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Cuando el Hielo se Derrite en Tu Cuerpo por Arwen Diosa

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Notas del capitulo:

Hola!

Perdon por la tardanza pero este capi era mu decisivo ya que estamos llegando al final... espero les guste y que o disfruten como yo disfrute al escribirlo ^^

Pasen y lean.

CUANDO EL HIELO SE DERRITE EN TU CUERPO


 


 


 


Capítulo 12.-  No Recuerdes Nada.


 


 


         Se le escurrieron las lágrimas por las mejillas y no se molestó en limpiárselas, se desbordaban de sus ojos sin pedir permiso siendo absorbidas por su cabellera acuamarin y las fibras de la almohada. Su cuerpo estaba temblando, respiraba entrecortado, el oxígeno llegaba a penas a sus pulmones.


         Se cubrió el rostro con ambas manos para calmar el llanto y buscar la forma de respirar con normalidad. Logró inhalar y exhalar un par de veces y las lágrimas dejaron de brotar de sus ojos.  


         Camus estaba sobre la superficie de la cama, con las sábanas deshechas al igual que algunas prendas de su ropa.


         Se sentó sobre la superficie de la cama, apretando los parpados, los dientes. Se sentía asqueado, sucio… La cabeza le dolía a mil y el estómago, parecía que en cualquier momento iba a devolver todo lo que había consumido.


“¿Por qué Saga…?


¿Porqué hemos llegado


a esto?”


         Se encaminó a la regadera, hacia la puerta aledaña a su habitación, trastabillaba un poco. Quería darse un baño y tal vez así recuperar un poco la noción de todo lo que había pasado.


         “- Milo nunca lo haría así”.


         El costo de sus palabras fue ser sometido a la ira de Saga. Su ira… sus celos, cegado por sus celos. Fue como bajar al infierno por unos minutos que se hicieron infinitos.


“Quiero dejarlo todo”.


         Sentía que la compañía de Saga ya no era gloriosa como antes, el sueño de ser correspondido ya no valía la pena… estaba viviendo un sueño del pasado cuando su realidad… su presente, era tan diferente… Sentía que esa noche algo de sí mismo había fallecido.


         Tantos pensamientos, tantas cosas que decidir… el agua helada de la regadera no lograba enfriar su mente, el agua recorría su cuerpo desnudo por la piel que empezaba a arder, las caricias de Saga ardían.


         “- Milo nunca lo haría así”.


         La reunión de esas cinco palabras estuvieron a punto a llevarlo a un episodio por demás desagradable. No sabía si agradecérselo a su poder que le congeló las manos levemente a Saga, o a la razón, que regresó a Saga y se detuvo, porque aún con manos congeladas, con la elevación de su cosmos podía haber continuado con aquel cuadro tan irreal.


         Se dejó empapar perdiendo la moción del tiempo… nada nunca volvería a ser igual después de esa noche…


         “No quiero volver a ver a Saga, ni oír su voz… alguien tan preciado se ha convertido en… mi dilema. En verdad lo amaba, antes sentía que podía morir por Saga, hacer a un lado mi orgullo a costa de mi amor silenciado… ¿Ahora? Con lo sucedido entre nosotros… después de ésta noche no puedo fingir que nada pasó y… debo afrontar las consecuencias de mis actos…


         De alguna manera yo comencé esto… y debo ponerle fin”


         Apagó la regadera y se secó el cuerpo pasando una toalla porosa por su cuerpo sin siquiera molestarse en hacerlo bien. Muchas ideas pasaban por su cabeza para enfocarse en otras cosas. Se enredó la toalla en la cadera y salió hacia su habitación.


         Apenas se avecinó se detuvo en seco adoptando un semblante serio.


         - ¿Qué haces aquí? – Dijo – Vete.


         - Camus – Saga le miró a los ojos – No quiero dejar las cosas de ésta manera…


         - Saga no quiero oírte – le interrumpió Camus – Te congele las manos pero puedo hacerte un ataúd si sigues aquí. ¿A qué has vuelto? ¡A qué!


         Saga no podía reprocharle su enfado, entendía a la perfección que Camus deseara congelarlo. Su actitud de hace unos minutos atrás… estuvo a punto de…


         - Perdóname – dijo – Camus yo no deseo lastimarte…


         Observó a Camus, mojado y con los cabellos acuamarines pegados a su torso, a la espalda bien formada. La toalla que lo cubría, enmarcada a perfección sus caderas torneadas. Le miraba con desconfianza y seriedad pero… detrás de ese porte firme e inalienable, Saga percibía el miedo en ésas orbes, que rogaban que se fuera, que imploraban de una vez ser dejado en su privacidad y abandonarse al llanto.  Sus ojos…


         Hace apenas unos minutos atrás, mientras sus manos recorrían sin permiso esa piel y se adueñaban con caricias impulsivas de cada recoveco de su cuerpo. No se inmutó de su voz con tintes suplicantes que se detuviera, no le importó cuantas veces se retorciera bajo su cuerpo y mientras más veces Camus hallaba fuerzas para alejarlo Saga volvía con más fuerza y rabia de continuar hasta las últimas consecuencias. Quería poseerlo, saberse dueño absoluto de esa piel y sus labios, de su cuerpo y sus deseos, seccionarse que nunca antes nadie más lo había tocado… nadie más que él… y si era posible quería marcarle el cuerpo, que ardan al recordarlo, así nunca se olvidaría a quien pertenece, de quien es… a quien debe entregarse cada noche sin reparar en nada. Quien es su dueño… declarar que el territorio entre las piernas de Camus era suyo y avanzar más allá de lo que su cuerpo le ofrecía.   Y hubiera sido capaz de más, quizá de torturarlo y humillarle,  hasta que reparó en algo…


         La voz suplicante, Camus retorciéndose debajo de su cuerpo y… su rostro, aquel monumento a la frialdad estaba cubierto de lágrimas  que se desbordaban dolorosas una seguida de otra. Al instante culpó  al alcohol pero aún así Camus… lloraba pidiendo que parara… que se detenga, molesto y en ruegos. Apenas hizo distancia sus manos fueron cubiertas por una capa de hielo. Y hubiera continuado pero… verle llorar fue definitivo, Saga se puso de pie y abandonó la habitación. Estaba agitado y frustrado.


         Al llegar a la recepción del Templo de Acuario vio bajar a Milo a toda velocidad por la escalinata.


         No le iba a dar el gusto al Escorpión de hacerle saber que las cosas con Camus se estaban yendo en picada, prefirió guardar la calma y tragarse su ira… lo mejor que podía hacer era dar golpes bajos al Escorpión, pero con palabras.


         En el Santuario empezó a llover y tras descargar sus palabras venenosas en Milo, que creyó tan fácilmente toda esa ponzoña, decidió regresar a la habitación de Camus… al menos buscar la manera, tantear la posibilidad de no ser odiado.


         Todo lo demás estaba perdido. Sólo podía pedir que Camus no lo odie.      


 


         - Perdóname, estuve  a punto de… peor que una bestia Camus – dijo Saga.


         - No quiero escucharte Saga, mejor vete – Camus se debatía en retroceder o acercarse a su armario y ponerse algo de ropa. La toalla enredada a su cadera no era de confiar y menos frente a Saga - ¿A qué has vuelto?


         Saga desvió la mirada de las orbes de Camus, temía que si le miraba demasiado fijo iba a terminar por ponerlo nervioso… sus orbes, aquel mundo sideral que era impenetrable para todo el mundo… menos para él, en el pasado Saga era el dueño de todos los sentimientos de Acuario y lo sabía, todo lo que le profesaba… cada mirada, cada gesto y palabra, eran por él… creía que estaba a tiempo de recuperar todo aquello que en el pasado ignoró y pasó de largo sin pesar en cómo se sentiría. Para Saga en el pasado sólo había una verdad en cuanto a Camus “- No lo amo” y ahí terminaba. Pero ahora…


         - Vete – dijo con voz queda Camus ante el silencio de Saga, no quería pelear, no quería gritarle más… prefería mil veces estar solo y dedicarse a profundizar sus pensamientos, entre sus cuatro paredes, su soledad…  


         - Camus sé que no puedes perdonarme simplemente porque te lo pida – Saga no hallaba palabras – Entiende que los celos me cegaron y…


         - No… no quiero. Sal ahora de mi habitación Saga – Camus señaló la puerta - No voy a entender nada… aquí acaba todo – su voz salió de su garganta sin dudar un poco. Fue firme y exacta en sus palabras – Terminamos.


         Camus cerró los ojos y apartó la mirada, no quería ver el rostro a Saga, no quería guardar en su memoria la expresión del instante donde todo terminó, no quería enterarse de cómo era mirado, no…


         Saga sintió que un escalofrío le escalaba la espalda y se ahondaba en su corazón. Perder a Camus…


         Perderle…


         - Nunca quise lastimarte Acuario – le dijo – Pero creo que lo único que he hecho es lastimarte desde hace años atrás. Al principio por no corresponderte… y ahora, por no saber cómo hacerlo. Es demasiado tiempo el que ha pasado…


         - Saga vete.


         - Si hay alguien a quien quieres… no pierdas más tiempo… no cometas el mismo error que yo…


         La puerta se cerró sin hacer mucho ruido y Camus pronto se vio rodeado del silencio que anhelaba, de la soledad que necesitaba.


         Se reparó sorprendido por las palabras inesperadas del gemelo mayor, parpadeó marcadas veces intentando hallarle una lógica a la cual apegarse y comprender a Saga mientras en nueva cuenta las lágrimas se asomaban intrusas por sus ojos y surcaban sus mejillas ¿Acaso le decía que no dude de los sentimientos que tenía hacia Milo…? Pero… acababan de terminar…


         Gotitas saladas llegaron al suelo…


         Había pensamientos que no podía ignorar, cuestiones en su vida que ya no podía pasar de largo y… debía poner todo en su lugar.


         Saga… Milo…


         No podía puramente ir hacia Milo y empezar una relación como si no dejara apenas unos pasos atrás a Saga… no quería buscar más dolor y problemas. De todas maneras decidió terminar con Saga  por las circunstancias y las dificultades entre ellos, no para ir corriendo donde Milo… sacarse uno e ir con otro… Tampoco podía negar sus sentimientos, sentías muchas cosas por Milo… muchas… pero no todas eran buenas.


         La apuesta…


         La oscuridad nunca antes le pareció tan pesada,  la lluvia tan espesa y el amanecer tan lento. Aclarar su mente le pareció imposible, separar su corazón y hallar la razón en sus conclusiones fue resultado de muchas lágrimas silenciosas derramadas. Aún después de pensarlo tanto no estaba convencido de sus resultados pero… no había otra salida.


         Shura apareció en su habitación antes de que el amanecer se avecinara al Santuario. Hizo algunas preguntas y se vio sorprendido de no hallar a Milo ahí.


         - ¿Qué sucedió con Saga? – Fue una de sus tantas preguntas


         - No sucedió nada – respondió el Caballero de Acuario.


         - Se nota que has llorado ¿Confías en mí? – Camus estaba sentado sobre la superficie de la cama sin mirar a Shura a los ojos – Puedes contarme todo.


         - No hay nada que contar… - sonrió de lado – Gracias por preocuparte, pero lo mejor es que te vayas.


         - ¿Hay algo que pueda hacer por ti?


         -…nada – respondió después de unos breves segundos de silencio – ¿Iras a algún lado más tarde? 


         El Caballero de Capricornio se vio sorprendido por la interrogación. Al final sólo negó con la cabeza


         - Iré a tu Templo a hablar entonces – sonrió a su amigo levemente para tranquilizarle de algún modo y Shura se fue sin más.


         Decidiéndose de una vez por todas, se avecinó al Salón del Patriarca alrededor del medio día. Le hubiera gustado ir  a primera hora pero con todo lo que habían bebido el día anterior supuso que Shion estaba durmiendo aún.


         No podía ir directamente donde Shion y exponer sus sentimientos y cavilaciones. Procuró ser concreto y preciso en su petición evadiendo un poco sus verdaderas razones. Fue observado fijamente por el Patriarca con sus ojos rosas que parecían querer leer su mente y enterarse de la verdad detrás de sus palabras.


         - Acuario, no puedo acceder a tus peticiones si no estableces  verdadera sensatez.


         - Patriarca en verdad debo ir a Siberia por un lapso de tiempo y luego arreglar unos asuntos en Francia – Camus estaba de pie frente a Shion.


         Lo tenía enfrente, a un Camus no muy diferente a como era la mayor parte del tiempo. No se veía afligido y si tenía resaca la estaba curando bastante bien, pero… había algo que no podía ignorar y era el matiz en su mirada. No lo había visto así jamás.


         - ¿Está todo bien con Géminis?


         Tal y como la noche anterior abandonaron el Salón, donde se llevó a cabo la fiesta…, quería enterarse de los sucesos. Quizá en eso estaba la razón del porque Camus estaba ahí pidiendo tal cosa y sobre todo, en su estado actual.


         - No.


         Fue su respuesta definitiva, cortante.


         - Tiene algo que ver Saga con el hecho que quieras escapar del Santuario – Shion también fue rápido al hablar.


         Camus arrugó el entrecejo y parpadeó varias veces no creyendo a su audición por haber recogido tales palabras.


         - ¡No estoy escapando! No… - se apresuró a decir Acuario apretando un poco los puños.


         Shion se puso de pie y descendió las escasas gradas y caminó la distancia que lo separaba de Camus, quedó frente a él.


         - Fue ayer mismo que hablamos sobre éstos temas Camus – le dijo – Te aconsejé que no te apartaras de Milo, que tenías suerte porque un amor del pasado te corresponde ahora… Que está oportunidad que Atena nos está brindando no es para desperdiciarla estando solos.


         - Una rana que no sale de su charca no conoce el océano – dijo Camus citando las palabras del mismo Patriarca, tenía expectativas que ese argumento funcionara al menos para convencerle   - usted lo dijo anoche y debo decirle que… - se mordió el labio.


         - Dime la verdad – pidió Shion sonando a una orden - ¿Necesitas apartarte del Santuario?


         Camus lo miró a los ojos rosas comprendiendo que solo debía ser sincero.


         - Necesito alejarme del Santuario – afirmó – Sin que sea entendido como si estuviera huyendo… no. Quizá aparatarme de sus habitantes pero no de mis deberes. Los seguiré cumpliendo.


         - Sólo cuídate.


 


         Shion lo vio alejarse y descender la escalinata de piedra hasta que lo perdió de vista, le hubiera gustado preguntarle más cosas, saber sobre Saga y Milo y que tan enterados estaban ellos de su partida o que tan responsables se sentirían. Sea como sea, el Caballero de Acuario partía y los ánimos de más de uno se verían afectados por ello.


         Milo arribó a Acuario poco después de que Camus llegara a su Templo de hablar con el Patriarca. Lo encontró en su habitación sacando algunas de sus pertenencias y por la forma de ser tan genial del Escorpión se adentró sin siquiera pedir permiso, se apoyó en un muro cruzándose de brazos y empezó a charlarle de banalidades. Tan distraído como él mismo y un poco lento no ató cabos de buenas a primeras.


         - ¿Ordenando un poco el Templo? – Preguntó Milo al ver que acomodaba su ropa – Camus.


         Respondía con escuetas palabras o a veces ni lo hacía, Camus no quería ver a Milo, no quería ver sus profundos ojos que lo desarmaban y lo dejaban al descubierto, que lo ponían nervioso sin razón alguna y sus suspiros se escapaban… Milo… cuanto se le antojaba decir ese nombre estando a milímetros de sus labios, recuperar la esperanza en sus besos… la esperanza que se desvanece del amor… el amor…


         No iba a dar explicaciones… claro que no. No se las debía a nadie y menos a Milo, hubiera preferido partir sin siquiera decirle palabra. En cuanto al Escorpión, sólo quería estar con Camus y entablar primero una charla saludable y luego hablar de temas más profundos, quería saber lo sucedido con Saga, sentía que no podía dejar pasar esa situación… notaba la piel un tanto irritada de sus mejillas, casi imperceptible pero… por la calidad de su piel de porcelana le era permitido verlo, el vestigio de su llanto.


         No le parecía extraño que Camus pasara de responderle y que la seriedad rodee al de Acuario, ése era su carácter normal, el de siempre… pero, un mal presentimiento lo empezaba a dominar.


         - ¿Qué  estás haciendo?


         Sin respuesta verbal… pero las maletas siendo llenadas de ropa…


         - ¿Alguna misión en Siberia? Partirás un día – no quería apegarse a la lógica… ésa cantidad de pertenencias que eran guardadas no eran para un día pero… - Será acaso una semana…


         No respondió, se acercó a  un armario y guardó algunas de sus pertenencias, lo mejor que podía hacer era continuar ignorando a Milo, pasar de él antes que pida explicaciones, antes que haga reclamos…


         - Camus.


         Milo no aguantó la frustración del silencio en ésas cuatro paredes… se acercó a Camus, anulando a cada paso la distancia entre ellos, estando cerca le sujetó las manos con cierta fuerza calculada para evitar que siguiera con sus afanes.


         - Camus… mírame - pidió siseando la voz – Camus.


         El de Acuario bajó la mirada evitando hacer contacto ¿Qué iba a decirle? ¿Qué? No iba a culpar de esto a Saga… no, aún si no hubiera pasado nada entre ellos la noche anterior el desenlace hubiera sido el mismo… terminar. Pero no podía continuar en el mismo ambiente después de lo acaecido.


         Lo necesitaba.


         - Voy a partir un tiempo… lejos – le dijo con voz fuerte y clara al tiempo que unía su mirada azul con la de Milo – Suéltame – se deshizo del agarre de sus manos para continuar con su labor. Milo estaba en el mismo lugar tan cual estatua, estático por la impresión de las palabras que llegaron a su audición.


         - No Camus… por favor, no estás hablando enserio…


         Desgarró el silencio con su voz desamparada ante la conmoción de los hechos. Vio las maletas, dos en total, un cajón del armario estaba abierto en ese momento y apreciaba su contenido vacío al igual que las superficies del buró al lado de la cama y la cómoda donde Camus ponía alguna de su pertenecías.


         - ¿Es una misión? ¿Siberia? ¿Dentro de cuánto vuelves? – Las preguntas le llegaban a la mente como balas de metralleta y cada una exigía una respuesta intensificando un dolor agudo en la cabeza - ¿Cuándo te dijo Shion de la misión? ¿Por qué te vas? ¡Camus!


“No me digas por favor….


Que no volveré a verte”


         Suspiró sintiendo que las rodillas le temblaban y el pecho se le agitaba en una extraña sensación… su piel se erizó ante los reclamos de Milo, no quería oírlo… no. Su pecho se agitaba ante sus respiración irregular ¡No quería irse! Pero… pero…


         - Camus por favor…


         Su voz temblando, el dolor… irremediable.


         - No puedes decirme que te vas Camus – dijo Milo sin creerlo… apenas la noche anterior entendió que necesitaba tiempo al lado del de Acuario, deseaba ganarse paso a paso su confianza y con eso el amor, darle el privilegio del tiempo y espacio, el amor vendría de la mano sin hacerse esperar mucho… a su lado, siempre a su lado pendiente de lo que quiere y como se siente, tenerlo en el pensamiento y atesorarlo en sus acciones, su confidente, su amigo… el dueño de sus alegrías y aspiraciones… su amante y compañero, su fiel pareja…


         Pero si decidía irse… así como si nada, de repente… ¿Qué le quedaba…? ¿Qué podría hacer?  Atesorarlo en el pensamiento y desearle suerte en la distancia, buenas noches sin siquiera poder verlo… no saber cómo está o si está bien… si necesita algo, o si está feliz o necesita alguien para escuchar sus tristezas. No…


         Milo reaccionó de su trance al escuchar que una de las maletas era cerrada y observó a Camus.


         - ¿Por cuánto tiempo será? – preguntó Milo temiendo escuchar la respuesta. Mas su voz no salió herida de su garganta.


         - No lo sé – dijo sin mirarle, no iba a darle pormenores ni detalles, si iba a marcharse, sería en serio. Sin dejar rastros… y más si se trataba de Milo – Posiblemente un par de años.


         Todo se oscurecía… perdía sentido. Su corazón simplemente se contrajo en su pecho.


         Milo se acerco siendo guiado por el huracán de emociones y sentimientos, fue hacia Camus y lo asió de las manos…Fue Camus el que se quedó tal cual estatua ésta vez, sin mirar las orbes celestes del Escorpión, no quería oírle, no quería verle, tampoco sentirle, el contacto de sus manos… era tan cálido… ¿Qué iba a decirle? Lo mejor que presagiaba para ambos era que debía desaparecer sin dejar rastros…


         Pero al final nada sale como uno espera y para bien o para mal estaban juntos ahí… uno deseando abandonarse, desaparecer de la realidad y el otro sin querer aceptarla.


         Milo no quería atosigarle con preguntas, reclamos… pero, era como una barrera infranqueable… Su corazón se deshacía ante lo inevitable ¿Existía forma alguna de hacerle cambiar de parecer? Debía haberla… dolía a cada segundo sólo el hecho… la posibilidad  que de su vida de vaya…


“Duele… sentir que el corazón se va quedando enrarecido”


         La unión de sus manos… el cálido encuentro que transmitía más de un sentimiento, el simple roce de sus pieles. Camus lo supo en ése instante… si continuaba con Milo ahí, sería arrastrado por su huracán, por su magnetismo, por su magia.


         Debía partir.


         “No tengo porqué darte explicaciones” “Suéltame ahora” “No me toques” “Lárgate Milo”


         Camus podía decir muchas de ésas cosas, consideraba que tenía todo el derecho de botar a patadas al Escorpión de su Templo, pero no se sentía capaz. Tenía un gran nudo en la garganta que impedía el paso libre del oxígeno a sus pulmones y una presión en el pecho que desmenuzaba su corazón.


“No creo estar haciendo lo correcto…


Pero tampoco puede dejarme arrastrar por Milo”


         - ¿Años? – Repitió Milo pasando sus largos dedos por la dermis francesa de sus manos frías, en una caricia leve, quizá involuntaria ante la pronunciación de ésas palabras – No ¿Por qué?


“Necesito alejarme de Saga… significó mucho para mí.


Sin importar lo que haga, llevaré por dentro lo


que sentí por él, siempre…


No puedo seguir como si nada hubiera sucedido.


Lejos de él… un tiempo, me ayudarán a comprender que no fue su culpa… tampoco la mía


Creo que… lo que acaece es…


No creo en el amor


Milo, no es tu culpa… es por mi


Pero tampoco creo en ti, Milo


         Milo no iba a dejarle ir. No sin recibir buenas explicaciones y aún así estaba dispuesto a seguirle. Para caminar a su lado, cuidarle, asegurarse que nada malo se atraviese por su camino y compartir con él… las alegrías del viaje, las tristezas, los silencios, las risas… Milo obedeciendo al calor que invadía su cuerpo y fulminaba su corazón llevó sus brazos hacia aquella figura, tomándolo de la cintura y acurrucó su rostro en el hombro dejando que el sutil aroma a rosas embriague sus sentidos, impregnado en las hebras acuamarines de Camus y en la piel tersa.  


         - Déjame ir contigo.


“Si continuo así…


Fundidos en un abrazo tan cálido


De sus manos tibias


Milo, terminarás por convencerme”.


         - Milo déjame – dijo, queriendo hacer distancia – No quiero verte más. Vete de mi Templo.


         Camus interpuso entre ambos distancia, estirando los brazos. Rompiendo su unión. No podía seguir así, no ¡No! Milo terminaría por convencerlo, por envolverlo con su fuego, incluso su voz, el timbre de voz usado por Milo era cautivador a sus sentimientos.


         - No podre sin ti. Camus… no te vayas de mí.


         - No Milo - Camus se acercó a las maletas hechas alejándose cada vez más del calor que provocaban sus brazos – te enseñaré como funcionará Milo.


         El aludido le miró sin entender sus palabras, es más, presentía lo peor ¡No quería oír nada! Prefería sellar los labios de Camus con un beso y convencerlo de lo contrario, pero…


         - Milo… así funcionara, yo me esfumo y tú me olvidas.


         …


         Camus percibió como algo en Milo se quebraba.


         - ¿Qué?


         - Sí. Me iré, olvídame… Olvídame. Ya no hay más.


         - No…


         - Déjame ir Milo, ni tú no yo necesitamos del amor ¿Entiendes?


         - ¡No! ¿Qué estás diciendo?


         - Sí… ¿No crees lo que te digo? Entonces escucha atento lo que voy a decirte, es definitivo, olvídame. No recuerdes ni mi nombre, o si un día signifiqué algo para ti. No te acuerdes de nada… Milo.


         Su corazón latió frenético, impulsivo. Golpeado sus costillas con arrebato y fuerza. Como si se trataran de los últimos latidos.


         - No – fue lo único que atinó a decir. Su sensatez no funcionaba, no analizaba las palabras arrojadas por Camus, simplemente… no.


         - Es preferente que no lo recuerdes, nada. Puedes confundirte y creer que se dio algo que nunca fue. No te acuerdes de nada que quizá nunca fue. Yo desaparezco Milo… no te detengas en olvidarme.


         Aquellas sandeces llenaban la audición del Escorpión, que no hallaba articulación alguna en su cuerpo para hacer algún movimiento. El mundo pareció detenerse y sólo la voz de Camus continuaba fluyendo en aquella pesadilla…


         Atinó a hacer algunos pasos desequilibrados hacia Camus, Milo lo volvió a asir del brazo.


         - No… no voy a aceptar este fin…


         - ¡Basta! Milo… ¡basta! – exclamó Camus deshaciéndose del agarre con un brusco movimiento – No te das cuenta ¡No te quiero cerca! ¡No confió en ti!


         Camus explotó… sucedía que estaba llorando, las lágrimas brotaban de su ojos sin pudor, se desbordaban por su ojos y surcaban sus mejillas. Intrusas, indiscretas… reveladoras. Se guardaba tanto sus sentimientos  que ahora se desborraban tal cual fuente que emana sin límites.


         - Maldita sea tu apuesta ¡No confío en ti!


         - ¿Qué?


         - Nada me asegura que estás aquí por lo que dices sentir… nada, simplemente te escucho repitiéndote sobre tus sentimientos pero no hago más que imaginarme a ti con tus amigotes burlándote de tus tantas conquistas. Te imagino con Kanon burlándote de lo que llegué a sentir por ti, como estar seguro que lo que dices sentir no es porque renovaron su dichosa apuesta… - se enjuagó las lágrimas con el dorso de la mano ocultando su rostro de la visión del Escorpión, no soportaba ser visto por ésas orbes celestes que se odiaban a sí mismo… pero decía la verdad - Milo… no hay otro final para nosotros… - habló más clamado, empezó casi gritando y desbordando llanto, ahora suspiraba las palabras con lágrimas silenciosas – en ésta historia… no habrá segunda parte.


         El silencio fue absoluto, Camus salió de la habitación tras dejar sus maletas al lado de la puerta. Seguramente iba a recogerlas después.


         Milo fue dejado en la nada.


“Olvidarle…


Su nombre… lo que nos unió…


El dolor me comerá


¿Esperar qué vuelva a mí?


En ésta historia ya me imagino el final…


No habrá segunda parte entre los dos… ”


                   


 


         Camus se refugió en Capricornio hasta que llegó el anochecer, una noche que cubrió el Santuario con su manto negro. Sin luna, sin estrellas.  


         Silenciosa.


         Shura no hizo muchas preguntas e hizo más promesas.


         - Sólo cuídate y no olvides comunicarte al menos con un amigo.


         - Lo haré, pero…


         - Si – dijo – Prometo no decirle a Milo, ni a Saga… ni a mi almohada donde estás o como estás ¡Prometido! – Exclamó.


         Para sorpresa del Caballero de Capricornio su amigo le regaló una sonrisa, la más sincera que había percibido en su rostro serio, él correspondió.


         - Te voy a extrañas amigo – confesó Camus.


         - No te despidas aún. Te acompañaré a Acuario a recoger tus cosas y luego al pueblito – la melancolía envolvía las palabras de Shura. 


         Su caminata fue silenciosa y sin interrupciones. Para el alivio del protegido por la Constelación de Acuario nadie no se le cruzó por el camino.


         ¿Alivio?


         Si… si Milo se apareciera Camus temía caer ante el Escorpión, ceder ante el magnetismo que tenía, ante sus profundos, bellos y cautivadores ojos y el timbre de su voz… Caer… ceder… rendido ante Milo.


         - ¿Saga sabe que te vas? – Shura le obligó a salir de sus pensamientos.


          - No… prefiero no verle ni la nuca – dijo Camus.


         - ¿Y Milo?


         - Me encontré con él… vino a mi Templo mientras hacía mis maletas.


         - ¿Y qué le dijiste?


         Camus suspiró vencido, clavando su vista al suelo.


         - Nada… no mucho. Huí de él, sentía que si me quedaba más tiempo a su lado… no podría irme.


         Shura arqueó una ceja.


         - No deberías hacerlo en todo caso Camus – dijo colocando una mano en el hombro francés.


         - Pero…


         - Si, conozco tus razones, las respeto porque nunca me diste motivos para dudar de ti o creer que estás errado. Sin embargo, hay algo que debo decirte – pararon de caminar, estaban en las afueras del Santuario – Tú crees que el tiempo lo dirá… con su ayuda perdonarás a Milo, si, y la distancia será un buen refugio para ti pero… debes volver Camus. Tienes que hacerlo y…


         - Obviamente voy a hace…


         - Escucha – le interrumpió sin levantar la voz – solo escucha Camus. ¿No has reparado en algo? Un detalle – Camus negó con la cabeza en un  movimiento leve, Shura suspiró – Estás repitiendo la historia… Saga… Saga también se fue de ti, dolido por un amor. Teniendo la oportunidad de amar frente a él… y al volver, cuando quiso darse la oportunidad… fue demasiado tarde. Tu lo amaste, yo lo sé… pero fue el tiempo el que mitigó tus sentimientos y no te estoy reprochando por ello… pero ahora tú te marchas del Santuario dejando a Milo enamorado de ti, igual que tu de Saga en ésos días… puede que al regresar, por la misma intensidad de sus sentimientos, Milo te borre de su vida, a nadie le gusta sufrir.


         Shura no encontraba más palabras para explicarse, pero usó las necesarias para que Camus comprenda la profundidad de sus pensamientos…


         - Ésta vida nueva conlleva muchas cosas – dijo Shura viendo como su amigo clavaba la vista al suelo– una de ellas, precisamente es el tiempo. No seremos jóvenes por siempre, los días de paz debemos aprovecharlos al total de nuestras fuerzas y más, porque sabrán los dioses cuando nos arrastraran con sus faenas sin preguntar. Camus…


         Suspiro…


         - ¿Me estás diciendo que no me vaya?


         - Te estoy diciendo que sin importar lo que decidas estaré contigo ¡Para qué son los amigos!


         Se despidieron en un corto abrazo y buenos deseos. Camus decidió un nuevo rumbo… cobijándose en la esperanza que la distancia es el resguardo que ansiaba, que necesitaba para cobrar fuerzas y… quizá más temprano que tarde afrontar el costo de sus decisiones. 


         En el corazón de Camus pareció amarrarse con empeño a una ansiedad desconocida hasta ése entonces. Mientras se alejaba del Santuario cada vez más… sus pies se hacían más pesados a cada paso que lo apartaba de Milo. Su corazón golpeando con precisión dictando que no se aparte… que retome el camino de vuelta y recorrer la distancia que había entre Milo y él, abandonarse a sí mismo en sus brazos varoniles… buscar con sus labios la pasión de Milo, en todo caso… pedirle perdón por su crueles palabras. ¿Milo podría perdonarlo algún día? El Escorpión era orgulloso, eso lo sabía y ahora se ahondaba en un temor. Cada paso marcaba una distancia abismal, cada segundo lejos… ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Qué podría hacer?  ¿Qué? ¿Volver y esperar que Milo lo reciba? Ansiedad e incertidumbre… “Olvídame” fueron sus palabras, un adiós marcado. Pero aún antes de salir de Grecia e incluso del continente Milo no salía de sus pensamientos.  


 


    


        

Notas finales:

Ah!

Estoy conmovida...

el siguinete capi es el final.

Solo tengan paciencia

Nos leemos!!!


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