cocina para comer de buena gana la comida que su madre anunciaba a gritos? Lo deseaba… pero su cobardía se lo impedía. Notó entonces que Soubi entraba por su balcón, dejaba la puerta de vidrió corrediza abierta, y básicamente se abalanzaba sobre él para ver el origen de su herida, que volvía a sangrar. Ritsuka contesto a algunas preguntas, sin sentir nada al responderlas… sin siquiera tener conciencia de que lo hacía. —¿que era aquel dolor? Que lo quemaba por dentro con tal intensidad, que simplemente ya no sentía nada. Lo adormecía completamente, y lo dejaba vulnerable a actuar sin pensar. ¿Acaso era… amor? El pelinegro comenzaba a convencerse de que amaba perdidamente a Soubi… y que este, lo amaba a la fuerza.— Soubi no salió de la habitación de Ritsuka para matar a su madre, pues este ya le había ordenado una vez que la dejase en paz.

            -¿Por qué viniste?- Ritsuka deseó saber en aquel momento.

            -¿No recuerdas que te dije que vendría?- La voz de Soubi, ahora que se sentía más conciente de lo que ocurría a su alrededor —quizás por el fuerte golpe del plato que lo golpeó—Despertó en el sentimientos de desesperación… más bien sentimientos que jamás había tenido que experimentar hacia otra persona. Despertaba sus sentidos, uno por uno, y lo hacía desear, cada vez más, sentir aquellos finos labios pálidos sobre los suyos, besándolo molestosamente como siempre. Como “antes”.

 

            Afuera ya había oscurecido, y la luz se encontraba aún, apagada en su cuarto. En el silencio infernal, poco a poco la Luna comenzó a entrometer su luz tímidamente al interior de aquel pequeño cuarto.

            -Soubi…- A diferencia de todas las veces en las cuales Ritsuka había pronunciado aquel nombre, esta vez fue sin razón alguna. Siempre era una respuesta, un reproche, una negación… Ahora era simplemente un nombre; el nombre más bello del mundo reposando sobre sus labios y cayendo al helado piso con el peso que contenía aquella pronunciación carente de esperanza. El rubio inmediatamente supo que algo le sucedía a su “sacrificio”. Algo que tal vez no podría comprender.

            -¿Que te ocurre, mi vida?- La manera al pronunciar aquella oración, tenía su hermosa y propia gracia. Aquella manera sensual de hablar, tan… sugestiva… picara inconcientemente.

 

            Al notar que el niño no le respondería, decidió entregarse a su lujuria, acercándose al pequeño gato, y sin siquiera preguntar lo agarró en un fuerte abrazo y lo besó, directamente sobre sus pequeños y húmedos labios. Usualmente, a la mitad de los besos sin permiso que le robaba a Ritsuka, este lo obligaba a alejarse de él. Lo regañaba, avergonzado, y mantenía la distancia. Esta vez, Ritsuka abrió su boca al tiempo que Soubi lo hacía, moviendo sus labios con ritmo y deseo, y moldeaba su boca para acomodarse a la de su adulto. Dejó que Soubi metiera su lengua en su boca solo después de que Ritsuka ya lo hubiera hecho, donde saboreó desde adentro la boca del pelilargo, regalándole traviesas caricias a aquella lengua tan experta y suave. El sonido húmedo del interminable y crecientemente apasionado beso lo avergonzaba, y lo hacía más conciente de lo que hacía, al ser una de las tres cosas que emitía ruido en la habitación en penumbras. Las otras dos cosas, eran el sonido fuerte de ambas respiraciones distorsionadas unas con otras, y el sonido de las ropas siendo acariciadas y tironeadas deseosamente por ambos Soubi y Ritsuka.

 

            Soubi con cuidado, despegó a Ritsuka de su última prenda; sus calzoncillos. En la obscuridad, ambos desnudos, con la piel ardiente y aún de pie, continuaban su beso, que ya estaba en la etapa de ambos agarrados de los cabellos, presionando sus bocas fuertemente sin intención de dejar al otro escapar… jamás. Soubi, sin acabar el beso, guió a Ritsuka hacia la cama en la casi absoluta obscuridad, y llegando a ella, lo empujo sin mucho cuidado, pero sin ser una bestia, para que cayera sobre las heladas sábanas. Soubi se puso sobre él en cuatro, observando a su amado desde arriba… admirando aquel rostro perfecto, tan hermoso y delicado, antes de besar calladamente sus gastados labios con una suavidad excesivamente placentera. Agarró sus piernas desnudas y suaves, y le ordenó calladamente a que sujetara con fuerza sus rodillas hasta su pecho. Su intención no era que fuese rápido, el problema era, que ya no aguantaba más. Ritsuka lo observó con unos ojos asustados, sabiendo vagamente lo que venía, deseando que lo hiciera sin más preámbulos, y queriendo decirle, que lo amaba más que a su vida. Tanto que le dolía el pecho, y ya le era difícil respirar.

            Su entrada se vio acosada por los dedos de Soubi, que buscaban por último acostumbrar un poco al muchacho a la sensación que vendría sintiendo con mayor amplitud. Metió uno, y dos, y el chico arqueaba su espalda en busca de escapar del placer cobardemente. Gemía débilmente con una fina voz, alzando más la voz cada vez que se sentía mejor y mejor. Soubi se detuvo y sacó sus dedos de aquel lugar al cual no pertenecen, y acercó la punta de aquella excitada extensión de carne a aquella boquita de abajo, masajeando su entrada forzada. Mientras más se acercaba a sus entrañas, mientras más lo metía, Ritsuka gemía cada vez más y más fuerte, llegando a gritar por más y más, y llegando a gritar como un loco:

            -Te amo! Más adentro… más!- al haber entrado completamente ya, comenzó a embestirlo rítmicamente, al principio con un poco de cuidado, para no lastimarlo, pero amedida que ya no podía más, comenzó a ser un tanto brusco con él, metiendo esa cosa con fuerza, y con buena rapidez. Comenzó a jugar con el miembro del joven, aquel endurecido pedazo de carne que buscaba, salvajemente el tacto con la mano de Soubi. Este acarició la cabeza, y lo agitaba lo mejor que podía en su propio frenesí de intentar no derramarse. No… aún no… No hasta que el pequeño lo hiciera… No hasta que le hubiera dado todo lo que tenía, pero obviamente ya no podía. Tendría que advertirle y simplemente eyacular de una buena vez.

            Ritsuka, hundido profundamente en aquel mundo irreal de las sensaciones más salvajes, observó a su amado, sin que este lo notase, con ojos furiosos llenos de rencor. “jódeme, podrido bastardo…jódeme como deseabas joderte a mi hermano todos los días…” si Ritsuka hubiese estado cuerdo en ese momento, le hubiesen sorprendido sus palabras. Se hubiese asustado de si mismo… Pero no estaba cuerdo… y algo de él había muerto esa misma tarde. Había sido la inocencia? No, esa lo perdía ahora…pero… Hay diferentes tipos de inocencia. No solo esta representación sexual hambrienta de más.

            Ritsuka tuvo su primer orgasmo en manos de Soubi, delicioso como jamás lo imaginó, y Soubi se derramó al mismo tiempo dentro de Ritsuka, dejándole de recuerdo su cálido semen.

            Ambos cuerpos sudados y cansados lucharon por conseguir aire… y en el intento, Soubi se quedó dormido, abrazando a Ritsuka junto a él, sobre la cama, mientras este mantenía sus ojos abiertos de par en par. Algo lo llevó esa noche a hacer lo que hizo. Algo más fuerte se apoderó se él y lo llevó a besar suavemente los labios de Soubi antes de levantarse, intentando no despertarlo. Desnudo y frío abrió la puerta de su cuarto, y fue hasta la cocina deshabitada a recoger un cuchillo. De esos carniceros, los cuales a todos les dan miedo por su excesivo tamaño. Llegó hasta su cuarto de vuelta y encontró a Soubi tal como lo había dejado. Boca arriba, dormido plácidamente. Intentó recordar alguna clase de anatomía, y saber cuales eran los punto en los cuales, no deberías ser cortado… pero fue inútil, y lo único que logró, fue que recurriese a las metáforas. Quería destruir su puto corazón. Y así lo haría. Puso toda su fuerza en el intento de enterrarlo en su pecho; no al centro, un poco más a la izquierda, donde se supone, está el corazón., y con asco atravesó rápidamente la piel, los músculos, grasa hueso, venas, todo, y llegó hasta sus pulmones, y quien sabe… su corazón. La cosa es que, Soubi despertó con un grito áspero de intenso sufrimiento mientras hacía mueca tras mueca, sin poder coger aire sin que le doliera más que una puta. Ritsuka retrocedió algunos pasos, para dejar que el cuerpo de Soubi, el cual se contorsionaba en la cama, cayera con mucho peso al suelo frío y poco acogedor. Soubi vomitó sangre sobe el piso y miró con dificultad el rostro de su agresor. “Habrá sido un asesino peligroso, que viene por Ritsuka? Será un ladrón, el cual después de acabar con él mataría al gato? O tal vez ya esté muerto…” pero sus ojos solo encontraron la cara desfigurada de Ritsuka, horrorizado repentinamente ante lo sucedido… más bien, lo cometido. Observó como su propia sangre estaba sobre el rostro del niño, y parte de su pecho. Observó como sostenía aquel cuchillo invisible en sus manos –el molde de un cuchillo frente a él, aún en shock--, el cual yacía en su pecho. Y no logró entender del todo sus motivos. No emitió palabra alguna, más bien simplemente se limitó a intentar descifrar las razones del joven mientras ya no podía ni respirar, y el lugar se volvía más obscuro… hasta que ya no se movió más, y quedó en aquella misma posición adolorida, y con la misma mueca de no entender nada. Ritsuka se quedó de pie congelado, observando a Soubi con pavor, hasta que la luz de la mañana le quemó los ojos secos de tanto llorar sin notarlo, y se forzó a vestirse lentamente. Se arrodilló junto al cuerpo inerte de Soubi, miró dentro de sus vacíos ojos que siempre habían brillado con lo que ahora se dio cuenta, era una mezcla de amor, y sufrimiento. Y besó su frente, lanzándose a gritar de dolor y a llorar como quien hace el peor berrinche del mundo.hasta que… los gritos de su madre lo despertaron de su dolor enloquecedor.

            -El desayuno Ritsuka! Ven mi niño, te he preparado “tu plato favorito”!- Ritsuka se levantó con una sonrisa en su boca mirando a Soubi, y susurró un pequeño “te amo” al cadáver del único hombre que había amado, y que jamás amaría; pero no porque se resignaría a no amar a nadie, sino porque su vida acababa ahora… con ese delicioso desayuno con una pizca especial de cariño maternal, la cual lo salvaría de la inevitable locura. Pensó fugazmente en Yuiko-san y en Yayoi-kun…pero no le pudo haber importado menos en ese momento, lo que sus amigos sentirían al saber que Ritsuka había matado a Soubi, y que su madre lo envenenó a él.

            Ritsuka bajó animadamente las escaleras hasta la cocina y le saludo con un pequeño “ohayou” a su madre antes de sentarse a la mesa a comer los manjares que le preparaba su madre. Tomó una probadita, y notó que su madre ya no cocinaba tan bien como antes. Se levantó lentamente sin querer asustar a su madre y encontró el veneno que tenía sobre el lavaplatos. Se devolvió hasta la mesa y colocó tanto veneno como pudo, para asegurarse de que esta vez no fuese un terrible intoxicamiento, sino que lo matara al instante. Su madre lo miró con sus extraviados ojos y murmuró un pequeño:

            -Así es, niño. Devuélveme a mi hijo. Comete TODA tu comida que te hará bien.- Y Ritsuka se limitó a decir, después de varías cucharadas de su desayuno:

            -No se preocupe, señora, que le devolveré a su hijo justo después de esta última comida.-

            Talvez… su madre tenía razón. Había cambiado demasiado, él mismo lo había comprobado. Pero era acaso, producto del asesinato de su hermano? Producto de la soledad y desamparo que su madre le brindaba mientras lloraba la muerte de su hijo? O quizás él no cambió… y el hasta entonces desconocido odio profundo de Semei hacia Ritsuka se materializó, en forma del apoderamiento del cuerpo de Ritsuka por el espiritu del difunto y misterioso hermanito mayor, Semei.

Notas finales:

no se si ya lo puse, mi computador esta medio raro ¬¬U


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