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INOCENCIA por Orseth

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Notas del capitulo:

ESTE ES UNA HISTORIA QUE DEBIA SER SUBIDA COMPLETA, ESPERO QUE LES GUSTE Y VA DEDICADA ESPECIALMENTE A MI MEJOR AMIGA HACHIKO HICHINOSE, QUIEN A PESAR DE TODO SIGUE A MI LADO DEMOSTRANDOME QUE ES LA VERDADERA AMISTAD.

Y TAMBIEN LES CUENTO QUE ME HE ATRASADO EN LOS DEMAS FICS XQ MI INSPIRACION SE ME HA IDO DE VACACIONES, VERAN, ME QUEDE SIN TRABAJO Y MI VIDA ES AHORA UN PEQUEÑO RELAJITO, PERO TRANQUILOS, QUE NO HE DICHO QUE NO LAS VOY A ACABAR NI QUE ESTAN EN PAUSA, ES SIMPLEMENTE QUE LAS COSAS ESTAN UN POCO COMPLICADILLAS POR AHORA, PERO COMO CONFIO EN DIOS, TODO SE ARREGLARA PRONTO.

BESOS!!!

INOCENCIA

 

 

 

 

 

            Harry sonrió cuando una panda de niños escandalosos bajó del tren.

 

            -¡El ultimo es un huevo podrido! –gritó James empujando a los que osaban ponérsele en el camino.

 

            -¡Eso es trampa! –rezongó Albus corriendo tras él.

 

            -¡Espérenme, no sean así! –gritó Lily cargando a duras penas una mochila en su espalda.

 

            -¡Eso te pasa por cargar tanta cosa en vez de ponerla con todo el equipaje! –exclamó Albus sin dejar de correr.

 

            -Papá ¿puedo ir a encontrarlos? –preguntó  el pequeño de cinco años mirando a Harry con anhelo.

 

            -Si pero ten cuidado, no te vayan a empujar –respondio Harry soltando la manita.

 

            -¡Hola enano! –gritó James al encontrarse con su pequeño hermano, quien llegó hasta ellos jadeante y con las mejillas arreboladas.

 

            -¡James! ¡¿Trajiste lo que me prometiste, lo trajiste?! –preguntó el pequeño sujetándolo de los brazos.

 

            -¿De qué hablas, enano? –respondio James haciendo gestos de extrañeza.

 

            -¡James, lo prometiste!

 

            -¡Tarán! –Exclamó James con actitud teatral sacando una snitch de su bolsillo- toma, lo prometido es deuda.

 

            Mucha gente vio al pequeño rubio correr de regreso hasta su padre, el famoso Harry Potter, quien lo recibió sonriendo.

 

            -¡Mira papá, la snitch que ganó James en su último partido!

 

            -¡Woow! Es una snitch ganadora, eso es de buena suerte –respondio Harry cargándolo.

 

            -¿En serio?

 

            -Claro.

 

            -Entonces deberé cargarla todo el tiempo –declaró muy serio el niño.

 

            -Tal parece que así es –respondio Harry sonriéndole a sus demás hijos que llegaban en ese momento; Lily de once años, Albus de doce y James de trece.

 

            -¿Crees que con mi snitch de la buena suerte, los demás niños dejen de molestarme? –preguntó el pequeño.

 

            Harry miró los ojos grises que lo miraban esperanzados.

 

            -¿Molestarte, de que hablas? –preguntó  levitando con su varita el equipaje de sus hijos.

 

            -Si… cuando voy a la escuela, los otros niños me molestan, dicen que no eres mi papa porque yo no tengo el pelo negro como tú.

 

            Harry apretó los labios y siguió caminando con los demás chiquillos jugueteando atrás de ellos.

 

            -No les hagas caso Draco, solo quieren molestarte.

 

            -Pero…

 

            -¡Helados Florean Fortescue! –Gritó Lily- dijiste que nos comprarías helados.

 

            -¡Sí! –gritó Draco alzando los brazos.

 

            -De acuerdo –dijo Harry riendo.

 

            Después de dejar su equipaje en su casa, Harry se dirigió con sus cuatro hijos al callejón Diagón, en donde antes de pasar a la heladería, hicieron un ameno recorrido por las tiendas.

 

            -Pasemos a Flourish y Blotts –dijo Harry sujetando a su hijo más pequeño de la mano- quiero ver si ya llegó mi pedido.

 

            Al entrar a la librería, todos los niños incluyendo al pequeño rubio, se desperdigaron para curiosear en tanto su padre iba directamente al mostrador.

 

            No pasaron ni cinco minutos cuando un familiar alarido llegó hasta Harry haciéndolo soltar de golpe el libro que tenía en las manos; buscando ansioso entre los pasillos llenos de libros, llegó hasta donde Draco lloraba desconsoladamente arrimado en un rincón mientras se sobaba un brazo.

 

            -¿Qué te pasó? –preguntó Harry hincándose frente a él.

 

            -¡Y no quiero que te vuelvas a acercar a mi nieto, maldito monstruo! –exclamó atrás de ellos una anciana que sostenía su bastón en una mano, mientras un niño como de siete años la miraba asustado.

 

            -¿Usted le hizo algo a mi hijo? –preguntó Harry arrugando el ceño.

 

            -Ni le hice nada, ni es su hijo…- respondio la anciana sin dejar de agitar su bastón- todo el mundo sabe que aunque tenga esa apariencia, no deja de ser un maldito mortífago que se libró de Azkaban junto con sus padres por un mero tecnicismo.

 

            -Cállese…

 

            -No me callo, la justicia divina se llevó a cabo al morir esos bastardos en aquel ataque en su laboratorio de pociones dando por resultado este fenómeno de la naturaleza –dijo la anciana señalando a Draco con su bastón mientras éste se abrazaba a Harry  llorando mas fuerte- benditos justicieros que atacaron su mansión… si ese engendro no está en un asilo es porque usted le tuvo lastima como se le tiene lastima a un perro sarnoso.

 

            Harry levantó en brazos a Draco, quien abrazándolo ocultó su rostro en el cuello de su padre llorando a todo pulmón; éste abrió la boca para callar a la anciana cuando de repente una revista dio de lleno en la cabeza de la vieja, tumbándole su horroroso sombrero.

 

            -¿¡P-pero qué…?! –balbuceó ella estupefacta.

 

            -Cállese ya, urraca amargada –dijo James ya con otra revista en la mano y con sus hermanos en los costados.

 

            -¡Pero qué insolencia! –Exclamó la mujer viéndolos con desprecio para después mirar a Harry, quien ya se había puesto de pie con Draco en brazos- ¿ve lo que ocasiona que esa manzana podrida esté con sus verdaderos hijos?... ¡dentro de poco les enseñará a lanzar un Avada Kedavra!

 

            Harry apretó los dientes para no soltarle un improperio a la anciana; lo único que atinó a hacer, fue pasar entre ella y el otro niño y salir de la librería seguido de sus tres indignados hijos.

 

            Caminó por el concurrido callejón sabiéndose observado por la gente mientras acariciaba la espalda de Draco intentando calmarlo.

 

            -¡Maldita vieja cara de sapo aplastado! –masculló Lily manoteando atrás de su papá seguida de sus hermanos.

 

            -Mejor le hubiera arrojado el volumen de las “Mil Quinientas Clases de Hongos Venenosos” en vez del boletín informativo de la librería –bufó un iracundo James.

 

            -¡Te dije pero no me hiciste caso! –dijo Albus ceñudo.

 

            Harry ni siquiera sabía a dónde se dirigía, simplemente caminaba alejándose de aquel lugar sin conseguir que Draco dejara de llorar.

 

            -Cuatro malditos años y no pueden dejarlo en paz…-pensó el moreno con resentimiento.

 

            Sí, hacía cuatro años, casi cinco, que en Malfoy Manor, experimentando Lucius con una poción rejuvenecedora, llamó a su esposa y a su hijo para mostrarles sus avances, pero un atentado a su mansión provocó el accidente que hizo estallar el laboratorio dando por resultado a Lucius y a Narcisa muertos, y a su único hijo en coma y de la insólita edad de cinco años; cinco meses duró en la inconsciencia mientras los medimagos llevaban a cabo toda clase de análisis en él concluyendo que si acaso llegaba a despertar, definitivamente nunca crecería; que los resultados arrojados por las pruebas eran definitivos en cuanto a su crecimiento físico, porque en cuanto al mental, solo habría que esperar a que despertase, si es que lo hacía; Cuando lo hizo, constataron que su edad mental correspondía a la de su cuerpo, con todas las funciones motoras propias de un niño de cinco años, pero sin ningún recuerdo de su vida.

 

            Harry había sido jugador profesional de Quidditch apenas saliendo del colegio, después se había casado con Ginny y formado una carrera y una familia exitosa, hasta que su esposa murió en un accidente dejándolo con tres niños de seis, siete y nueve años para criar.

 

            Dejó su carrera de jugador y se dedicó a diseñar escobas de carreras, profesión que se le daba de maravilla por haber volado en ellas durante años y que le facilitaba el cuidado de sus hijos en casa; fue entonces que se enteró por el diario del estado crítico del hijo único de los Malfoy; también por ese medio se enteró que no habiendo ningún familiar que se hiciera cargo de él, sería enviado a un asilo, y su fortuna sería “resguardada” por el ministerio; una fotografía que un periodista disfrazado de enfermero logró tomar al pequeño Malfoy, logró impactarlo al ver al niño acurrucado en una cama que parecía enorme en comparación con el pequeño cuerpecito encogido como si fuera un gusanito listo para ser aplastado.

 

            Harry tenía tres hijos y sabia lo triste que se ponían y lo solos que se sentían cuando recordaban a su madre; podía imaginar lo que sentiría un niño completamente solo de tan solo cinco años de edad; así que haciendo honor a su pasado Griffindor, se presentó al ministerio y pidió la custodia de Draco Malfoy otorgándosela casi sin ningún problema por ser él quien era.

 

            La fortuna de los Malfoy pasó a sus manos quedando como albacea, pero nunca había tocado siquiera un knut; y nunca adoró mas a sus hijos cuando antes de presentárselos les explicó de la manera más sencilla que Draco ya no tenía papás y que ellos serían su nueva familia, que estaba solito y necesitaba hermanitos; y ellos habían respondido generosos y gustosos de tener un hermano nuevo que ocuparía el lugar del “más chico” y por lo tanto el depositario de todas sus inocentes bromas de las cuales Lily era la anterior víctima.

 

            Escribir en Draco fue muy sencillo, pues su mente era como un lienzo en blanco; decidió ocultarle su pasado pues siendo tan pequeño y sin posibilidades de madurar, no tenía ningún caso revelarle algo tan complicado; la explicación que tuvo fue que había tenido un accidente y olvidado todo, pero que su familia eran ellos y su madre había sido Ginny.

 

            Ni en broma imaginó que Draco pudiese ser la clase de niño capaz de ganarse al corazón de cualquiera si se le daba la oportunidad, en cuestión de semanas sus “hermanos” lo adoraron y él… simple y llanamente ya no imaginaba su vida si el pequeño niño rubio brincoteando por toda la casa llamándolo “papá”.

 

            Al ir creciendo, sus hijos supieron la verdad del origen de Draco importándoles un soberano cacahuate si su hermano era hijo de un trol o de un extraterrestre o de la mismísima reina de Inglaterra; para ellos era simplemente Draco Potter aunque sus papeles dijeran otra cosa; todos ellos lo cuidaban, lo protegían de gente que no podía olvidar quien era en realidad ese pequeño niño de cinco años… pero no siempre lo lograban, como había sucedido en esa ocasión.

 

            -Ya bebé, no te asustes, ya todo está bien… -susurró Harry apretándolo suavemente.

 

            -Ya no llores enano, te vas a poner feo –dijo James removiéndole el cabello sin ningún resultado.

 

            -¿Quieres un helado de chocolate? –exclamó Lily tocándole un brazo inútilmente.

 

            Solo levantó la cabeza hasta que Albus exclamó:

 

            -¡Mira Draco, la tienda de mascotas!

 

            Harry se detuvo al ver que Draco miraba el mostrador donde varios animales estaban en exhibición.

 

            -¿Quieres que entremos a ver? –dijo Harry acariciándole la cabeza, a lo cual Draco asintió en medio de gimoteos y con el moco escurriendo.

 

            -¿Podemos comprar un Crup? –preguntó Albus apenas entrando.

 

            -No, no podemos –respondio Harry firme mientras le limpiaba la nariz a Draco.

 

            -A Draco le gustaría uno, los perros son buenos para los niños –dijo Albus con seriedad.

 

            -Ajá ¿y luego? –exclamó Harry bajando a Draco al piso, quien con su llanto cada vez más calmado comenzó a recorrer con la vista la gran variedad de jaulas y vitrinas con toda clase de bichos dentro.

 

            -Mejor llevemos un escarbato –dijo James inclinado en una vitrina con varias crías de escarbatos en un piso de aserrín- podremos buscar tesoros.

 

            -Y una nueva casa donde vivir –intervino Harry- ese bicho puede acabar con nuestras cosas, nunca debe estar en una casa.

 

            -Pero están monos –respondio James tocando con el dedo el vidrio para llamar la atención de alguno de los animalitos bebés.

 

            -Pues yo digo que mejor le compremos un pigmeo mota purpura, de los que venden los tíos Fred y George –dijo Lily arrugando la nariz al ver un balde lleno de gusanos, listos para ser aparentemente comida de quien sabe que criatura.

 

            -¡Eso es para niñas! –Exclamó Albus- un crup es ideal para un niño.

 

            -Pero los mota pigmeo son lindos, tiernos y cariñosos, justo para Draco.

 

            -A ver, en primera yo nunca dije que compraríamos ningún animal –dijo Harry ante la amable avalancha de sugerencias.

 

            -Pues yo insisto en que un crup es lo mejor –rebatió Albus muy convencido- ¿verdad Draco?... ¿Draco?

 

            Después de buscarlo con la vista, Harry encontró a Draco frente a una jaula  que contenía una hermosa lechuza blanca idéntica a Hegdwig; el niño había cesado por completo el llanto mientras miraba extasiado a la blanca ave.

 

            Recordando a su propia lechuza, Harry se acercó a su hijo.

 

            -Muy bonita ¿verdad?

 

            -Es igual a la que tienes en las fotografías… -respondió Draco sin siquiera pestañear.

 

            -Si, igualita.

 

            -¿Podemos llevarla? –exclamó  girándose hacia Harry.

 

            -Pero ya tenemos una lechuza.

 

            -Pero ya esta vieja.

 

            -Apenas tiene dos años.

 

            -Pero esta fea –exclamó cogiéndolo por las muñecas.

 

            -No está fea, es rápida y eficiente.

 

            -Papi… -gimoteo  retorciéndose.

 

            -No Draco.

 

            -¡Así le escribiría a Albus, a James y a Lily!... ¡y… y… y al tio Bill, y al tio Charly!... ¡y… y al tio Ron y...! ¡y…!

 

            -Calma, calma… -dijo Harry riendo al ver el entusiasmo de Draco- de acuerdo… -añadió suspirando.   

 

            -¡Sí! –exclamó Draco alzando los brazos en actitud de triunfo.

 

            -¡Pero íbamos a llevar el crup! –protestó de inmediato Albus.

 

            -Entonces también podríamos llevar el escarbato –dijo James.

 

            -Si todos van  a llevar el suyo, entonces yo quiero ir a la tienda de los tíos por mi mota pigmeo- protestó Lily.

 

            -Nadie va a llevar el suyo –exclamó Harry poniendo paz- solo llevaremos la lechuza y ya.

 

            -¡Pero…!

 

            -He dicho –dijo Harry girándose a buscar al vendedor, lo cual no fue necesario, pues estaba sentado atrás de unas jaulas observándolos con un gesto en la cara que Harry reconoció de inmediato.

 

            -Buenas tardes –saludó con rostro serio- llevaremos el búho nival.

 

            -Lo lamento señor, pero esa ave ya está vendida –dijo el hombre sonriéndole con falsa amabilidad.

 

            Harry exhalo un suspiro exasperado y volteó a ver a Draco, quien emocionado daba saltitos frente a la jaula hablándole a la lechuza.

 

            -Pues no hay ningún letrero que indique que ya está vendida.

 

            -Es que olvidé ponerlo, pero me llega otra en un par de meses, si gustan pueden venir a darse una vuelta después.

 

            -¿Ya papi, ya nos la podemos llevar? –preguntó Draco de repente ya a su lado- señor ¿Cuánto vive una lechuza? –Preguntó al hombre, quien solo se le quedó mirando con expresión de quien ha pisado excremento- señor ¿Cuánto…?

 

            -Ya te oí –interrumpió el hombre de mala manera desapareciendo su falsa amabilidad- lo siento señor Potter, esa lechuza no está a la venta.

 

            La espontanea sonrisa que se había formado en el pequeño rostro, desapareció de nuevo mientras preguntaba a Harry:

 

            -¿Entonces no nos la podemos llevar?

 

            Harry vio como los ojitos grises volvían a llenarse de lágrimas, y aspirando profundo llamó a su hijo mayor.

 

            -James…

 

            -¿Sí? –respondio éste girando el rostro.

 

            -Lleva a tu hermano a ver los escarbatos.

 

            El ánimo de Harry en ocasiones solía ser tan transparente que sus hijos percibían de inmediato si algún pobre cristiano iba a pasarla mal, por lo que James se apresuró a cargar a Draco y llevarlo a ver los bichos busca tesoros.

 

            Cuando el chico se hubo llevado a Draco, quien ya hipaba desconsoladamente, Harry se inclinó hacia el hombre.

 

            -Escúchame bien, hijo de puta… -masculló entre dientes cuidándose de no ser oído por sus hijos- o me vendes esa maldita lechuza o yo me encargo de que tu mugrosa tienda no vuelva a vender ni siquiera un miserable canario ¿me entiendes?

 

            -¿El heroico Harry Potter amenazándome? –respondio el hombre sin amilanarse.

 

            -No, ese no… -corrigió Harry- te habla el que mató a Voldemort, y créeme que ese si es un hijo de puta.

 

            -Escuche… -dijo el hombre ya con otra actitud- no quiero problemas con usted solo por culpa de ese mortífago.

 

            El sonido de un cristal roto hizo que los chicos voltearan sobresaltados hacia donde estaba su padre, quien sin mover un solo dedo había roto la vitrina del mostrador ante la mirada espantada del hombre.

 

            -No vuelvas… a llamarlo así –masculló Harry con los dientes apretados.

 

            -Mire… usted sabrá sus asuntos, llévese la lechuza y no me pague nada.

 

            -Exacto, yo sé mis asuntos y sí, si se la pago, pues ni soy un ladrón ni estoy limosneándole nada.

 

            -De acuerdo, de acuerdo –respondo apresurado el hombre.

 

            -¿Por qué papi está enojado? –preguntó Draco a James frotándose los ojos llorosos.

 

            -Por cada gente babosa que se encuentra, enano; pero ya no llores, mira ya pagó tu lechuza.

 

            -¡Es cierto! –Exclamó Draco alborozado- ¡si se la vendió!

 

            -¿Ya ves que papá siempre consigue lo que quiere?

 

            -¡Sí, yo quiero ser como él cuando sea grande! –exclamó  todavía moqueando.

 

            Y los “cinco Potter” salieron de ahí con una flamante lechuza fantasma; y en todo el camino de regreso hasta la red flú, Draco habló y hablo hasta por los codos, feliz de la vida.

 

 

 

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            -¿Qué pijama quieres hoy? –preguntó Harry a la hora de acostarse.

 

            -La de pirata –respondio Draco metiendo golosinas lechuciles a la jaula.

 

            -No la vayas a agarrar, todavía no te conoce –dijo Harry buscando en un cajón la pijama muggle que había comprado en su última visita al cine- y lleva la toalla al baño.

 

            A la hora de desvestirlo para bañarlo, un moretón en el brazo izquierdo llamó su atención.

 

            -¿Y eso?

 

            -La señora de la librería me pellizcó –respondio Draco sobándose- pero yo no le hice nada al otro niño, papi; solo le pregunté si le gustaban los cuentos muggles.

 

            Eso fue lo último que pudo soportar Harry; se levantó furioso poniéndose las manos en las caderas apretando los labios para no soltar el sin fin de majaderías que pugnaban por salir de su boca.

 

            -De verdad que no le hice nada papi, tú me has dicho que no sea grosero con…

 

            -No Draco –interrumpió Harry sentándose junto a él- no es contigo con quien estoy enojado.

 

            -¿Ah no?

 

            -No.

 

            -¿Entonces?

 

            -Es con aquella mujer, no debió pellizcarte.

 

            -¡Ah bueno! Pero eso ya no importa porque tengo mi lechuza –dijo Draco acabando de desvestirse- ¿puedo dormir en tu cama?

 

            -No, pareces gusano con sal y no dejas dormir –respondio Harry quitándole los calcetines.

 

            -¡No es cierto!

 

            -No, te engañe –dijo Harry riendo.

 

            -¿Entonces si puedo?

 

            -Sí, si puedes, no sé porque preguntas si siempre acabas saliéndote con la tuya.

 

            -¡Yupi! –gritó Draco corriendo al baño completamente desnudo  cual vil Cupido fugado del cielo.

 

 

 

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            Cuando ya estuvo bañado y vestido, Draco agarró de su cama un hurón blanco de felpa; regalo “humorístico” de Ron, y salió disparado a la habitación de Harry, quien solo suspiró y siguió el mismo recorrido con paso tranquilo.

 

            -Prepara la cama, voy a ducharme.

 

            -Sí papi.

 

 

 

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            Cuando salió del baño diez minutos después, tal parecía que la bomba de Hiroshima había caído sobre su cama, pues Draco había vaciado un cubo con puzles de espuma, tres muñecos G.I. Joe, otra caja con números y letras de madera y su hurón blanco danzando sobre ellos.

 

            -¡Soy el hurón salvaje! –chilló  con voz fiera mientras bailoteaba su hurón sobre un G.I. Joe sin cabeza.

 

            -¡Draco! ¿Qué desastre es ese?

 

            -No soy Draco, soy Gum, el hurón salvaje –declaró el pequeño rubio muy serio.

 

            -Pues serás Gum, el hurón castigado sino regresas todo eso a la caja de los juguetes –dijo Harry secándose el cabello con una toalla.

 

            -Gum quiere jugar un ratito más.

 

            -Pues dile a Gum que no.

 

            -¡Pero papi…! –gimoteo  dramáticamente.

 

            -Pero nada, a estas horas ya tendrías que estar durmiendo, son casi las 10:00 de la noche y tú tendrías que estar en cama a las 8:00 pm.

 

            -Ya duermo tarde porque ya soy grande.

 

            -No, hoy te estás acostando tarde porque tus hermanos iniciaron sus vacaciones y se pasaron toda la tarde jugando, nada más.

 

            -¡Un ratito más! –exclamó  suplicante.

 

            -O los guardas o no hay cuento.

 

            -Ya voy… -refunfuñó Draco comenzando a medio levantar su reguero de juguetes- ¿no podemos dejarlos en  la cama?

 

            -No, las cosas se ponen de regreso en su lugar.

 

            Diez minutos después, Draco ponía el último cubo de madera en su caja.

 

            -Listo, ya poní todo en su lugar.

 

            -Se dice “ya puse”, no “poní”

 

            -Ya puse… -repitió Draco viendo a Harry meterse bajo las mantas- ¿ya puedo ir por mi cuento?

 

            -Aja –respondió  acomodando las almohadas.

 

            Empujando bajo la cama su caja de juguetes, Draco corrió a un pequeño librero en donde alzándose de puntillas tomó un libro de pasta de colores y regresó para acomodarse sobre el brazo de Harry, el cual acomodó el libro sobre sus piernas y comenzó a hojearlo.

 

            -¿El libro del abecedario y los números?

 

            -Sí, como ya tengo lechuza, ya les voy a escribir a Albus, a Lily y a James… ¡ah! Y al tio Ron y a la tía Hermione, y al tio Bill y al tio Charly, y también al tio Fred y al tio George… ¡y a los abuelos!

 

            -Me parece perfecto… mmm… a ver ¿Cómo se llama esta letra?

 

            -Esa es… mmm…

 

            -¿Te acuerdas como dijimos que chillan los ratones?

 

            -¡Ah sí, hacen i-i-i-i!!! –chilló imitando a un ratón.

 

            -Ajá, entonces ¿Cómo se llama?

 

            -Se llama “i”

 

            -¡Muy bien!

 

            -Papá ¿Cuánto falta para que vaya a Hogwarts?

 

            -Ya te dije, acuérdate.

 

            -mmm… ¿así? –respondio Draco extendiendo la mano.

 

            -Comienza contando tus dedos.

 

            -Uno, dos, tres… cinco…

 

            -No, antes del cinco va el cuatro.

 

            -Cuatro, cinco y… ¡seis!

 

            -Exacto, eres muy listo.

 

            Draco miró radiante a su papá por el cumplido al tiempo que bostezaba; conociéndolo, Harry siguió hablando de los números, y  en cuestión de cinco minutos, Draco ya estaba completamente dormido, por lo que dejó el libro en su buró y apagó la luz.

 

 

 

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            Al día siguiente, Ron y Hermione llegaron de visita después del almuerzo con sus hijos, Rose y Hugo, quienes inmediatamente corrieron con sus primos arriba a pesar de verse todo el tiempo en Hogwarts.

 

            Tanto Hermione como los Weasley habían puesto el grito en el cielo cuando Harry se llevó a Draco a casa, pero al conocerlo, sus reservas fueron desapareciendo poco a poco aceptando por completo al pequeño secundando la historia que le había inventado Harry; por lo tanto Draco pasó a tener, además de un padre y tres hermanos, muchos tíos, primos y hasta abuelos que lo adoraban como a un Weasley mas.

 

            Toda la pandilla de chiquillos salieron rato después en tropel incluido Draco, quien iba hasta atrás por ser el más pequeño, solo que al cabo de cinco minutos regreso cabizbajo.

 

            -¿Qué pasó? –preguntó Harry desde el sofá con una cerveza muggle en la mano.

 

            -Van a jugar Quidditch… James no me dejó jugar con ellos, dijo que en todo caso yo sería la snitch.

 

            Los adultos rieron por el comentario del pequeño, quien sin verle la gracia al asunto torció la boca y se cruzó de brazos.

 

            -Eres pequeño para volar solo en la escoba, cariño –dijo Hermione.

 

            -No es cierto, además yo voy a ser buscador como papá cuando vaya a Hogwarts.

 

            -Ve por tus juguetes, juega aquí –dijo Harry.

 

            -Pero yo quería jugar Quidditch.

 

            -Al rato yo te llevo a volar.

 

            -¿¡En serio?! –exclamó  cambiando de expresión en un instante.

 

            -Ajá.

 

            Draco corrió por una de tantas cajas de juguetes que tenia por toda la casa y la vacio en la alfombra mientras los adultos seguían su plática; quince minutos después, con su hurón blanco de felpa masacrando de nueva cuenta a sus G.I. Joe, escuchó el familiar golpeteo de una lechuza en la ventana.

 

            -¡Llegó correo! –exclamó Draco levantándose de prisa.

 

            -No lo vayas a agarrar, recuerda que si no es tu correo, la lechuza no va a dejar que se la quites.

 

            -¡Ya lo sé, solo quiero darle una golosina “chelucil”! –respondió Draco desde la otra habitación.

 

            -Los chicos reciben uno o dos cartas diarias, es una locura –dijo Harry.

 

            -Allá es lo mismo –dijo Ron.

 

            -Ron insiste en revisar el correo de Rose –exclamó Hermione dándole un sorbo a su cerveza- cree que son de chicos.

 

            -Uno nunca sabe –se defendió Ron.

 

            -¡Mira papi, la lechuza si dejó que le quitara la carta!

 

            Harry giró el rostro para ver a Draco muy feliz con un sobre rojo y humeante en las manos.

 

            -¡No Draco, eso es…!

 

            -¡Maldito mortífago de mierda, miserable asesino hijo de puta!... ¡te cortaré la cabeza y te sacaré el corazón!

 

            Por estar más cerca, Ron se apresuró a tomar en brazos a Draco que lloraba histérico mientras Harry sacaba su varita y destruía el vociferador.

 

            -Tranquilo, tranquilo, no pasa nada… -susurró Ron acariciándole la espalda a un Draco que no podía controlar su llanto.

 

            -¡Malditos hijos de…! –gritó Harry pateando la mesita de café volcando todo.

 

            -¡Harry tranquilízate, vas a asustar mas al niño! –exclamó Hermione.

 

            En medio de su ira, un nudo se formo en su garganta al ver a Draco sollozar histérico aferrado al cuello de Ron.

 

            -¿Por qué Hermione?... ¿Por qué simplemente no lo pueden dejar en paz? Solo es un niño de cinco años, maldita sea…

 

            -Shhh… ya todo está bien, ya pasó…

 

            -¡M-mi… mi…! ¡p-pa…! ¡mi…! –balbuceó Draco entre incontrolables hipidos.

 

            -¿Quieres a tu papá?

 

            -¡S-sí… mi… mi…!

 

            Harry se acercó para tomar a su hijo que le tendía los brazos en un mar de llanto y no pudo evitar abrazarlo con fuerza al sentirlo temblar.

 

            -Ya, no te asustes bebé… -susurró besándole la cabeza- ya estoy aquí, nene…

 

            -¡Yo… la… la…! ¡Mi… chuza…! –balbuceó Draco separándose lo suficiente para verlo a la cara.

 

            Al ver el claro color gris resaltando con lo enrojecido de sus ojos, Harry sintió un vuelco en el estomago.

 

            -¡L-la... la… chuza!... ¡no… no…!

 

            Ron y Hermione vieron como sin decir nada, Harry subió las escaleras con Draco en brazos.

 

            -Esto ha sido una marranada –dijo Ron desplomándose en el sofá- una verdadera vileza.

 

            -Estoy de acuerdo contigo –respondio Hermione comenzando a levantar el desastre.

 

            Media hora después vieron a Harry bajar las escaleras.

 

            -¿Cómo esta? –preguntó Hermione.

 

            -Se durmió –dijo Harry sentándose en el sofá frente a sus amigos- no salimos mucho para evitar todo esto… -añadió después de un rato mientras miraba la mesita de centro ya acomodada de nuevo- yo pensaba… yo pensaba que aquí estaba a salvo, que mientras estuviera aquí nadie podría molestarlo… hay tantas protecciones puestas que ni el mismísimo Voldemort podría entrar… ¿Cómo pudo un simple vociferador llegar hasta aquí?

 

            -Precisamente por eso Harry –dijo Hermione- es algo tan inofensivo que tus protecciones no detectaron amenaza, no querían matarlo, solo…

 

            -Torturarlo –interrumpió Harry recargando la espalda y cabeza en el respaldo del sofá en actitud agotada- yo entiendo que la guerra dejó muchas heridas que nunca cicatrizaran del todo, pero… ¿Por qué desquitarse con un niño?

 

            -La gente no entiende –dijo Hermione consternada.

 

            -El fue mi compañero de colegio… -continuó Harry viendo el techo- y fue un verdadero idiota durante años… pero me he dado cuenta de que no fue su culpa, que si bien tomó decisiones propias que no eran buenas, fue por el tipo de educación que tuvo… ¿sabes porque lo sé? –exclamó viendo a su amiga- porque ese niño que está arriba es él… porque el niño de allá arriba es bueno, es un niño que solo quiere jugar y estar con quienes lo aman… porque Draco Malfoy hubiese sido un buen chico sino hubiese tenido la educación que tuvo y si el pudiese crecer, yo lo… yo lo haría un… buen chico… -concluyó  con un odioso nudo en la garganta- es un buen niño… -continuó sin poder evitar las lagrimas- tiene cinco años y… y el intelecto de uno de cinco… nunca va a poder aprender a leer bien, nunca va a poder contar bien aunque se esfuerza en aprender… pero le encanta dibujar… -añadió sonriendo- el otro día dibujó a Ron.

 

            -Si, me lo mandó con una lechuza –dijo Ron sonriendo también- aunque en vez de pecas, parece que tengo viruela.

 

            -¿Saben de que me enteré ayer? –continuó Harry borrándosele la sonrisa de nuevo- que sus compañeritos lo molestan, le dicen que no es mi hijo porque no tiene el pelo negro como yo… -Sus dos amigos suspiraron entre sorprendidos y molestos- pero en las clases preescolares los niños no son así, esas son palabras de sus padres, son ellos quienes les meten ese veneno en la cabeza.

 

            -Deberías poner una queja en su colegio –dijo Hermione.

 

            -Eso no serviría de nada, no ven otra cosa que no sea un mortífago, un asesino… cuando yo mismo vi que no fue capaz de matar; perdió a sus padres, una vida normal y ni siquiera lo sabe… nunca sabrá que su madre se llamaba Narcisa y no Ginny… que su padre fue Lucius Malfoy, no yo.

 

            Para ese entonces Harry ya tenía el rostro empapado en lagrimas; llorando por lo que ya no podía ser dejando a sus amigos sin saber que decir.

 

 

 

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            -¿Estás seguro Harry? –preguntó Hermione semanas después en su cocina mientras Draco jugaba en la sala con Ron- ¿irte a América?... eso está muy lejos.

 

            -Lo sé Hermione, y no creas que ya está decidido, falta ver que dicen los chicos, no quiero que sientan que pongo a Draco por encima de ellos.

 

            -¡Mira papi! –Gritó Draco entrando a la cocina como bólido- ¡ya puedo hacer magia!

 

            -¡Oh! ¿Y cómo es eso? –preguntó Harry sonriendo mientras se recargaba en la mesa y cruzaba los brazos.

 

            -Mira… -dijo Draco agitando una varita marca sortilegios Weasley apareciendo una cacatúa de goma haciendo que el chiquillo se desternillara de risa- ¡a que te espantó!

 

            -¡Uy sí y mucho!

 

            -Me la regaló tio Ron.

 

            -¿Ya le diste las gracias?

 

            -Sí.

 

            -Muy bien.

 

            -¡Huele a chocolate!

 

            -Se está horneando una tarta de chocolate –dijo Hermione- tu favorita.

 

            -¡Yupi! –Brincoteó  agitando su cacatúa de goma que no dejaba de graznar- ¿les guardaremos un trozo a Lily, a Rose, a James, a Hugo y a Albus?

 

            -Claro, aunque no creo que lleguen con hambre después de pasar la tarde con Fred y George.

 

            -Yo también quería ir –dijo Draco ya con voz lastimera.

 

            -Iban a usarlos de conejillos –dijo Ron- no te hubiera gustado, créeme.

 

            -Tio Ron, ya sé dibujar manos… -respondio Draco después de un instante- ¿quieres que haga la tuya?

 

            -Eso sería genial compañero, vamos –dijo Ron saliendo tras él de la cocina.

 

            -Piénsalo bien, Harry, no solo hablas de cambiarte de casa, sino de país.

 

 

 

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            Esa misma noche, Harry expresó su idea aclarando que solo lo haría si ellos estaban de acuerdo.

 

            -¿Podrías dejarnos platicarlo entre nosotros? –dijo James.

 

            -Claro, tómense el tiempo que necesiten –dijo Harry poniéndose de pie y saliendo de su habitación.

 

 

 

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