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Forbidden Love por Kanra Suzume

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Notas del fanfic:

¡Si! No os extrañeis si hay cosas que dicen aliens y luego os topais con un zombie. La la la~. Es original, O-RI-GI-NAL > >

Notas del capitulo:

Edit: Nunca pondré limites de edad en mis fics... De todas formas, disfruten!

7-11-10 Corregidas las faltas de ortografía~ 

Tiró aquello que los humanos decían llamar cigarrillo. Asqueado por esa situación de tener que recorrerse la ciudad a pie por el hecho de que su capitán tenía ideas de... Dejémoslo. El caso es que, con un batallón detrás que apenas querían moverse del lugar y del cual, casi todos eran novatos y se llevaban mal, ¿quién querría llevarlos por ahí a pie? Claro, para él solo eran sobhakys. O, como decían los humanos, perros. Recorría con aire superior y tranquilo cada centímetro de la calle principal de esa estúpida civilización, sin darle importancia a lo que a su alrededor pudiera suceder. En su mano derecha, un rifle de plasma, lo que así podría llamarse, la tecnología de estos superaba con creces a la tecnología humana. Las armaduras eran mucho más ligeras que las nuestras, y además, mas protectoras. Pero sin embargo, los rayos del sol podían derretir estas en solo unos minutos, provocando que el ácido del que se sacó ese metal los quemara vivo por dentro, hasta que finalmente, muriesen en un charco de su propia sangre. Pero, el sol ya había abandonado la tierra, y el frío, era el alimento principal de estos seres que amenazaban con acabar con la humanidad.

Escupió a la carretera, mientras los que le seguían iban firmes y en silencio, horas atrás habían sido amenazados con servir de experimentación para acabar con la raza. Más, estos obedecieron.

No eran diferentes a los humanos en estética. Solo con, algunas cosas de excepción. Sus ojos por ejemplo. Rojos del color de la sangre, cuanto más fuerte se referían. O dorados, en caso de ser una rama mas inferior de esa... especie; su piel siempre había sido clara, muy clara, y además, era marcada por lo que serian tatuajes para nosotros, tribales. Pero para ellos, marcas naturales. Algunos parecían ser muy débiles, mas su fuerza era algo que nunca se había visto en la tierra, por no decir, que era la característica especial de los vampiros según las historias humanas. La agilidad, perfecta. Como si fueran felinos, pero no tenían ninguna extremidad de ellos. Su esperanza de vida superaba los ciento treinta y cinco años. Cuando superaban ese límite de edad aproximado, de su espalda brotaban pequeños huesos, saliendo a la superficie, ¿sabéis de los dragones? Pues algo así. Entonces, era dicho que si sobrevivía a la transformación se le llamaba superior y era respetado por siglos.

Pero, aunque parecieran imposibles de destruir, sus formas de vida eran más complicadas que la humana. Su forma de pensar igual; lo que hacía de estos que tuvieran pocas opciones en la tierra, donde todo era más simple.

Y, ya se cumplía un mes desde el exterminio humano.

El joven seguía caminando, no llevaba ningún casco. Tan solo dejaba al descubierto su cara, de sus ojos eran pequeños, con una mirada amenazadora y cruel, carente de sentimientos afectivos; rojos carmesí parecían brotar delgadas líneas de color negro, que marcaban su cara hasta finalizar en la parte inferior de esta, siguiendo por el cuello y terminando vete a saber dónde. Su pelo, de color negro oscuro, un negro que aquí nunca se conseguiría tener; estaba picado en capas, pero era largo y lacio, bastante lacio por la parte inferior, pues se le levantaba más por la superior.

Pisó el cuerpo de un humano. Se detuvo mirando fijamente el cuerpo del anciano. Asqueroso y repugnante, pero eso no evitó que sonriera de una forma sádica y cruel, hubiera deseado torturar a la gente de ese lugar, pero sus deseos fueron frustrados, había esperado mas, y la resistencia de esas personas era... estúpidamente débil. Pasó por el cuerpo del anciano, pisando la cabeza de este y destruyendo con su fuerza el cráneo de este. Rió levemente en su interior, y prosiguió con su, anteriormente, aburrida marcha. Suspirando nuevamente, aunque exactamente solo era soltar aire para ellos.

- Prosigan, es una orden. - Añadió al notar que su escolta había frenado al ver acciones de su general.

- ¡Sí! - Respondieron con obediencia. Como perros. ¿Tan aburrido era esto? Deseaba con fuerzas poder volver a su hogar, pero sabía perfectamente que iban a estar aquí hasta colonizar la tierra por completo.

Un gruñido se escuchó proveniente de un callejón. Alzó la mano en señal de que parasen en seco. Y con otro gesto, agachando esta lentamente, añadió que era mejor estar en silencio. El gruñido volvió a escucharse, y los pasos lentos y arrastrados se acercaban, pero cayó. Y un estruendo se escuchó pues, se había llevado de por medio un cubo de basura de metal que estaba en medio de esa cosa. Torpemente parecía que algo en las sombras se levantaba de manera absurda, y solo arqueaba su espalda tratando de levantarse.

Curioso. El general se acercó lentamente empuñando sobre sus brazos el rifle que horas anteriormente no quería empuñar por una simple excusa. Se pegó contra la pared, y se asomó lentamente mirando por el rabillo del ojo quién o qué era lo que se alzaba en la penumbra de aquel lugar. Pero no vio nada. Sus sentidos estaban alerta, y su cuerpo preparado para, en caso de algún problema, escapar o actuar. Pero, no había nada.

¡La otra salida!

Giró sobre sí, dando una pequeña voltereta y metiéndose de lleno en el callejón, mirando detrás y delante apoyado sobre una de sus rodillas a modo de precisión, pero nada. Se levantó y agachado trotó hacia la otra salida del callejón, más bien, la única que había después de por la que había entrado. Daba a otra calle más estrecha, una secundaria, y sin embargo, estaba igual que la principal. Sin ninguna alma ni ningún... ni nada.

Más confiado suspiró de nuevo, soltando un gruñido. Estaba realmente molesto. Giró poniéndose de nuevo recto y bajando el rifle, mientras volvía a irse caminando lentamente. Escuchó disparos y el grito de una mujer. Alertado giró de nuevo sobre si mismo cogiendo bastante velocidad y, corriendo a la salida de la calle secundaria, resbalando por no frenar de manera correcta, consiguió mantener el equilibrio apoyándose de una barra de metal que estaba casi al extremo delantero. Observó como una mujer gritaba delante de sus narices y otro de los humanos estaba encima de ella, haciendo algo...

¿Eh? Si está...--

Corrió de nuevo, pegando un salto leve y, desde ello, pasando al lado de la pareja. Colocándose al otro lado de la situación. Concentrado, disparó al hombre que devoraba la carne de la mujer, dándole dos veces en el pecho y destrozándole este. Del impacto cercano, el hombre cayó hacia detrás y por el momento, no volvió a levantarme más. La mujer, lloraba y apenas podía respirar. Observó las heridas con detenimiento, todo el estomago había sido desgarrado y el cuello de la mujer no paraba de soltar sangre por momentos, provocaba alrededor de ella un enorme charco de ese liquido rojizo. Se acercó a esta, dispuesto a rematarla, pero sin embargo la mujer solo le cogió de la muñeca cuando este se agachó con un arma blanca.

- G-gracias... - Entre gemidos de dolor agradecía el que la hubiera salvado, pero ella sabía que tenía que pedirle al soldado un favor, y esta no se había percatado de que este era uno de los visitantes. - ... Él... calle principal... ayúdale... - finalmente murió. Cerró los ojos sonriendo de forma leve pese a su dolor, y bajando la mano que había agarrado y transmitido calor al muchacho. Este, se levantó. ¿Calle principal?

Caminando más tranquilo, fue hacia allí, aunque sus sentidos de supervivencia seguían totalmente activados. Los nervios que esa situación le habían dado le estaban carcomiendo por dentro, ese sentimiento nuevo. Pero no sintió pena por la humana.

Si alguien estaba en la otra acerca, probablemente había sido capturado o estaría muerto. Según la información, alguien más seguía vivo. Pero, sus ojos no podían creer lo que veían. Sus hombres estaban en el suelo, las potentes armaduras resistentes habían sido destrozadas y varias marcas de sangre y saliva yacían en ellas como si un crimen se tratara. Soltó el arma dejándola caer, y se mordió su labio inferior por inercia. Imposibilitado no reaccionó. Era imposible tal situación.

Pero otro grito se escuchó, esta vez provenía de la voz de un chaval, entonces actuó. Esta vez sin parar corrió hacia donde se escuchaba; contra una pared un joven estaba acorralado, mientras otro de esos que había atacado a la mujer estaba intentando morderle y devorarle, pero este con sus manos trataba inútilmente de sacárselo de encima. Cabreado por la situación, lanzó con una buena puntería, una cuchilla. Esta dio justo en la cabeza del enemigo, y el humano que materia una expresión de temor, observaba como el cuerpo caía al suelo con la expresión más salvaje que nunca esperó ver en persona. Pero, aun quedaba otro enemigo.

Él soldado se acercó al civil humano, mientras arrancaba la daga que había casi destrozado el cráneo del... del tipo ese. Acorralando de nuevo al muchacho al que le sacaba por lo menos una cabeza, de estatura baja y además delgado, pelo castaño claro, y ojos color café, con varias franjas anaranjadas. Tés clara pero un poco bronceada, no debía de tener nada más de 16 años. Con la daga que había usado para asesinar al señor que le estaba tratando de matar unos minutos atrás, amenazó el cuello del menor, mientras que con su mano izquierda alzaba ambas muñecas del joven pegándolas contra la pared con cierta fuerza, clavando su mirada en los ojos del menor. La situación se tensó más. Debido al temor, el joven no habló, ni respondió, ni agradeció. Había pensado que el general era humano, pero las marcas de su cara y su forma de actuar, había llevado sus conclusiones a un grado mayor. No era humano.

Su respiración era agitada. Y su corazón, palpitaba más rápido de lo normal. Apretó más fuerte las muñecas de este, el cual, se retorció de dolor, gimiendo levemente debido a este. Cerrando los ojos con fuerza.

Son todos tan débiles... Este, especialmente los más jóvenes.

No podía evitar cambiar ese pensamiento sobre los humanos. Volvió a dedicar una sonrisa suya, de las típicas. El humano, solo seguía atemorizado y ahora dolorido. Mientras seguía siendo amenazado por la daga del enemigo. Sin mediar palabra, empezó a deslizar la punta de esta por el cuello del menor, suavemente pero provocando pequeños cortes alrededor de este por lo afilada que estaba, llegando hasta el cuello de la camisa. El alien solo seguía con la mirada la punta de esta, y luego, volvió a clavar su mirada en los ojos del pequeño, el cual solo parpadeó seguidamente varias veces, hasta volver a estar paralizado. El mayor se relamió lentamente, había visto hacer esas acciones a los humanos, solo quería comprobar como de valiente era el menor o que pasaba. Pues, jugar era más entretenido que matarle ahí mismo. Sí, eso mismo quería haber hecho con la humanidad. Continuó, haciendo un giro de muñecas había rajado ya la camiseta de este, abriéndola por la mitad y dejando al descubierto el desnudo pecho del menor. Un escalofrío recorrió al humano. Pero, el alien no se detuvo. Bajó haciendo círculos y otros recorridos por el torso de este, hasta los botones de los jeans negros que el humano llevaba puestos, pero se detuvo de nuevo, ¿seguir? Era entretenido, pero nunca había experimentado tal cosa. Su sonrisa se intensificó aun más.

- ¿Qué pasa si rompo... esto? - Preguntó sin mirarle directamente a los ojos, el humano se estremeció, y eso le satisfacía.

- ... -

- ¿No responderás...? - Preguntaba en un susurro solo audible para el menor, su voz sonaba ronca y eso hacia resaltar mucho más la situación. - No me decepciones - Añadió con voz firme.

- ... ¡Detrás! - Gritó el menor.

El alien volteó al escuchar pasos, los mismos pasos arrastrados. Encontrándose de frente a un grupo de esos humanos que se habían vuelto locos; cogió al muchacho por la muñeca, aferrándole a él en un... “abrazo”. El humano, sorprendido, solo cerró los ojos atemorizado. Lo que le había parecido tan frio ahora le era cálido. El brazo del mayor rodeaba el cuerpo de este, mientras sacaba mas de esas pequeñas dagas, lanzándolas a varios de ellos, no dando en todos pues, estaba sorprendido. Gruñó. Cogiendo al menor por la cintura le cargó colocándolo sobre su hombro el torso de este, mientras corría a donde había dejado el rifle, pero el camino de vuelta era imposible de utilizar, así que, optó por la salida de emergencia. Topando con más de ellos. Dejó al niño en el suelo, contra una pared mientras el se ponía delante amenazando a los enemigos.

- ... -

- Deberías correr. Huye, escapa, ¿a qué esperas? - Habló. El mayor sostenía tan solo las dagas que le quedaban en la mano izquierda, cuatro y no más. Pero el menor dudaba.

Sintió como jalaban de él, observando al crio, este le indico por dónde ir, y chasqueando la lengua obedeció las tácticas del niño, pues no estaban del todo acorralados. Corrieron hasta llegar a un edificio en el que entraron, y poco después, el chaval cerró y bloqueó la puerta de la entrada. Suspirando pesadamente el mayor, se sentó en uno de los sofás que había en la entrada de aquel lugar. Cruzó los brazos y se limitó a observar al menor. Este, daba vueltas pensando que hacer por si los otros conseguían entrar. Pero, no era la misma situación para el alien, pues estaba molesto por el hecho de en vez de haberle dejado para esos tíos, haberle salvado y además que este se la devolviera. Maldita sea, y encima le abrazó. Volvió a suspirar.

- Gracias - Comenzó el niño - Yo pensaba que todos ustedes erais-- -

- No me trates de usted. - Interrumpió el pelinegro.

- Bueno, que tu, como los demás, erais... crueles. - Continuó esbozando una tímida sonrisa a la vez que agachaba la cabeza lentamente como si acabara mirando al suelo, aunque solo mantenía los ojos cerrados.

- Y de hecho lo somos. - El menor levantó de nuevo la cabeza mirándole un poco atónito, pero esperando que las palabras de agradecimiento o algo de ternura salieran la boca de ese general. Pero si lo viéramos, se veía también cruel. - Debería haber dejado que te devoraran vivo, joder. -

- ¡Si lo hubieras hecho así tu hubieras muerto si no te hubiera avisado! - Se defendió el castaño.

- ... - Había dado en el clavo. Fue el menor que le había salvado una vez, y luego otra, y él mismo solo le había devuelto una. Volvió a chasquear la lengua, se había quedado sin argumento alguno.

El menor había dejado de moverse a un lado a otro pensativo, ahora solo se le quedaba mirando fijamente con una sonrisa satisfactoria, sabía que el alien no estaba en condiciones de joderle por ahora y menos de matarle, así que, sin argumentos él tenía otros que utilizar contra él.

- Pensemos como salir de aquí... - Continuaba el menor con voz más calmada - Por su puesto, soy Nhie. -

Él pelinegro, con aún su orgullo, giró la cabeza hacia su lado derecho, bufando. Seguía cruzado de brazos, y una sonrisa se marcaba en su cara, arrogante, pero no pésima.

- Nhie yo ya puedo salvar mi culo - Le respondió aun con esa sonrisa.

Nhie, después de parpadear varias veces asimilando lo que decía... Solo se limitó a reír, acompañado del mayor que también rió, leve, pero lo hizo.

- Y yo soy... Seth. -

 

- - -

 

La noche que se había cernido antes en la ciudad daba paso a la mañana, aunque como era normal. Esta no dejaba si quiera que el solo pudiera alumbrar esa ciudad que se sumía en las sombras lentamente. Murmullos y lamentos se escuchaban por las calles de ese lugar. Hasta que finalmente desaparecieron, sin embargo, no todo estaba claro. Desde aquella torre gigantesca, un señor permanecía con una copa de plata en su mano izquierda, balanceando el licor de la sangre, ese dulce rojizo para los vampiros de las pelis de miedo.

- ¿El batallón de patrulla a vuelto? ¿Volvió Seth? - Preguntó con voz gruesa y fuerte, sentado en un sillón bastante grande, rodeado de mujeres hermosas y mostrando sus cuadros más apocalípticos en una sala casi vacía. Un joven rubio arrodillado ante él, respondía con total obediencia a las preguntas de ese ser.

- No, Supremo. -

- Quiero que busques a mi hijo, busca a Seth. - anunció molesto, mientras una de las chicas reía de forma traviesa, acariciando la espalda de esa gran bola de grasa que decían llamar el Supremo. Este respondía esa risa con una sonrisa juguetona, simplemente asquerosa.

- Si, Supremo. Me retiro - Anunció el rubio. El cual pensaba en divertirse de las formas más crueles con Seth si este seguía vivo, porque si así era y no estaba en ese lugar que era su hogar por ahora, recibiría un castigo y una tortura horrible. Y, ¿por qué no dársela él? Después de todo, aunque era el hijo de ese señor, él podía hacerlo. Se levantaba y se iba caminando tranquilo y lento, dejando al descubierto por el flequillo de su cabello sus ojos rojizos.

- Confío en ti, Azael. - Finalizó.

Azael, sonriendo sarcásticamente, avanzó a la habitación de armamento clasificado para los generales de alto mando, lo que él era junto a Seth. Colocó ahí sus manos sobre una armadura que llevaba detrás un enorme zarpazo. Al poco de ponérsela, cogió el casco. Colocándoselo luego fue a la armería. Donde ahí recogió varias armas para utilizar en su propósito. Un rifle, una pistola pequeña en el caso de la pérdida del arma mayor. Dos cuchillos de gran tamaños capaces de rajar cualquier cosa y un pequeño aro que tenia forma de estrella, algo parecido a un shuriken.

No esperaba estar solo, sabía muy bien que alguien tendría que ir con él, que al menos dos o más personas el Supremo le adjuntarían para la misión de buscar a su hijo. Y fue así, que en la lanzadera en el piso superior de la torre negra había dos chavales esperándole.

- Identifíquense - Ordenó el general mientras colgaba detrás el rifle de plasma, apoyando y colocando la cinta que lo mantenía sujeto a él. Los dos jóvenes pusieron una posición firme.

- ¡Dia (N.A: Se pronuncia Daya), a sus servicios general! - Presentó el primero, con voz masculina y joven, eso indicaba de él que era un novato.

- ¡Lilith, a sus servicios general! - Respondió el otro soldado, que era una mujer. Sin embargo con los cascos y armaduras sus rostros eran imposibles de verse, y eso era algo realmente obvio.

- Es una orden, quítense los cascos. - Continuó, de vez en cuando era importante saber los rostros de los soldados. La chica, se quitó el caso lo más rápido que pudo y delicado, pero el otro había dudado un poco. Frunció el ceño. - Dije que te lo quitases. - Obedeció Dia.

La chica, era hermosa. Que más decir. Finos rasgos y labios marcados, ojos grandes y amarillos, afilados y de apariencia crueles. Eso hacía de ella una asesina atractiva. Su tés era clara, bastante. Y su piel parecía lisa y suave. Era pelirroja, y su pelo era largo y ondulado a medida que el pelo caía, le llegaba por la cintura casi; además, era delgada y alta. Eso le gustó a Azael, quizá después de esa misión disfrutaría el doble. En su cara podía verse la marca de una rosa llena de espinas en el lateral de la mejilla izquierda, bajando por su cuello.

Por el contrario, Dia fue más lento. Se quitó el casco y lo primero que se vio caer, fue su cabello casi despeinado, pero que decir, le quedaba bien, al ser lacio ni si quiera se enredaba. Era de tonalidades violetas, un violeta tirando casi a blanco. Ojos grandes y amarillos, casi finos rasgos y tés clara. Sus labios eran carnosos, y además de eso, su nariz pequeña. Su expresión no parecía tan cruel que la chica, pero si mostraba de él que tenía valentía para afrontar misiones. Su marca era como trozos de cristal que se esparcían en pequeñas cantidades por la mejilla izquierda, al igual que la mujer, sin embargo esos no eran líneas seguidas, pero si caían por el cuello.

¿Hasta dónde llegarán?

Nervioso mentalmente. Rechazó ese sentimiento de recorrer el cuerpo del menor. No podía entender porqué su corazón justo en ese momento palpitó.

- Bien, bien, no hace falta que los usen, pero si, tengan cuidado no me haré responsables de vuestras lastimeras existencias - Les comunicó acercándose a un vehículo de aire. Subiendo en el asiento del copiloto, de los dos delanteros que habían. La chica, obediente, subió, pero detrás, el único que aparentemente tenía experiencia en pilotar, era el otro chico, Dia. El cual, decidido se subió al asiento del piloto. Azael no podía ver eso, pareciera que era una broma. Tenía más aspecto de saber utilizar estos aparatos era la chica, no el otro soldado que además era un novatillo.

Y además, inferior raza, como la otra muchacha.

Suspiró asqueado. Pero dio la orden de despegar.

- Espero que por lo menos sepas controlar estos trastos, novato. - El tono de su voz era cruel y duro, pero eso no parecía importarle al menor.

- ... - Pero no respondió. Quería decirle varias cosas a ese ser, pero su conciencia no le permitía hacerlo, pues las frases que quería soltar, eran de lo más ofensivas. Era mejor parecer no tener argumentos. Y, despegaron.

 

 

Notas finales:

¡Okay! Perdón por las faltas de ortografía del texto. xD

Los nombres de los personajes proceden,para los curiosos, de la mitología antigua, mas bien de los demonios, menos Nhie, que viene de Nie, un personaje mio que era de rol.

Sobaki siginifica perro, y es ruso, yo solo alteré la palabra para que se viera mejor(?). 

Si eso, en el proximo capitulo pondré información sobre los personajes y lo que sus nombres significan y... y todo eso. (?)

Cuidense~

P.D: Acepto sugerencias(?) - risas -.


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