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UNA CENA INESPERADA por nurikosan

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Hoy es la víspera de Navidad y Sora esta paseando por las bulliciosas calles de la ciudad con las manos en los bolsillos de su grueso abrigo, sumida en sus pensamientos y con la mirada triste vagando de un rostro a otro. Después de andar un par de horas entra en un café para sentarse en una de sus mesas y pedir un café solo con un muffin de nueces. Cuando se lo sirven comienza a mover el oscuro líquido mirando distraídamente por el amplio ventanal del local hacia la calle.


- ¿No crees que ya lo has removido bastante? – le pregunta una dulce voz.


Sora desvía la mirada de la calle hacía el origen de la voz que la ha sobresaltado, comprobando que pertenece a una hermosa chica de largos cabellos rubios que la mira cálidamente y con una gran sonrisa en su rostro.


- ¿Puedo sentarme contigo? El local esta lleno y me muero por un chocolate bien caliente.


- Claro – responde señalando una de las sillas vacías que hay frente a ella.


-Gracias – dice la desconocida mientras se sienta y le tiende la mano a modo de saludo- Me llamo Laila.


- Sora – replica aceptando unos breves segundos su mano más por educación que por que quiera presentarse.


- Sora… curioso nombre, nunca lo había oído… me gusta como suena.


- Es un nombre como otro cualquiera, no tiene nada de especial.


La rubia encarga su chocolate junto con una docena de churros y cruza las manos sobre la mesa mirando a su compañera de merienda con curiosidad.


- Perdona si me meto donde no me llaman, pero no estas muy alegre que digamos.


- ¿Y por qué debo estar alegre?


- Bueno, estamos en Navidad y todo el mundo esta feliz. Por unos días la gente se vuelve humana de verdad.


- Ya, ¿y acaso yo soy tu buena obra de estas fiestas? ¿Es por eso que has decidido sentarte a mi mesa? ¿Por qué me has visto triste y has pensado que te ganarías un trocito de paraíso si me hacías sonreír?


-No exactamente, pero debo reconocer que me ha llamado la atención verte tan triste.


Sora la mira en silencio tratando de averiguar que pasa por la cabeza de esa chica rubia. Parpadea levemente cuando el camarero aparece con la taza de humeante chocolate y con los churros.


- Hmmm… delicioso – exclama la rubia después de dar un mordisco al churro bañado en el espeso líquido- aunque esta muy caliente… pero merece la pena quemarse un poquito… ¿quieres probarlo Sora?


- No gracias, prefiero mi café.


- Como quieras, pero ya sabes lo que se dice del chocolate: es el remedio para las penas de amor.


- ¿Penas de amor? Yo no tengo de eso.


- ¿No? Pues por tu aspecto cualquiera diría lo contrario. ¿Quieres contarme que te pasa? Quizás pueda ayudarte.


- No me pasa nada, es solo que odio estas fiestas.


- ¿Por qué? Son hermosas, la ciudad se llena de luces de diferentes colores y formas, las casas y tiendas se decoran con lindos adornos, las caritas de los niños se llenan de ilusión mientras sueñan con  los regalos que les dejara Santa Claus, las familias se reúnen olvidando viejos rencores alrededor de opíparas mesas…


- Son unas fiestas llenas de hipocresía, la gente sonríe falsamente deseando que pasen estas dos semanas para volver a sus rencores, envidias y odios. Los niños sustituyen rápidamente la ilusión por desencanto al comprobar que no han recibido el juguete con el que llevan todo el año soñando porque en unos casos es demasiado caro o porque, simplemente, los padres han decidido por ellos. Las familias solo simulan felicidad, pues en realidad lo que hacen es recordar a los que están ausentes, o bien cuentan los minutos para que la pesada y agotadora reunión familiar se acabe… Solo son unas fiestas para consumir…no se que puede haber de hermoso en ellas.


Laila silba por lo bajo moviendo pesarosamente la cabeza.


- Una visión muy tétrica de estas fiestas, aunque debo reconocer que en algunos casos si que es como dices, pero siempre son los menos.


Sora se encoge de hombros y toma un sorbo de su ya frío café para partir por la mitad el muffin y comenzar a comer una de ellas.


- Debe haberte pasado algo muy malo para que pienses así.¿Quieres contármelo? Hablar de los problemas desahoga y sienta muy bien.


- No tengo ningún problema, es más, el que haya accedido a compartir la mesa no te da derecho a indagar en mi vida.


- De acuerdo, acepta mis disculpas por preguntar demasiado, pero es que no lo puedo remediar, no me gusta ver a nadie triste.


- Las acepto siempre y cuando cambies de tema de conversación o te calles.


Laila opta por callarse y disfrutar de su merienda. Cuando termina llama al camarero y pide la cuenta de ambas consumiciones.


- No tienes que invitarme a nada – exclama Sora poniendo su mano sobre la de la rubia.


- Claro que si, es mi forma de agradecerte el que me hayas dejado sentarme contigo. Vamos, déjame hacerlo, aunque no me creas me apetece hacerlo.


Sora suspira después de unos segundos de vacilación y asiente lentamente, tras lo cual se levanta y sale de nuevo a la calle sin decir nada más. Laila por su parte paga dejando el cambio de propina y poniéndose su divertido gorro de lana sale a la calle para correr hasta ponerse a la altura de la chica.


- ¡Qué casualidad! – exclama sonriendo- Parece que llevamos el mismo camino, ¿te importa que lo hagamos juntas?


- No, no me importa, y aunque me importase me da la sensación que te daría lo mismo.


- Oye, ¿me equivoco si dijera que esta noche vas a cenar sola?


- No, no te equivocas.


Laila da unos rápidos pasos adelantando a Sora para detenerse ante ella, obligándola a imitarla.


- ¿Qué te parece si cenas conmigo? Yo también lo haré sola, podíamos preparar la cena juntas y todo eso.


- Oye, ¿qué diablos te pasa conmigo? – pregunta Sora con el ceño fruncido- No me conoces de nada, ¿por qué tanto interés en mí?


Laila se muerde el labio inferior y cambia el peso de un pie a otro nerviosamente antes de responder a sus preguntas.


- Bueno, la verdad es que si te conozco.


- ¿Me conoces? ¿Y eso desde cuando es? Y sobre todo ¿cómo es que yo no te conozco a ti?


- Te conozco desde hace unos meses. Soy tu nueva vecina, he alquilado el apartamento del tercero. Te vi una tarde a mi vuelta del trabajo y… eeehhhh… como te lo diría… desde ese día no he dejado de pensar en ti.


Sora la mira boquiabierta unos minutos tras los que reacciona al escuchar un fuerte bocinazo de un coche.


- Así que eres mi vecina nueva, vaya vaya. ¿No te estas arriesgando mucho? ¿De dónde has sacado que me gustan las mujeres y no los hombres?


- Es que me tomado la libertad de preguntar a los vecinos. Sobre todo a esa encantadora anciana del quinto. Un par de tazas de té con limón y un plato lleno de deliciosas pastas hacen maravillas con ella.


- Esa mujer haría mejor en meterse en sus asuntos en vez de espiar al vecindario.


- Tienes razón, pero tienes que reconocer que a mi me ha venido de maravilla que se dedique a… reunir información.


- Ya lo veo, ya. – Levanta la cabeza para contemplar las primeras débiles estrellas que asoman en el firmamento- Esta bien, vamos juntas a casa, pero no pienso cenar contigo.


- ¿Y si soy yo la que cena contigo en tu casa?


- Eres persuasiva


Laila se encoge de hombros inocentemente con una encantadora sonrisa.


- Me gustas, y cuando algo me gusta no paro hasta conseguirlo.


- ¿Y cuando me hayas conseguido que pasará, Laila? ¿Me echarás de tu lado como una muñeca usada para sustituirme por una nueva?


- Yo no haría eso nunca, Sora.


- Todas prometéis lo mismo, pero a la hora de la verdad al cabo de unos meses os marcháis, dejándome nuevamente sola y tratando de averiguar que es lo que he vuelto a hacer mal para acabar una vez más abandonada.


Laila da unos pasos hacia ella y posando las manos en sus hombros acerca los labios a los de ella para besarla muy delicadamente.


- Yo no te abandonare nunca, te lo prometo Sora.


El tiempo parece detenerse alrededor de ambas muchachas mientras se miran a los ojos en silencio, tratando de averiguar los pensamientos de la otra y sintiendo como sus corazones laten ansiosamente al mismo ritmo desenfrenado.


- De acuerdo – dice Sora después de suspirar profundamente- Acepto cenar contigo, pero sin compromiso alguno. Puede que tú sepas cosas de mí, pero yo no se nada de ti y no pienso liarme contigo por las buenas.


- Me parece perfecto – exclama Laila con los ojos brillantes e inundados de alegría- Será una cena de buenas vecinas que pasan la Nochebuena juntas.


Sora asiente y sin decir nada reanuda el camino hacia su casa haciendo un gesto con la cabeza a la rubia para que la acompañe, cosa que esta hace inmediatamente.


Cuando llegan al edifico en el que viven Laila la adelanta para correr a su casa y abrirle la puerta invitándola a pasar con una divertida inclinación.


- Estas en tu casa – le dice una vez están en el interior de la misma- Ponte cómoda mientras termino de preparar la cena.


Mientras la rubia desaparece en la cocina, Sora se dedica a inspeccionar atentamente el apartamento, quedando gratamente satisfecha por lo que ve.


- ¿Quieres ayudarme a poner la mesa? – le pregunta Laila asomando la cabeza por la puerta de la cocina.


- Claro que si – responde Sora acercándose rápidamente a ella.


Entre ambas colocan el mantel, encienden las velas, ponen los cubiertos y sacan las diversas bandejas con la comida.


- Algo me dice que ya sabías que aceptaría. No has podido preparar todo esto en tan poco tiempo.


- No lo sabía, pero me arriesgue. En caso de que no hubieras aceptado me serviría para comer mañana ahorrándome el preparar la comida.


- Todo tiene una pinta estupenda, creo que no vas a ahorrarte el trabajo de la comida de mañana.


- Jajajaa, no me importa cocinar, sobre todo si es por haber cenado con la chica más linda del mundo.


- No digas eso Laila, no soy hermosa.


- Claro que lo eres, y pienso repetírtelo tantas veces como me dejes hacerlo.


Sonríe al ver el leve sonrojo que cubren las mejillas de su invitada y después de servir un par de copas de champaña le tiende una.


- Brindemos porque esta noche sea el principio de una hermosa y profundo relación entre ambas.


Sora levanta su copa para chocarla suavemente contra la de su anfitriona asintiendo con la cabeza y dando un pequeño sorbo.


- Hmmm… adoro el champaña, me encanta la sensación de las burbujas deslizándose por mi garganta.


Ambas chicas se sientan a la mesa y comienzan a comer sin parar de hablar. Sora pregunta a Laila sobre los aspectos más diferentes de su vida, y esta contesta encantada sin ocultarle absolutamente nada. Al cabo de unas horas han terminado con toda la comida y, sin una sola palabra, ambas se ponen en pie al unísono para empezar a recoger la mesa.


En la pequeña cocina comienzan a fregar la loza usada en la cena, y en el último plato que Laila pasa a Sora para que lo seque, esta última retiene las manos de la rubia junto con el plato. En silencio se miran y esta vez es Sora quien acerca los labios a Laila para besarla tímidamente.


- Me parece que al final si que vas a ahorrarte el preparar la comida mañana – susurra sin apartarse de ella- Mañana comerás en mi casa, y no admito una negativa.


- No pensaba negarme Sora – responde la rubia lamiendo sus labios sensualmente- por nada del mundo me perdería esa invitación.


Sora sonríe y soltando las manos de Laila seca el plato que deja junto a los demás para colgar el húmedo trapo de la puerta del horno y salir de la cocina dirigiéndose al dormitorio.


- ¿Puedo quedarme a dormir contigo? – pregunta desde la puerta del mismo y más roja que un tomate.


- Será un placer que lo hagas – responde alegremente Laila dirigiéndose hacía ella y apagando todas las luces por el camino.


Cuando esta a su lado posa las manos en su cintura y tras unos segundos de duda se funde con ella en un largo y apasionado beso que es respondido de la misma manera.


- Sora… mi pequeña y hermosa Sora… te juro que nunca te arrepentirás de haberme aceptado en tu vida… nunca más volverás a sentirte sola mi vida… nunca más…


Sora apoya la frente en el pecho de Laila y aspira su aroma profundamente asintiendo imperceptiblemente y pegándose a ella todo lo que puede.


- Si, nunca más sola… - murmura levantando el rostro lo suficiente para mirarla a los ojos con una sonrisa.


Laila cierra la puerta tras ellas y conduciéndola a la cama se dispone a desnudarla para pasar la primera de muchas noches llenas de caricias y amor sin fin que pasaran a partir de ahora.


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