It doesn’t matter.
Su yukata se abre a conciencia, y las piernas se separan (un poco, despacito, en el ángulo y la posición justa). Desde la mesa de enfrente Naruto lo ve, y sus ojos azules, eléctricos, brillan. Se relame. Y se acerca. Shikamaru sonríe (y casi no es una sonrisa, porque no es más que una línea ladeada) y el plan es perfecto porque su intelecto sigue intacto a pesar de estar borracho.
Uzumaki llega, cae, como el inocente (calentón) que es y le pregunta que »qué quiere«, y la respuesta es un pastoso »ahora«, y un muy seguro »ya«.
Shikamaru no se sorprende que Naruto tarde en entender (porque es lento; muy rubio para su propio bien). Y tampoco se sorprende que lo jale, de repente, hacia el baño. Nara coge una botella de sake y ambos desaparecen en el cuarto de lavado.
No les importa que sus amigos queden en el salón preguntando perplejos por su repentina ausencia. No les importa que estén en un bar, y que haya cientos de personas o que puedan oírlos. No les importa que el baño sea pequeño, y ellos ya demasiado grandes. A Shikamaru no le importa que el alcohol no fuese tan buen lubricante como hubiera pensado (porque el que sea un genio también deja de importar) y a Naruto solo le importa una cosa.
El pecho de Nara se apoya contra la pared y las manos del rubio son tan inquietas como él mismo; desacomodan su ropa, liberan sus cabellos, tocan y tocan. No paran.
Cuando Naruto pregunta contra su oído, en un susurro cálido » ¿Te importa? «, Shikamaru tiene ganas de reírse (y lo haría, si no estuviera tan caliente), y le dice que entre, rápido; porque borracho como está, algunas cosas –como darle el control- dejan de tener importancia.
Fin.