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The Boy Who Refused to Die por Jae_Marshmallow

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Alguien le dijo una cosa

que luego resulto muy cierta:

si se mira de cerca la rosa

no hay ninguna perfecta.

—Alice’s adventures in Wonderland.

 

Malfoy Manor

 

Harry trago en seco, frente a él se encontraba la mansión más majestuosa que había visto en su vida —no es que hubiera visto muchas—, pero seguramente Malfoy Manor era de las más gloriosas.

 

Se vio bloqueado frente a su primer obstáculo, ¿cómo entraría? Conocía la respuesta y no sería algo que le agradaría a Lucius Malfoy.

 

Levanto la varita y apunto al exagerado portón con el logotipo de los Malfoy. Un minuto después fue capaz de atravesar la reja sin contra tiempos. Comenzó a arrepentirse de su impulsividad.

 

Era de noche y el único sonido era el de sus pasos sobre el césped perfectamente cortado.

 

«Malditos ricos, ¿es que siempre tienen que vivir en lugares increíblemente enormes?», pensó con frustración.

 

Harry se encontraba completamente alerta, sin embargo, el silencio le penetraba los oídos como dos potentes agujas que a la víspera de cualquier sonido saltaría con la varita en mano dispuesto a maldecir a quien fuera.

 

Pat… Pat…

 

Escuchaba una especie de susurro, pero no eran más que el sonido de sus propios pasos.

 

Harry piso una rama haciendo que un escandaloso «crash» sonara con eco incluido. Aquello no podía ser bueno.

 

«Sólo fue una rama, maldición, estoy muy alterado», pensó con molestia.

 

Se dejó caer, el césped le recibió con total comodidad. Con pesar dejo que su cuerpo se recargara en uno de los gigantescos setos, le recordaba al tétrico laberinto en el que se vio obligado a entrar en la copa de los tres magos, cuatro con él.

 

«¡Todo a mí!», gruñó frustrado «¿Cuándo será que tendré una vida normal?»

 

Algo le decía que nunca.

 

—Excelente, ahora alucino un pavo real albino —masculló mientras seguía con la mirada a la aludida ave con postura muy digna y caminar elegante que apareció silenciosa saliendo de un par de espesos pinos. Harry sonrió—. ¡Oye, Lucius Malfoy! —llamó—. Vaya forma animaga tan más presuntuosa —rió por su propio chiste.

 

El pavo real le miro con total indiferencia y se perdió por uno de los setos.

 

—Hasta sus animales tienen el mismo sentido del humor de los Malfoy —refunfuño.

 

El silencio volvió a apoderarse de su alrededor, incluso más que antes. Harry miró hacia la imponente mansión, no estaba muy lejos… tan poco, estaba a una caminata de llegar a él. ¿Draco estaría dormido? ¿Estaría… durmiendo a Scorpius? No, probablemente el niño ya debe estar dormido, era muy entrada la noche.

 

Un escalofrió le recorrió y el vello de los brazos se le erizo. Un hijo. Un hijo de Draco. ¡Cuán bello era ese niño!  Cerró los ojos para poder rememorar el recuerdo del Callejón Diagon, podía verlo como si lo tuviera en frente. Su precioso cabello liso y platinado ¡igual que su papá! Piel nívea… también idéntica a la de Draco y Harry no podía sentirse más orgulloso. Ver a Scorpius fue como regresar el tiempo y admirar a un mini Draco. ¿Tendrá los mismos gestos? ¿Arrugara la naricita cuando algo le desagrada? ¡Y sus ojos verdes eran iguales! No le cabía duda que ese niño debía ser suyo.

 

La sonrisa que se había alojado en su rostro despareció.

 

Harry sintió una horrible opresión en el pecho, le perforaba causándole un agujero, uno muy profundo casi como un abismo. Negro, frío y solitario, que inmunda sensación. Pudo notar como repentinamente el estómago se le alojo en la garganta y el sentimiento de soledad le embriagaba. Los pulmones se le enfriaron y tuvo miedo. El repentino vacío no fue causado por ningún dementor; era producido por sus propios fantasmas.

 

Tuvo la seguridad que no habría nada que le regresara esos valiosos cinco años que estuvo lejos de... su familia ¿podría llamarle su familia? No se sentía con derecho.

 

Harry maldijo, maldijo una y otra vez a Voldemort.

 

Maldijo el día en que el maldito nació, maldijo el momento en el que Dumbledore le dijo que era un mago y lo invito a Hogwarts, maldijo el día en que mato a sus padres y lo dejo huérfano, maldijo la última batalla. La cual seguía viendo en sus pesadillas.

 

—Harry Potter —musitó con la voz siseante— el niño que vivió… para ser infeliz.

 

Harry no comprendió el peso de esas palabras y sin tomarles importancia, la batalla continuo.

 

—No, no, no, no —repetía para sí mismo—. No estás en la batalla, estas en los jardines de Malfoy Manor, no en la batalla, si en los jardines.

 

Se sentía estúpido al estarse repitiendo su actual ubicación como un pequeño niño que le teme a los truenos en un día lluvioso, sin embargo, aquello le había funcionado los últimos años y mientras siguiera calmándolo lo haría por más vergonzoso que se viera.

 

Una vez logro calmarse decidió que pararse era lo más adecuado y con la cautela que la situación ameritaba camino hacia su destino.

 

Cada paso se volvía más pesado que el anterior, para cuando cayó en cuenta se encontraba frente a la majestuosa entrada. Alzo la varita y repitió los mismos hechizos que utilizo con el portón y sin problemas la puerta se abrió con un rechinido espantoso.

 

El interior era tan oscuro como el exterior. Hizo un esfuerzo monumental para alejar los recuerdos de la tortura de Hermione y la desquiciante risa de Bellatrix Lestrange que podía escucharla cada vez más fuerte al dar tres pasos dentro. Fue como si las paredes se burlaran de él.

 

Harry ajito la varita con la esperanza de que se prendiera alguna antorcha, pero en su lugar, las llamas surgieron de un candelabro en el centro del ahora visible —y enorme— recibidor. Mármol. Todas las paredes eran de un primoroso mármol blanco.

 

En su última visita no aprecio la grandeza de Malfoy Manor, pues venia en calidad de prisionero. Con la seguridad que le brindaba su libertad camino alerta hasta cruzar toda la estancia. Los pasos resonaron, Harry observaba hacia todos lados, atento y sin bajar la varita hasta que llego al inicio de una escalinata de alrededor de treinta escalones alfombrados de los cuales al terminar se desprendían dos escaleras; una hacia la izquierda y otra hacia la derecha. Harry bufo.

 

«Siento que juegan con mi mente», pensó compungido.

 

Harry dio un paso hacia la derecha… «no», retrocedió nuevamente. Si él fuera un completo extraño entrando en la casa —lo cual si era— iría hacia la derecha, por lo tanto tomaría la escalera de la izquierda.

 

«Suena lógico», se convenció.

 

Una vez término de subir los escalones que se le antojaron como interminables llego al inicio de su nuevo problema. El pasillo izquierdo lucia tan sombrío como el derecho. Harry se mordió el labio inferior y haciendo gala de su valentía Gryffindor se adentró a la oscuridad.

 

Unas flamantes antorchas con decorado victoriano se encendieron, Harry pudo distinguir cuatro, pues después de estas continuaba la oscuridad. Conforme caminaba más antorchas se encendían iluminando el pasillo, Harry se giró para ver si aun podía alcanzar a mirar las escaleras, pero no había rastros de estas y las antorchas de atrás comenzaron a perder luz hasta extinguirse por completo. No tardó mucho en comprender que las antorchas se iluminarían conforme fuera avanzando. Sabía que los Malfoy eran vanidosos más no imaginaba que hasta esos extremos.

 

El suelo se encontraba alfombrado de rojo escarlata y a Harry le pareció bastante irónico que odiando los colores de Gryffindor tuvieran tapizada su mansión de rojo. Debía admitir que le daba un toque aristocrático.

 

Las paredes estaban vacías hasta hace unos minutos, Harry se empezó a poner nervioso cuando miro un retrato que le veía con asco. Con la curiosidad a flor de piel se acercó a ver la resplandeciente placa bajo el cuadro.

 

—Abraxas Malfoy —leyó Harry.

 

—Ah, un Potter —afirmo con la ceja alzada. Harry se tragó las ganas de reír por la increíble similitud con Lucius Malfoy y Draco. Ahora sabia de donde habían sacado esos dos ese gesto—. He de decir que los Potter eran mejor recibidos hasta que su hijo se casó con una sangre sucia. Lamentable suceso. 

 

Harry arrugo el ceño e ignoro al antepasado de Draco. Camino rápido para llegar a… donde sea que estuviera Draco. Abraxas Malfoy parecía no querer dejar la conversación ya que se desplazaba por las pinturas de paisajes siguiéndole el paso a Harry.

 

—Dime muchacho, ¿qué te trae a Malfoy Manor a altas horas de la noche? No me digas que vienes de visita.

 

Harry hizo un tremendo esfuerzo por no contestarle.

 

—¿Con que no vas a decir nada? —al ver como Harry continuaba ignorándole, agrego—: Supongo que a Lucius le encantara saber que tiene visita.

 

—¡No! —gritó alterado—. Escuche… vengo a buscar a Draco, en cuanto lo encuentre me iré —Harry lo pensó un poco y parecía que podría ser más fácil pedirle indicaciones al cuadro que seguir vagando sin rumbo, eso sí se dignaba a contestarle, cuando iba a preguntar el sonido de algo pesado siendo arrastrado chirrió de un lugar cercano— ¿Qué… qué fue eso?

 

Abraxas Malfoy se encogió de hombros, mirando hacia la oscuridad con gesto indiferente.

 

—¿Un gato, tal vez?

 

—No bromeé conmigo, Draco es alérgico a los gatos —Harry alzo la varita, la cual había tenido bien sujeta a su costado— ¡Lumos maxima! —bramó con fuerza. La cegante luz ilumino todo el corredor dejando ver a una mujer de cabello rubio saliendo de un pasadizo que se cerraba con lentitud para quedar oculto tras el cuadro de un Diricawl.

 

Narcissa Malfoy abrió los ojos con sorpresa y dejo caer el plato de pudin que llevaba, el cual, al caer al suelo, le embarro la costosa bata de seda blanca. Abrió la boca para gritar a todo pulmón.

 

¡Desmaius! —gritó Harry. Narcissa Malfoy se elevó algunos metros hasta caer con un sonoro golpe al suelo.

 

—Acabas de… —Abraxas Malfoy se quedó perplejo.

 

—¡Merlín! —exclamó Harry cuando reacciono—. Oh, no, no, no, ¡acabo de desmayar a Narcissa! Merlín, Merlín, Merlín —repetía haciendo círculos alrededor del mismo lugar.

 

—¡Por Salazar, muchacho! ¡Deja de malgastar el nombre de Merlín! —dijo mosqueado—¡Ve a ayudarla!

 

—¡Ah, sí!  —Harry corrió hasta situarse junto a Narcissa— Enervate.

 

Narcissa Malfoy dejo escapar un quejido de dolor, para cuando se sentó y abrió los ojos al ser Harry lo primero que vio, puso una cara de espanto como si estuviera viendo al mismísimo Voldemort. Harry noto que la mujer tenía la intención de volver a intentar gritar.

 

¡Desmaius! —dijo rápidamente y Narcissa volvió a caer al suelo como un saco de patatas.

 

—¡¿Qué has hecho?! —rugió.

 

—¡Iba a gritar! —se defendió—. No puedo permitir que me descubran, al menos no por el momento.

 

—¿Y esperas que nadie en esta mansión haya escuchado tus gritos y lloriqueos? —le miro con repulsión—. Hasta aquí a llegado mi paciencia.

 

—¡No, no te vayas! —renegó Harry, pero fue demasiado tarde porque Abraxas Malfoy ya se había escabullido por los retratos. Le hecho un último vistazo al cuerpo inerte de Narcissa—. Bueno, nadie muere por tomar una siesta en el suelo —susurró antes de esquivarla y seguir derecho.

 

Conforme avanzaba, la desesperación de Harry era más palpable. Incluso la podía sentir en la atmosfera, juraría que era posible ser cortada con un eficiente diffindo sin problema alguno.

 

Debía encontrar la forma de calmarse e inevitablemente sus pensamientos divagaron a las posibles reacciones que podría tener Draco cuando lo encontrara, cada una más disparatada que la anterior.

 

—¡Oh, Harry! —exclamó Draco, a quien las lágrimas le brotaban de sus ojos agrisados y acuosos.

 

—¡Draco, cariño! —dijo Harry con alegría al tiempo que abría los brazos. Draco saco un pañuelo con detalles plateados en cuya esquina se encontraba grabadas sus iniciales: DM.

 

—Te he extrañado tanto… —chilló—, no podría encontrar consuelo en otro hombre que no fuera mi adorado Harry —musitó con la voz entrecortada. Draco seguía llorando desconsoladamente y con su pañuelo se secaba las incesantes lágrimas.

 

Harry agito la cabeza. Draco no era ninguna muchachita mártir.

 

—¿Y qué? —dijo una voz arrogante. Draco se cruzó de brazos y miro a Harry con desdén—. Eres una basura, Potter ¿por qué tendría alguien de mi categoría tener que denigrarse al nivel de un asqueroso mestizo? ¡Ah, espera! Sí, sí, casi lo olvido —Harry no comprendía, pero Draco estaba acostumbrado a que era desprovisto de neuronas —. ¡Tú eres Harry Potter! ¿Cómo pude olvidarlo? Nosotros los mortales nos movemos a tú disposición, venerado San Potter.

 

Harry frunció el ceño.

 

—¿De qué hablas? —aventuró a preguntar. Draco soltó una carcajada de esas de “no me rió de ti sino contigo”, pero a Harry no le causaba nada de gracia.

 

—¿En serio te tienes a ti mismo tan sobrevalorado, Potter? —suspiró—. Han pasado cinco años ¡cinco años! —recriminó enfurecido y Harry no pudo hacer más que encogerse en su propio sitio. No tenía forma de debatir aquello.

 

—¡Esto es abominable! —rezongó. Definitivamente se quedaba con el Draco melodramático. Sumergió las manos en su indomable cabellera en un gesto de estrés ¿cuánto más faltaba para llegar?

 

El pasillo le pareció interminable y por cada paso dado Harry odiaba más y más la maldita alfombra escarlata que desde hace un rato era lo único que alcanzaba a vislumbrar, empezó a considerar que la susodicha se estiraba conforme avanzaba.

 

«La magia deja residuos, Harry», le había dicho en una ocasión Dumbledore.

 

—¡Claro! —y como si ante él se hubieran revelado los secretos del universo, sujeto bien su varita y asegurándose de apuntar la alfombra dijo—: Finite incantatem.

 

El pasillo dejo de verse eterno, incluso, pudo ver una puerta, era gigantesca y llena de detalles. Harry sonrió orgulloso de sí mismo.  Al llegar frente a la puerta se giró para comprobar que se encontraba completamente solo. Convenciéndose que era ahora o nunca, la abrió. Para su sorpresa la puerta no hizo sonido alguno.

 

La luz que le proporcionaban las inmaculadas antorchas dejo entrever la silueta en la cama, se encontraba completamente tapado y podía ver sus preciosos cabellos platinados.

 

Le dio un vuelco el corazón. No tenía fuerzas para entrar y sus síntomas de nerviosismo no le ayudaban en nada; sentía la garganta seca y los labios partidos ¡que indigno era de Draco! ¡Él siempre tan delicado y agraciado!

 

Finalmente, entro a la habitación y cerró la puerta. Luego se arrepintió, ahora la habitación estaba a oscuras. Movió la varita para que las cortinas se abrieran un poco y dejara entrar la luz de la luna que le daba al cabello de Draco un tono azulado. Tan encantador.

 

Harry camino hasta ubicarse a su lado. Las manos le temblaban. Con total torpeza logro dominar una para tomar un mechón de cabello plateado, se inclinó para poder aspirar su aroma.

 

¡Tantos años anhelándolo! Todo parecía tan irreal. Harry cerró los ojos para permitir que su aroma le penetrara los sentidos. No era el mismo aroma que con tanto ahínco recordaba en su tiempo de permanente soledad. Draco se había dejado crecer el cabello, le llegaba debajo de los hombros.

 

—Te amo tanto… —susurró Harry—, no tienes idea de lo que he sufrido al estar lejos de ti.

 

Sintió como Draco se removía en la cama y supo que era momento de abrir los ojos.

 

—Esto es inesperado —dijo una voz áspera— y también desagradable.

 

Harry pego el grito de su vida al ver muy cerca de su rostro a un insufrible Lucius Malfoy mirándolo con asco. Le soltó el mechón y dio un brinco, increíblemente, el brinco fue de casi cuatro metros, pues ahora se encontraba frente al ventanal. Harry no tenía tiempo de preguntarse como logro tremenda proeza cuando lo único que le pasaba por la cabeza era que acababa de decirle palabras de amor al señor Malfoy.

 

—¡Usted! —gritó alarmado— ¡Draco! ¡Agh, que asco!

 

Lucius Malfoy alzo la varita, apuntándole sin remordimiento alguno.

 

—¿Qué haces en mi casa? —luego de pensárselo momento agrego—: ¡¿Y qué diablos haces en mi habitación?! No, más bien ¡deberías estar muerto! ¡O morirte! Da igual en realidad.

 

Harry seguía pálido como la cera, incapaz de contestarle coherentemente. Cuando estuvo a punto de responderle la puerta se abrió de golpe dejando ver a Draco con la varita bien sostenida y a una aún algo aturdida Narcissa Malfoy.

 

—Ha… ¿Harry? —murmuró Draco, pasmado.

 

Narcissa se llevó las manos a los labios y dejo escapar un chillido de sorpresa al comprobar que quien la había aturdido si era Harry Potter y no se lo había alucinado.

 

—Hola…

 

—¿Hola? —gruñó Lucius—. ¡¿Hola?! —repitió. No se le veía de muy buen humor—. ¡¿Te desapareces y cuando regresas lo primero que se te ocurre decir es hola?!

 

Narcissa se recuperó de su estado de estupefacción. Harry se esperaba aquella reacción en Draco, pero él seguía atónito. Su cabello era corto como lo recordaba ¡que bueno! Se espantaría si fuera igual que el de su padre. Un escalofrió le recorrió de tan solo imaginarlo.

 

Draco seguía siendo delgado, pálido e indescriptiblemente agraciado de belleza. ¡Que le dijeran loco! Pero para él, Draco siempre seria la persona más hermosa que sus ojos vieran. Poseía unos labios que eran como un par de pétalos de rosa, los cuales hacían juego con la profundidad de las orbes plateadas.

 

Draco movió los labios, dispuesto a hablar.

 

—¿Papi, que pasa? —preguntó una inocente voz, somnolienta. Draco salió de su letargo por completo.

 

—Scorpius, vuelve a tu habitación.

 

Su vista dejo de encontrarse enfocada en Draco para mirar al pequeño niño adormilado que se refregaba los ojitos, lucia cansado.

 

El niño bostezo y observo a Harry con inmensa curiosidad.

 

—Draco…  —no sabía que decir, ¿qué clase de cosa podría decir? —Scorpius... —aún no lograba creérselo, ¡su hijo! Se encontraba frente a él. Las emociones se le agolparon en el corazón, no tenía palabras para describir lo infinitamente rebosante de alegría que se encontraba. Draco suspiro cansado.

 

—Vayamos a la habitación de Scorpius, el niño debe dormir.

 

Lucius estuvo en desacuerdo al igual que Narcissa, sin embargo, Draco les aseguro que dormiría al niño y luego sacaría a Potter de la habitación para conversar lo que tuvieran que conversar.

 

Una vez salieron de la recamara, Harry se sintió más seguro para hablarle a Draco que teniendo la meticulosa mirada de odio de sus padres observando todos sus movimientos.

 

—Escúchame bien, Potter —le detuvo cuando Scorpius se quedó dormido en sus brazos—. La única razón por la que no te he sacado a punta de varita es por mi hijo, no quiero que me vea cometiendo actos indebidos. No sé a qué has venido, no tienes derecho a entrar en mi casa.

 

—Draco, no me fui porque quisie—

 

—¡Pero te fuiste! —interrumpió—. Me importa una mierda si querías o no, el punto es que te largaste y me abandonaste cuando más te necesitaba —miró a Scorpius por un momento—, necesitábamos. Hace una semana escuche rumores de que habías vuelto, obviamente no los creí, yo… —lo que fuera que iba a agregar lo omitió y volvió a caminar. Esta vez con paso más apresurado.

 

—He sufrido, te aseguro que tanto como tú.

 

—¡El gran Harry Potter ha sufrido! —la burla no paso por alto en su tono de voz— ¡Pobre alma en desgracia!

 

Harry sabía que el reencuentro con Draco no sería  fácil, pero algo en él albergaba la posibilidad de que aún sintiera amor.

 

—¿A qué has venido?

 

—¿No es obvio? Quería verte —no tuvo que pensárselo para decirlo; era cierto. Los pasillos por los que caminaron estaban muy lejos de ser escalofriantes y cuando llegaron al vestíbulo para dirigirse a la escalera de la derecha le entro el tremendo impulso de querer golpearse contra la pared como un elfo domestico ¡algo le decía que debió haber tomado el camino de la derecha!

 

—Ya me viste, puedes irte en paz —dijo cortante.

 

—Llegue hace una semana —el rostro de Draco se contrajo en una expresión que pudo haber sido de dolor. No estaba seguro—. Me dedique a poner en orden Grimmauld Place, el lugar era todo un espanto.

 

—Aunque tu historia de limpieza me parece increíblemente fascinante, no encuentro relación a tu talento en el arte del lavado a que estés en mi casa como una paria. Una muy molesta, debo aclarar.

 

Harry ignoro su comentario.

 

—Cuando me dispuse a limpiar el tapiz de la familia Black, te vi a ti con descendencia. No imaginaras la reacción que tuve, cuestione a Kreacher y él me lo reafirmo. Fui irracional, lo sé. Quería que al encontrarme contigo tuviera argumentos que te parecieran lo suficientemente validos como para aceptarme nuevamente y lo arruine, me gano mi impulsividad.

 

Entraron en una habitación que tenía la puerta abierta. Harry miro todo. Era realmente alegre y se encontraba rebosante de juguetes y peluches. Volvió a fijarse en el niño, quería… no, necesitaba abrazarlo ¿Draco se lo permitiría?

 

Scorpius no le perdía de vista con sus enormes ojos verdes analizaba a Harry de pies a cabeza para memorizarlo. Una sonrisa se formó en los labios de Harry. Su hijo era muy inteligente, todo este tiempo había fingido dormir. Algo de él tenía que haber sacado además de los ojos; ese afán de escuchar conversaciones ajenas.

 

Draco acostó al niño en la cama de doseles y fue cuando se percató que no estaba dormido.

 

—Unos minutos aquí y ya lo mal influenciaste —aunque su deseo fuera sonar molesto, sonó más a un reproche. Se debió haber dado cuenta porque cruzo los brazos, regresando a la postura fría. 

 

—Papi —llamó Scorpius—, ¿es chico dragón?

 

—Sí —contestó de mala gana. Scorpius grito de emoción. Con un salto estaba de pie sobre la cama observando a Harry con expresión esperanzada.

 

—¿Puedo…?

 

Draco asintió, camino hacia el ventanal de la habitación de Scorpius para no tener que ver la escena. Repentinamente el exceso de estrellas en el cielo le pareció algo muy interesante.

 

Harry abrazo a Scorpius quizás demasiado fuerte, pero el niño no se quejó y al cabo de casi segundos rompió a llorar.

 

—No, no llores mi amor —le besaba las mejillas. Con los dedos pulgares retiraba las lágrimas—. Ya estoy aquí… papá no se apartara de tu lado.

 

—Papá —repitió Scorpius, siendo el detonante causante de que a Harry se le escaparan las lágrimas.

 

—Sí, tu papá —se escuchaba tan maravilloso ¿cuántos años deseo tener una familia propia? Seguramente desde su infancia y ahora, frente a él, se encontraba la familia más estupenda porque era suya; el hombre a quien amaba más que a su propia vida y él hijo que nació de ese amor—. Los amo tanto —dijo al tiempo que miraba a Draco, este por más que quiso evitar verlos no pudo y les miraba con cierto brillo en los ojos. Cosa que no pasó desapercibida para Harry. El peso liviano entre sus brazos le confirmo que Scorpius se acababa de quedar dormido.

 

—Demasiadas emociones por una noche —Draco le quito al niño, instintivamente Harry se aferró a él, pero era cierto. Era muy noche para Scorpius.

 

Observo como lo arropaba y le besaba la frente. Sonrió encantado por lo que veía, Draco era muy cariñoso.

 

—Salgamos.

 

Caminaron hasta una estancia de muebles estilo Luis XIV. Bastante elegante para su gusto. Draco tomo asiento y Harry se sentó frente a él en el lugar más cercano. Le dolió que Draco arrugara la nariz con desagrado. La chimenea de mármol blanco comenzó a chisporrotear.

 

El silencio le incomodaba en sobremanera, Draco sopesaba la información y en ningún momento le vio contento. Arrugaba el ceño cada que le veía o le miraba con desdén. Hizo gala de su estadía en la casa Gryffindor y fue quien inicio la conversación:

 

—Sé que debes estar molesto —Draco enarco una ceja—, muy molesto. He estado fuera por mucho tiempo, ¡pero hay un motivo!

 

—¿En serio? —preguntó, arrastrando las palabras—¿Y cuál es ese importantísimo motivo?

 

Harry titubeo.

 

—No puedo decírtelo.

 

—¡¿No puedes decírmelo?! —Draco perdió la poca paciencia que tenía. Se puso de pie fúrico— ¡No es la primera vez que me dices esa estupidez, James Potter! ¡También te desapareciste después de la muerte del viejo chiflado junto con tus dos amiguitos! ¿Y me dijiste a dónde fuiste? ¡No!  Aún recuerdo tus palabras «Debo hacer esto, Dumbledore me dejo una misión».

 

—Así fue —Harry también se puso de pie.

 

—¡Te implore que me llevaras contigo! ¡Era tu novio y me sentía asustado. Quería estar contigo!

 

—¡Jamás te llevaría conmigo a algo así! —gritó por primera vez desde que inicio la conversación. Draco dio un paso hacia atrás, le temblaban los labios—. No pondría tu vida en riesgo… moriría si te hubiera pasado algo por culpa mía.

 

Draco desvió la mirada.

 

—Vete.

 

—¿Qué?

 

—¡Vete! Sé que tu maldito cerebro y tú nunca han sido los mejores amigos, pero no creo que sea una palabra tan difícil de comprender.

 

—No me iré hasta que me escuches.

 

—Basta, James —a Harry no le sorprendió aquello, ya se había acostumbrado en el pasado a que cuando Draco realmente se enfadaba le llamaba por su segundo nombre. Siempre fue el único que lo hacía—. Me causaras problemas, dejemos las cosas aquí.

 

—Sabes que no me iré.

 

Draco suspiro cansado y en ese momento a Harry le pareció que se vio unos años mayor. Debía de estar fatigado de la situación ¡pero él también lo estaba!

 

—En unas horas viene mi prometido, me causaras problemas si cuando llega me ve tomar el té con el desaparecido Harry Potter.

 

El mundo de Harry se hizo añicos. 

 

Notas finales:

 

Espero les haya gustado el capítulo (: muchas gracias por todos los comentarios que me dejaron. Por cierto, si Draco no le ha cruciado el trasero a Harry es porque estaban en presencia de Scorpius xD de todas formas Harry tendrá que rogar y besar el suelo por donde camine Draco si quiere su perdón, cosa que no le será nada fácil.

El prometido de Draco es bastante desagradable ´n´

En fin, sus reviews son bien recibidos (: me gusta leer sus opiniones y ya conteste los que me dejaron en el capítulo pasado.

Para cualquier cosa les dejo mi Twitter: JaeMalvavisco 

 


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