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Chocolate navideño. por Arian_Sly

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Notas del fanfic:

Disclaimer: los personajes no me pertenecen, son de  Akira Amano. Yo sólo los uso para mis retorcidos fines XD

 

Notas del capitulo:

Uf... no hay mucho que decir, además de lo patetico que me quedo el reumen u.U, ultimamente no ando buena en eso ¿Por qué será?

Bueno, dejando de lado, espeor que les guste el fic ^^

Chocolate navideño.

 

Caminas en medio de la calle, la cual se haya cubierta con una capa de nieve; nieve que a su vez cae del cielo de manera leve. Al menos hoy parece que no habrá tormenta como la hubo la semana pasada.

Te detienes un minuto y te das cuenta de que no has fumado desde que saliste de tu apartamento. Seguramente te estás volviendo loco, porque tú, normalmente, no puedes vivir sin el tabaco.

Metes la mano en el bolsillo interno de tu chamarra y sacas la cajetilla de cigarros, llevándote inmediatamente uno a la boca, antes de regresar la cajetilla a su lugar y comenzar a buscar un encendedor; pero ¡Oh sorpresa! No traes encendedor. Frunces el ceño al recordar que lo dejaste sobre la mesa antes de salir de tú apartamento para comprar la cena.

« ¡Fantástico! » gruñes internamente alzando la cara al cielo y logrando que un par de copos de nieve se posen en tu rostro, haciendo parecer que tienes lágrimas recorriendo tus mejillas una vez estos se han derretido. Nada más lejano a la realidad.

Sonríes ante el simple pensamiento de verte a ti mismo llorando. ¡Ja! Tú, Gokudera Hayato, la mano derecha del décimo Vongola, el guardián de la tormenta ¿Llorando? Claro, y seguramente Rodolfo el reno es homosexual.

Meneas la cabeza tratando de alejar el pensamiento sobre la sexualidad de un reno y retomas tu camino hacia tu apartamento. Hacia tu frio, solo, desolado y carente de cualquier sentimiento apartamento. Irónico que esa descripción no se ajuste solamente a tu departamento, sino también a tu corazón.

Tomas el cigarrillo apagado en tus labios y lo destruyes con tus dedos en un intento de menguar la tristeza –disfrazada de enojo –que te embriaga en este justo momento, al preguntarte a ti mismo el porqué de comprar un apartamento en Torino.

Sí, es verdad, tu viejo vive por los alrededores, pero el hecho es que nunca jamás vas a ir a visitarlo, a menos de que él este en el lecho de muerte y te llame para que sostengas su mano, de lo contrario tu orgullo no te permitirá pararte en la puerta de mansión y decir: “Padre, he vuelto”.

Y lo que, probablemente, te molesta más que todo eso es que estás ahí en Torino, cuando todos tus amigos, incluido el décimo, se encuentran en Roma. Aunque eso no hace gran diferencia. Para esas fechas todos estarán entretenidos con sus familias y tú terminarías caminado solo hacia tu apartamento, con la única diferencia de que tu apartamento estaría en Roma. 

Frunces más el entrecejo y aprietas el paso. Realmente es molesto tener que pensar en eso a la par que las deslumbrantes luces de las casas te dan de frente y te recuerdan que tú adornaste ni la puerta de tu morada.

Y es que ¿De qué sirve poner estúpidos adornos navideños? ¿Lograr que los comerciantes se vuelvan más ricos por ser víspera? No es como que las mentadas luces lograran calentar las almas solitarias… Como la tuya.

Llegas a la entrada de tu apartamento más exasperado de lo que deberías estar y comienzas a buscar la llave para poder abrir la puerta, pero la llave –como todo lo demás en  el mundo –se ha dispuesto burlarse de ti escondiéndose en lo más recóndito de tu pantalón.

—¡Maldita sea la Navidad! —chillas completamente iracundo cuando dejas caer, sin querer, la bolsa de comida por estar buscando la llave. —¿Qué tiene de buena la Navidad? Nada, es una gran tontería, una bola de sentimentalismos inútiles. —Metes la llave en la cerradura y comienzas a darle vueltas en busca de que la cerradura se abra, pero ésta no quiere ceder. Realmente la vida se burla de ti. — Si no existiera Navidad yo podría estar perfectamente bien cumpliendo una misión para el décimo en vez de esta batallando con una estúpida puerta. — Concluyes antes de patear la puerta que se abre de inmediato.

Recoges la bolsa con alimentos y avientas violentamente la puerta, logrando que el gato en la cesta aun lado del refrigerador pegue un brinco y te riña molesto por la forma tan descortés en la que lo has levantado; logrando que al final, además de molesto, termines con un sinfín de pequeños cortes causados por las afiladas uñas del felino.

—Maldita Navidad. —mascullas una vez que has optado por no seguir la pelea con el gato, por el simple hecho de que sabes, no puedes ganarle. —Uri —llamas al minino —¿Quieres comer?

El felino se pasa una pata por la cara y hace lo que parece ser un asentimiento con la testa, que te parece un gesto tierno en ese hostil gato. Sonríes un poco y sacas una lata de sardinas* para ponerla en el plato del gato.

Luego de alimentar a tu mascota preparas todo para tu propia cena: Bacalao como entrada, seguido de un poco de lasagna y vino tinto Lacryma Christi del 92*. Una cena digna de un hijo de la mafia como tú.

Terminas tu fantástica cena y pones los platos en el lavatrastos, con el pensamiento de que algo te falta, pero ¿Qué es lo que te falta? « Nada » te dices a ti mismo con falsa modestia, a sabiendas de que te faltan muchas cosas, entre ellas… Tal vez, sólo para recordar la única navidad que pasaste con tu madre, chocolate caliente.

Aprietas los labios y te dispones a buscar el chocolate. Tiene tanto tiempo que no tomas chocolate que probablemente no haya en casa, y ya para esas horas no hay muchas posibilidades de encontrar tiendas abiertas. Pero para tu suerte hay un sobre de chocolate guardado en la caja del té.

Ya puedes oler el dulzor del chocolate caliente en la cacerola frente a ti, ya no le falta mucho para estar listo. Uri también nota el olor, porque se ha parado sobre la barra de la cocina y ha empezado a olfatear como si fuera un perro. —Ya casi esta, Uri. Si quieres te daré un poco.

El felino asiente con la cabeza y tú le muestras una mueca en forma de sonrisa, antes de que esa mueca se congele por el sonido del timbre… ¿El timbre?

Sueltas la pala con la que movías el chocolate y caminas con pasos rápidos hasta tener en tu posesión el arma que llevabas en el bolsillo de la chamarra.  ¿Quién en su sano juicio toca el timbre, en vísperas de Navidad a las…? ¿Qué hora era en ese momento? Ah, sí… ¡Las once con veintiocho!

—¿Quién? —preguntas preparando el arma mientras te dan una respuesta.

Buon Natale, Hayato! —te gritan del otro lado de la puerta y enseguida reconoces la voz.

Abres la puerta de golpe totalmente desconcertado y lo que te encuentras del otro lado te desencaja todavía más. Ahí está, uno de tus mejores amigos trajeado y con una gabardina azul obscuro, además de traer consigo un gran regalo envuelto en un papel color rojo chillón y con un moño verde.

—Ya-Yamamoto —atinas a pronunciar sin salir del todo de tu estupor —¿Qué haces aquí? 

—Vine a visitarte por ser Navidad —te contesta el hombre frente a ti regalándote una de sus encantadoras sonrisas con las que todas las chicas del instituto se derretían —¿Puedo pasar?

Abres y cierras la boca sin lograr emitir ningún sonido y sólo atinas a hacerte a un lado para dejar pasar a tu invitado.

—¿Por qué estás aquí? —logras articular luego de unos momentos, logrando que Yamamoto se voltee a verte —¿No deberías estar con tu viejo en Japón?

—Bueno… —musita un tanto apenado llevándose la diestra a la nuca en un ademan nervioso —Es que mi viejo se encontró una novia, je… —una ligera risa nerviosa escapa de sus labios —Así que pensé… pensé que tal vez te gustaría pasar la Navidad en compañía de alguien.

Sonríes de manera despectiva y entre cierras los ojos, antes de caminar hacia él —La única compañía que me gustaría tener es la del décimo. —dices con un tono de molestia. ¿Qué eres tú? ¿El remplazo de su papi?

Yamamoto frunce el ceño ante el comentario —Pensé que te lo había dicho —casca con un tanto de molestia tomándote del brazo —, me moleta esa actitud podrida de lobo solitario que tienes. Creí que lo habías dejado atrás.

Aprietas la mandíbula ante su comentario, te sueltas de su agarre y debías la mirada rememorando las palabras que te dijo esas vez; palabras que aun hoy en día, diez años después, te siguen retumbando en los oídos: “Con esa actitud de lobo solitario sólo eres una carga para Tsuna, no mereces llamarte mano derecha del décimo Vongola sino puedes hacer equipo con el resto de los guardianes y organizarlos.”*

—Pero bueno… —se atreve a hablar nuevamente Yamamoto, sacándote de tus cavilaciones, e intentando zanjar el tema— Reborn me dijo que seguramente pasarías solo la navidad, así que, como el viejo no va estar solo, decidí venir y hacerte compañía.

Te muerdes la lengua antes de decir cualquier cosa y asientes levemente con la cabeza, antes de soltar un escueto: Gracias. Ante el cual Yamamoto sonríe ligeramente.

—¿Quieres… una taza de chocolate? —preguntas no muy convencido, antes de abrir los ojos como platos y darte cuenta de que, desde hacía cinco minutos, el chocolate  estaba listo y tú lo dejaste en la estufa. —¡Demonios! —maldices casi corriendo hacia la cocina, sólo para encontrarte con el horrible escenario que ya habías imaginado: la cacerola que tenía el chocolate ahora está un poco más abajo de la mitad y lo demás está regado entre la estufa y el piso.

Apagas la llama y tomas un trapo del fregadero dispuesto a limpiar el desastre que ahora hay en tu concina, repitiéndote mentalmente que se debes tener muy mala suerte para ser víctima de tanto en un solo día.

—Hayato —te llama Yamamoto desde la sala mientras se quita la gabardina y la deja sobre uno de los sillones —¿Está todo bien? ¿Quieres ayuda?

—No, déjalo, ya lo arreglo yo… Tú... pues, ponte cómodo —farfullas no muy convencido mientras intentas quitar el dulce del suelo.

Yamamoto se dirige a tu encuentro y suelta una carcajada al verte en el piso intentando limpiar el chocolate con un trapo, el cual está tan bañado en chocolate que en vez de limpiar  embarra más.

—Trae acá —te dice quitándote el trapo y lavándolo él mismo, ante lo cual le saltas encima en un intento de arrebatarle el trapo, diciendo que puedes hacerlo tú mismo. Y como si ya fuera poco todo lo que te ha pasado, resbalas con el chocolate cayendo de sentón.

La carcajada de Yamamoto se vuelve aun mayor al verte ahí, tirado, con el rostro sonrojado por la vergüenza y maldiciendo a diestra y siniestra a la navidad. Y a la carcajada del guardián de la lluvia se suma la cara de superioridad que te regala Uri  al verte en tan deplorable situación.

—Maldito gato pulgoso —le riñes a tu mascota que enseguida se sulfura —. Y tú también, idiota del beisbol, ahora estoy completamente lleno de chocolate, por tu culpa.

—¿Mi culpa? —Pregunta Yamamoto entre risas —Pero si el que intentó quietarme el trapo fuiste tú. —se defiende el chico, limpiándose un par de lágrimas que se le escaparon a causa de la risa —Vamos, Hayato, quita esa cara, tienes que aceptar que es divertido.

—¡Ja! Sí, mira como me carcajeo, idiota del beisbol —le sueltas con molestia, y él te regala una mirada de ternura. —. Esto es culpa tuya… sino hubieras llegado, yo no habría dejado el chocolate en la estufa.

Mi dispiace —te susurra acercándose a ti y tendiéndote la mano para que te levantes—. Como recompensa, yo limpiare, y tú puedes ir a cambiarte.

Frunces aún más el entrecejo. Seguro que de seguir así se te quedará marcada la arruga, pero es inevitable cuando tienes a alguien tan irritante enfrente. —No lo hago porque tú me lo digas —sueltas parándote de golpe y apartando su mano—. Y no te creas tanto por saberte un par de palabras en italiano. 

Yamamoto sonríe ante el comentario y sigue limpiando mientras tú vas y te quitas el sucio pantalón y te pones el primero que encuentras.

—¿Qué haces? —Preguntas sobresaltado al regresar a la concina y encontrarte con Yamamoto haciendo chocolate nuevamente —¿De dónde sacaste chocolate?

—Je… pues siempre cargo unos sobres. Tengo debilidad por el chocolate con leche —confiesa Yamamoto regalándote una sonrisa que te hace soltar un suspiro —… Y como arruine el chocolate que estabas haciendo, quise compensarte.

—Gracias… supongo. —le contestas acercándote un poco para poder percibir mejor el olor del chocolate humante en la cacerola —Escucha, Yamamoto —pides un tanto pensativo —, en serio... ¿Por qué estás aquí? Digo, sino querías pasar la Navidad con tu viejo, pues te hubieras largado a Roma*, con el décimo y todos los demás.

—La verdad es que quería verte —dice Yamamoto sin dejar de mover el chocolate —. Siempre has sido áspero, malhumorado,  poco gentil, y un sinfín de cosas que no acabaría de nombrar, pero también es cierto que cada vez que sales alguna misión, y Tsuna dice que fuiste solo, porque no quieres que te estorben, se me encoge el corazón y temo por que algo pueda pasarte. Me aterra el simple hecho de que me digan “Gokudera está en una misión”.

Te quedas callado, y es que ¿Cómo se supone que debes responderle? ¿Tienes que decir que también sientes temor cuando se va a una misión o alguna cursilería como esa? Aunque sería una gran falta a la verdad… Tú no temes que le pueda pasar algo, porque tú confías en él.

 —Voy por unas tazas. —anuncias emprendiendo marcha para buscar las dichosas tazas y poder servir el chocolate.

—Gokudera, si te molesto mi comentario…

—¿Puedo abrir el regalo? —le preguntas al guardián de la lluvia, cortando el tema y dejándole las tazas a un lado del mismo  —Ya casi es Navidad y pensé que tal vez podría abrirlo…

—Claro. —asiente Yamamoto, tomando las tazas mientras te ve alejarte con rumbo a la sala.

Tomas el enorme regalo y comienzas a romper el papel, quedando solamente una caja enorme que dice “Equipo de tiro”.  Sonríes ante eso. Ese sí que es un buen regalo, no como el pijama de renos que te envió Bianchi. ¿Qué hombre de veinticinco años va usa un pijama de renos? ¿Es acaso que las mujeres no pueden ser más lógicas a la hora de hacer reglaos navideños?     

Yamamoto te da alcance y deja las tazas de chocolate en la mesa de centro, mientras te mira con una sonrisa, la cual correspondes. Bueno, es lo menos que puedes hacer ante tan increíble presente.

—Buen regalo.  —Elogias sentándote en el sillón para comenzar a abrir el empaque — Pero lo siento —Yamamoto te mira un tanto extrañado —, yo no tengo un regalo para ti.

El guardián de la lluvia te sonríe y te quita de las manos la caja, sentándose a tu lado — Si figuri, tu sei per me il meglio presento di Natale —te susurra acercándose a tu oído, logrando que te estremezcas un poco ante su cálido aliento.

Un sonrojo se asoma en tus mejillas y lo apartas ligeramente —Te dije que no te creyeras tanto, idiota del beisbol —farfulla un tanto apenado, pero internamente feliz. —Tú también eres un gran regalo de navidad.

—¿En serio? —Te pregunta Yamamoto acercándose un poco más a ti —Es bueno saber que no vas a pasar la Navidad solo, ¿no?

Lo atraes a ti intentando que deje sus conjeturas y haga algo más productivo con la boca —Cállate, idiota del beisbol. Haz algo más útil con la boca. 

Yamamoto te besa y tu correspondes, ya después podrás debatirte en si es realmente bueno corresponder a alguien tan problemático. 

El guardián de la lluvia te acuesta a todo lo largo del sillón y tú te dejas hacer.  Estiras las piernas cuando Yamamoto se posiciona sobre ti para poder besarte con más pasión y terminas tirando las tazas con chocolate. Ahí va otra vez tu chocolate navideño, pero no te preocupa demasiado, ahora estás más ocupado pensado  en como deshacerte de la corbata del idiota del beisbol.

Notas finales:

Notas:

*Sardinas: Bueno… no es como que a todos los gatos se les de sardinas, pero mi abuelo suele darle sardinas al gato cuando no hay wiskas, aunque a veces también le da atún… pero en fin XD

**La segunda es una cita, casi, textual del capítulo 81 donde Gokudera se pelea con Yamamoto diciéndole que no quiere que interfiera en su pelea con Gamma.

*** Lacryma Christi del 92, pues en sí el Lacryma Christi me parece uno de los mejores vinos que hay en Italia, y según tengo entendido –corríjanme si me equivoco, no soy una experta en vinos –la del 92 es una de las mejores cosechas que han tenido de esta marca.

****“lárgate a Roma” es como coloquialmente decimos en México “Vete a la fregada”

Bueno… las oraciones en Italiano las traducciones son estas:

1 –Feliz Navidad, Hayato. (Y está bien con un solo signo porque en italiano sólo se utiliza el signo para cerrar.)

2- Mis disculpas o lo siento

3- Imagínate, tú eres mi mejor regalo de navidad.

OMG me eché una hoja entera de notas de autor LOL! Es la primera vez que lo hago, normalmente me olvido de las acotaciones y nada más dejo el asterisco >//<

Espero que les haya gustado este pequeño fic de navidad y ¿me merezco un comentario? Ese sería para mí un gran regalo de navidad =3

Ciao~


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