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UNA ACCIDENTADA UNIÓN por nurikosan

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Camus despierta entumecido y con la espalda dolorida por los latigazos del día anterior. Se sienta en el borde del catre y después de frotarse los ojos se levanta para acercarse a la puerta y tratar de abrirla. Tira de ella con fuerzas pero no logra nada, solo hacerla temblar dentro de su marco. Con un suspiro de resignación da media vuelta y se mete en el pequeño plato de ducha que hay en una esquina para dejar que el agua despierte su cuerpo.


- ¿Cómo voy a salir de aquí? – murmura con la cabeza gacha. – No quiero ser sobado ni poseído por extraños... quiero volver a mi casa, con mi familia, mis amigos... ¿por qué no puedo recordar?


Con fuerza descarga un puño contra la húmeda pared y para su sorpresa diminutos cristales de hielo caen sobre su rostro en una fina lluvia.


- ¿Qué es esto? – se pregunta agachándose para cogerlos antes de que se deshagan- Hielo... ¿de dónde habrá salido? Hace demasiado calor para que salga de la tubería...


Vuelca la mano y los deja caer sobre la desconchada cerámica observando que alrededor de sus pies y bajo ellos hay una fina capa de hielo cubriendo todo el plato.


- Más hielo... que curioso, esta alrededor de mis pies, delineándolos perfectamente... ¿por qué no me molesta su frialdad? Es más me gusta sentirla, es como si siempre hubiera estado rodeado de frío... ¿será que vivo en un país frío?


Con cuidado sale de la ducha y se seca el cabello con una raída toalla que encuentra colgada de un clavillo, para continuar con su cuerpo.


Antes de que pueda terminar de secarse la puerta se abre e instintivamente se cubre la cintura con el paño para retroceder asustado al reconocer el rostro del hombre que le llevo hasta allí ayer.


- Vamos – le dice el hombre- es hora de empezar a trabajar. Tenemos que recuperar el dinero que hemos pagado por ti.


- No, no quiero. No soy vuestro esclavo. Dejadme salir de aquí... no voy a prostituirme para haceros ricos...


Sin pararse a pensar en las consecuencias de sus actos empuja al hombre y sale corriendo por el pasillo hacia las escaleras para descenderlas de tres en tres hasta que un látigo enredándose en sus tobillos por segunda vez le hace caer de bruces contra el suelo. Antes de que pueda levantarse una lluvia de latigazos caen sobre su espalda desgarrándole la piel y haciéndole sangrar copiosamente.  Se muerde los labios para no gritar, pero al cabo de un rato sus gemidos de dolor son perfectamente audibles en la casa.


- ¡Arriba! – le grita el hombre cuando deja de azotarle para cogerle del cabello- Tienes varios clientes que quieren ser complacidos, y pobre de ti como salgan diciendo que les has dado quebraderos de cabeza.


- No, no quiero... suéltame... prefiero morir antes que prostituirme... noooo... Milo... Milo... ¿dónde estás?


Mientras es arrastrado hasta una de las tantas puertas que hay a ambos lados del pasillo Camus se da cuenta por fin de que esta llamando a alguien: Milo. Ese nombre no significa nada para él pero de alguna forma sabe que así se llama su marido. Por fin un hilo del que tirar en el oscuro laberinto de su memoria, un hilo al que se aferra desesperadamente para no perderle en la locura que adivina se le viene encima.


En la habitación a la que es lanzado solo hay una amplia cama, una mesa con bebidas y un hombre desnudo encima de la cama que le devora con la mirada. El hombre salta al suelo con el ceño fruncido y mientras habla con el que le lleva a rastras en un idioma que el pelirrojo no comprende vuelve a llamar a Milo con toda la fuerza de sus pulmones. Otros dos hombres entran en la habitación y entre los tres consigue arrastrarle hasta la cama donde le esposan las muñecas a los barrotes del cabecero y, tras separarle las piernas todo lo posible, le esposan los tobillos a los barrotes de los pies de la cama.


Con el más absoluto terror reflejado en sus ojos ve como los que le han esposado salen de la habitación dejándole a merced del hombre que la ocupaba desde el principio. Este se acerca y pasea las manos libidinosamente por todo su cuerpo, deteniéndose en su sexo, el cual comienza a masturbar entre risas.


Camus intenta soltarse sin éxito, sus gritos están preñados de terror, asco y vergüenza al sentir que su cuerpo responde con voluntad propia a las insinuaciones de ese hombre. Las lagrimas comienzan a descender por sus mejillas al tiempo que por fin puede ver en su memoria un rostro que le mira con increíble amor y respeto.


- Milo... – murmura una y otra vez como si fuera un mantra protector.- Milo... estoy aquí... Milo... ven... por mí...


Gira el rostro a un lado cuando el hombre se sube sobre él y comienza a penetrarlo sin ningún miramiento, solo preocupándose por su propio disfrute. Durante lo que a él le parece una eternidad solo grita con cada brutal estocada que recibe o gime dolorosamente ante los salvajes mordiscos que le proporciona por todo el cuerpo. El ardiente calor en su interior le indica que el hombre esta satisfecho, y efectivamente, con un sordo gemido le siente salir de su interior. Con los ojos arrasados en lagrimas le observa descender al suelo y salir de la habitación para dejar paso al siguiente cliente que apenas tarda cinco minutos en entrar y comenzar toda la pesadilla de nuevo.


Su mente trabaja a toda presión dividida entre el asco que siente por ser utilizado de ese modo y el deseo de salir corriendo de allí cuanto antes. Sin saber porque los diminutos cristales de hielo se le presentan una y otra vez hasta que sin darse cuenta sus manos comienzan a enfriarse al tiempo que una sutil capa de escarcha se forma sobre ellas. En pocos minutos la capa de hielo es mucho más gruesa y ha pasado al acero de las esposas, congelándolo por completo, lo que le permite romperlas con un fuerte tirón.


El hombre se sobresalta al escuchar el ruido y levanta la cara del pecho del pelirrojo para no ver nada más, pues este le golpea con los dos puños entrelazados haciéndole perder el conocimiento y tirándole al suelo con un empujón.


- No se porque soy capaz de hacer esto, pero bienvenido sea este extraño poder. Veamos si puedo congelar las esposas de los pies del mismo modo.


Sentándose en la cama encoge las piernas todo lo que puede logrando alcanzar los aros de acero que rodean sus tobillos para apoyar en ellos las palmas de sus manos. En pocos minutos están totalmente congelados, lo que le permite romperlos con relativa facilidad.


- Perfecto, ahora necesito salir de aquí... tengo que encontrar a Milo... seguro que es mi hombre... pero ¿cómo voy a salir de este sitio?


Se pasa una mano por el cabello mientras piensa en algún modo de escapar, cuando de pronto las palabras del chico capturado junto con él aparecen en su mente. Mordiéndose el labio inferior comienza a buscar por la habitación algo afilado. Tras varios minutos de inútil búsqueda decide inspeccionar la ropa del tipo inconsciente en el suelo. En uno de los bolsillos del pantalón encuentra unas diminutas tijeras de uñas. Sentándose en el suelo comienza a cortarse el cabello lo más rápido que puede dadas las pequeñas dimensiones de la tijeras. Antes de acabar el hombre comienza a dar señales de despertar, por lo que sin ningún miramiento le patea fuertemente varias veces hasta que vuelve a quedarse totalmente quieto.


- Aún no es hora de despertar, amigo – le dice en un susurro.


Cuando por fin termina se pone en pie y observa su trabajo en un pequeño espejo de pared. Se mira en silencio unos minutos asimilando su nueva imagen llena de trasquilones, para al cabo de los mismos empezar a ponerse la ropa del hombre inconsciente. Le esta algo corta pero debido a que le esta ancha puede disimularlo de manera aceptable. Ahora su siguiente problema es ocultar el color del cabello, para lo cual coge una sabana de la cama y rasgándola consigue cortar un trozo más o menos cuadrado y ponérselo sobre la cabeza al estilo árabe. Se encoge sobre si mismo para disimular su verdadera estatura y encorva visiblemente la espalda al tiempo que se acerca a la puerta con pasos lentos y cortos, pues su intención es fingir que es mayor. Antes de abrir la puerta a su libertad se pone unas gafas de sol que ha encontrado en el bolsillo de la camisa y aspirando aire profundamente abre la puerta saliendo al pasillo.


- ¿Cómo ha ido todo? – le pregunta un hombre que esta tras una mesa unos metros antes de la puerta de la calle- ¿Se ha portado bien el nuevo, señor?


Camus no responde simplemente asiente con la cabeza y sale del lugar lentamente. Sus ojos parpadean por la brillante luz del sol de medio día pero no se detiene, sigue andando calle adelante, sin volver la vista atrás una sola vez. Al dar la vuelta a la esquina se endereza en toda su altura y acelera el paso hasta alcanzar una rápida carrera que le lleva prácticamente al otro extremo de la ciudad.


- Bien, ya estoy fuera ¿y ahora qué? Si pudiera recordar algún número de teléfono... alguna dirección...


Agotado por la carrera apoya la espalda contra la pared con la cabeza gacha y los ojos cerrados tratando de recordar algo que le de una pista de a quien poder avisar de su paradero. Mientras esta en ello siente que alguien le tira con suavidad de la ropa. Al abrir los ojos asustado ve a un chiquillo que le mira con sus grandes ojos negros.


- Hola – le dice el niño- Me llamo Alí, ¿tú como te llamas?


- Yo me llamo Camus – le responde acuclillándose para esta a su altura.


- ¿Qué haces en esta parte de la ciudad? Aquí solo estamos los que no tenemos absolutamente nada. ¿Tú también eres pobre?


- No lo se Alí, apenas recuerdo mi nombre y el de otra persona... no se si soy pobre o no... no recuerdo nada de mi pasado, solo un rostro que adivino es muy especial para mí por los sentimientos que me despierta al evocarle y alguna imagen perdida que no me dice nada.


- Que mal – dice el niño con expresión de tristeza- Los recuerdos es lo único que tenemos aquí. Debe ser muy triste no tenerlos. ¿Quieres venir a mi casa? Mi abuelo es muy sabio, quizás él pueda ayudarte a recordar.


- Sería estupendo que pudiera hacerlo, pero a lo mejor no quiere a un extraño en su casa.


- Aquí nadie es extraño. Todos nos ayudamos, de lo contrario no podríamos sobrevivir. Y si tú estas aquí es que eres uno de los nuestros. Vamos, ven conmigo.


El niño le tiende su manita y Camus después de unos segundos de duda la coge con suavidad para dejarse guiar por el pequeño a través de un laberinto de callejuelas en las que apenas entra la luz del sol. Al cabo de un largo rato llegan a una pequeña casita con las paredes totalmente blancas por la cal. El pequeño se suelta del pelirrojo y empuja la puerta con ambas manitas para cederle el paso al interior.


- Vamos, entra. No tengas miedo. Mi abuelo es muy simpático, seguro que le caes bien.


Camus entra en la casa, sorprendiéndose por el frescor que reina en el interior en contraste con el sofocante calor del exterior. En una esquina de la habitación hay un hombre mayor sentado junto a una cocina que esta removiendo en un puchero con un cucharón de madera  El hombre levanta la cabeza y le mira con sus penetrantes ojos sorprendido durante unos minutos tras los cuales desvía la mirada al chiquillo.


- ¿Qué me has traído aquí, Alí? ¿Un invitado a comer?


- Se llama Camus y no recuerda nada de su pasado. Pensé que quizás tú podrías ayudarle a recordar. – El niño corre a su abuelo y se mete entre sus piernas para sentarse sobre una de ellas y echarle las manitas al cuello- Tú eres muy sabio, seguro que encuentras algún modo para ayudarle.


- Pero Alí, que sea sabio no significa que haga milagros. Recuperar la memoria no es como encontrar alguna cosa perdida o buscar la respuesta a un acertijo.


- Ya lo se, pero es que estaba tan triste apoyado en la pared... me dio mucha pena... vamos abuelo, al menos inténtalo... hazlo por mí... piensa en como me sentiría si de repente no pudiera acordarme de ti ni del resto de nuestra vida juntos...


- Esta bien pequeño, sabes que no puedo negarte nada cuando me lo pides de ese modo. Anda, vuelve a jugar mientras yo hablo con nuestro invitado.


El niño le da un sonoro beso en la mejilla y riendo sale a la calle dejando a Camus con el anciano que vuelve a escudriñarle atentamente de los pies a la cabeza.


- Siéntate – le dice señalando un taburete de paja junto a él- Mi nieto tiene demasiada confianza en mí, pero intentare ayudarte por todos los medios. Y para ello necesito saber todo lo que recuerdas.


Camus se sienta y asiente a sus palabras, por lo que le relata todo lo que le ha ocurrido desde que despertó en el barco pirata hasta que pudo escapar del burdel encontrándose con el chiquillo. También le describe a la perfección el rostro que aparece en su mente y el extraño poder que tiene de congelar las cosas.


- Muy interesante para ser solo una corta parte de tu vida. Estoy seguro que todo lo que no recuerdas es así o más interesante si cabe. Pero vayamos por partes, dices que estabas de luna de miel y que tu marido se llama Milo. Bien, empezaremos por ese pequeño dato ¿te parece?


- Si señor, pero ¿cómo va a hacer para encontrarle? Ni siquiera se de que país somos.


- No te preocupes por eso. Me has dado una excelente descripción, todos los habitantes de este barrio le buscaran. Además estoy seguro de que él también te esta buscando, por lo que seguramente este haciendo preguntas acerca de ti por todas partes.


- ¿Y si cree que he muerto? Quizás piense que me he ahogado en el naufragio y haya dejado de buscarme.


- No lo creo. Alguien con el don de congelar cualquier cosa no se ahogaría en el mar. Mientras conseguimos algún dato sobre su paradero actual, deberías intentar averiguar hasta donde eres capaz de llegar con ese don. Saber cual es tu límite. Tenemos un pequeño patio en la parte de atrás, ¿qué tal si sales y juegas con tu don mientras termino de preparar la comida?


- Gracias – responde Camus levantándose- Haré lo que dice y ojala sus amigos encuentren pronto una pista de Milo.


El hombre sonríe y le señala la puerta que da al patio mientras él termina de preparar la sopa. Cuando acaba la deja al calor del fuego para que no se enfríe y sale de la casa a poner en marcha a sus vecinos. En menos de una hora la cadena de búsqueda se ha ampliado a toda la ciudad, todos los habitantes del más mísero barrio están buscando a Milo con los ojos y los oídos bien abiertos atentos a la más mínima pista que les indique donde puede estar este buscando al pelirrojo y triste invitado de la familia Abderraman.


Por su parte Camus esta en el patio congelando piedras y pequeñas parcelas de suelo cuando de pronto una sonrisa ilusionada cubre su rostro al ver caer pequeños copos de nieve a su alrededor. Copos que lentamente aumentan de cantidad al tiempo que se van haciendo más y más gruesos.


- Soy capaz de hacer nevar... ¿quién soy para tener este extraño poder? – se pregunta así mismo mientras mira el montón de nieve acumulado en la palma de su mano- ¿Milo será capaz de hacer algo así?


- Vaya, vaya – dice el anciano apoyado en la puerta y mirándole con respeto- Si no me equivoco la nieve es obra tuya. Me gusta, aquí no nieva nunca, ¿podrás conservarla hasta que vuelva mi nieto? Seguro que le hace ilusión verla... y en cuanto a ti estarás de acuerdo en que esto te convierte en alguien muy especial... alguien único diría yo. No creo que haya muchas personas capaces de hacer algo así.


- Lo se, pero esto no me dice nada. Ojala pudiera recordar más cosas... quiero saber quien soy realmente, recuperar mi vida sea cual sea.


- Tranquilo, entre todos lo conseguiremos. Ahora pasa, la comida esta lista. No es gran cosa, pero es todo lo que tenemos y te lo ofrecemos de corazón.


Ambos pasan a la casa y allí el anciano le sirve un generoso cuenco de sopa de verduras con trozos de pan. También le pone un par de pequeños arenques ahumados y un montón de dátiles como postre.


- Comételo todo, necesitas recuperar fuerzas, estas muy delgado. Cuando acabes duerme un poco, quizás el sueño te traiga recuerdos de tu pasado.


Camus come todo lo que le han puesto, pero se niega a acostarse, simplemente se queda sentado en el suelo del pequeño jardín, junto a la puerta de la casa, con la espalda recostada en el muro de esta y el rostro vuelto hacia el sol para que le bañe con su calor. Poco a poco se va quedando dormido pese a su resistencia, liberando su mente por completo lo que le trae recuerdos de cruentas guerras y de un niño rubio al que quiere como un hijo mezclados con imágenes de él y de Milo juntos.


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