Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Akai Ito por Akai Usagi

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes son de Kishimoto

Notas del capitulo:

PERDI MI CUENTA!!! intenté e intenté volver a entrar en la anterior pero todo fue inútil, así que en fin, continuaré con la historia en ésta.

 

 

Akai Ito: Hilo rojo del destino

Tatami: Son una especie de alfombras acolchonadas.

Shibari: Es una técnica utilizada por los samurais para inmovilizar a sus prisioneros utilizando cuerdas.

Tantö: Un arma pequeña, muy parecida a un cuchillo.

Sepukku- harakiri: Ceremonia que practicaban los samurais para restablecer su honor. En el caso de los hombres, consiste en cortarse el vientre y, en el de las mujeres cortarse la garganta.

 

 

 

Prefacio

El camino del samurái reside en la muerte

 

— “Una antigua leyenda cuenta que el destino de las personas se escribe desde el momento de su nacimiento y el dios del destino, es el encargado de ello. Ata un hilo rojo al meñique de los niños, ligado a todas las personas con las que esa alma debe encontrarse a lo largo de su vida. Al final de ese camino, al otro extremo del akai ito, se encuentra el complemento del alma, la persona con la que está destinada a pasar el resto de su vida sin importar la situación, amigos o enemigos, eso, es el destino y somos impotentes ante él.

Por otra parte, se encuentran las personas que desean dividir los corazones y cortar el akai ito. Algunos lo logran, otros tantos, fallan, todo depende de la decisión y el corazón de las dos almas”.

Una mujer pelirroja contaba la historia, vestía un delicado kimono rojo con unas cuantas flores blancas en los extremos, su cabello largo se sostenía difícilmente en lo alto de su cabeza, con una horquilla dorada. Acurrucado entre sus brazos, un niño de cabellos dorados y con centelleantes ojos azules la miraba y escuchaba con gran atención. Sólo tenía tres años y sus ojos amenazaban con cerrarse, a pesar de eso, disfrutaba estar con su madre, la mujer más hermosa  que había visto, cuando su madre terminó la historia una sensación cálida se apoderó de su pecho, se removió y se puso de pie con una sonrisa, mostró su diminuto dedo meñique.

—Nee… Okasan, eso quiere decir que yo aquí… —levantó su dedito que apenas sobresalía de los demás—, tengo un hilo rojo que me une a alguien más… ¿Es eso verdad?... porque… —entornó los ojos a su meñique—. Yo no veo nada…

La mujer soltó una estruendosa carcajada, acarició unos mechones rebeldes de la cabeza de su hijo, se puso de pie y se dispuso a acomodar el futón para que su pequeño descansara.

—No cualquiera puede ver el hilo rojo…

—Mamá… pero cómo se supone que encuentre a esa persona… ¡¡Si no puedo ver el hilo dattebayo!! —refunfuñó inflando sus cachetes.

—Naruto, no debes preocuparte por eso —la mujer tomó entre sus brazos al niño y lo recostó en el futón depositando un tierno beso en su frente.

—Okasan… pero… ¿Cómo sabré cuando…?

—Para eso es el akai ito —terció un hombre alto, con un traje de samurai color azul, que entraba a la estancia, cerró las puertas corredizas tras él, y se sentó junto a la mujer. A la que le dirigió una hermosa y seductora sonrisa.

La pelirroja se sonrojó y ladeó el rostro, un gesto que, a Minato, le pareció encantador. Su esposa, la mujer más hermosa que hubiera visto y con el carácter más brusco, digno de cualquier samurai orgulloso.

—¿Otra vez le estás contando la historia del Akai Itto, Kushina? —preguntó Minato, provocando que Kushina inflara los cachetes y soltara un gruñido.

—Sí —respondió el pequeño con una sonrisa—. Pero no entiendo cómo quieren que encuentre el otro extremo del hilo si no puedo verlo dattebayo.

Minato soltó un suspiro, se acercó a Naruto  y le dio una simple caricia.

—Hazle caso a tu madre, no debes preocuparte por eso. No importa quién esté al otro extremo del hilo, si tu destino es estar con esa persona, entonces tarde o temprano se encontrarán —puntualizó  con una sonrisa deslumbrante, que el niño correspondió de la misma manera.

—Algo así como okasan y tú… —expuso el niño con decisión.

Los dos adultos permanecieron en silencio, hasta que un suave rubor cubrió sus mejillas, finalmente el samurai asintió con su cabeza, soltó un duro suspiro y continuó hablando.

—Así es’ tebanne —expresó la mujer—, pero lo más importante es que nunca dejes que esa persona se aleje de ti, dalo todo, sin importar cuán difícil sea el camino —finalizó levantando el puño en señal de batalla.

—¡Sí okasan! —afirmó el niño imitando a su madre, se acurrucó en su futon, para cerrar los ojos y soñar con la historia del hilo rojo que se enredaba a su dedo meñique, deseaba verlo aunque fuera sólo una vez.  Lentamente sus ojos se cerraron hasta caer dormido con una sonrisa,  su vida era… perfecta.

—Vaya… que rápido se duerme —expresó Minato—. Definitivamente, se parece a ti… Kushina.

La mujer enarcó sus cejas, se puso de pie y le dio un golpe a su esposo en la cabeza, recibió como respuesta un quejido.

—¡Eso duele!

Kushina apagó la vela con suave soplido, dio un último beso a Naruto y salió acompañada de Minato que la seguía detrás por el pasillo, custodiándola en silencio. Cuando entraron a la habitación, Kushina se quitó la primera pieza de su vestimenta, una especie de saco que se arrastraba por el tatami, la dobló y acomodó en completo silencio, cosa que le pareció extraña a Minato,  ya que a su esposa le costaba trabajo mantener la cordura. Una sensación de desazón se apoderó de su corazón.

—Te amo Kushina —murmuró con suavidad en un acto intimo, dio un paso hacia la mujer que permaneció en silencio mirando—, me importa poco lo que vaya a pasar. Quiero estar contigo por siempre —la tomó de la cintura—. Contigo y con Naruto, no importa nada más.

—No deberías estar conmigo… –acarició la mano de su esposo apresándola entre las suyas.

—Eso no…

—¡Es verdad! ¡Puedo verlo! ¡Tu akai ito no apunta a mí! –respondió dejando que un par de lágrimas cruzara por sus mejillas—. Y eso me irrita –gruñó apretando fuertemente los puños— ¡No quiero dejarte ir! Pero sé que tu destino no es estar conmigo y…

Minato la tomó de los brazos y en un rápido movimiento selló sus labios en un gesto melancólico, casi como un delirante. Kushina entrecerró sus ojos, quería evitar que una lagrima escapara porque, ella no era tan débil.

Correspondió el beso casi inconscientemente. El rubio jaló la horquilla dorada que apresaba esos cabellos rojos que tanto le fascinaban. Inmediatamente, sus largos mechones cayeron por su espalda hasta casi rozar sus tobillos. Minato pasó su mano por su cabello.

—Una vez —continuó repartiendo besos por el rostro de la pelirroja—. Conocí a una mujer que…—depositó uno en el cuello—… me dijo que ella forjaba su propio destino…

Kushina abrió los ojos de par en par y permitió que un escalofrío recorriera su cuerpo.

—Si sigues siendo la misma de entonces…nunca te alejes de mí… Si el destino se interpone entre nosotros, entonces, yo lucharé por tí… —las mejillas de Kushina se tiñeron de un suave color rojo.

Era tan vulnerable ante aquel samurái, a pesar de ello, no se arrepentía de nada. Apoyó su dedo índice en los labios del rubio y se permitió un momento de silencio en donde su vista se topó  contra las pùpilas azules de Minato.

—Te amo Minato —dijo con firmeza—. Te amo… y por eso mismo sé que no soy para tí.

—P-pero yo… —Kushina lo silenció con una sonrisa pícara.

—Por eso mismo—continuó aspirando profundamente y con un puchero en los labios—, quiero que me prometas que si, por alguna razón, encuentras a alguien que te haga estremecer de la misma forma que yo con una sola mirada… ¡No lo dejes ir o me enojaré contigo, tanto que desearás no haber nacido! —finalizó apartando su mano de la del rubio y levantó su puño amenazante.

—¡Nunca! —respondió con furia contenida—. ¡No me pidas algo como eso!

—¡Prométemelo! —gruñó— ¡Sabes que no te dejaré en paz hasta que me lo prometas! —Kushina tomó el rostro de Minato entre sus manos, todos sus gestos mostraban una decisión abrumadora— Sólo promételo, es todo lo que te pido...

Minato meditó durante unos segundos, para él, era una promesa absurda, sólo quería pasar el resto de su vida junto a la de aquella mujer de carácter pesado y escandaloso. Llevó una mano hasta su pecho, esto era difícil para él, pero sabía lo era más para Kushina.

—Te lo prometo —murmuró hundiendo su cabeza en el cabello rojo de su esposa—. Pero tú no te des por vencida, sé que no te gusta perder, por eso…quiero que pelees por mí…

La mujer sonrió ampliamente, y fundió sus labios en un beso cargado de pasión, se acercó más a él, lo tomó de la nuca aferrándose aún más a él. Lo amaba, de eso estaba segura, Minato pasó su mano derecha por la mejilla de la mujer que abrió los ojos lentamente.

Un hilo rojo brillante como la sangre se aferraba a su dedo meñique, un estremecimiento recorrió su cuerpo, se separó y siguió con la vista el camino de aquel pequeño listón de un rojo vibrante y delgado, invisible para muchos aunque para ella no. Se mordió el labio inferior, tenía la “maldición” de poder ver el destino de ese hilo, muchas veces quiso saber a donde llevaba el akai ito de Minato, pero no tenía la fortaleza de soportar si veía aquel destino.

Miró sus manos, ahí estaba la maldición, una intrusa sin destino, no sabía el por qué, pero ella carecía del hilo rojo, una mujer sin un camino que seguir que se había aferrado a un hombre encantador con el que no debía estar. Rodeó con sus manos la cintura del hombre que le tomó la barbilla y empezó a repartir besos por todo su cuello.

—Quiero estar contigo… un poco más… —murmuró muy bajo soltando un jadeo y con una sonrisa entre sus labios—. Después, seguirás tu camino…

Con delicadeza, Kushina, desató la cinta que sostenía su kimono, sin perder de vista las pupilas azules que delineaban cada una de sus facciones. Afuera de la habitación, un par de pisadas corrían presurosas, seguido de un grito.

—¡Minato-sama! —una voz masculina y agitada llamó desde la puerta—. ¡Siento la interrupción, pero es urgente!

El rubio soltó un fuerte gruñido, recargó su cabeza en el hombro de kushina que inmediatamente se acomodó su ropa y  cabello, hizo una mueca de disgusto y dio un paso, dispuesta a asesinar al inoportuno visitante, algo que Minato previó con una sonrisa y un último beso en los labios.

—Regreso en un momento— murmuró tomando su katana y abriendo la puerta corrediza en la que un anciano, con el cabello atado en una coleta alta, mantenía la cabeza agachada— ¿Qué sucede?

—M-minato-sama, capturamos a un intruso…

—¿Cómo logró entrar? —preguntó en voz alta Kushina con  las manos en la cintura y el ceño fruncido.

—K-kushina-dono, es que… n-no

—Kushina, ve con Naruto y no salgan de ahí—ordenó tajante el rubio, acomodó la katana en su cinturón.

—Yo puedo cuidarm...

—¡Haz lo que te digo! —gruñó el samurai—. Necesito que cuides de Naruto y, sé que puedo confiar en ti —expresó con una sonrisa sincera, que provocó que Kushina se sonrojara.

Minato salió de la habitación, escuchando con atención todo lo que el guardia explicaba, al parecer sólo era un intruso poco habilidoso al que pudieron detectar.

—Un ninja —dijo el anciano con nerviosismo—. En estos instantes lo están interrogando señor, no sabemos como logró esquivar a los guardias de las entradas...

El rubio frunció el ceño, apresuró el paso hasta llegar a un inmenso jardín, en donde un fuerte árbol permanecía, con sus pétalos rosáceos mecidos por el viento. Postrado ante sus raíces, un hombre de cabellos negros y ojos del mismo color permanecía atado con un shibari, mientras que un grupo de guerreros lo rodeaban y le repartían golpes por todo el cuerpo. Minato se acercó con decisión, Orochimaru encabezaba el grupo, alentando y sonriendo sardónicamente ante las gotas de sangre que caían sobre el pasto y la arenilla blanca del suelo.

A pesar de los golpes recibidos, el ninja, seguía firme, sin siquiera inmutarse, al observar al rubio samurai que se acercaba exigiendo una explicación una suave sonrisa apareció en sus labios ensangrentados.

—Minato-san, mira a la rata que nos encontramos husmeando— señaló Orochimaru—. Al parecer, llevaba días infiltrado dentro del castillo, me pregunto… —se acercó al ninja con su sable desenvainado y acarició su mejilla con el filo provocando un corte al intruso y que una gota de sangre resbalara—. ¿Acaso pretendías dañar al hokage?

El ninja soltó una risita de superioridad que enfureció a Orochimaru que soltó un gruñido y se lanzó hacia él, dispuesto a cortarle la garganta, pero el rubio detuvo el ataque con un sencillo movimiento que lo desarmó.

—¡Déjennos solos –ordenó el rubio dirigiéndose al hombre de ojos ámbar que soltó una mueca de asco.

—¿Qué te hace pensar que podrás sacarle  información? ¡No ha dicho ni una sola palabra desde que lo capturamos! Quizá sea mudo —se mofó dirigiéndole un gesto despectivo al prisionero que permaneció inmutable. Se dio la vuelta e hizo un gesto con su mano para que los demás se apartaran—. Haz lo que te plazca…

Minato asintió con un movimiento de su cabeza, su semblante se endureció al instante, rebuscó entre sus ropas y sacó un pequeño kunai con un listón rojo amarrado en la longitud y un símbolo que el ninja reconoció en el acto.

—Supongo que vienes a lo mismo que tus compañeros que te precedieron y, que ahora están muertos —explicó Minato extendiendo el kunai, para q la luz de una antorcha iluminara el símbolo grabado en el metal, un círculo dividido a la mitad de color rojo y blanco—. No te preguntaré a que has venido, puesto que lo sé y, no pienso perdonarte, ya que vienes a lastimar a la mujer que amo… —cada palabra brotaba con una gélida muestra de desprecio—. Aunque, tal vez, podría cambiar de opinión si me dices para quién trabajas…

El ninja abrió los ojos de par en par, una sonrisa irónica cruzó por sus labios, durante unos segundos paseó su mirada del kunai al samurai, hasta que una estruendosa carcajada brotó de su garganta.

—¿Qué te hace tanta gracia? —gruñó con irritación Minato.

—Jajaja, que al parecer ella nos traicionó —gritó el hombre—. ¡Ya sabes que es esa mujer!

Minato frunció el ceño, tomó el kunai y lo clavó sin ninguna muestra de compasión en el hombro del ninja que se mofó del gesto.

—Ya lo sé, y no me importa…

—Entonces… también debes saber que no puedo experimentar ningún dolor. Puedes atravesarme con tu katana, cortarme un brazo, torturarme hasta desangrarme… no sentiré nada… —expresó el ninja ampliando su sonrisa—. Lo curioso, es que, esa mujer a la que dices “amar”, no te ha explicado nada de esto, ni siquiera a la familia para la que trabaja. Además… —meditó unos instantes con un gesto triunfal—. ¿Por qué crees que me capturaron con tanta facilidad…?

El samurai frunció el ceño, podía ver la sangre del ninja gotear y unos moretones en su rostro que se intensificaban cada vez más y, aún así, se burlaba de él... De pronto un escalofrío corrió por su cuerpo, abrió los ojos de par en par y una inmensa rabia se apoderó de su mente, llevó su mano hasta el mango de la katana.

—S-sólo una distracción… —rugió cuando el filo atravesó el cuello del desafortunado intruso, antes de echar a correr hacia su esposa.

 

------------------

Kushina permanecía en silencio, con un par de shurikens aferrados en su mano, y su corazón latiendo con frenesí. Naruto aguardaba dormido, sin siquiera inmutarse por todo lo que pasaba en esa noche, la pelirroja, sintió su piel enchinarse de miedo cuando la puerta que daba hacia el estanque comenzó a abrirse. La oscuridad era inminente, abrió los ojos tratando de visualizar al que se encontraba frente a ella, pero al descubrir un par de ojos escarlata se puso a la defensiva, con su otra mano, tomó un pequeño tantô.

El intruso la miró inexpresivo, dio un paso dentro de la habitación, y observó al pequeño rubio que se movió entre las cobijas.

—¡¿Qué quieres?! —gruñó la mujer poniéndose entre su hijo el intruso.

—No has cumplido con la misión que se te encomendó —explicó con tranquilidad dando un paso hacia enfrente, dejando que, por primera vez, la diminuta luz de una vela bañara su cuerpo.

Kushina soltó un murmullo de sorpresa, frente a ella, un chico de aproximadamente once años la miraba con total seriedad, su cabello largo, amarrado en una coleta y, unas pequeñas ojeras que adornaban sus ojos, a un lado de su cabeza, una máscara blanca con forma de conejo y unas marcas rojizas.

—E-eres sólo un niño —murmuró la mujer sin entender—. Como es posible… que te mandaran a morir…

El ninja frunció el ceño, en una muestra de disgusto, llevó su mano hasta su espalda y con la delicadeza y destreza de un felino desenvainó su espada, Kushina sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, por inercia, su mano se movió, lanzando los shurikens en un tiro perfecto, una sonrisa de satisfacción cruzó sus labios por un segundo, antes de descubrir como el niño con un simple movimiento de su arma detenía las estrellas. La mujer, con horror, descubrió, cuan equivocada estaba, ése “niño”, era un ninja diestro en la labor del asesinato silencioso, aunque, de antemano, sabía que, de haber querido asesinarla, ya lo habría hecho.

—¿Qué quieres? —preguntó a la defensiva, aferrando con ambas manos la única arma con la que contaba el tantô, miró sobre el hombro a su hijo que dormía placidamente.

—Se supone que evitarías que ese samurai obtuviera una victoria en la batalla del puente kanabi, fallaste en tu misión —explicó con naturalidad, cerrando los ojos unos instantes, al abrirlos, un brillo extraño emanaba de sus pupilas—. Y pese a haber fallado, aún sigues aquí ¿Qué es lo que pretendes con esto?

Kushina frunció el ceño claramente molesta, mientras que una gotita de sudor surcaba por su frente, aspiró profundamente y se lanzó hacia el ninja, decidida a acabar con ese asesino de apariencia infantil. Una silenciosa batalla comenzó entre los dos, la mujer peleaba en condiciones parecidas, conocía cada uno de los movimientos del otro guerrero, que se limitaba a esquivar sin hacer un ataque, algo que la irritaba, era como si estuviera peleando contra el viento, cada golpe y patada la esquivaba sin ningún esfuerzo. El ninja retrocedió unos cuantos pasos antes de hacer su primer ataque, una patada en el estómago que le provocó una especie de calambre recorrer desde su estómago hasta su garganta, cayó de rodillas al suelo,  tratando de contener los deseos de vomitar, un suave quejido salió de su garganta, a pesar de ello, aún aferraba el tantô como si su vida dependiera de ello, sus ojos trataban de enfocar al niño que permanecía inexpresivo. Con desesperación, buscó con la mirada a su hijo; con las manos temblorosas se arrastró hasta él.

—N-no… no le hagas nada… Y-yo soy la única culpable —imploró con la voz quebrada tratando de cubrir con su cuerpo a su hijo que murmuró algo inaudible entre sueños con una sonrisita—. Por favor…

Los ojos de Kushina se cubrieron de frustración, se sentía tan impotente, cosa que le hacía temblar de furia. El dolor en su estómago se hacía más intenso y cuando intentaba ponerse de pie aumentaba. El ninja la observó abrió lentamente sus labios, aspiró el aire frío y con suavidad habló.

—Si quieres que él y el samurai estén a salvo, entonces aléjate de ellos. Sabes que eres una traidora que debe morirantes de que nos delates —un escalofrío de terror recorrió el cuerpo de la pelirroja—. Mientras vivas, te buscarán, y matarán a todo aquel que se atreva a interponerse en su camino —el ninja levantó su katana que relució con un brillo extraño—. No sé lo que ocurrió entre tú y ese samurai al que debías asesinar, ni me importa, pero si lo aprecias aunque sea un poco, debes desaparecer…

—¡¿Por qué me dices todo esto?! —gruñó la mujer con rabia—. ¡Se supone que tú vienes a matarme…!

El intruso la miró durante unos instantes que a ella le parecieron una eternidad. Un suave tintineo del metal era el único sonido que arruinaba ese momento, sorprendida, observó su mano, que parecía convulsionarse, mientras aferraba la espada corta hasta casi hacerse daño a sí misma. Temblaba, quizá de miedo o impotencia, no lo sabía, pero odiaba esa sensación, un grito desgarrador salió de su garganta y, por fin, las lágrimas cruzaron su rostro.

—M-matame, pero no les hagas daño —suplicó con la voz entrecortada.

Naruto se removió entre las cobijas, talló sus ojitos que se abrieron lentamente, junto a él, su madre lo aferraba dolorosamente.

—Okasan…—susurró con un bostezo.

En ese instante, el ninja se acercó a ella, odiaba su mirada, sus hermosos ojos retándolo sin temer un solo instante, aún sabiendo  que la muerte era su destino; Kushina había dejado de ser una kunoichi, ahora, era una mujer samurai. Algo se disparó en el interior del joven que por primera vez, mostró un gesto.

—Odio a los samurai —murmuró levantando su katana, dispuesto a acabar con la vida de aquella traidora.

La puerta corrediza se abrió en ese momento, los presentes observaron con sorpresa, un rubio jadeante, entraba corriendo y con un rictus de furia en su rostro, su espada ensangrentada se arremetía contra el joven shinobi que se limitó a retroceder de un salto. Soltó un gruñido de disgusto y frunció el ceño, solo por unos instantes, en un rápido movimiento, acomodó su máscara sobre su rostro, analizando cuidadosamente los movimientos de su nuevo rival.

—¿Estás bien? –preguntó Minato jadeante, dirigiéndose a la mujer, aún con la espada apuntando al ninja, por ningún motivo bajaría la guardia ante un guerrero incapaz de sentir dolor y miedo.

Naruto permanecía sin entender nada, se sentó sobre el futón al momento que Kushina lo abrazaba de manera posesiva, asintió ante la pregunta de Minato, de su garganta no salía ningún sonido, sus ojos se dirigieron del samurai al ninja, en su interior, su corazón golpeaba con dolor contra su pecho, sentía que su esperanza desaparecía en cada mirada.

Minato permaneció a la defensiva, con su katana al frente, un pie adelante flexionado, listo para lanzarse al ataque, miró de reojo a su esposa, que apresaba entre su pecho a Naruto y con una mirada lo dijo todo.

“Tenía miedo de perderlos”

Kushina aspiró profundamente, cerró los ojos unos instantes, pensando en que tal vez, su mente le hacía una mala jugada, pero al abrirlos, descubrió que esa era la cruel realidad. El akai ito enredado en el dedo meñique de su esposo brillaba con una intensidad abrumadora, un rojo intenso se aferraba a su carne, y de ahí, partía, sólo para terminar en el meñique de aquel ninja que se mantenía a la defensiva, para asesinar en cualquier instante. Naruto intentó zafarse del agarre de su mamá pero ésta lo asió con mucha más fuerza, las pupilas de Naruto se dilataron durante unos instantes en los que la respiración  se le fue.

—E-eso…—dijo en un murmullo que sólo él pudo escuchar—Es… tan rojo…

Sin esperarlo Minato arremetió contra el ninja. El chocar del metal una y otra vez, parecía como el rugido de una feroz bestia. Los dos guerreros se defendían y atacaban de forma impecable, no desperdiciaban ninguno de sus movimientos, incluso, parecían disfrutarlo.

La batalla duró sólo unos instantes, ya que, un numeroso grupo de guardias llegó inmediatamente, armados con lanzas, arcos y espadas. El joven estaba completamente rodeado, sin ninguna escapatoria, el duelo se detuvo.

—Valla, valla, pero si aquí está el verdadero intruso —una voz fría y siseante resonó entre todos los guerreros.

Orochimaru salió con su espada en alto, dispuesto a asesinarlo, una sensación extraña recorrió su cuerpo al descubrir a su inusual invitado. Parecía un simple chiquillo, sin nada en especial.  Sus labios se curvaron en una tenebrosa sonrisa que duró muy poco, ya que, sin que ninguno de los presentes se lo esperara, el ninja sacó un par de bombas que explotaron provocando un denso humo negrusco. Orochimaru abrió los ojos de par en par, cerca de él, escuchó quejidos y gruñidos, seguido de objetos cayendo, frente a él, un par de ojos rojizos se acercaban, una gotita de sudor recorrió el contorno de su rostro hasta su cuello, sabía que su muerte estaba cerca.

De un segundo a otro, el humo se esfumó, junto con el intruso, varios cuerpos yacían entre un charco de sangre, con la garganta y el pecho diseccionados. Orochimaru aún podía sentir su corazón acelerarse de terror, algo que jamás había sentido, era como si hubiese sido sometido con aquel acto de poder.

—E-eso… fue… increíble —murmuró tras una sonrisa maliciosa.

Se dio la vuelta y se alejó sin decir una sola palabra. Minato escudriñaba entre las sombras, tratando de localizar a aquel intruso, con rudeza clavó su espada en el suelo, de antemano, sabía que aquel chico había desaparecido y, era la única persona que había conseguido escapársele, sus ojos se mantuvieron en el suelo, con la katana aferrada del mango, mientras que Kushina, sentía que la poca esperanza que tenía desaparecía.

Esa noche, era decisiva, sus vidas, habían dado un giro que ninguno de los presentes deseo experimentar. Minato, trataba de mantenerse firme, aunque sabía que algo estaba mal, por desgracia, no lo descubrió hasta un par de días después, cuando Kushina, la mujer a la que amaba, cometió seppuku.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).