No te quiero, no te quiero, te odio, te odio; susurra tratando de que sus propias palabras se conviertan en realidad,
de que los golpeteos de la lluvia contra la ventana secén y se dejen de escuchar claros contra sus oídos como lo son sus propios gemidos en los oídos ajenos, desea odiarlo, no pertenecerle, pero sin embargo se abraza a su cuerpo y se entrega al pecado mientras pide por mas
¿Quién era el orgulloso vengador?
Ahora un gatito domado que se removía en un pesado cuerpo, ese perlado en sudor y cicatrices de viejas peleas, de añoradas guerras y pasadas glorias.
Uchiha Madara era un maldito,
¿pero por que lo necesitabas hasta el punto de meterte en su cama a altas horas de la madrugada y comenzar a besarlo con deseo?
No había duda, te atraía su fortaleza, el peligro quizás, el parecido con tu fallecido hermano
¿o solo eras adicto a la piel canela y a tu propia sangre domándote?
El calor envolvía ambos cuerpos, con la respiración intercalada y los labios húmedos entreabiertos a la espera de besos furtivos,
reprimiendo gemidos en ellos para no despertar a los muertos que estaban en aquel recinto haciéndoles compañía
“te odio, te odio, no te quiero nada”
Y sin embargo aun no logras creértelo, entre aquellas sabanas esta quizás el secreto que mejor guardas, posiblemente digas que es por sexo,
pero la verdad es diferente, lo sabes cuando tu pecho se calienta ante las caricias expertas, cuando gimes pidiendo más,
cuando el obedece y entra en ti tocando aquel punto especial que te hace estallar entre gemidos y espasmos de placer, lo sabes, pero no quieres admitirlo, que aquello tan falso,
tan banal, comienza a tomar otro camino, que ya no es solo calentar su cama y calentar tu piel, sabes que ahora quieres calentar tu alma con él,
y que no importa si te arrastra a la más profunda oscuridad o al más helado de los infiernos, lo seguirás, sabes que lo harás;
porque no necesitas rubios cabellos y ojos azules como el cielo, tú necesitas la maldad, el dolor encarnado y aquella fría necesidad de un cuerpo similar,
al que intentas comprender porque sabes que el comprende tu soledad, es el vinculo, el vinculo con tu difunto hermano y tu perdido clan,
el es el vinculo para encontrar el infierno y lo que demuestra que quizás exista un cielo.
Sonríe, sin más que maldad mientras embiste cada vez más fuerte, perforando tu interior y tu espíritu, sin embargo clamas por mas,
pides que rompa tu cuerpo para que tu alma pueda ser libre y de aquellos sellados labios por fin escape la verdad, no puedes gritarlo, a pesar de que es lo único que hay en tu boca aparte de roncos gemidos “te amo” y las lagrimas resbalan,
no es por el dolor, no es por el sufrimiento, es porque es la verdad, te has enamorado del victimario, de aquel que no será capaz de devolverte el sentimiento,
y sin embargo, en lugar de preocuparte ese hecho te reconforta, porque él será tuyo, mientras lo complazcas en la cama el te pertenecerá, y tu…tu no serás de nadie.
-maldito crio-
Murmura despectivo, tu esperas recostado contra las finas sabanas de seda blanca, cansado y con el cuerpo adolorido, sabes lo que pasara ahora:
él se levantara, saldrá de ti con brusquedad y se vestirá como si nada de lo ocurrido fuese real, te dejara ahí en medio de la cama con el corazón sangrante y su esencia resbalando entre tus piernas,
sin embargo hoy no es como todos los días, como todas las noches en que apareces en el marco de la puerta con la vista perdida y el solo te dirige monosílabos
–¿estás en celo?- tu no respondes, lo besas. Hoy es diferente, hoy es un día “especial”
-¿Qué?-
Murmuras con pocos deseos de dar explicaciones o charlar, el te calla como tú lo sueles hacer, con besos salvajes mesclados con mordidas cariñosas,
hay algo extraño en el modo en que lo hace, un secreto que él tampoco se atreve a revelar, y tu, eres demasiado cobarde para aceptarlo o quizás es porque sabes que no es correcto;
él es el león al asecho, el fiero cazador, y en el momento en que intentes cambiarlo el encanto se romperá y volverás a estar tan perdido como al principio,
a un paso del precipicio como lo estuviste con el oji-azul, no puedes perderte, no debes perderlo. Y te aferras a sus cabellos, dando tirones, provocándolo pero él no reacciona,
se limita a observarte y a jalar las sabanas para cubrirte, una mirada, un simple “hmm”
-duérmete, aun es temprano-
Y tu corazón se oprime, si, tu aun tienes un corazón que oprimir, que lastimar y que romper, el que te da la espalda ahora no lo tiene, o por lo menos se ha congelado,
como el iceberg que tu esperas llegar a ser, al menos no lo has perdido, el sigue siendo él y tu seguirás siendo tu,
enamorado de tu único vinculo, de tu nuevo maestro y de la única persona que jamás llegara a amarte.