Con los ojos entrecerrados tanteó la cama al lado de su cuerpo, buscándole, hallándole.
Acarició la piel de esa figura que le daba la espalda, apenas con las yemas de sus dedos. Entonces sintió un temblor por parte del que abrazaba. Pensó en sí le había despertado, lo que comprobó al momento de oir un tenue gruñido saliendo de la garganta de su amante.
No alejó su mano, ni acarició con más suavidad aun, al contrario, presionó con algo más de fuerza sus dedos en el terciopelo que tenía como piel su amante, creando una mayor y exquisita fricción.
Nuevamente un movimiento, que arrastró la sábana consigo, dejando al descubierto el torso y uno de los muslos del menor. Entonces suspiró, alejando su mano de la espalda de su compañero, y volteándose, quedando espalda contra espalda, ambos mirando a la nada; cerró sus ojos, con la intención de que el sueño le llevara a la inconsciencia que tanto buscaba, mas no pudo.
-Voy a tomar aire, ¿vienes conmigo? –Dijo, levantándose de la cama y poniéndose nuevamente la ropa interior.
-…
-Maldito… -Murmuró, caminando hacia el balcón que en la habitación se encontraba.
Pensó en cerrar la mampara de cristal con fuerza, sólo para molestar a quien aún seguía en la cama, sin embargo prefirió evitarse el disgusto, por lo que descartó dicha opción. En el balcón encendió un cigarrillo, el que comenzó a fumar, apoyado en la baranda, mirando las luces de neón de los carteles publicitarios, el poco tráfico vehicular y la escasez de personas transitando por las calles.
Enredó un mechón de cabello rubio entre sus dedos, consumiendo lentamente el tabaco, pensando incoherencias, una tras otra, para evadir su verdadera preocupación. Cuando éstas se acabaron fue que a su mente llegaron las interrogantes para las que no tenía respuesta. Un suspiro brotó de sus labios cuando el cigarrillo se consumió completamente, trayendo consigo el cansancio que no había podido invocar con anterioridad.
Y era lógico, porque se había acostado hace sólo un par de horas con Reita, sin embargo eso no tenía sentido ya.
Lo tenía antes, cuando el acoplarse significaba hacer el amor con la persona amada, no tener sexo con alguien para quien te convertiste lentamente en un simple desconocido.
Desconocido.
No era una palabra muy agradable, pero el rememorarla hizo que una mueca, casi divertida, adornara su rostro. Era como si estuvieran volviendo al mismo punto donde había comenzado eso que en algún momento se llamó relación... ¿Quedaba algo de ello? No lo sabía con exactitud...
El repentino frío comenzaba a calar su cuerpo desprotegido, haciendo que un escalofrío recorriese su espalda. No era que estuviera esperando que mágicamente Reita apareciera por la mampara y fuera a rodear sus hombros con ésos varoniles y musculosos, pero delgados, brazos, que tantas veces le habían cobijado. No era lo que esperaba, pero, sinceramente, no le vendría nada de mal.
Suspiró. Porque eso no sucedería.
Caminó en dirección a la habitación que compartió con Reita algunos meses, y hasta hace algunas horas, con la intención de salir de ahí.
De todos modos, ni siquiera él estaba seguro de querer tener desconocidos en casa.
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