Que mala era Diane al hacerle esto. Era evidente que siempre se preocupara por ella, pero… ¿Prohibirle sus besos? Eso era un pecado para Caroline que intentaba hasta lo imposible para poder estudiar con el único propósito de volverlos a tener y sentir esas divinas sensaciones que le provocaban cada vez que sus labios se encontraban.
Hace unos días su novia descubrió que estaba reprobando una de las materias que ambas cursaba, y que también era una de las menos agradadas por la castaña, la matemática, por lo que no le gusto mucho saber que esa azabache de ojos cobalto se atreviera a prohibirle sus besos hasta que no le trajera una buena nota en el siguiente examen que les tocaría presentar dentro de dos semanas.
Pero claro, a la chica nadie la detenía y cuando deseaba algo lo conseguía sin importar que medidas tenía que usar. Por lo que su mentecita se puso a trabajar y le llegó la idea de pedirle ayuda en algunos ejercicios; ella confiada de que era precisamente lo que iban a hacer no pensó que la de orbes magenta la agarra de un brazo para poder acorralarla en el piso al aventarla en él, y con darse una mirada serenamente seca, por lo visto no estaba dispuesta a mostrar lo que en otras ocasiones pasaba que ese notorio sonrojo mostrará en su rostro la inocencia que amaba Caroline ver en ella.
—Hoy no vas a ceder ¿verdad? —comentó divertida.
—Te dije que no pienso dejarme besar por ti hasta ver una nota favorable en matemáticas —con firmeza le hablaba, asintiendo un par de veces con la cabeza.
Ésta soltó una carcajada que extraño más a la joven que la miraba con cara de pocos amigos ya que odiaba ser la burla de la magenta y eso que muchas veces no se tomaba en serio las cosas. Quiso apartarse de su agarre pero ésta con tomar sus dos muñecas, las alzó hasta la parte de arriba de la cabeza en donde llevó su rostro hacia el de ella, dándole un comienzo a un juego de roces que erizó la piel de una cobalto que no hacía más que sonrojarse levemente por ello intentando escaparse de las torturadoras garras de su novia.
— ¿Ahora quien es la que está castigada? —preguntó en un susurro que electrizó su cuerpo a causa de un maldito deseo que la estaba matando interiormente.
Esto era algo que la molestaba demasiado porque siempre que intentaba buscar el dominio en ella su castaña se encargaba personalmente del asunto, en donde para su desgracia terminaba la fémina encima de su cuerpo.
— ¿Qué te cuesta tanto estudiar? Es sólo un castigo piadoso —comentó.
—Para ti lo será, pero… —de nuevo se estaba acercando de una manera que la ponía nerviosa—. Para mí, es el peor castigo que me puedes dar.
Al decirle eso volvió a buscar un contacto que no fuera el de un simple roce ya que para Caroline los labios de Diane era una de las más exquisitas delicias que pudo tener en su vida.