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¿...Llegaste? por l0veandeath

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Notas del fanfic:

Advierto, no hay transformismo ni travestimo o algo por el estilo (lo digo por como comienza el shot)

 

Y, allí estaba de nuevo. Con un montón de maquillaje como sombras, variados delineadores de ojos, máscaras de pestañas y mucho más esparramados por todo el lavabo del baño de su habitación. Sus emociones ya parecían controlarse solas, furioso con su aspecto y viendo como no lograba ver lo que quería ver golpeó el espejo sin razón aparente sin romperlo por suerte. Estaba ya harto de verse como un hombre, de ver su cuerpo grácil y no muy formado. Abrió la puerta de donde se encontraba y se dirigió donde estaba la nevera a sacar unas cuantas cervezas para, quizá un poco, adormecer esa sensación aguda y molesta en sus sentimientos.

 

Ya sentado en el sofá con un cigarrillo en su mano derecha y en la otra mano sostenía una lata de cerveza ya media vacía, sus pupilas estaban mirando atentamente la pantalla del televisor aunque éste no estuviera prendido. Su mirada parecía estar perdida entre el espacio y el tiempo recordando cosas del pasado que tal vez nunca volverían. Ya habían pasado unas dos horas y ya no vacilaba en donde podría estar aquella persona que le robaba todos sus suspiros como si fuera una adolescente locamente enamorada.

 

Capaz que estaba en su nueva conquista de una noche en la gran ciudad de los Ángeles, quizás que haciendo con su nueva presa... Y que idiota se sentía por pensar toda una noche en eso, por torturarse mentalmente que siempre ha hecho lo incorrecto, de pedirle perdón a una fotografía mientras la oscuridad reina, ¿por qué perdón? perdón de haberle amado como nunca debió. Pero lamentablemente ese sentimiento aumentaba cada día, y cada día que pasaba se sentía más vulnerable ante esa persona, tan dependiente y avergonzado que a veces se sentía un verdadero fracaso. En algunas ocasiones le invadía la pena y el llanto, y lloraba hasta que sus ojos y corazón le decían "basta, no llores más. Te haces daño" y luego los brazos de Morfeo lo llevaban a otro lugar, fuera de allí, de su pequeño mundo cruel.

 

Además sentía que su vida dependía de cada respiro que él daba, de cada latido de su corazón, ¿Dónde estará? que así, tan lejos de él no podrá vivir más. Pero calma, no hay que desesperarse que mañana tendrá que volver, cuando el alba ya este llegando de apoco. Pero ya estaba cansado de eso, de esperar cada noche medio ebrio y odiándose, por alguien que ni siquiera se daba cuenta de lo que sus sentimientos estaban pasando, ya estaba cansado de oprimir cada uno de sus sentimientos por culpa del miedo, del terror que le causaba cada cosa que él podría hacer mal delatándose de pronto, y que todo se fuera por un oscuro abismo.

 

Se paró del sofá con una única intención, ir al baño e intentar igualarse a una mujer. No mal entiendan, no se pondría falditas ni vestidos, nada más resaltaría más aún su lado femenino. Si eso debía hacer, con gusto lo haría.

 

Ya había pasado una hora y algo, y la pena y el llanto le había invadido de nuevo insatisfecho con su resultado odiándose nuevamente. Así que fue por más cervezas para sentirse, quizá, un poco mejor. El reloj ya apuntaba las 4:06 AM, y el pelinegro se encontraba en la habitación de su hermano, con una polera de él sujetada contra su pecho con fuerza. Su rostro estaba cubierto de lágrimas secas junto con el maquillaje negro todo corrido por sus mejillas. Eso definitivamente no se veía para nada de bien. Al rededor de su cuerpo había latas de cervezas vacías, botellas de vodka, ron y otros tragos más. El trenzado entraba a su habitación cuando de pronto debajo de sus pies se escucho un "crack" como el de una lata pisada. Miró hacía abajo extrañado y notó que realmente era una lata, pero decidió ignorarla. Entro a su habitación finalmente y echo su cuerpo con brusquedad en la cama, cuando de pronto escucho una voz aterciopelada pero triste diciendo: llegaste.

 

Instantáneamente supo de quien se trataba y miro por todos lados tratando de encontrarle, pero obviamente no pudo ver nada por la intensa oscuridad que inundaba cada rincón de su habitación.

 

-¿Bill? - susurró sin poder encontrarle. Prendió la lamparita que se encontraba encima de la mesita de noche, y se dio cuenta de que su pequeño hermano estaba sentado en el piso al borde de las lágrimas. Asustado fue rápidamente donde él y se puso enfrente para preguntarle - ¿qué paso? - el pelinegro no respondió, en realidad en ese instante no encontraba las palabras necesarias para decirle que todo eso era por su culpa.

 

-¿dónde estabas? - dijo notando como todo se le tornaba doble y borroso dificultando su vista. Vio como Tom agarraba su delicado rostro con sus manos, secandole las lágrimas con sus pulgares en movimientos delicados.

 

-¿no querías que saliera, es eso? - pregunto alterado. - ¿querías que me quedara contigo a cuidarte, cierto? - seguía preguntando insistentemente, pero Bill no respondía.

 

El trenzado odiaba ver a su pequeño en tan malas condiciones, así que decidió seguir insistiendo. - respondeme. - dijo en voz suave.

 

-¿dón..de esstabas? - el pelinegro arrastraba las palabras.

 

-¿Estas ebrio? - dijo Tom haciendo una mueca con su cara. Si definitivamente estaba abrio. - Oh, rayos. - y con dificultad paro al pelinegro del suelo para llevarlo al baño.

 

-Anda hace un esfuerzo. - decía el trenzado mientras lo llevaba apenas bajando las escaleras.

 

-No puedo. - lloriqueaba éste. No hay nada peor que el llanto de un borracho.

 

Ya ambos en el baño el mayor empezó a desvestir al menor con cuidado para no dañarle. Tenía la intención de bañarlo.

 

-Esspe... - y sin poder terminar la palabra el pelinegro si arrodilló en el suelo poniendo ambas manos en el costado del retrete para vomitar.

 

Su hermano lo miraba con pena. ¿que había pasado? ¿por qué estaba así de mal? Hace tiempo que su hermano pequeño estaba mal, cada día más flaco. Ya casi se veía desnutrido y eso le preocupaba. Ese sonido típico de quien vomita reinó el baño por unos segundos más.

 

-¿Estas mejor? - pregunto. Bill no hizo nada y solo se cayó al suelo logrando apoyarse en la pared. -¡Bill! - grito el mayor mientras recogía al pelinegro. - Por dios que haré contigo.... - se fijo entonces que estaba demasiado pálido y blanco como el papel, más de lo normal. Bajo la tapa del retrete y lo sentó allí con cuidado.

 

Se había desmayado.

 

Le propino varios golpes en sus mejillas pero no lograba reaccionar del todo y eso lo alarmo bastante.

 

-Oye... - murmuró con voz baja.

 

-Llegaste... - dijo Bill como si no lo hubiera notado antes.

 

-Llamaré a alguien... - el trenzado tomo su teléfono móvil para marcar el 911. Estaba nervioso, sus manos temblaban sin poder controlarlas.

 

**

 

¿Por qué te sientes mal y no me dices?

 

La presión baja, esa fue la causa de su desmayo. Estaba bajo su peso normal y eso era una noticia mala. Si por lo general cuando uno recibe una mala noticia la primera reacción es llorar, golpear algo, enojarse con medio mundo o culpándose así mismo. Pero esta vez Tom no hizo nada porque aún no caía en cuenta de lo que pasaba.

 

Pero cuando cayó en cuenta no supo nada más que desesperarse. ¿que había hecho mal? ¿que haría sin su pequeño?

 

Su mano sostenía una taza de café. La mañana estaba fría, y ya rodeaban las seis de la mañana.

 

Las horas iban pasando y él seguía sentado en esa silla que por suerte en aquella clínica le permitieron quedarse toda la noche.

 

-Tom Kaulitz... - llamó una enfermera saliendo de un pasillo.

 

-¿Si? - dije éste atentamente.

 

-Bill Kaulitz no esta muy bien. - dijo con voz grave. - él esta durmiendo en este momento. - termino de decir esperando alguna respuesta del trenzado pero éste no pudo decir nada. Solo abrió su boca y de ella salió un pequeño jadeó. Realmente estaba muy preocupado.

 

-¿Puedo entrar a verlo? - murmuró.

 

-Claro, te daré unos pocos minutos. - concluyó guiándolo hacía la sala en que se encontraba Bill.

 

Cuando la puerta se cerró Tom se acerco rápidamente donde su hermano. - Bill. - susurró. - ¿por qué no me dijiste que te sentías mal?

 

Pero él no respondía.

 

Le tomo una mano con delicadeza y entrelazo sus dedos. - por favor... confía en mi siempre. - sollozó, besandole la mano. - yo siempre estaré allí para ti. Nunca debes olvidar eso. - mascullaba con voz suave. - si hice algo mal solo dímelo... si es mi culpa solo dímelo... - tomo la huesuda mano de Bill y le beso la yema de los dedos. Tuvo un extraño impulso de querer besarle cada parte de su cuerpo.

 

El silencio se hacia presente en cada rincón de aquel cuarto, su hermanito estaba tan pálido como cuando se desmayo.

 

-Tom... - pronunció con un poco de dificultad el menor abriendo sus ojos pesadamente. - ¿qué paso?

 

El pelinegro estaba intoxicado por tanto trago que tomo. Y por eso estaba conectado a unas maquinas.

 

-Bill, despertaste. - dijo alegremente Tom mientras apretaba más su mano contra la de Bill.

 

-No lo hagas más... - su voz se oyó baja y frágil.

 

-¿Hacer que?

 

-De dejarme solo... lo has hecho muchas veces y eso no me gusta.

 

-¿Por qué no me lo dijiste antes?

 

-Tenía miedo...

 

-¿de qué?

 

-de delatarme...

 

-¿Delatarte?

 

-Tengo miedo.

 

-No tengas miedo... de mí. De mí nunca ¿si? - dijo al borde de las lágrimas, vale, de pronto le vino una sensibilidad enorme al trenzado.

 

-No sigas hablando y solo hazlo....

 

Nuevamente se formo un silencio todo porque ambos se observaban fijamente sin pronunciar nada. Y las palabras sobraron, no necesitaron hablarse para que ambos se adivinaran los pensamientos y descifrar de que querían hacer durante tanto tiempo.

 

Bill tenía sus ojos llenos de miedo, llenos de ganas, llenos de deseos contenidos.

 

Un leve roce logro que ambos se estremecieran, otro roce y al fin la tibieza de sus labios se encontró. Sus labios torpes no lograban ponerse en armonía, los nervios traicionaban en ese momento. Bill estaba paralizado, no sabía que hacer. Una de las manos del mayor viajaban por el delicado rostro de Bill, y la otra sujetaba su nuca haciendo más presión en sus labios. Sus ojos se encontraban cerrados, el tiempo se paró, todo lo demás dejo de existir. Nada más excepto Tom y Bill. Sus cálidos labios no pretendían dejar de tocarse, pero el tiempo se acababa y su pequeño aún estaba mal.

 

Se separaron con cuidado, con timidez y vergüenza. ¿Qué acababan de hacer? ¿Acaso estaba mal haber hecho eso?

 

-Yo te... quiero Tom.- habló con marcada timidez el menor.

 

-Yo aún más Bill, yo te amo. - susurró el trenzado.

 

-Tom... - dijo el pelinegro mientras una lágrima se le escapaba. - no me dejes solo nunca más. - vaya, Bill se sintió idiota y cursi por haber dicho eso. Pero en ese momento le agrado, sintió que era el momento indicado para decirle cosas cursis a su gemelo.

 

-Perdoname. - el mayor apoyo su cabeza en el pecho de Bill logrando escuchar los latidos de éste. - yo fui un tonto... - las lágrimas se le salían solas. En ese momento el miedo le recorría cada célula de su cuerpo.

 

Estaban fundidos en un abrazo profundo, sin poder separarse. Todo era tan mágico, compartían calor mutuo...

 

Pero la puerta se abrió de golpe.

 

-¿Bill? - la voz suave de la enfermera los alertó.

 

-Ya estoy mejor. - dijo éste un tanto nervioso.

 

-Te tomaré la presión...

 

Al menos ya se encontraba mejor y su presión estaba estabilizada de nuevo.

 

--

 

-Tiene que subir cuatro kilos. - informó el doctor. Ya eran las tres de la tarde.

 

-Bien, ¿lo dará de alta?

 

-Solo si se compromete a comer...

 

-Claro que lo hará... yo ni idea que tenía bajo peso.

 

**

 

Unos días después.

 

-Dime, ¿por qué no comías, eh? - dijo el mayor mientras sentaba al menor en su cama un tanto juguetón. Tenían sus manos entrelazadas firmemente.

 

-Yo quería gustarte... - respondió el pelinegro un poco avergonzado dejándose hacer dócilmente por su gemelo.

 

Si era cierto. Quería parecer una mujer para gustarle a Tom, suena raro pero así lo quería. Por eso quiso adelgazar y maquillarse más de lo normal. Porque pensó si hacia eso podría gustarle o atraerle. Pero estaba muy equivocado. Pudo haber pasado algo peor.

 

-Pero... tu me gustas de todas las formas posibles... - susurró Tom en el oído de su hermano mientras se agachaba un poco para que sus rostros quedaran frente a frente. - tu me gustas tal y como eres pequeño idiota. - ambos sonrieron mirándose fijamente, pero el menor rápidamente bajo su mirada avergonzado. Los ojos penetrantes de su gemelo le lograban sonrojar. - yo te amo con todos tus defectos. - murmuró bajito mientras acariciaba la espalda de su pequeño.

 

-Tu lo eres todo para mi. - dijo entre risas sintiendo el cálido contacto de la mano de Tom en su espalda. - todo, absolutamente todo. - su voz era suave y delicada. Agarró por la cintura a su hermano y lo empujo hacia él haciendo que se sentara en sus piernas.

 

-Para mí también. - empujo a Bill un poco para atrás mientras éste se sujetaba contra el colchón para no caerse completamente para atrás.

 

Las palabras sobraron, no era necesario que siguieran hablando.

 

Las caricias avanzaron rápidamente propinándose amor mutuo. El mayor hizo que Bill se acostará totalmente para atrás y puso su cabeza en el pecho de él. Por unos segundos escucho como latía su corazón.

 

-¿Qué haces? - pregunto intrigado el menor viendo a su hermano apoyado de esa forma sobre él.

 

-Yo pienso que cuando... tu corazoncito deje de latir, el mío también lo hará. - musitó.

 

Bill no dijo nada ya que se derretía de la ternura. Solo enredó sus dedos en las trenzas de su hermano y le acarició la cabeza por unos instantes.

 

-Mi vida no es vida si tu no estas a mi lado. - susurró Bill notanto como su voz se volvió más suave y tierna que antes. Tom quito la mano de él sobre su cabeza con cuidado y se paro.

 

-Uno solo... . - pidió suplicante. - dijo el trenzado.

 

-Uno no le hará daño a nadie...

 

El pelinegro se paro de la cama y se acerco donde su hermano. Poso una mano en el hombro de este y la otra en la cintura, mientras Tom tomaba su nuca con ambas manos. Se miraron unos escasos segundos, sus rostros estaban tan cerca que parecía que respiraban el mismo aire logrando forma una especie de burbuja donde nuevamente el mundo no existía. Luego unieron sus labios con cuidado y tímidamente. Ladeaban sus cabezas en dirección contraria profundizando ese contacto.

 

El aire les faltaba, pero igualmente continuaron. Cuando llego el momento de separarse se escuchaba sus respiraciones agitadas.

 

-Otro... - dijo Bill. Su hermano no dijo nada, solamente se dejo esta vez hacer por su pequeño. El pelinegro delineó el contorno de los labios del tranzado despacio, con movimientos delicados mientras no le quitaba la vista de encima.

 

Tom aprisionó más sus cuerpos arrinconándolo contra la pared.

 

-Otro. - repitió luego de un rato.

 

Sus bocas nuevamente entraron en contacto, con movimientos dulces y tiernos.

 

-Te amo. - murmuraban ambos contra sus labios. Las manos del trenzado viajaron por toda la espalda de su hermano y al momento de separarse sus labios se encontraron con el cuello del pelinegro dejando allí pequeños besos húmedos.

 

-Tom... - jadeó éste al sentir ese toque repetidas veces.

 

Se formo una especie de río de besos que descendía por el cuello de éste hasta los hombros y nuevamente a donde sus carnosos labios esperaban ansiosos.

 

-Chicos... - se escucharon tres golpes a la puerta interrumpiendo ese romántico momento.

 

-¿Qué? - contestó Tom un poco molesto.

 

-El ensayo...

 

-Oh mierda, cierto. - refunfuñó y dejandole otro corto beso a Bill abrió la puerta. - Vamos...

 

-Claro, si hace días que no ensayamos y el nuevo disco espera. - habló con serevidad el castaño.

 

-Y es por mi culpa, lo sé. - dijo el pelinegro siguiendo a los muchachos.

 

-No hay momentos para culparse. Lo bueno de esto que nadie se enteró. - dijo aliviado Georg.

 

El pelinegro asintió con una sonrisa flamante en su rostro y fueron donde se encontraba la sala de ensayos, mientras ellos dos se apretaban las manos firmemente...

 

 

Notas finales:

Gracias por leer,por los coments y todo (:


Abrazos y buen fin de semana.


^^


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