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Cuando el Hielo se Derrite en Tu Cuerpo por Arwen Diosa

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Notas del capitulo:

Âh! Otro capi, estoy feliz de poder publicar después de tantos días... perdonen pero mis parciales no terminan hasta el 9 de septiembre y... si, son malas noticias per no dejaré el fic, prometo no abandonar.

Psen, lean y disfruten si?

Muchas gracias por su votos de aliento para afrontar mis examenes, en verdad muchas gracias!!!  

CUANDO EL HIELO SE DERRITE EN TU CUERPO


 


 


 


Capítulo 6.- Camus es mío.


                   Segunda Parte.


 


 


“Hay días  en los que siento el cielo


Cada vez más lejos”.


 


         Suspiró.


         Dejar el orgullo atrás por un instante… las secuelas las arrastraba aún. Como una bolsa de cemento gigante. Podía ser tan fácil desde un inicio, ¿si el gemelo mayor sentía algo por Camus no era mejor demostrarlo desde un inicio? Y no esperar a ver que lo perdía. 


         “Amar sufriendo…”


         ¿Qué pretendía Saga? Camus sintió que el corazón le latía con ímpetu, con frenesí al percibir que demostraba ciertos celos por causa de Milo. Sorprendido, feliz… esos sentimientos le llenaron en segundos “Quizá no todo esté perdido con Saga” pensaba, quizá la apuesta de Milo también le favorecía a él porque así logró despertar sentimientos en Saga, todo encajaba, era perfecto, lo ideal, lo soñado…  si, pero…


         Estaba cansado de esperar, de soñar por él…  si eso pudiera ser verdad de alguna manera… los segundos pasan, la vida de Acuario debía seguir su rumbo y todo tiene un principio y final y sus sentimientos no eran diferentes… Camus había hallado fuerzas para aceptar que serían amigos sin importar qué, y así estaban bien… ¿o no?


         Saga había amado a Mu desde un inicio, logró ser su pareja y las cosas no funcionaron y terminaron. Se acostó con Camus amando a Mu y sabiendo que Camus lo amaba y se entregaba por el temor inevitable de no volverle a ver… sin pensar en su destino o valiéndole un pepino los sentimientos de Acuario protagonizó su primera vez, dejando después que éste se sumerja solo en su soledad. No le mencionó el tema… lo trataba como si nunca sucedió. Saga se sentía destinado a velar por la felicidad de Mu por encima de todo, y sus actos se resumían a ello. Camus era un amigo… con quien charlar y pasar el tiempo, alguien que compartía su camino por causas de la diosa Atena.


         Camus espantó sus pensamientos moviendo la cabeza a los lados. No quería confundirse, no quería alimentar esperanzas vanas, huecas y sin fundamento ¿Saga celoso? Hasta sonaba absurdo. Estaba comprobado que pasara lo que pasara entre ambos no traspasarían la línea de la amistad trazada desde el inicio por Saga ¿Por qué la aparición de Milo en su vida debía cambiar algo?  Debía convencerse que Saga no mostraba celos, sino quizá amistad… preocupación y un poco de enojo ¿no? Pero nada más… no quería ilusionarse para que en cuestión de tiempo de vivir a la expectativa de éste, caer nuevamente, caer al vacío. Si una vez más su corazón se ilusionara debía ser real, no soportaría ser lastimado de nuevo. Al caer no hallaría fuerzas para ponerse en pie. Para armar su corazón pedazo a pedazo, recogerlos, buscarlos… repararlos.


         Un corazón roto es un peligro.


         - ¡Acuario! En diez minutos en la entrada del templo de Aries.


             Camus siguió con la mirada a Saga hasta que lo perdió de vista cuando bajaba las escalinatas hacia Piscis ¿Qué le sucedía?


         - No tiene porque hablarme en ese tono – susurró para sí. Aunque dejó que Shura lo oyera, se había parado a su lado. Estaban en las afueras de los aposentos del Patriarca. Milo, Saga, Camus, Shura, Aioria y Shaka fueron convocados para la asignación de misiones que debían realizarlas en pares y empezando por el Caballero Dorado de Capricornio todo se hizo un enredo. Tanto que al final por un incidente que puso a más de uno incómodo y divertido a la vez, fueron prácticamente echados del Recinto Sagrado. Sin opción a reclamo los emparejamientos terminaron en un trío. Camus, Milo y Saga debían cumplir juntos una misión. Ir a la Isla de la Reina Muerte y poner a salvo a una población de un volcán en riesgo de erupción.


         Milo… Saga…


         - Tranquilízate Camus – dijo Shura – Estás perdiendo el control. Yo te vi antes molesto, si… pero el resto…


         ¡Cómo no estar molesto!


         - Gracias por dejarme para irte con Aioria – le recriminó sin mirarle.


         -… - No respondió al instante – No sabía que esto se iba a complicar tanto. Milo saldrá sobrando sí… pero ¿Por qué te molesta tanto que vaya Saga? Creí que te alegrarías.


         - No ha dejado de hablarme de Milo desde ésta mañana que vino a mi Templo – explicó más calmado pero no menos tenso – Escuchó la gran declaración a todo pulmón que Milo hizo en el entrenamiento y quiere saber si es verdad…


         - Entonces…


         - No está enterado de la apuesta – Camus miró otra vez el horizonte está vez con más estrellas – Pero… - lo dudo un poco, al final lo dijo – Se insinuó… o eso parecía. Se estaba mostrando celoso.  


         Se sorprendió pero la confusión estaba de por medio… recordaba que en el pasado Camus hubiera dado todo por lo que Saga demostraba ahora ¿Entonces por qué esa cara seria?


         - Eso es bueno…


         - ¡No! No estoy seguro ¿Saga celoso de Milo? ¿Por qué justo ahora? No te parece extraño… no se mostró así cuando nos vio como amigos pero… me reclama como un derecho suyo cuando se entera que me acosté con alguien más.


         Shura afirmó en silencio.


         - Camus – una voz proveniente detrás de ellos llamó su atención. Al voltear vieron a Milo de pie a unos metros de ellos. Serio, firme y mirándole directo a los ojos – Hablemos un momento, por favor – agregó.


         Bueno… esperaba el momento en que Milo se le acercara y empiece a rogarle sobre que contara la verdad a Kanon y tal vez use más argumentos engañosos. Esperaba incluso que usara chantajes, pero verle delante de él tan serio e imponente era algo inesperado, sacado de sus planes.


         Shura conocía todo de la historia, pero no podía ponerse a jugar de árbitro entre ambos. Y confiando en Camus, que tomaría la mejor decisión, se despidió de su amigo con la mirada y caminó hacia su Templo, se suponía que ahí le debía esperar Aioria para ponerse de acuerdo sobre los pormenores  de su misión. ¡Aioria estaba en su Templo! En vez de bajar caminando, corrió.


         Una vez solos se hizo silencio, mirándose a los ojos. Como antes, Camus no supo descifrar la mirada de Milo y Camus no ocultaba su desconfianza.


         El viento sopló hacia ellos agitando sus cabellos y elevándolos en una danza suave.


         - Camus escucha atentamente – Milo profanó el silencio entre ambos hablando fuerte y seguro.


         - Habla rápido que no tenemos tiempo, con una misión que cumplir…     


         - Perdóname – su seriedad no cambió, su timbre de voz no varío y su mirada fija en las orbes de Acuario no se despegaron.


         - ¿Eso es todo? – Camus no tardó en reclamar continuación.


         - Se que te debo explicaciones y las daré. Sobre la apuesta Camus… iba a dejarlo… - Milo balbuceó – Se que no debería decir algo así, pero… fue la apuesta la que me unió a ti, la que me hizo darme… cuenta… que… tu… - no podía hablar con la fluidez deseada, Camus había empezado a acercarse a paso lento a él mientras hablaba y ahora estaba peligrosamente cerca.


         - Que más…


         - …


         Esperaba que Camus no quiera hablarle, que salga corriendo, que lo golpee, que se burle de él, quizá hasta consideró la posibilidad de ser congelado. Todo lo pensó. Menos, que Acuario se acercara en un caminar lento y seductor hacia él, y acercara su rostro al suyo, pegando sus narices.


         Ahí estaba Milo, pidiéndole perdón, tanteando el terreno para conducirlo a Kanon y cuente la verdad o bien, si era un desgraciado, con intenciones de llevárselo a la cama. “Si lo hizo una vez…” pensó. Esa conducta estaba planificada, Milo era predecible después de todo… venganza.


         Quería verle rogar.


         Faltaban menos de dos días y una noche para que culmine el lapso de tiempo para la apuesta. Dos días… parecía que Milo aún no caía en la desesperación y por eso se daba el lujo de dirigirse a él con ese tono de voz calmado y serio.   


         - ¿Qué haces? – Fue lo único que salió de los labios de Milo, su aliento golpeó el rostro del francés.


         - ¿Qué quieres Milo? No me digas que te has enamorado de mí  - se burló, buscando con sus palabras solo eso, burlarse de Milo. Pero si bien Camus no mostró su sorpresa al ver a Milo Caballero Dorado de Escorpio sonrojarse un poco ante sus palabras, sintió su corazón latir contra sus costillas,. Sin moverse, tan cerca sus labios, unieron miradas.


         - Camus…


         - ¿Qué apostaron con Kanon? – Preguntó, recordando a Milo que había un apuesta de por medio. Se había sumergido en el mundo que las pupilas Acuarianas le ofrecían desde tan cerca con la luz de la luna en sus cabezas, un paraíso sideral  – Conociendo lo alimañas que son… seguro es algo sexual.


         - ¿Si sabías de la apuesta por qué lo hiciste? – Preguntó mordiéndose el labio. No estaba seguro de querer saber, pero debía existir una razón poderosa para que Camus sea empujado a entregarse a él ¿No?


         - Quería poner celoso a alguien – mintió, la verdad en sus cálculos la actitud de Saga sobraba, pero para bien o para mal Saga estaba celoso.


         - Mientes – Milo no tardó en responder. Camus alzó las cejas sorprendido – ocultaste no sé cómo, el chupetón ¿no? Sabías que esa era la prueba de lo que sucedió y la ocultaste. Al día siguiente nadie se dio por enterado sino hasta mi grito… que por cierto lo lamento. El punto es, no has frecuentado más que los Dorados estos días y si hay alguien al que quieras poner celoso es un dorado, no se enteró hasta que lo grité.


         - ¿Cómo lo sabes? Pude habérselo mostrado antes de ir al entrenamiento esa mañana – Camus se apresuró en hablar, no contaba con que Milo lo desmienta tan fácilmente – Además mi palabra es más que suficiente, conociendo tu reputación.


         - Sólo hablas con Saga y continuabas haciéndolo normal antes que yo gritara, de Mu lo dudo, ¿Aldebaran?... no, Máscara de Muerte lleva años enamorado de Afrodita, Leo… Shura es tu amigo y esos dos están bastante tiempo. ¿Aioros? ¿Kanon? – Milo repasaba los nombres – Todo sigue normal… excepto alguien – agregó como si tuviera una revelación -  Si eres tan amigo de Géminis ¿Por qué lo rechazaste para ir a la misión?  


         Camus agudizó la mirada pero no se alejó.


         Milo continuaba mirando aquel universo que escondía Camus en sus ojos, intentando comprender algo de lo que ocurría, o las ideas que pasaban por la mente de Acuario.


         - ¿Qué sucedió con Saga? – Preguntó, odiando sus propias palabras. Si hacía un poco de memoria en el tiempo que frecuentó a Camus y lograron charlar sobre nimiedades éste solía mencionar a Saga… al menos al principio. “- Saga dice que la comida… Saga me aconsejó que para el ejercicio… Que Saga esto… Que Saga aquello…” De la nada dejó de mencionarlo e incluso ya no se detenía en el Tercer Templo para saludarlo. Y ahora resultaba que lo evitaba… Milo llegó a creer en cierto momento que Camus idolatraba al Caballero Dorado de Géminis… ¿Qué sucedía entre ambos para que Camus cambie?


         Se le estrujaron las tripas, como si un nudo poderosísimo se empeñara en amarrar sus entrañas “No fui el primero en estar con él...” se mordió el labio “¿Saga?” 


         - Dijiste “Perdóname” – repitió Camus, con ésas palabras Milo salió de sus pensamientos, aquellos laberintos que estaban trazados en una selva negra, oscura, espesa… sin caminos, ni salida - ¿Quieres mi perdón? Puedes empezar por contarme lo que apostaron.  


         - ¿Cómo lo sabes? Yo en verdad… lamento lo de la apuesta – dijo Milo sin romper el contacto visual, su voz era firme pero sobresalía el timbre de culpa impregnado en ellas. Milo hizo un poco de espacio entre ambos, a pesar de estar delirando por probar ésos labios y saber que Camus era solo suyo no le agradaba ése acercamiento. Además le urgía responder tantas interrogantes, pero sin importar cuanto lo pensar no podía simplemente acercarse a Acuario y preguntar: “¿Camus te acostaste con Saga?”… No le interesaba, no… Primero quería encargarse de saber a Camus sólo para él, sin interesarle el pasado de éste. “Si yo no soy un santo…” – Quiero que me escuches, - Milo continuó hablando, deteniendo el huracán de pensamientos -  así podrás entender… tú también lo sentiste. Que nosotros… - sonrió un poco – nos llevamos bien, me agradaste, te agradé. Empezaba a surgir algo Camus.


         - Basta – le cortó – Me enteré de tu maldita apuesta gracias a tu grandísimo amigo kanon.


         Milo fue empujado por el pecho y sólo retrocedió unos pasos quedándose sin aire unos breves segundos en los cuales Camus giró sobre su propio eje y se iba escalera abajo.


         - ¡Apresúrate que debemos ir a una misión! – Le gritó.


         Milo tenía la boca abierta y la mente en blanco… ¡No! Su mente había sido cubierta por una neblina negra que le impedía reaccionar ante la inesperada, molesta y nueva información recibida.


         “- Kanon”


         Ése nombre resonó haciendo eco.


         “-¡Kanon!”


         Su propio amigo… ¡¿Por qué lo había hecho?! ¿Por sabotear la apuesta?… Era algo obvio que Kanon le contase pero, no quería admitirlo. Kanon  y él eran los únicos conocedores de la apuesta y Camus llegó enterarse así de la nada. Quería creer que el francés lo deducía por su imprevisto acercamiento y sus antecedentes… pero no creer que su amigo lo había hecho.


         A pesar de compartir sólo parrandas, ambos de alguna manera cumplían los requisitos para llamarse amigos… ¿dónde quedaba la lealtad que se debían?


         Sus pies empezaron a moverse solos camino hacia abajo por la escalinata de piedra que conectaba los recintos de cada constelación, caminaba tan rápido como sus pies se lo permitían. Apretaba los puños con rabia hasta que sus nudillos se quedasen blancos, conteniendo todo su enojo y acumulando su fuerza, rechinaba los dientes y respiraba forzado.


         Cruzó el Templo de Acuario sin inmutarse.


         Camus lo vio pasar, se había detenido para recoger la caja de su armadura y se disponía a dirigirse al Templo de Aries, donde Saga seguramente ya lo esperaba para partir. Por alguna extraña razón su corazón latía con fuerza, golpeando hasta sus costillas, estaba agitado como si corriera… decirle a Milo sobre Kanon… éste problema se estaba agrandando sin que lo buscara, sin que lo quisiera.


         Traspasó los Templos sin poder remplazar la sensación y estar con el corazón latiéndole a mil por una simple revelación hecha de Milo sobre Kanon.


         Estaba consciente que Kanon le dijo de la apuesta porque todo era un juego para él, aunque jamás lo mencionó de manera directa y le tocó a Camus el descifrar si era cierto. Sin embargo, al enterarse que el acercamiento de Milo hacia él se debía a una apuesta se alejó rotundamente y despechado por su suerte en el amor fue conducido al Templo de Escorpio aquella noche que la pasaron juntos…


         En su trascurso a Aries debía paras por Géminis. Apenas se adentró unos pasos se detuvo. No era parte de él el fisgonear, pero… Milo y Kanon… escuchaba sus voces discutir.


         Apareció oculto tras un pilar, minimizando la presencia de su cosmos. Quería escuchar…


         - …me aburría – era la voz de Kanon, se oía relajada – entonces se lo dije, suelta Escorpio – más agresivo – Quería quitarle la estúpida sonrisa de la cara…


         - Cabrón… - era Milo ésta vez – ¡No te das cuenta lo que has hecho!


         - Se enteró ¡¿y qué?! – Camus por un momento sólo oyó pasos rápidos y más movimientos, suponía que estaban peleando – Se lo dije porque ese día te fue a buscar a tu templo y no estabas, yo hice lo mismo y coincidimos… no me vio al principio y te llamaba sonriendo Milo.


         - ¿Por qué lo hiciste? Camus… es especial. – Milo bajo la mirada haciendo espacio de Kanon, habían estado peleando en quién tendría el dominio sobre el otro. Aunque… “El único responsable soy yo”. No podía tomar a la ligera. No podía restarle importancia. Entendía si Camus quería verle humillado y ante todo una disculpa no era suficiente.


         - ¿Lo hicieron? Al principio lo confirmaste pero… - Kanon no creía lo que escuchaba, Milo se veía y sonaba como alguien enamorado


         - Eso ya no importa – interrumpió como si le quemara los oídos escuchar sobre la noche que pasó con Camus, todo por una apuesta y éste poniendo celoso a alguien más ¿Quién?


         - ¿Te escuche decir que el refrigerador andante es especial? ¿La apuesta ya no importa? – Indagó Kanon sin ocultar su sorpresa - ¿Te estás rindiendo?


         Milo no respondió ¿Hasta qué punto estaba dispuesto a abandonar su orgullo, su soberbia, su altivez por Camus? ¿Valía la pena aquel que se entregó por poner celoso a alguien? Sí, dudaba de ése argumento pero no podía dejar de pensar en ello…


         Como odiaba esa apuesta.


         - Al decírselo… tu mismo la zanjaste – dijo Milo unos segundos después de silencio.


         - ¿Entonces nunca lo hicieron?


         Milo se mordió el labio, conocía a Kanon y por eso dudaba en responder, aquella pregunta tenía matices que usaba para desmentir algo, no para verificarlo. En otras palabras, era como si supiera de la noche que pasó con Camus.


         Silencio…


         Camus se armo de valor, arto de esconderse y al escuchar aquello “Que farsa” pensaba ¿Especial? ¿Milo lo había llamado así? Salió de su escondite y caminó los pasos restantes hasta encontrar en un rincón de la entrada a ambos Caballeros.


         - ¡Camus! – Milo dijo su nombre en cuanto lo vio.


         - Díselo Milo – le animó – Díselo.


         Esta era su oportunidad para terminar de matar todo lo que llegó a sentir por el Escorpión. Qué más daba la dichosa venganza de verlo suplicar… aún si lo hacía conservaría en sí el amargo recuerdo de la ilusión que crecía en él cada vez que era mirado por las orbes de Milo, la dedicación que ponía a su aspecto cuando sabía que sería invitado por él o simplemente estarían cerca, aquel sentimiento de que sus pupilas se llenaban de luz al saber que aún tenía un corazón que era capaz de latir… y no por Saga, resignado a no ser amado nunca a no poder amar  nadie más nunca… Ahora le estaba dando la oportunidad a Milo de acabar con todo eso y enterrarlo en la nada, en la oscuridad. Y retornar a su carácter por el cual era conocido… “Basta de sentimientos”.


         Milo lo observó, tan arrogante, serio… ¡Qué lío! ¿Le estaba dando rienda suelta a confirmar delante de Kanon y como testigo el propio Camus la noche que vivieron? ¿Era una jugarreta?


         Milo suspiró…


         - ¿Y bien? – Dijo Kanon. Éste último se sentía como un villano en tal situación… mareado por las circunstancias. No era la primera vez que apostaban con Milo sobre ésos temas o jugaban a la competencia y debía suponerse que debería ser divertido pero tal situación…  No era así, parecía algo oscuro, tenso, negro… - Dale Milo, ¿Sucedió? – Intentó hablar en el tono de voz más relajado que encontró quería darle el ambiente algo de paz… pero ni Milo con esa seriedad ni Camus con la mirada arrogante ayudaban.


         - Pero díselo Escorpio…


         - Si quieres puedes cobrar lo que quieras – empezó Milo hablando sin mirar a nadie, su vista estaba en el suelo – Nunca sucedió nada con Camus. No cumplí la puesta.


         - ¿Camus? ¿Apuesta? ¡¿Qué demonios están hablando?! – Los tres presentes dirigieron su mirada a la entrada al templo de Géminis.


         “Definitivamente esto ya no es divertido” pensó Kanon al ver a su hermano gemelo subir la escalinata hacia ellos. Si antes el ambiente estaba pesado ahora sentía que lo aplastaba. La mirada de Saga no era para menos, tenía ésa expresión rebosante de furia y el que era sometido a ella, era el Escorpión.


         Saga estaba esperando en la entrada del Primer Templo a ese par con quienes debía cumplir su misión ¿Por qué estaban tardando tanto? Un volcán no esperaría a nadie y no estaba dispuesto a invertir demasiado de su tiempo. Tenía ese molesto dolor de cabeza que lo atosigaba y solo quería un tiempo a solas con Camus para aclarar tan irreal situación. No era posible, simplemente no lo concebía ¿Camus y Milo juntos? Acaso no sólo eran amigos y el propio Camus se lo confirmó en el entrenamiento, hasta que el bicho ése  declare para todos su aventura.


         En cuanto lo escuchó no pudo creerlo, no quiso y aunque el propio Acuario lo negara su cuerpo no mentía. Él mismo había notado el cansancio… su aspecto… la forma renga de caminar. No… pero no eran pruebas suficientes para afirmarlo pero, tampoco para desmentirlo ¡Tenía que preguntárselo directamente!


         Pero ¿por qué? ¿Por qué necesitaba saber?


         Sin hallar respuestas contundentes se hallaba ahí, subiendo las gradas hacia su templo, a pocos pasos y sin planificarlo lo escuchó…


         “- Si quieres puedes cobrar lo que quieras – empezó Milo hablando sin mirar a nadie, su vista estaba en el suelo – Nunca sucedió nada con Camus. No cumplí la puesta.”


         Su corazón le exigía huir, escapar de todo ser humano, de todo lo que pueda confundirlo más… sin forma, sin sentido, sin razón. Camus ya no quería más todo eso. Obedeciendo a sus impulsos fue el primero en reaccionar desde la llegada de Saga y lo primero que hizo fue pasar por el lado de éste en dirección contraria. A paso presuroso, ignorando la mirada de Saga  que pedía explicaciones.


         Milo vio que Camus salía como cohete del templo de Géminis y no dudo en ir tras él pasando por el gemelo mayor sin mirarlo, debía hablar con Camus sobre lo ocurrido, sobre sus palabras. ¿Qué tanto había oído Camus sobre su discusión con Kanon? El sólo imaginar que escuchó su declaración “Camus… es especial”… se sentía ansioso con la esperanza de llegar al menos un poco cerca al perdón  que anhelaba.


         “Una disculpa nunca será suficiente”.


         Lo sabía, regresar a lo que eran en el pasado le costaría sacrificios y… tiempo. 


         Saga que subía a su Templo para reclamar la presencia de ésos Caballeros, estaba ahora frente a su hermano y Camus tomaba la delantera de una carrera que Milo precedía.


         - ¿Qué estaba pasando? – Preguntó a su gemelo que ni lo miró, estaba apoyado contra el muro, rendido a que ésa dichosa apuesta ya no lo llevaría a nada “El bicho se ha enamorado” Llegar a una conclusión así… era obvio - ¡Kanon  te estoy hablando! – exigió Saga.


         - ¡Ah! Yo que sé – dijo sin tomarle importancia, sin embargo su hermano lo sostuvo por el brazo.


         - ¿De qué apuesta estaban hablando? – Saga no ocultaba su enojo en crecimiento – Apostaron con Milo… - apretó los puños  cuando su mente unió los pedazos del rompecabezas. De repente todo encajaba… - que se acostaba con… él…


         Kanon escudriñó el rostro de su hermano, la estupefacción gobernaba sus facciones, decodificaba la información recibida. Sin darle mucha importancia, se hizo soltar del brazo sin usar mucha fuerza y continuó con su rumbo. Dejando a Saga prácticamente solo con sus pensamientos.


         - Si quieres saber pregúntaselo directamente ¿no? – fue lo que dijo antes de perderse de la vista de su gemelo.     


        


 


         Llegó a la entrada del Templo de Aries agitado, mirando a su alrededor sin encontrar donde posar los ojos, en ninguna parte encontraría las respuestas a tantas interrogantes que surgían como parásitos molestos que se negaban a darle tranquilidad, paz… Camus al final apretó los ojos y los dientes ¡Que embrollo!


         “Sa… ga sabe… sabe… de la apuesta…”


         Agitó la cabeza a los lados dándose cuenta que hasta tartamudeaba en sus pensamientos, ¿qué iba a derivar de todo eso? Si Saga había mostrado interés en él y celos a causa de Milo ¡¿Cómo reaccionaría si se enteraría que fue a causa de una apuesta?!


         - Camus – escuchó la voz de Milo proviniendo detrás de él, se oía igual de agitado y ansioso - Lamento todo lo ocurrido.


         Se acercó al Caballero de Acuario sin encontrar más palabras que expresen con total sinceridad sus sentimientos, ahora mismo declarar todo lo que sentía y le lantía en el pecho, las ganas que contenía de abrazarle y besarle los labios. De lograr que entre sus brazos Camus se pierda y se hunda, entre en su corazón y decida jamás marcharse. ¿Qué podía hacer? Sentía que la noche anterior que poseyó al francés no era suficiente, Camus no merecía simplemente una noche de desenfreno y pasión. No… ¡Al diablo la apuesta con Kanon! Ya estaba decidido, lucharía por abrirse campo día a día en su corazón para asegurarse un lugar eterno y causante de mágico momentos. Qué más daba lo que pudiera pasar, quería abrazar a Camus y ser correspondido…


         - ¿Por qué lo negaste? – Interrogó Camus de repente dándole la cara a Milo, tan de repente que éste último fue encontrado con la guardia baja y tardó en reaccionar ante tal interrogación.


         - Camus… Kanon nunca debía contarte lo de la apuesta… incluso yo ya la había olvidado… quería quedarme a tu lado, quiero…


         “Camus… es especial.”      


         Le retumbó en la cabeza tal cual tambor produciendo eco, no cambió su expresión desconfiada frente a Milo pero por dentro todo se agitaba, peligraba en desbordarse, las ganas tremendas de interrogar hasta el cansancio, el porqué de sus palabras “¿Especial?”… y ¿qué pretendía negando con Kanon el cumplimiento de la apuesta?


         - Aléjate Escorpio, no te quiero cerca-  Camus se alejó unos pasos haciendo caso omiso de las intenciones de Milo de entablar una charla y él responderse tantas preguntas… aunque también deseaba ignorar la verdad. Quería alejarse de la ilusión…


         Como deseaba cerrar los ojos y al abrirlos aparecer en su Templo, rodeado de un nuevo día. Sentía que su corazón se desmenuzaba por tratar de comprender a Saga… a Milo…   por tratar de encontrarse a sí mismo entre tanta barrera, laberinto… en un talero de ajedrez armado por él mismo.


         Un trueno le obligó a levantar la mirada y las posteriores gotas de agua que caían del cielo empezaron a empapar todo. Lento y lento hasta luego transformarse en un redoble.


         Camus y Milo se dejaron mojar sin inmutarse, quizá porque necesitaban algo que refresque sus mentes, calme sus corazones.


         Con un suspiro halló clama, Camus miró a Milo que alzaba el rostro para dejarse mojar la cara. Disfrutaba el roce de las gotas, una a una caer desde el cielo para mojarle.


         - Milo… - dijo al fin y este lo miró atento - ¿Por qué lo negaste?


         El mencionado separó los labios para responder pero Camus se le adelantó hablando claro y fuerte.


         - Dime Milo, porque no esperaba que mintieras, al menos no en algo así… ¿Alguna vez fuiste sincero en tu vida?  ¿Mientes todo el tiempo?


         Su corazón se estrujó en nueva cuenta.


“Me he enamorado”


         Milo se estremeció por la pregunta de Camus. Sólo el francés era capaz de producir ésos espasmos a su corazón inquieto, sólo sus palabras, sus gestos tenían ese efecto. 


                            “- ¿Alguna vez fuiste sincero en tu vida?”


         Resaltaba el propósito de esa pregunta, a Camus no le interesaba el porqué le mentía a Kanon… al contrario, quería saber si el tiempo que estuvieron juntos fue real… si sus halagos, palabras de aliento, fue sincero… honesto. 


         - Fue sencillo olvidarme de la apuesta estando contigo… ya no quería cumplirla. Fui sincero.


“Dime que tu corazón se llena de calor


 al estar los dos tan cerca…


a pesar de la lluvia que nos enfría el cuerpo,


los dos estando cerca la tristeza…


 desaparece”.


         - Le debes mentir a todo el mundo… - susurró Camus por lo bajo.


         - ¡No! – exclamó Milo asiendo del brazo a Acuario – Camus se que una disculpa no es suficiente y que no puedo recriminarte que desconfíes de mí… pero no mentía al estar cerca de vos. Fui sincero… - Camus que no miraba al Escorpión unió su mirada a la de él cuando fue sujeto de la mano con cierta delicadeza… y Milo la conducía a su pecho, al corazón griego – Siente cómo está latiendo por ti ahora… está así de loco hace un tiempo…


         La lluvia cayendo a sus cuerpos, empapando sus cabellos. Parados frente a frente en la escalinata que ascendía a Aries, solos… con la luna en sus cabezas y unidos por aquel contacto de sus manos.


         Camus miró sus pies apartando la mirada de las orbes de Milo, queriendo también apartar la mano de aquel corazón que se pronunciaba con delicadeza sobre su palma. Al final Milo lo soltó y dejó que Camus sienta su corazón latir sin necesidad de su agarre… estuvieron así escasos segundos marcados por las gotas de lluvia que caían del cielo.


         Era la primera vez que le agarraban la mano con tal devoción, recordaba que él había hecho tal acción con Saga, de llevarle la mano al corazón y sintiera sus latidos...


         “¿Era una señal del destino?”


           Como solía pasarle al estar con Milo, un intercambio de palabras escasas y se sentía más tranquilo, como si toda la rabia e incertidumbre acumulada se adormeciera en calma. Todo un huracán de sucesos, un maremoto de emociones y la sonrisa afable, tenue, dulce que Milo le brindaba, cubiertos por el velo de lluvia… todo perdía importancia.  


              Milo miraba a Camus y se cuestionaba en sus interiores qué le sucedía ¿En exiguas dos semanas fueron suficientes para darse cuenta que deseaba quedarse un tiempo indefinido al lado del francés? Supo que le quería, su corazón se lo anunció, no en el momento de tener sexo, no… fue cuando estando lado a lado sobre su lecho, le oyó llorar… tan entrecortadamente, entre gimoteos amargos y leves… Milo sintió impulsos por consolarle, de abrazarle el alma y curarle las heridas… de quitar toda muestra de dolor o tristeza. Definitivamente estaba enamorado, y no sólo de su llanto, no… extrañó su amabilidad, sus sonrisas…  lo extrañaba a él.


-         ¡Ah!


-         ¡Maldito!


-         ¡No! ¡Saga…!


En menos de lo esperado y sucediendo de manera rápida, Saga se había aproximado por la espalda de ambos. En cuanto tuvo a Camus cerca, lo sujetó del brazo trayéndolo hacia su cuerpo y apartándolo de Milo y sin avisos había estrellado su puño en la mandíbula del Escorpión.


         Ahora Milo estaba en el suelo sujetándose la parte lastimada y Saga estaba parado frente a él sujetando a Camus aún del brazo.


         - ¡Cómo te atreviste! – Exclamo el Caballero de Géminis.


         - Saga… basta – Camus hizo un ademán para deshacerse del agarre pero sólo consiguió ser sujeto con más fuerza.


         - ¿Basta? – Repitió el aludido - ¡Éste bicho se está burlando de ti y dices “basta”!


         Milo se puso de pie entre el agua acumulada a causa de la lluvia sin despegar su mirada de ácido de Saga. Sabía que merecía más de un golpe por ser tan idiota al apostar, si… ¡Pero Saga bien podía irse al infierno! Él nada tenía que hacer en ésa situación.


         - Vamos Camus, dime ¿Sabías de la apuesta? – Saga apretó su agarre en el brazo.


         - ¡Tú no tienes nada que ver en esto!


         Camus fue el que cayó de sentón cuando Milo fue el que atacó esta vez dando un rodillazo en la cara de Saga que lo obligó a soltar a Acuario.    


         La lluvia seguía cayendo de manera más torrencial y no le permitía ver con claridad  a ambos Caballeros luchar. Estaban a unos metros haciendo distancia para iniciar otro ataque… con los cosmos encendidos y agresivos. Ninguno portaba su armadura pero no los hacía menso peligrosos.


         Camus volvió a agitarse como si él estuviera librando tal lucha… sin importar la cortina de lluvia que los separaba podía ver cómo intercambiaban otra serie de puñetazos y patadas con los cosmos encendidos y sin medir fuerzas… como si fuesen dos enemigos declarados. Fue el colmo, el remate de la situación cuando el guardián del Primer Templo salía a la entrada y se asombraba ante el espectáculo. Seguramente había sentido los cosmos agresivos.


         No iba a ser indiferente a tal situación, no… ¡Basta! ¡Basta de todo! Camus enfrió su cosmos hasta tal punto que la lluvia que caía a metros a su alrededor empezó a congelarse en granizos.


         - ¡Basta! – Gritó después de ponerse de pie y lanzar un poder menos potente que su Ejecución Aurora en el espacio entre Milo y Saga.


         Éstos se alejaron antes de ser congelados, jadeaban y la intromisión de Camus no hacia más que enojarlos, de querer desatar todos sus poderes y hacer daño al que estaba frente a él. Pero, los gritos de Camus de regaño, enojo y furia también hicieron que sus miradas se desviaran.


         - ¡Son unos idiotas! – Camus caminaba hacia ellos - ¡Idiotas! – Gritaba mirándolos alternativamente - ¡¿Saben por qué estamos aquí?! La palabra “misión” ¿les dice algo?, ¡Idiotas! – al parecer no se cansaría de gritar ésa palabra! – Dejen tanto derroche de  insulsez para otro siglo…


         - Pero Camus… – quiso hablar Milo


         - ¡No me importa! – le cortó.


         - Es intolerable que…


         - No me interesa Saga – tampoco le dejó hablar a él.


         Sólo se oyó la lluvia  caer y uno que otro granizo, ninguno de los tres se movía. Esperando a que alguien más proponga teletransportarse a la Isla de la Reina Muerte y cumplir la misión. Pero no dieron nada.


         Mu que era espectador desde hace unos minutos estaba inseguro de acercarse y… ¿qué podía hacer? Al parecer Camus ya lo tenía controlado, aún así se mantuvo atento a cualquier otro ataque, no le agradaba la idea que colegas suyos se pelen. De la nada se sintió observado por Camus.


         - ¿Puedes teletransportarme a la isla de Reina Muerte? – arrugó el entrecejo, claro que podía pero… - Iré y cumpliré la misión. Pierdo mi tiempo esperando que éstos dos recobren la razón… por favor Mu.


         - No te dejaré ir solo – el primero en hablar fue Milo – Camus no puedes tu solo…


         - Gracias Mu pero no necesitamos tu ayuda – Saga se acercó a Camus – Yo me encargaré de la teletransportación.


         Por un momento consideró la idea de dejar al Escorpión y sólo llevar a Camus con él, pero su juicio no estaba del todo perdido y sabía las consecuencias de desobedecer una orden directa del Patriarca o bien sabotear una… en vez de fastidiarse se consoló con la idea que en la Isla esa, podía encontrar un buen hoyo de lava y sumergir ahí a Milo… ¿Qué se creía? “Camus es mío” pensaba Géminis.


         Milo se colocó al otro lado de Camus dejando a éste al centro… de sólo pensar que Saga iría le revolvía las tripas de disgusto. Pero le reanimó la idea de poder calcinar a Saga en el volcán ése  “¡Camus es mío!”  Pensaba Escorpio.


         Y mientras un aura de color amarillento los rodeaba a los tres preparando el terreno para la teletransportación Camus cerraba los ojos… deseando en verdad despertar en su Templo.  


   


      

Notas finales:

Ahí termina...

Si, lo sé estoy enredando todo de nuevo no?

Jeje. tengan paciencia por favor...

Muchas gracias por los reviews!!! Y no olviden dejar más que muchas veces son mi ispìración para continuar...

Nos leemos!!!  


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