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El cuarto sello por Neriah27

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Notas del capitulo:

Buenas, siento muchísimo tardar tanto en actualizar esta historia pero entre unas cosas y otras mi ispiración y mi tiempo libre se han visto reducidos drásticamente. Intentaré ir actualizando cada vez que pueda. Pero no sé esactamente cada cuanto tiempo será eso.

Pido perdón de antemano.

 

Aniel se despertó en un lugar oscuro, pero a pesar de la oscuridad podía ver perfectamente. Así que dedujo que aún estaba en la Tierra. Esto le sorprendió, no esperaba volver a despertarse nunca, al menos no como Aniel. Inspeccionó el lugar en el que estaba, parecía el garaje de algún chalet. Un Honda Civic estaba aparcado a escasos metros de dónde él se encontraba, también pudo ver una diana con dardos, una mesa de trabajo y un par de cubos de basura de los que proporcionaba el ayuntamiento a este tipo de residencias.

 

Hizo recuento de daños, parecía que su curación acelerada le había sanado las heridas más leves y, por extraño que eso pudiese sonar, alguien le había limpiado y vendado las más graves. Lo que más le preocupó fueron sus alas, las sentía pesadas y pegajosas, como si tuviera las plumas completamente apelmazadas.

 

Intentó levantarse para salir de allí, pero descubrió que su tobillo estaba atado con una gruesa cadena. También descubrió, no sin sorpresa, que le habían puesto un calcetín por encima de la sandalia romana que llevaba en ese pie. Descubrió por qué en cuanto sus manos tocaron la cadena para intentar romperla. El dolor le abrasó las palmas y a pesar de haberla soltado casi al instante, sus manos empezaron a ampollarse. -Yo que tú no haría eso. -La voz de Adirael le llegó desde lo alto de la escalera. -Son mis mejores cadenas sacrílegas. -Los ojos del ángel se llenaron de furia al contemplar al demonio. -Maldito seas... -Él se rió con ganas. -Gracias, siempre es un honor que nos maldigan. Y es un placer especialmente dulce si la maldición proviene, además, de una Potencia.

 

Los ojos azules chispearon de ira y Adirael sintió que si las miradas matasen, habría dejado la existencia haría unos diez segundos. -¿Qué hago aquí? ¿Por qué no me has matado aún? -El demonio torció el gesto, como si mantenerlo con vida fuese una obligación indeseada. -Ya te lo he dicho, necesito hablar contigo. -El ángel lo miró con desconfianza -Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, pues no hay verdad en él. Cuando dice mentira habla según su propia naturaleza, porque es mentiroso y padre de la mentira. -Adirael soltó otra carcajada y se quedó mirando al ángel con incredulidad. -Juan, capítulo ocho, versículo cuarenta y cuatro. ¿Me equivoco? Pero ángel mío, no es necesario que me cites la biblia para decirme que soy un mentiroso. Pues lo soy, está en mi naturaleza serlo. Sin embargo, voy a contarte una historia que tú mismo juzgarás si es cierta o no. Y después te haré unas preguntas, si tus respuestas me satisfacen, podremos llegar a un acuerdo. No, no pongas esa cara, espera a que termine de hablar. Si no me satisfacen, acabaré con tu vida como debería haber hecho en aquel callejón.

 

Aniel se mantuvo en silencio a pesar de que su mirada sugería, de forma elocuente, la muerte rápida que le daría al demonio si tenía la oportunidad. -Está bien, -continuó Adirael, -supongo que habrás escuchado la noticia que trae de cabeza tanto al cielo como al infierno. El tercero de los sellos apocalípticos ha sido abierto y nadie sabe quién, ni cómo lo ha hecho. -El fuego en los ojos de ángel brilló con más intensidad. -Habéis sido vosotros ¡Malditos! ¡Vosotros intentáis destruir el mundo! -Adirael suspiró y negó con la cabeza. ¿Por qué los ángeles eran siempre tan testarudos? -No niego que haya algún demonio involucrado, pero ninguno de los tres grandes sabe quién ha sido. Lucifer está que se sube por las paredes, porque alguien ha osado desafiarlo. Belcebú me ha encargado que investigue, pues el Príncipe considera que es el único con derecho a enfrentarse al Emperador y sabe que esta vez no ha sido él. Astaroth calla y observa, pero también parece molesto de que algo se escape a su conocimiento. Además, a parte de los tres grandes, hay otro que debería estar beneficiándose de la venta de información, sin embargo, el silencio de Agliareth, parece indicar que no está seguro de lo que está pasando. ¡Agliareth! Que siempre se entera de todo el maldito cabrón.

 

Aniel le lanzó una mirada envenenada. -¿Y esperas que crea que los grandes señores del infierno no han tenido nada que ver? -El demonio rió divertido -Tienes razón, es difícil de creer. No puedo responder por Astaroth, porque digamos que no nos llevamos muy bien. Pero mi señor Belcebú, nos ha asegurado a todos sus seguidores una bonita sucesión de tormentos infernales si no averiguamos lo que está pasando antes de que Lucifer se le eche encima por traición. No es que eso sea algo nuevo, pero al Señor de las Moscas le molesta que alguien de las puñaladas traperas por él. Sobre todo si tito Luci le hace pagar a él los platos rotos. Bien, hasta aquí mi historia, ahora te haré las preguntas.

 

El ángel se revolvió en su sitio, intentando soltarse del amarre para lanzarse encima del demonio. -¿Por qué habría de responderte? -El demonio agarró a Aniel de la barbilla y lo alzó hasta ponerlo a su altura. -Por dos motivos, el primero es que estás a mi merced. Encadenado a esa pared y sin tu espada, podría matarte con sólo chasquear los dedos. Y segundo, porque a ti también te interesa parar todo esto antes de que se abra el último sello. ¿No cre-? -El demonio cayó doblado de dolor al sentir el puño del ángel incrustado en su estómago. Aniel se levantó en toda su estatura y lo miró desde arriba -Si quieres matarme, adelante. Pero no pienso responder a ninguna de tus preguntas.

 

Adirael se levantó aún con una mano en el estómago. Desenvainó su espada, la alzó con ambas manos y la dejó caer. El ángel ni pestañeó. A pesar de que sabía que iba morir, Aniel era demasiado orgulloso como para mostrar su miedo a un demonio. Sin embargo, la hoja se detuvo antes de tocar su garganta. El demonio lanzó su espada contra la pared y empezó a soltar maldiciones.-¡Joder! ¡No sabes cuantas ganas tengo de rebanarte el cuello! ¡Pero si te mato tendré que buscar a otra puta Potencia para resolver esta mierda!

 

La Potencia en cuestión, parpadeó sorprendido. No esperaba aquella reacción. No entendía muy bien lo que estaba pasando. Según los estándares, debería llevar muerto unas seis horas, sin embargo allí estaba, vivito y coleando. El demonio volvió a clavar sus ojos en él, parecía estar usando todo su autocontrol para no recoger la espada y enterrársela en el corazón. -Está bien, lo haré a tu manera. -Adirael subió corriendo las escaleras y volvió a bajar igual de rápido con un libro en la mano. Lo abrió por una página marcada y leyó. -Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono, un libro escrito por las dos caras, sellado con siete sellos.(1) -El ángel levantó una ceja, sin comprender de qué iba aquello. -¿Y qué me quieres decir con eso? ¿O es que pretendes que me crea tu historia porque eres capaz de leer la Biblia? -El demonio suspiró hastiado. -¿Has escuchado el pasaje? ¿Has prestado la más mínima atención? Mira, te lo leeré de nuevo. Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono... -Repitió. El ángel no dio ninguna muestra de entender de lo que hablaba. -¡El libro! ¡Joder, el puto libro! ¡Está en Su mano! ¡Lo tenía Él! ¡En el cielo! ¿Cuánto hace que no entra uno de los nuestros en Su Reino?

 

Aniel abrió los ojos sorprendido, ningún demonio había pisado el cielo desde la caída de Luzbel. El horror de lo que eso significaba atenazó el corazón del ángel. No habían sido los demonios, había sido un ángel. ¡Un ángel estaba iniciando el Apocalipsis! La Potencia se apoyó en la pared, tambaleante, estaba desolado por lo que acababa de descubrir. -Bien, ¿Me ayudarás ahora a averiguar quién está haciendo esto? ¿Unirás tus fuerzas para ayudarme a destruirlo? -Preguntó el demonio.

 

Aniel estaba confuso, aquello no tenía sentido, un ángel empezando el fin del mundo y un demonio intentando pararlo. No, no había ninguna lógica en absoluto. Miró a Adirael con suspicacia. -¿Y por qué no querría un sirviente de El Adversario que llegase el Apocalipsis? ¿No os beneficia a vosotros la destrucción del hombre? -El demonio lo miró y alzó una ceja. -Parece mentira, tantos años peleando con Lucifer y aún no sabes cual es su mayor pecado... ¡El orgullo! Lucifer no dejará la destrucción del mundo a ningún otro, porque el mundo es la más grande creación de Dios y destruirlo sería avanzar un paso hacia su derrota y sólo él puede derrotar al Altísimo. O al menos eso es lo que él cree, como comprenderás, mi señor Belcebú no está nada de acuerdo con esa declaración. Pero a tito Luci le molesta, y mucho, que otros demonios anden tratando de derrocar a Dios.

 

-A ver si lo he entendido, Lucifer está furioso porque todo esto lo está llevando a cabo alguien que no es él. Belcebú está molesto, porque le están cargando a él el muerto y Astaroth parece no saber nada del asunto. Bien, y tú estás en esto porque tienes miedo de Belcebú... No me lo creo. No eres tan importante como para que Belcebú se fije en ti si esta misión fracasa. Así que dime por qué estás en esto. -Adirael lo miró mientras una sonrisa ladina se dibujaba en su rostro. -Tienes razón, no soy lo suficientemente importante. Por eso estoy aquí, porque busco poder y si me adelanto al resto de demonios, Belcebú estará complacido y me entregará más poder y entonces... -El demonio fue interrumpido por el ángel que había levantado una mano delante de su rostro. -Realmente conmovedor, ahora dime la verdad. ¿Por qué me estás pidiendo ayuda? -El demonio lo miró con ira, casi se podían ver las chispas saltando en su negra mirada. Pero sabía que tendría que decirle la verdad al ángel. Aunque eso lo denigrase como demonio-¡Está bien! ¡No quiero que se acabe le mundo! ¿Contento? ¡Como se lo repitas a algún otro demonio me encargaré de que sufras una muerte lenta y dolorosa!

 

Aniel le lanzó una mirada suspicaz, su instinto le decía que esta vez no había mentido. Pero, de nuevo, aquello no tenía sentido. ¿Por qué no iba a querer un demonio que se acabase el mundo? ¡Los demonios existían para eso! Adirael pareció leer la pregunta en su cara, porque la contestó como si la hubiese hecho en voz alta. -¿No lo sabes? Después del apocalipsis vendrá la batalla definitiva entre el cielo y el infierno. Después de dividir a los humanos, ambas filas estarán más nutridas y no será fácil saber cual de los dos bandos ganará. Personalmente, no sé qué prefiero. Si gana el cielo, coros, nubes blancas y éxtasis eterno bajo la faldita del señor. -La palabra señor había sido pronunciada con un desprecio absoluto y los ojos del ángel chispearon ante la falta de respeto, pero se mantuvo callado. -Francamente, no sé si podría soportar semejante aburrimiento. Sin embargo, si ganamos nosotros, torturas, sadismo y calor, calor asfixiante por el resto de la eternidad. ¡No gracias! Me gusta mantener la temperatura ambiente por debajo de los cincuenta grados.

 

Aniel lo miro de nuevo con recelo. -El dolor, la tortura, el sadismo... ¿No es eso lo que os gusta a vosotros los demonios? -La sonrisa del demonio casi lo hizo retroceder de puro terror. Pero era una Potencia, no podía dar muestras de debilidad y menos delante de un demonio. Adirael se le acercó con aquella sonrisa macabra -Tienes razón, nos encanta. Disfrutamos con todo ello. -La mano del demonio se movió acariciando las alas del ángel... -Es una sensación tan dulce, tan placentera. -El puño del demonio se cerró en torno a las plumas y arrancó varias de un tirón. Aniel hizo un esfuerzo titánico para no gritar, no le iba a dar ese tipo de satisfacción al otro, sin embargo, no pudo evitar el gesto de dolor. El demonio le tiró las plumas a la cara, mientras reía. -¿Lo ves? Tu gesto, tu cara... En estos momentos son perfectos... El odio, el terror, el dolor, son las cosas que adoramos...-El demonio recogió su espada y se la acercó al ángel lentamente, haciendo un corte en su mejilla. El fuego quemó la cara del ángel y un fino hilo de sangre bajó hasta su barbilla.

 

El ángel aguantó estoico, sentía su mejilla arder y tuvo que recordarse quién era para no vomitar cuando el demonio le pasó la lengua por la cara, para recoger su sangre. -El sabor de la sangre... y la muerte. - No se iba a dejar vencer. Podía matarlo, podía torturarlo y quebrar su cuerpo. Pero él era una Potencia, un servidor del Altísimo, no permitiría que un esbirro de Belzebú quebrase su determinación. Así que lo miró desafiante mientras la espada se acercaba de nuevo a su garganta, prefería morir a mostrar el terror que estaba sintiendo en aquellos momentos, sabía que su fin estaba cerca y que no podría hacer nada por evitarlo, encadenado como estaba. Sin embargo, la espada se detuvo a escasos centímetros de su yugular. Pudo notar el calor del fuego sacrílego, pero estaba lo suficientemente lejos como para que no le estuviese haciendo ningún daño.

 

Miró al demonio, sorprendido de que no lo hubiese matado todavía y lo que vio hizo que sus ojos se abrieran aún más por el asombro. La cara del demonio estaba desencajada, parecía como si estuviese manteniendo una lucha contra su propio brazo. La hoja temblaba en su mano acercándose y alejándose por milímetros y una gota de sudor empezó a caer por su frente. Parecía que estaba haciendo un verdadero esfuerzo, peleando consigo mismo. La lucha duró unos instantes más y, cuando parecía que la espada iba a tocar por fin el cuello del ángel, el arma cayó al suelo sobresaltándolos a ambos con su ruido.

 

El demonio cayó al suelo de rodillas, parecía verdaderamente exhausto. Clavó sus ojos en los del ángel, en un gesto de claro reproche. -Estoy intentando mantenerte con vida. No deberías provocarme de ese modo. ¿Por qué te empeñas en cavar tu propia tumba? -Esas palabras, acompañadas de aquel gesto, descolocaron por completo al ángel. -¿Por qué a mí? ¿Por qué una Potencia? -El demonio se levantó lentamente y aún más lentamente, se guardó la espada en el bolsillo, intentando evitar, en lo posible, nuevas tentaciones. Sabía que la próxima vez no podría contenerse. Empezó a alejarse del ángel escaleras arriba, pero antes de cerrar la puerta dijo. -Porque vosotros sois los guardianes de margen.

 

El ángel se apoyó en la pared y se deslizó por ella hasta quedar sentado en el suelo. Acababa de recibir demasiada información, y necesitaba meditar qué hacer con ella.

 

Debió quedarse dormido, porque una toalla lo despertó de golpe, y nunca mejor dicho, al impactar contra su cara. -Ahí tienes, agua para lavarte y disolvente para la pintura de las alas. -El demonio había vuelto y le había dejado dos barreños con líquido delante de él, antes de tirarle la toalla a la cara. -Será mejor que las limpies si quieres ser capaz de volver a usarlas.

 

Adirael miró al ángel mientras se limpiaba de forma metódica, intentando eliminar todos los restos de suciedad de sus alas. O debería decirse más bien que posó sus ojos en él, porque su mente, y su atención, estaban en realidad muy lejos de allí. Estaba pensando en como convencer al ángel para que lo ayudase, para que no lo considerase un enemigo y, sobre todo, para que no lo obligase a matarlo. Pero los ángeles tenían la cabeza muy dura y era casi imposible que alguno aceptase confiar en los de su especie, casi, ahí residía la clave... Tenía que haber algo, algo que él pudiera hacer. -Te daré mi espada. -La frase había salido de sus labios casi sin pensar y se sorprendió a sí mismo ante tal oferta. Las espadas sacrílegas eran toda la defensa que un demonio tenía ante los ángeles, y ante otros demonios. Ofrecerle la suya a un ángel, a una Potencia ni más ni menos, significaba que estaba poniendo su vida al borde del abismo y una parte de él le estaba gritando que, si lo hacía, Aniel no dudaría en empujarlo.

 

El ángel por su parte se había quedado atónito ante la repentina oferta. Él también sabía lo que significaba aquello y más viniendo de un demonio. Un ángel podía hacer una promesa como aquella, pues sabía que si las cosas iban mal, sus congéneres lo protegerían. Es más, un ángel podría convencer a Miguel de que le forjase una nueva, pero si un demonio perdía su espada, lo más probable era que su cabeza quedase colgando de algún muro, como testigo mudo de que otro demonio había sido ascendido a su puesto. Por eso, aunque supo que debería haberse mordido la lengua en cuanto terminó de hablar, no pudo evitar hacer la pregunta que le había venido a la mente. -¿Tanto quieres salvar el mundo? -El demonio esbozó un gesto indescifrable para el ángel y luego compuso una sonrisa irónica. -La tortura, y todo eso que dijiste, es divertido, sí; pero no cuando eres tú el que los recibe... Soy un demonio, soy egoísta. ¡Y qué diantres! ¡No pienso dejar todos los placeres que brinda la vida terrenal, por un estúpido que quiere acelerar el final!

 

-¡Y si fuese Él? -El demonio miró a Aniel sin comprender su pregunta. -¿Y si el juicio lo hubiese empezado el Altísimo? -El demonio le lanzó una mirada desafiante. -Pelearía contra el mismísimo Dios para poder mantener SU creación si fuese necesario...

 

-Esa maldita arrogancia... -murmuró el ángel enfadado ante tal blasfemia. Pero luego suspiró derrotado. Tenía que admitir que allí había gato encerrado. -Está bien, te ayudaré, pero sólo mientras lo que me pidas no contravenga las órdenes de Dios. -El demonio sonrió, había conseguido lo que necesitaba. Recogió la espada que había quedado olvidada en una esquina de la habitación y se la tendió al ángel, que lo miró como si se hubiese escapado de un manicomio. -¡Oh cierto! Es una espada sacrílega. -Con un movimiento de su mano, la espada empezó a encogerse, hasta quedar reducida a unos cuatro centímetros de largo. Luego empezó a rebuscar por los cajones de la mesa de trabajo hasta que encontró un pequeño botecito lleno de un líquido transparente. Con el mismo cuidado con el que un artificiero cortaría el cable de una bomba, puso el frasco sobre la mesa, desenroscó el tapón y metió dentro la espada. Luego se giró hacia el ángel. -Vale, eso eliminará su poder sacrílego, al menos hasta que yo vuelva a empuñarla. Ya puedes cogerla. -Aniel se acercó dudando todavía. No se fiaba de que un demonio se deshiciese de su espada tan fácilmente. Entonces notó el poder que salía del frasco y miró al demonio con verdadera sorpresa. -¡Agua bendita! -Vale, aquello era más que una prueba, ningún demonio en su sano juicio metía su espada en agua bendita. La bendición tardaría al menos una semana en perder su efecto y en ese momento, la espada perdería completamente su poder hasta que un demonio la activase de nuevo. El ángel sacó sacó la espada y la miró por unos segundos antes de guardársela en un bolsillo. -Está bien, ¿qué quieres que haga por ti?

 



 

Notas finales:

 

(1) Y vi en la mano derecha... Es una cita del Apocalipsis. Concretamente el primer versículo del capítulo cinco.

 


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