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¡QUE PAYASADA! por Orseth

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            Lo sabía, lo sabía, siempre lo supo, siempre supo que era mala idea, una muy, muy, muy mala idea… bueno, tal vez no tan mala, pero tampoco tan buena; así que como era su muy jodida costumbre, decidió hacer a un  lado esa pequeña vocecita llamada prudencia que de vez en cuando se hacía oír en su cabeza relegándola en un rincón… molesta vocecita que solía regresar con una todavía más molesta cantaleta que recitaba “te lo dije” una y otra vez… y de nuevo la mandaba al rincón; total, lo hecho, hecho estaba, así que ¿para qué torturarse echándole limón a las heridas?, en este caso “metidas de pata”.

 

            En casos así lo mejor era avocarse a encontrar una solución, y cuanto más rápido mejor; así que intentó correr más rápido para alcanzar a Draco antes de que éste se metiera… al armario de escobas.

 

 

 

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            Cuando Lucius vio pasar a su hijo en medio de la sala corriendo como alma que lleva el diablo y a Potter atrás de él unos segundos después, le bastó ver la cara de su muy amado vástago y niña de sus ojos, para comprender de qué iba todo aquel merequetengue.

 

            -¡Potter! –gritó levantándose de golpe mientras pelaba tremendos ojos sin importarle un soberano pito perder toda elegancia y compostura.

 

            -Vamos Draco, lo siento, no debí haberte llevado ahí… -decía Harry pegado a la puerta del armario de escobas sin recibir la más mínima respuesta de adentro.

 

            -¡Potter! –gritó de nuevo Lucius esta vez a su espalda.

 

            Con un suspiro de derrota y resignación a partes iguales, se volvió a ver a Lucius recargándose a su vez en la puerta.

 

            -¡Lo llevaste ahí! ¿¡Verdad?! –exclamó el rubio mirándolo con ojos entrecerrados.

 

            -Yo… bueno… -balbuceó Harry rascándose la cabeza.

 

            -¡Lo llevaste ahí! –espetó Lucius entre incrédulo y enfurecido.

 

            -Bueno… yo… yo no pensé que…

 

            -¡Que novedad! –Interrumpió Lucius- ¡milagro hubiese sido que lo hicieses!... de entre todos los lugares, Potter, te advertí que no llevaras a… a… ése –concluyó Lucius arrugando la nariz con asco.

 

            Con la horrible certeza de haberla cagado en pleno, Harry se talló la cara con las manos rememorando el inicio de aquella “genial” tarde en la que en una de sus tantas citas se le ocurriera llevar a Draco a…

 

 

 

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            Horrorizado, Draco veía las cinco enormes letras de neón titilar frente a él mientras Harry le sonreía tranquilizador jalándolo de la mano para entrar.

 

            -¡Nunca! ¡Ni loco voy a entrar a un lugar como… éste! –exclamó Draco negándose a dar un solo paso pero sin dejar de ver el letrero luminoso que parecía burlarse de él.

 

            -Vamos Draco, no te va a pasar nada… -dijo Harry sonriente mientras metía su  mano en el bolsillo para sacar dinero y pagar la entrada- bueno, nada que tu no quieras, pero si quieres…

 

            -¡No! –interrumpió soltándose.

 

            -Sé que te da un poco de… temor –dijo Harry teniendo especial cuidado de no decir “miedo” mientras se acercaba a él- pero esto es algo que quiero hacer contigo, además aquí nadie nos conoce, es el Londres muggle, nadie va a decir nada si nos ve entrando aquí.

 

            -Aun así no quiero entrar –replicó Draco con firmeza.

 

            -El ambiente es muy intimo a pesar de lo que es –dijo Harry acariciándole el cabello- vamos Draco, nunca lo hemos hecho.

 

            -¡Es más que obvio! –respondio Draco negándose a ceder a las suaves caricias.

 

            -Todo va a estar bien, no tienes que tener miedo.

 

            -¡Yo no tengo miedo!

 

            -¿Entonces?

 

            -¡Pues…! ¡Pues…!

 

            -El hombre detrás del vidrio había recargado su barbilla en una mano viendo como aquellos dos se tardaban en entrar siendo que todos llegaban siempre con cara alegre dispuestos a disfrutar.

 

            Después de quince minutos en los que  vio al chico moreno decirle quien sabe que cosas al chico rubio, finalmente el de las gafas se acercó a él sacando unos dólares de su bolsillo mientras el otro esperaba todo tieso en su lugar.

 

            -Vamos… -dijo Harry cuando regreso tendiéndole una mano.

 

            Exhalando un profundo suspiro de quien va directo al cadalso, Draco tomó su mano y simplemente dejó que el  otro lo jalara tras de sí.

 

            Con el corazón latiéndole a mil por hora, Draco tragó en seco cuando Harry besó su mejilla mientras le decía:

 

            -Draco, abre los ojos, te vas a perder el show.

 

            -Eso es precisamente lo que quiero –masculló Draco todo tenso en su asiento.

 

            -Pero los trapecistas sin geniales; mira, hasta parece que vuelan, y todo están haciéndolo sin red de seguridad –dijo Harry viendo desde su semi oscuro lugar a los ágiles trapecistas hacer piruetas en las alturas de aquel circo.

 

            -Por mi pueden partirse la cabeza y morir en el acto –respondio Draco con los ojos fuertemente cerrados.

 

            -Vamos, no hay ningún payaso a la vista.

 

            -Mientes, esas cosas pululan en los circos como moscas alrededor de excremento –replicó Draco sin abrir los ojos.

 

            -Te juro que no, solo hay trapecistas, el presentador y uno que otro tramoyista; además ¿no te has cansado de apretar tanto los ojos?

 

            La verdad es que si se había cansado, pero hasta la fecha no había oído de ningún caso de alguien que muriese por tener los ojos cerrados por mucho tiempo y mucho menos quedar ciego, así que bien podría seguir haciendo el esfuerzo de mantenerlos así.

 

            -Draco… -dijo Harry tomándole una mano.

 

            -Odio los payasos, Harry, los odio… y tú lo sabes ¿Cómo puedes traerme a un lugar así?... mi propuesta de ir a los bolos era mucho mejor.

 

            -Sí, pero era mi turno de elegir, además te traje aquí para demostrarte que los payasos son inofensivos.

 

            -¿Y eso a mí de que me sirve? Ni que de pronto tuviera que mudarme a un circo, puedo vivir perfectamente sin tener nada que ver con ellos.

 

            -Pero es muy agradable vencer los temores ¿no te parece?

 

            -Soy cobarde y no me importa, así que puedo vivir con eso –respondio Draco tercamente.

 

            -Draco, los payasos no hacen nada –dijo Harry acariciándole una mejilla- anda, abre los ojos, los números de los artistas son fantásticos.

 

            -Pero…

 

            -Además yo estoy aquí –interrumpió Harry suavemente- y nunca dejaría que nada te pasara.

 

            -No necesito tu protección, soy un mago perfectamente capaz de defenderme a mí mismo –respondio Draco mirándolo ceñudo.

 

            -Vaya, al fin los abriste.

 

            Draco suspiró derrotado mientras poco a poco volvía la vista a donde una chica hacia piruetas en el aire tomando las manos de un hombre que se colgaba de las piernas de un columpio.

 

            -¡Vaya! –exclamó admirado y sorprendido al verla hacer eso sin ningún tipo de magia.

 

            -Son increíbles ¿no? –dijo Harry sonriendo al verlo tan impresionado.

 

            -Pues… sí, sí lo son…

 

            Mucho más relajado pudo disfrutar del acto de los malabaristas, de las chicas en elefantes y caballos, el motociclista dentro de una esfera de metal; sin embargo conforme pasaba el tiempo, de nuevo comenzó a inquietarse.

 

            -Tranquilo…

 

            -Es que ya viene el final de la función.

 

            -Sí, es cierto.

 

            -Y también es cierto que entonces no tardan en aparecer.

 

            -Pero estamos a media grada, pedí estos lugares precisamente para no estar tan cerca de ellos.

 

            -¿No podríamos irnos ya?

 

            -Aun no han salido los payasos.

 

            -Precisamente por eso, genio.

 

            -Anda Draco, que no te va a pasar nada, debes superar tu fobia a los payasos viéndolos de lejos.

 

            -¿Y cuando recibiste tu titulo de psicomago, que yo no me enteré? –replicó Draco ceñudo.

 

            -Los miramos de lejos un rato y después no vamos, de verdad –dijo Harry ignorando el puyazo.

 

            -No sé, Harry…

 

            -El que por error tu papá los haya aparecido en medio de una pista cuando tenias cuatro años  y el payaso te cayera encima, fue solo un accidente, no lo hicieron a propósito.

 

            -No fue un accidente, ese… circo –dijo Draco pronunciando la última palabra despectivamente- no tenía que estar en medio de ese campo.

 

            -Yo estaré aquí, cuando veamos que algún payaso comienza a interactuar con el público, nos vamos.

 

            -Demonios… -mascullo Draco en tono sufriente.

 

            -Solo un ratito.

 

            -mmm… bien… -musitó Draco mirando el frente con expresión derrotada- pero solo un ratito ¿de acuerdo?

 

            -De acuerdo.

 

            Cuando llegó el tan temido momento en que el presentador anunció el numero de los payasos, la mano de Harry casi se fusiona con la de Draco, no en un acto de amor compartido y solidario, sino por el apretón tan fuerte de parte del rubio que hizo ver estrellitas a Harry.

 

            -Por Salazar… -gimió Draco viendo horrorizado a los personajes de pelucas multicolores y narices rojas.

 

            -Calma, calma, están muy lejos –dijo Harry zafándose discretamente del fuerte agarre.

 

            -Harry, no puedo…

 

            -Si puedes.

 

            -En serio, no puedo…

 

            -En serio, si puedes.

 

            Draco solo tragó saliva, y en un acto verdaderamente estoico, se quedó tan quieto como una estaca viendo a lo lejos  a los alegres y estrafalarios personajes.

 

            Después de cinco tortuosos minutos, Draco preguntó en casi un chillido de voz:

 

            -¿Ya casi, Harry?

 

            -Ya casi, Draco –respondio Harry dándole palmaditas en el muslo.

 

            Muy bien, ya casi, ya casi, solo un momentos más, tan solo un par de minutos mas y todo hubiese salido perfecto; de no ser porque a uno de los malditos payasos se le ocurrió hacer un acto de supuesta magia desapareciendo dentro de una caja de madera, para aparecer justamente a un lado de…

 

            -¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah….!

 

            El alarido que  se escuchó en todo el circo, asustó hasta a los mismos leones y changos que estaban en la parte trasera de la enorme carpa.

 

            Ni el publico de al lado, ni el payaso que recibió un golpe en los bajos, ni el taquillero, supieron porque un joven rubio salió de ahí huyendo despavorido como si el mismísimo Voldemort hubiese abierto las puertas infernales para reclamar su alma y freírla a fuego lento en un mar de lava.

 

            Pero quien quería freír a fuego lento en un mar de lava, era Lucius a un muy, muy apenado Harry Potter que no sabía si sacar su varita para defenderse de aquel energúmeno que tenía enfrente, o apuntarse a la cabeza y lanzarse un Avada Kedavra el mismo.

 

            -¡Lo primero que te digo y lo primero que haces! ¿¡De donde se te ocurrió semejante idea?! –ladró un muy enfurecido Lucius.

 

            -Yo pensé que podría ayudarlo a superar su fobia –respondio Harry sin más.

 

            -¿¡Y a ti que más te da que deteste a los payasos?!... ¡yo te detesto a ti y me tengo que aguantar!

 

            Harry alzó una ceja ante aquel “amable” comparativo.

 

            -De acuerdo, la regué –aceptó el moreno- ahora si me permite, arreglaré esto…

 

            -Ningún “arreglaré esto” –interrumpió Lucius- seré yo quien…

 

            -Yo provoqué esto, yo lo arreglo –interrumpió Harry a su vez comenzando a enfadarse.

 

            Al cabo de cinco minutos, novio y suegro se ladraban vulgaridad y media olvidando compostura y “supuesto” respeto entre ellos, y principalmente olvidando el meollo del asunto; hasta que el “meollo del asunto” gimió aterrado dentro del armario.

 

            Lucius y Harry se quedaron mirándose estáticos unos segundos para después ambos, intentaran tomar la perilla de la puerta al mismo tiempo dándose manotazos y empujones en su afán de que el otro no lograra entrar primero; una verdadera batalla de “hombros” no de “hombres” precisamente.

 

            -¡Basta! –Gritó Narcisa exasperada haciendo respingar a aquellos dos- seré yo quien arregle este asunto, ustedes tienen la sensibilidad de un trol.

 

            -Señora Malfoy, con el debido respeto… -gruño Harry.

 

            -Cissy, déjame este asunto a mí, tengo todo perfectamente controlado.

 

            Y sin decir más, ambos troles… es decir, ambos hombres comenzaron a empujarse de nuevo ante la exasperación de Narcisa, quien sacó su varita alertando a aquellos dos.

 

            -¡Hey, hey!... ¿Qué vas a hacer? –preguntó Lucius saltando a un lado, lo mismo que Harry.

 

            -Les doy tres segundos para que se quiten –dijo Narcisa- uno…

 

            -¡Dos, tres! –exclamó rápidamente Harry abriendo la puerta y colándose dentro lo más rápido que pudo ante el asombro y tardía reacción de Lucius, quien enseguida giró la perilla varias veces para abrir la puerta sin ningún resultado, pues Harry ya había colocado el seguro por dentro.

 

            -¡Maldito hijo de…!

 

            -Ya estuvo… -musitó Harry ignorando olímpicamente las elegantes leperadas de Lucius; después susurró un Lumos para adentrarse en aquel oscuro lugar.

 

            Ahí, en el fondo, junto a unas escobas estaba Draco hecho un ovillo; Harry se sintió peor que una cucaracha de drenaje por ser él el responsable directo del estado del rubio.

 

            -Draco… -musitó encajando su varita en las ramas de una escoba- Draco lamento tanto haberte llevado ahí… lo siento.

 

            -¿Cómo pueden… como pueden pensar que son… graciosos? –Balbuceó Draco sin levantar la cara de entre sus brazos recargados en sus rodillas- son… son… ¡macabros!

 

            -Draco perdóname… -dijo Harry hincado frente a él al tiempo que le ponía una mano en el hombro.

 

            -Están horribles… -susurró Draco alzando la cara- con su cara pintada y… y… su nariz roja…

 

            -Voldemort estaba más feo y no te asustaba tanto –dijo Harry intentando entender- ellos hacen cosas graciosas y su ropa es alegre, su trabajo es divertir, no te harán daño.

 

            -¿Eres promotor de payasos o qué? –exclamó Draco ceñudo mientras moqueaba- suficiente… suficiente tuve por esta tarde con esos monstruos horrorosos como para que vengas tu y… ¡y los defiendas!

 

            -No los estoy defendiendo.

 

            -Si lo haces.

 

            -No, no lo hago…

 

            -¡Un payaso me atacó y tu…! Tu lo defiendes… -concluyó Draco con voz bajita mientras sus ojos se inundaban otra vez.

 

            Harry estuvo a punto de decir de nuevo que el payaso no lo había atacado, pero se abstuvo al darse cuenta que sus métodos terapéuticos eran una verdadera mierda; así que mejor decidió hacer lo que siempre funcionaba con el rubio… darle por su lado.

 

            -En realidad si son feos… -dijo sentándose junto a él- y dan miedo.

 

            -¿En verdad lo crees? –susurró Draco alzando un poco la cara.

 

            -Claro, de repente creí que hasta nos iban a violar, pero el golpe que le diste en las bolas sirvió para que escapáramos de sus temibles garras.

 

            Draco parpadeó antes de que una tímida sonrisa asomara a sus labios.

 

            -Eres un idiota.

 

            -No, de verdad, gracias a tus rápidos reflejos logramos escapar.

 

            -¿Rápidos reflejos?... ¿salir gritando como banshee histérica es tener buenos reflejos?

 

            -Claro, no cualquiera golpea, salta y corre a la velocidad en que lo hiciste tú –respondió Harry muy serio.

 

            -Soy un tonto… -susurró Draco apenado- pero es que no puedo evitarlo… de verdad que no puedo.

 

            -El tonto soy yo por no respetar tus temores, pensé que así te ayudaría a vencer tu “payasofobia”

 

            -No es “payasofobia”, es coulrofobia… -corrigió Draco- que bueno que eres jugador de Quidditch, pues como psicomago serías una mierda, Harry.

 

            Harry sonrió y le pasó un brazo por la espalda notando inmediatamente el temblor del rubio, entonces lo envolvió en sus brazos sintiéndose culpable.

 

            -Tranquilo, ya pasó el mal momento.

 

            Draco se dejó abrazar mientras recargaba su cabeza en el hombro de Harry.

 

            -¿Sabes? –Continuó el moreno- no soy psicomago, pero tengo una terapia que ninguno de ellos podría aplicarte.

 

            -¿Ah sí? ¿Y cuál es?

 

            -Una que te va a relajar completamente –respondio Harry colando sus manos por debajo de la camisa de Draco.

 

            -No quiero, no estoy de humor.

 

            -Silencio, que tu tratamiento va a empezar –dijo Harry pasando sus manos por la cálida piel.

 

            Draco se estremeció, pero el susto aun persistía, por lo que se soltó del abrazo para abrazar sus propias rodillas y hacerse un ovillo de nuevo; sin embargo Harry no se amilanó, lo que hizo fue levantarse a revisar el cuartito encontrando en una esquina un rollo de tela que utilizaban los elfos para la limpieza; así que la tomó y desenrolló unos cuantos metros, los colocó en el suelo y procedió a intentar “terapear” de nuevo a Draco.

 

            -No Harry, aun estoy temblando.

 

            -Y yo haré que tiembles mas, pero de la cogida que te voy a dar –respondio Harry acostándolo en la tela.

 

            -¿Por qué nunca me haces caso cuando te digo que no? –dijo Draco sintiendo el cuerpo de Harry encimársele al tiempo que su cuello era atacado.

 

            -Porque yo siempre tengo la razón –dijo Harry olvidando irónicamente el principal motivo por el cual estaban ahí, encerrados en un armario de escobas- y estas terapias son el mejor.

 

            En menos de cinco minutos tuvo a un Draco totalmente desnudo con las piernas abiertas y su mano en medio de ellas.

 

            -¡Oh!... ¡Harry!... ya haz… ya… -gimoteaba Draco abrazando pasionalmente una escoba.

 

            -Ya voy, ya voy… -respondio Harry sacando un par de dedos del interior de Draco y posicionándose en medio de sus piernas para poder penetrarlo- ¡ssssi…!... Draco… eres genial…

 

            Harry pronto se encontró montando al rubio con fuerza ocasionando que en una de sus embestidas, algunas escobas y enseres de limpieza cayeran sobre ellos causando gran estrépito.

 

            -¿¡Escuchas Narcisa?! ¡Están peleando! –Exclamó Lucius pegado a la puerta- ¡mi varita! ¿¡Donde esta mi varita?!... ¡debo salvar a mi hijo de ese malnacido!

 

            Narcisa pegó la oreja a la puerta para después, con las orejas rojas decir:

 

            -Creo querido, que tu hijo no está siendo precisamente maltratado por Potter… o bueno, depende el punto de vista que lo veas, yo mejor me voy de aquí.

 

            Incrédulo, Lucius vio como Narcisa se escurrió de ahí desapareciendo de su vista.

 

            -Madre desnaturalizada… -mascullo volviéndose a  golpear la puerta- ¡Draco!... ¿¡hijo, estas bien?!

 

            -¡Ssssi!... ¡ssssi!...

 

            -¿Sí?... hijo ¿me escuchas? –Exclamó Lucius pegado nuevamente a la puerta.

 

            -¡Ooooooh!...

 

            -Draco! –gritó Lucius girando la perilla.

 

            -¡Más… fuerte!

 

            -¿Eh?

 

            -¡Hazlo mas fuerte!

 

            -¡Aguanta hijo! –respondio Lucius girando la perilla más fuerte, tal como se lo pedía su hijo.

 

            -¡Oh Merlín, mas rápido!

 

            -¿Mas rápido?... –pensó Lucius girando más rápido la perilla- ¿es que acaso esta maldita puerta tiene truco?

 

            -¡Oh Dioooooooooooooooooossss!

 

            -¡Draco!

 

            -¡Ya… ya no… puedo!

 

            -¡Aguanta hijo, aguanta!

 

            -¡Oh Salazar!... ¡ya… ya!

 

            -¡Resiste Draco, eres un Malfoy! –gritó Lucius golpeando la puerta desesperado por salvar a su retoño de las garras del infeliz mestizo cuatro ojos.

 

            -¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!

 

            Lucius se quedó quieto después del tremendo alarido que pegó su hijo para luego ya no oír absolutamente nada; angustiado comenzó a golpear de nuevo la puerta con renovada fuerza imaginando ya el terrible colapso nervioso que Potter seguramente causó a su hijo.

 

            Como de plano no obtuvo respuesta, salió disparado  hacia la sala en busca de su varita; después de rebuscar por todos lados al fin la encontró volando de regreso al armario, solo que antes de siquiera pronunciar un Bombarda, la puerta se abrió dejando salir a un rubio todo desgreñado y la mirada ida.

 

            -¡Draco, hijo! ¿¡Estás bien?! –Exclamó tomándolo de los hombros- ¡Draco!

 

            -¿Eh?

 

            -¿Estás bien?

 

            -¿mmm?... si, muy bien –respondio Draco con una sonrisa boba.

 

            -No mientas hijo, fue violento contigo ¿verdad?

 

            -Algo…

 

            -No lo defiendas, dime la verdad.

 

            -No lo defiendo… -respondio Draco soltándose suavemente y caminando entre nubes directo a su habitación- lo hizo justo como me gusta.

 

            Lucius vio a su hijo subir las escaleras como en trance, por lo que enfurecido se volvió a Harry, quien salía del armario con las manos en los bolsillos sonriendo muy campechanamente.

 

            -¿Qué le hiciste a mi hijo?

 

            -Terapia señor Malfoy, terapia.

 

 

 

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Notas finales:

BESOS!!


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