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Complejos de Padre por -Mikunami-

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Disturbio de niños

 

Un nuevo periodo comenzaba.

Intentaba por todos los medios distraer su mente; encasillarse en sus tareas ignorando el mundo exterior, sí, únicamente trabajo era lo que tenía que hacer.

— ¿Y si le pasa algo? Tiende a meterse en problemas sin siquiera buscarlos, quizás… —estas son las razones por las que lo mejor para Minato era mantener su cabeza en la Universidad. Hoy su querido ángel comenzaba un nuevo periodo en la vida; ya no sería sólo convivir con otros niños, mientras la maestra recita cuentos y canciones, ohh no; ya no habría más de la dulce Hinata-sensei; aquella profesora joven a la que el rubio mayor llamaba todos los días -obviamente sin el conocimiento de su esposa-, para verificar que su niño estuviera en óptimas condiciones. Gracias a las atenciones de la tierna Hyuuga, el Namikaze era capaz de no sufrir un paro cardiaco por la incertidumbre.

Sí, definitivamente tenía un problema.

— ¿Minato-san? —la voz gruesa del alumno estrella lo devolvió de golpe a la realidad. No es que su profesor fuera un ejemplo de integridad mental; ya varias ocasiones había apreciado como el rubio perdía las cabras; y tampoco era algo que lo asombrara, Itachi tendía a perder rápidamente el interés en las personas -a excepción de su hermanito-, pero definitivamente el que el Namikaze estuviera ido durante las clases no era algo muy agradable.

— Itachi-kun ¿De casualidad Sasuke tendrá celular? —aprovechando que el bruno joven era el primero en terminar con los ejercicios, quiso ver si corría con suerte.

— No —fue la seca respuesta del Uchiha ¿Para qué tendría móvil un crío de parvulario?

— Entonces le tengo que comprar uno a Naruto, eso es terminante; espero conseguir uno a prueba de golpes, agua… —bueno, quizás podía seguir asombrándose de vez en cuando el Uchiha.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

En general su vida era difícil; tenía miles de responsabilidades como el Uchiha que era. Aprender a tocar con maestría varios instrumentos; artes de defensa personal que dominar; sobrepasar intelectualmente a todos quienes le rodeaban -excluyendo únicamente a su propia familia-. El camino hacia la perfecta formación. Quizás demasiado, considerando que apenas era un niño de seis años.

Por lo tanto lo que menos quería era complicar más su existencia, de ser posible no prestarle atención más que a él mismo, y a sus progenitores, así lo habían instruido.

Y pese a todo, no podía evitar, desviar la mirada de su primera clase verdadera, para situarla constantemente sobre unos dorados mechones. Que estaban -odiosamente- junto a una cabellera color sangre.

Su primer día de primaria y no se podía concentrar. Idiota Naruto.

Todo era su culpa. Apenas llegó al colegio y su "perfecto" día se había "arruinado". Comenzando con que, en el siniestro padre de su blondo amigo, se desató nuevamente la histeria; abrazando codicioso a su hijo hasta que recibió el merecido regaño de la señora Uzumaki. Ese hombre era exasperante.

Luego, como le fue explicado anteriormente, reunieron a todos los niños de los distintos grados; para la ceremonia de bienvenida al nuevo curso escolar y a los "compañeritos" del primer grado. Una pérdida de tiempo.

Hasta este punto todo era normal y salía justo las predicciones del moreno. Como sabía Naruto no se separaría en todo el tiempo de él, juntándose cual lapa, ya que -pese a la obstinación mentirosa del rubio-, estaba un tanto nervioso al cambiar no sólo de ciclo escolar, sino de ambiente, teniendo que convivir por primera vez con chicos "mucho" mayores que ellos.

De una manera perturbadoramente agradable; Sasuke disfrutaba enormemente que Naruto se excluyera con él; es decir, los dos anteriores años de educación preescolar, ellos fueron inseparables, ni siquiera tuvieron la necesidad de interactuar con otros niños.

Y para el chico de cabello azabache aquella muestra de afecto no sólo era necesaria, sino preciosa.

Por lo que en el momento, en que ambos entraron a su aula, el chibi Uchiha nunca creyó experimentar algo que hasta ahora era desconocido; celos.

Pese a todo nunca había sido envidioso de la suerte de su Aniki; el hecho de que sus padres le prestaran -mucha- más atención a él, sólo era signo de que el pequeño Uchiha, debía esforzarse más.

Pero Naruto de inmediato quiso hacer migas, por lo menos con algunos de los nuevos compañeros que ahí se presentaban; algo con lo que el neko no estaba muy de acuerdo que digamos ¿Qué acaso no le bastaba con la amistad de Sasuke para sentirse a gusto? No, Naruto tenía que complicarlo todo.

Lo peor fue, cuando el angelito dorado localizó a un niño, serio y agazapado, contra la esquina del salón, tratando de permanecer en el anonimato; un pelirrojo con cara de pocos amigos. O quizás sólo demasiado tímido.

Naruto al observar como los demás chiquillos ignoraban al bermejo, quiso hacerle compañía, y cuando el otro niño, con cortados monosílabos respondió algo cordial al rubio; no hubo necesidad de más palabras. Naruto de inmediato se lo llevó arrastrando para situarlo cerca de su lugar ¿Era imaginación de Sasuke o experimentaba un deja vu?

Quizás también el destino confabulo un poco en contra del de ónices ojos. A la nueva profesora, Kurenai-sensei, se le ocurrió acomodar a sus estudiantes en orden de estaturas, ya que cada pupitre sería utilizado por dos niños; así fue como su amigo de cabello amarillo, termino sentado con el rojillo -Gaara era su nombre si mal no recordaba-, ya que ambos eran bastante bajitos; y él por destacarse, en cuanto altura se refiere, lo localizaron hasta los asientos posteriores.

Ahora sólo podía observar, como Naruto cortaba planillas con letras, mientras platicaba alegremente con ese niño intruso.

— Usuratonkachi —Naruto era su amigo; ese dobe traidor no tenía el derecho de siquiera mirar a alguien más; después de todo su vida era tranquila hasta que lo conoció. Fue la culpa del zorrito que ellos terminaran como amigos, no podía de repente desplazarlo.

Luego se encargaría de demostrarle que a Sasuke Uchiha nadie lo ignora.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

Había hecho un trato con su esposa. Ella pasaría a recoger todos los días a Naruto para evitar que Minato avergonzara a su nene. Exagerada, como si eso fuera posible. Más bien era para que los demás padres no conocieran la parte obsesiva del Namikaze. El punto es que él a cambio podía llevar de compras a su retoño; le encantaba salir con su bebé, pese a todo había educado a Naruto para que no fuera un niño caprichoso, así que el pequeño blondo nunca pedía algo más que una golosina; su padre siempre le afirmaba que los juguetes y dulces eran mejores cuando uno se los había ganado.

Por eso estaba especialmente ansioso de llegar a su hogar; sólo en la mañana había podido ver a la luz de su vida; y era "necesario" arribar con su hijo.

— ¡Ya llegue! —comunicó desde la entrada el agitado profesor. Esperando que, como de costumbre su hijo se le aventaras a los brazos. Pero nada de eso ocurrió—. ¿Naruto, Kushina? —volvió a insistir sacándose la cazadora que generalmente llevaba puesta; ir de traje era demasiado aburrido y serio, él todavía era un adulto joven, que perfectamente podría pasar por soltero y sin compromisos. Una de las razones por las que tantas mujeres se habían inscrito a su clase en los últimos meses. Locas hiperhormonadas.

— Mami fue por la comida-dattebayo —escuchó la frágil voz de su angelito, que tranquilo bajó las escaleras. Algo definitivamente estaba mal; su Naruto actuaba demasiado pasivo; y su voz se escuchaba melancólica. Quien le hubiese hecho daño a su niño, pasaría por el mismo infierno, eso estaba por cuenta de Minato.

— ¿Ocurre algo tesoro? —De inmediato el protector padre fue donde su hijo, para acurrucarlo contra su pecho—. Y no me intentes decir que no, que tu Oto-chan lo sabe todo.

Qué tonto era. Había logrado engañar su madre diciéndole que tenía mucho sueño, porque la noche anterior estaba tan emocionado que apenas había podido dormir. La pelirroja confió en su palabra. Pero se le había olvidado la actuación frente a su papá. No es que no quisiera decirles a sus progenitores lo que ocurría, pero era su problema y debía resolverlo el solo—. ¡Sasuke no me quiere! —terminó llorando sobre el rubio adulto. Bueno… sólo tenía seis años, se daría el lujo esta ocasión de que le arreglaran de nuevo la existencia ¡Pero únicamente porque era de vida o muerte la cuestión!

Así que era por el Uchiha, el maldito chibi demonio. Todo lo malo del mundo estaba relacionado con él. Pero por la felicidad de su felicidad, tenía que meter manos al asunto—. ¿Qué pasó? —eran críos ¿Qué problemas podían tener? Nada que Minato no pudiese solucionar.

— No me quiere hablar —dijo triste el zorrito. Luego de una rápida explicación de los hechos del día, el padre al fin comprendió la causa del disturbio. Ese niño del mal estaba celoso. Una parte de su corazón estaba preocupada de que su hijo quisiera seguir interactuando con terceros, mientras la otra bailaba de felicidad, de que al Uchiha por fin lo hayan bajado de la nube ¿Es sano querer ver sufrir a un niñito? Lo mejor era no cuestionarse tonterías.

Pese a todo, tenía la divina responsabilidad de buscar la dicha en esos cautivadores cielos que tenía su precioso niño—. No deberías hacer esto porque no es tu culpa pero… lo mejor sería que le dijeras a Sasuke que es tu mejor amigo, reafirmarle que es importante —¡genial! Le estaba aconsejando como volver con el enemigo.

— Pero él lo sabe; yo todo lo que hice fue hablarle a Gaa-chan, es simpático, pero no dice mucho. Y después Sasu-baka ya no me quiso dirigir ni la mirada en todo el día… y unas niñas se le juntaron luego y… ¡Ni siquiera se despidió de mí-ttebayo! —sí, era categórico, algún día cuando pudiera se vengaría del Uchiha, nadie hacia llorar a su tesoro y se salía con la suya.

 

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

 

— Otouto ya casi llegamos.

— Nii-san, te dije que no quería venir.

Ahh los niños. Tenían la cualidad fantástica de sacar más de un dolor de cabeza. Dos días apenas, que su terco hermanito llevaba asistiendo al parvulario, y su humor ya estaba insoportable. Simplemente cuando Itachi llegó el lunes a su casa, esperaba encontrar a su tierno Sasuke, o durmiendo la siesta o practicando el piano; pero vaya sorpresa, el hallar al niño en la cocina, mordiendo "violentamente" galletas mientras farfullaba algo sobre el rubio traidor y que no se merecía su compañía.

Para el martes su humor estaba ya de la patada. Ni siquiera quería pasar tiempo con él ¡Su Nii-san! Algo malo ocurría en la vida de su hermanito.

Gracias al cielo se ahorró el tener que preguntarle a Minato si algo anormal pasaba entre Sasuke y Naruto; un Uchiha no podía darse esos lujos de indagar nimiedades. El propio Namikaze, le pidió su ayudar para reconciliar a los niños; ya que aparentemente en la escuela, Sasuke conseguía por todos los medios evitar a Naruto. Y el pequeño rubio andaba deprimido por tal razón; y -lamentablemente- Itachi sabía que su erudito profesor era incapaz de ver agonía en los ojos de su hijo. A él le pasaba lo mismo con su otouto, pero por dios, siquiera sabía disimularlo.

Por lo tanto era un precio bajo, el que tuviera que conducir hasta la residencia Namikaze-Uzumaki; y de paso atar a su hermano remolón, para que no ocasionara percances en el trayecto.

— Bueno, en un momento te ayudo a bajar —comentó aparcando el auto—. Quiero que te disculpes con Naruto-chan —dijo serio mientras lo desataba. Podía ser sumamente orgulloso a pesar de su edad, pero respetaba demasiado a su Aniki como para no hacerle caso en todo. Además de que extrañaba mucho la compañía de su blondo amigo, y le sería más fácil disculparse, si decía que lo habían obligado.

La alegre Kuchina les abrió la puerta, invitándoles a pasar; ahora Itachi comprendía, como de un tiempo a la fecha, Sasuke casi suplicaba -a su madre- que le dejase quedarse en la casa de Naruto cada que los Uchiha salían, a uno de los tantos viajes de negocios. El hogareño calor, la estancia con ese sutil aroma a comida casera, una pintoresca estampa que distaba tanto a la de la fría mansión Uchiha.

Los hermanos pronto divisaron, la mata de cabellos dorados, escondida tras de un sofá—. Naru, cariño, ya llego Sasuke —dijo la hermosa mujer conciliadora, incitando a su nene a salir de su refugio.

Minato en las sombras, apreciaba las palabras de su esposa. No quería ponerse irritable, él fue el de la idea para que los niños se reconciliaran; así que mejor no haría acto de presencia, ya que le tenía manías homicidas al pequeño Uchiha.

— ¿No tienes algo que decir Otouto? —incitó su hermano.

— Lo siento —con un ligero sonrojo y haciendo una pequeña reverencia Sasuke por fin soltó las palabras que terminarían con el alejamiento de los niños, todos sabían que lo mejor para esos chiquillos era que permanecieran juntos.

La única contestación del dorado zorrito, fue correr a los brazos del azabache, feliz de que todo hubiese terminado. Ahh lástima que de ahora en adelante las infantiles rabietas se repetirían más de lo que uno se esperaba.

La Uzumaki aprovechando que los críos habían hecho las paces, invitó a los hermanos Uchiha a quedarse un rato y beber algo caliente, la tarde había caído y el aire ya refrescaba.

— Eres un teme, yo sólo quería hacer más amigos —comentó Naruto cuando los mayores abandonaron la estancia.

— Es tú culpa —rebatió de inmediato el neko. Bueno quizás podría compartir la atención de su amiguito, un poco solamente—. Naruto…

— ¿Qué quieres te…—el inocente piquito que le dio Sasuke, dejó callado al zorrito, que por primera vez se decidió a cerrar los ojos, para disfrutar de la suavidad de los labios de su mejor amigo. Sólo permanecieron así, uniendo sus boquitas por unos segundos.

— Todo es tu culpa dobe, no lo vuelvas hacer —dijo abrazando al rubio, que no pudo evitar hacer un mohín molesto, y luego cambiar la faz a una de enorme dicha.

Desde el pasillo, unos ojos ébano apreciaban atónito la escena. Iba a avisarle a Sasuke que si quería tomar algo de chocolate caliente, cuando se encontró la imagen de los chibis compartiendo un beso. E Itachi que creyó haber perdió la capacidad de asombro. Niños precoces. Seguro iban a sacarle canas verdes.

Sólo rogaba al cielo -o infierno, lo que tuviera más influencia- que Minato no se enterara de ello; por lo menos por algunos años.

 

Notas finales:

¿Qué dicen? Nada como un beso para arreglar una discusión de pareja, sin importar que esta sea de niños chiquillos -risas-. Bueno, espero que todos estén pasando unas felices fiestas, yo por mi parte voy a ver que tanto actualizo antes de que termine el año. Que algo bueno tengo que sacar de las vacaciones.

Y recuerden; apoyen a nuestras tradiciones celebrando el espíritu de la navidad y no las tendencias gringas.

¡Arriba los Reyes Magos y muerte a Santa Claus!

Muchas gracias a todos los que se molestan en dejarme un comentario.

Cuídense mucho y felices fiestas.


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