Noche cerrada. La oscuridad domina la ciudad, apenas herida por la débil luz de las farolas, dispuestas a intervalos de escasos metros. La ciudad parece vacía, pues pese a que aún faltan unas semanas para la entrada del invierno, las bajas temperaturas no animan a salir; los pocos valientes que se aventuran por las calles se apresuran a refugiarse cuanto antes en algún bar o alguna discoteca que los aparte del frío cruel que se agarra a sus miembros y amenaza con paralizarlos. Un perro callejero peina las calles en busca de algo que llevarse a la boca y de un lugar cálido en el que pasar la noche, algún rincón en el que pueda sobrevivir; de pronto, a pocos metros de él, la puerta de una discoteca se abre para franquearle el paso a una pareja e irrumpiendo bruscamente en el silencio nocturno al liberar el sonido de risas y música acompañados de un débil destello de luz. Mientras la pareja se aleja tambaleándose y riéndose por la calle, el asustado animal corre a esconderse entre las sombras de un callejón cercano. Su hocico olfatea el entorno y descubre, felizmente, unas cuantas bolsas de basura de aroma prometedor, pero antes de que tenga tiempo de indagar sobre su contenido una puerta se abre a sus espaldas. Se le eriza el lomo al tiempo que comienza a gruñir y a enseñar los dientes: es su comida y no está dispuesto a permitir que nadie le aparte de ella, pero de la puerta salen dos hombres que tienen poco o ningún interés en él y su comida. Arrastran entre ambos un bulto de proporciones considerables envuelto firmemente en una gruesa alfombra de despacho e ignoran al animal, concentrados en su tarea de arrastrar el bulto en dirección a los contenedores abiertos que se hallan en el fondo del callejón. No se dan cuenta de que un líquido se escurre de la alfombra y va dejando un rastro rojizo tras ellos; tampoco se dan cuenta de que algo ha caído del bulto y a caído al suelo produciendo un leve tintineó metálico, simplemente continúan caminando y arrastrándolo por el callejón.
Por un instante, una luz de dudosa procedencia ilumina parcialmente a ambos hombres, revelando los unos ojos rojos y un mechón de cabello blanco en el momento en que, entre ambos, alzan el bulto y lo dejan caer con un golpe sordo en el fondo de uno de los contenedores, cuya tapa se cierra después con un fuerte chasquido, que resuena por todo el callejón mientras regresan por donde han venido.
Una vez han desaparecido y la puerta se ha cerrado nuevamente, el perro, que en todo este tiempo ha permanecido en la misma posición, se da la vuelta y comienza a investigar el contenido de las bolsas, apartando con hocico y patas las molestas hojas del periódico que alguien ha tirado esa noche y en cuya portada puede leerse:
CRECE LA CONSTERNACIÓN ANTE LA DESAPARICIÓN DEL EMPRESARIO JIRAIYA UZUMAKI
SIGUE SIN SABERSE NADA DEL EMPRESARIO TRAS SU REPENTINA DESPARICIÓN HACE SIETE DÍAS.