Amanecía en Grecia y, junto al la salida del astro rey, un hermoso joven sacaba a un par de ovejas para que pastaran.
Aunque el pueblo todavía dormían algunas personas ya habían empezado con sus quehaceres para dejarlos a medio hacer y girarse al paso de un muchacho de no más que catorce años que, a pesar de vivir en ese pueblo desde hace más de seis, seguía atrayendo miradas y arrancando suspiros.
-Ganimedeeeeeeeeeeeeeeeees.
El joven se giró para ver como un corpulento pelirrojo se le acercaba corriendo.
-Hola Carlo –dijo el menudo joven al que era su amigo desde su llegada.
-¿A dónde vas con tanta oveja (son solo dos) cuando deberías estar ayudándome a ligar?
-^^U Carlo, ya sabes que me ponen nervioso. A demás, tengo que cuidar las ovejas por Tulio.
-Maldito viejo- dijo el pelirrojo mientras le salía una vena en la frente.
-No le llames viejo, solo tiene veintiséis años y es por él que tengo donde dormir.
-Lo que me extraña es que no te haya violado todavia.
-O//////O bu-bueno, yo ya me voy- dijo el joven mientras guiaba a las ovejas hacia la pradera cercana al pueblo sin ser consciente de que era observado.
Mientras tanto, en el Olimpo Zeus, dios del rayo, rey y padre de los dioses, había vuelto a pelear con su “amada” esposa.
Furioso como estaba se transformó en águila y se dirigió al mundo de los humanos en busca de un desahogo.
Mientras volaba, Zeus se fijó en una hermosa joven que descansaba junto a dos ovejas. El dios, interesado en esa beldad aterrizó y su sorpresa fue mayúscula cuando vio que se trataba de un muchacho.
Ganimedes se sobresaltó cuando esa majestuosa águila se posó en frente suyo pero, como no parecía peligrosa y representaba al dios Zeus, le ofreció algo de agua.
-¿Tienes sed rey de los cielos?
Zeus se sorprendió de que un muchacho pudiese tener una voz tan dulce y gentil, se acercó al cuenco que Ganimedes le ofrecía y, mientras bebía un poco, se fijó en el aspecto del joven.
Parecía un niño por esos rasgos tan dulces y esa expresión de bondad que había en su cara. El pelo era del color del sol y sus ojos eran orbes del color del cielo. El dios águila se fijó en que el joven solo llevaba una toga corta que dejaba brazos y piernas al aire y no pudo sino imaginarse quitándosela mientras besaba esos carnosos labios.
Ganimedes observaba al águila sorprendido de su calmado comportamiento cuando una voz llamó su atención.
-Ganimedes.
El nombrado levantó la vista y sonrió al ver al dueño de esa voz. Dio una última caricia al águila y se dirigió hacia aquel hombre.
-Hola Tulio nii-san.
-¿Qué hacias?
Ganimedes sonrió ante la curiosidad del que le había acogido con solo nueve años pero no dijo nada del águila.
-Solo bebia un poco de agua. ¿Qué pasa?
-He visto algo extraño en el bosque y necesito que me ayudes.
-Pero… ¿y las ovejas?
-estarán bien.
-De acuerdo pero dime de que se trata.- contestó el muchacho con una mueca de fastidio.
-Es una sorpresa ^_o
Ganimedes suspiró pero aceptó y dejó que Tulio le cogiera de la mano mientras se dirigían hacia el bosque.
Zeus vio todo con una sensación de pesar ya que sabía de la naturaleza humana y ese muchacho pelinegro no le daba muy buena espina pero debía volver al Olimpo para vigilar que su esposa no rompiera nada asi que suspirando alzó el vuelo y miró como su querido muchacho desaparecía en el bosque.
-Volveré querido Ganimedes, y no dejaré que nadie más que yo te toque.
Ambos jóvenes caminaban en silencio por el bosque cuando Tulio habló, sin girarse.
-¿Sabes algo?- dijo el mayor parándose en un punto indefinido del frondoso bosque.
-¿Qué?- preguntó el más joven con inocencia.
-Antes de que tu vinieras todo el mundo me adoraba y me buscaba… luego tuviste que llegar y la gente empezó a ignorarme. Te seguían para tocarte, hablarte y probarte y tu, tan tonto se lo permitías.
Con cada palabra que pronunciaba, la ira de Tulio crecia, asustando al niño al que en su dia acogió simplemente por venganza.
-Tu-Tulio…
El mayo se giró con los ojos refulgentes de rabia y jalándolo por el brazo, estampó a Ganimedes contra un árbol mientras silenciaba sus quejidos de dolor con un brusco beso.
-Llevo toda la vida deseando que llegase este momento y ahora nada me lo impedirá.
Ganimedes intentó gritar pero solo consiguió que Tulio metiese su lengua y empezase a explorar su boca.
-Tulio por favor- Ganimedes no paraba de llorar mientras el enfurecido (y caliente) joven le arrancaba su ropa para lamer todo su cuerpo.
-Zeus sálvame- sollozó el muchacho mientras su antiguo amigo jugaba con sus pezones.
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Mientras en el Olimpo, Zeus tenía un mal presentimiento cuando una plegaria llegó a sus oídos “Zeus sálvame”.
El dios reconoció esa voz y temiéndose lo peor se encaminó al mundo humano para ver, desde lo lejos, como un pelinegro intentaba violar a su rubio.
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Mientras el rubio seguía sollozando mientras se retorcía para que el pelinegro le soltase.
-No ves que no va a venir na…
Zeus eligió ese momento para aparecerse frente a los dos jóvenes, que le miraron con el terror pintado en sus rostros.
Sin pronunciar palabra Zeus alzó la mano y una gran fuerza impactó en el moreno, alejándolo del menor y matándolo en el acto. Sin dignarse a ver ese cuerpo sin vida se dirigió hacia Ganimedes, el cual intentaba levantarse, sin conseguirlo.
Unas manos le sujetaron impidiendo que cayera y el dios, con una sonrisa amable, aunque un tanto arrogante, le cogió de forma que el muchacho no tuviera que andar.
-gra-gracias- fue lo único que pudo decir antes de desmayarse.
El dios le cogió en brazos, le haría suyo pero no en ese momento.
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Cuando Ganimedes despertó se encontraba acostado en una gran cama, en un lugar desconocido.
-¿Estás mejor?
El rubio se giró para ver a un hombre joven, rubio platino y con ojos de un azul eléctrico que atrapaba su mirada.
Al momento Ganimedes recordó lo sucedido y un escalofrio recorrió su espalda al darse cuenta que quien estaba ante él era el mismísimo Zeus.
-Gra… gracias por salvarme.
El dios sonrió y Ganimedes sintió como si el mundo se iluminara lo que hizo que él también sonriera.
Ambos se miraron y algo surgió, algo que unió al dios y al mortal, algo que jamás se rompería.
Zeus se acercó lentamente a la cama en la que estaba el muchacho y se sentó a su lado para empezar a acariciarle el cabello.
El rubio se dejó hacer, acercándose lentamente al dios hasta que sus frentes se tocaron y como si un iman se trataran sus bocas se juntaros.
Era un beso magnectico y apasionado, muy distinto al beso brusco que el muerto Tulio le había impuesto a Ganimedes, quien pronto quiso más y posando sus manos en la nuca del dios abrió un poco la boca, permitiendo que este entrelazara sus lenguas.
El dios, viendo que su compañero quería más y viendo como a ambos se les iva alzando el miembro, empezó retirar sus ropas mientras acariciaba el ya desnudo cuerpo del muchacho.
-¿Estás seguro de que quieres seguir?
-si, si es contigo no me importa.
El dios sonrió y su boca bajó al cuello del joven, donde dejó una visible marca de posesión.
Acto seguido le tumbó quedando él encima y empezó a lamer su pecho, provocando gemidos de placer en el virginal muchacho.
Una mordida en un pezón ya endurecido hizo que el más joven jadeará, excitando aun más al dios que siguó bajando hasta llegar al miembro de Ganimedes, el cual recorrió de una lamida en toda su longitud, haciendo que el joven gritara.
-Por…favor…no puedo…más
Compadeciéndose un poco Zeus empezó a preparar la estrecha y virgen entrada de su amante, el cual gimió por el dolor de la intromisión de ese dedo, dolor que se convirtió en placer cuando el dios empezó a jugar con su glande, apretándolo y acariciándolo.
-Shhh, tranquilo, te gustará.
Ganimedes ni siquiera sintió como Zeus introducía el segundo dedo de tanto placer que sentía, tan excitado estaba que olvidando su timidez cogió a Zeus por la nuca para besarlo con pasión, como si no hubiera un mañana.
Ganimedes ya estaba preparado y Zeus no dudo en colocar al rubio en su regazo para penetrarlo de una sola estocada, este solo emitió un dulce y placentero gemido, su cuerpo recibía tantas sensaciones de placer que no podía mantener la cordura en ese momento, su mente se estaba quedando en blanco, sus azulados ojos buscaron aquellos orbes también azules que eran su cielo.
Zeus volvió a tumbar al más joven para penetrarlo cada vez más rápido, tocando con cada estocada la próstata de este y sacándole gritos de placer hasta que, tras varias estocadas más, Ganimedes se vino sobre su estómago, apretando su entrada de tal forma que el dios se vino en su interior.
Lentamente salió del interior de Ganimedes mientras este soltaba un quejido.
-¿Estas bien?
-Si, ¿podré quedarme contigo?
Aquellas palabras susurradas con tanto amor se clavaron en el corazón del dios, haciendo que este sonriera como nunca y, tomándole de la barbilla, le dijo
-Jamás dejaré que te vayas, vivirás conmigo en el Olimpo y estaremos juntos por siempre.
Ganimedes sonrió y, alzándose un poco a pesar del cansancio, besó suavemente al dios, el cual le correspondió y ambos se abandonaron de nuevo a las caricias del otro.