Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Angel Mao Episodio 00 por Kurenai Mido

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Mao, Riley y compañía son personajes míos, de mi historia Angel Mao; como a fin de año me siento inspirada escribí un poco más de ellos y me gustaría extenderlo, pero ya veremos... 

Notas del capitulo:

Nada, solo disfruten y sigan por el camino del yaoi :)

Las nevadas comenzaron a caer más fuerte por las noches, dando como resultado que todas las mañanas amanecía cubierto de una blanca sábana de varios centímetros de profundidad. Los árboles relucían con un brillo plateado en sus copas, y el aire permanecía frío hasta el mediodía, cuando los rayos del sol alcanzaban su mayor fuerza y entibiaban las aceras.

-Espero que podamos viajar igual- comentó un joven pelinegro mientras miraba por la ventana del vivero Las Acacias. La persona a quien le hablaba, el encargado de la tienda, se le acercó sonriente y le puso una mano en el hombro para tranquilizarlo.

-No te preocupes, mi amor. Limpian las rutas todos los días por las fiestas y yo soy buen conductor; te aseguro que llegaremos sanos y salvos.

Mao le devolvió la sonrisa y llevó su propia mano hacia la del mayor con disimulo, esperando que éste la agarrara. Riley no vaciló y se la apretó con firmeza: las manos de Mao eran suaves y siempre le producía una sensación muy agradable al tocarlas. Como siempre que entraban en ese estado de ensoñación romántica Ray apoyó su cabeza contra el hombro del menor, y le pasó el otro brazo por el pecho para poder abrazarlo. Respiró con delicadeza sobre su fragante cabello, murmurando unas palabras en su oído que sabía que lo harían sonrojar de gozo.

-¿Tienes ganas de que estemos a solas, mi amor? ¿Mh?

-Sí- susurró Mao nervioso- sí, me encantaría. Pero… no estaremos solos del todo, estarán tus padres… tus hermanos… no quiero hacer nada raro frente a ellos.

-No haremos nada raro, te lo prometo- le aseguró- pero al menos tendremos más libertad que aquí, con Dewey rondándonos a cada rato como un perro sabueso.- El comentario le pareció gracioso a Mao, tanto como para soltar una débil risita de aprobación.

-Admito que es un poco avasallante, pero lo hace porque me quiere, Ray. Es muy sobre protector, pero es buen hombre. Yo le debo mucho.

-Ya, corazón, pero sería bueno que tu hermano vaya entendiendo que ahora me tienes a mí para cuidarte. Y dadas las circunstancias… podría hacer por ti muchas más cosas que él.

La indirecta le abrasó las mejillas como un fuego al pelinegro, que giró su silla para mirar a Riley directo a los ojos. Esas orbes castañas siempre le producían calma.

-Juro que es la última vez que lo pregunto, pero, ¿estás seguro que quieres llevarme?

-Y yo te lo repito por última vez; sí, estoy seguro. Sé que debo cumplirle a mis padres, pero no quiero separarme de ti. Por lo tanto, te vienes conmigo.- Para tranquilizarlo al respecto, le acarició la mejilla con delicadeza.- Además si no te llevara te enfadarías horrores.

-Bueno… sí- admitió Mao alejándose de la ventana, siguiendo a Riley al interior del vivero. Dado que ahora eran novios formales Camryn le había dado permiso a su hijo para que visitara Las Acacias por las tardes, siempre y cuando se comportara con prudencia y no hiciera esfuerzos excesivos, y que Riley lo cuidara en la medida de lo posible, cosa que éste hacia gustoso. En ese momento estaban esperando que dieran las cinco, hora en que volvía Joseph, para así poder cruzar la calle y tomar el té con los padres de Mao y luego empacar las cosas del menor. Tal y como habían convenido días atrás, Mao acompañaría a Riley a visitar a sus padres para Navidad y volverían para Año Nuevo, en un coche de la casa automotriz que dirigía Sun. El pelinegro no cabía en sí de gozo por la posibilidad de abandonar los confines de la ciudad con su apuesto y caballeroso novio, aunque a Dewey casi le había dado un ataque al enterarse. Pero no había discusión: irían a visitar a los señores LaBranche pasara lo que pasara.

-La verdad es que si te fueras tú solo me volvería loco esperándote- agregó Mao por fin.

-Y yo no disfrutaría de nada si no te tuviera conmigo- dijo Riley con ternura. En ese momento entró Joseph a la tienda, precedido por una corriente helada de viento y pequeños copos de nieve que les dio a ambos un escalofrío. Enseguida se quitó el gorro y la bufanda y se acercó al mostrador.

-Buenas tardes, señor- saludó Riley- lo esperaba…

-Sí, sé que es un poco tarde, perdónenme- se disculpó Joseph- ah, hola, Mao, disculpa tu también.

-No importa, señor, apenas pasan de las cinco.- Mao recogió su mochila mientras Riley arreglaba a las prisas unos registros para Joseph y se ponía una chaqueta sobre su mameluco, luego de lo cual lo siguió hasta la salida.  El moreno insistió en llevar su silla, aunque el tránsito era bajo y solo debían cruzar. Camryn salió a abrirles en persona.

-Buenas tardes, señora Camryn. ¿La hicimos esperar?

-Claro que no, muchacho. Hijito- saludó a Mao revolviéndole el cabello- pasen o se congelarán ahí. De hecho, aún falta un rato para que hierva el agua, ¿por qué mientras no van a sacar las maletas? No debieron dejar tantas cosas para último momento- regañó. Los dos jóvenes rieron y pasaron con total confianza al cuarto de Mao, bajando las dos maletas del estante superior del armario y llenándolas con algunas prendas que ya Camryn había dejado separadas. Mao se movía con prisas, tanto que parecía guiar la silla con la mente.

-¡Mao, tranquilo!- exclamó Riley dejando su chaqueta sobre una silla- ni que armar una maleta llevara tanto. Deja eso y vayamos a la sala…

-¡Ah, es que quiero asegurarme que no me olvide nada! No quiero causar molestias a tus padres, así que mejor me aseguro de llevarme todo lo que necesite.

-Oye, ¿Por qué tienes miedo de no caerle bien a mis padres? Ya les hablé de ti y están encantados con la idea de conocerte. No son la clase de padres que eran nuestros abuelos, que no aceptaban las relaciones modernas. Ellos ya saben desde que tenía quince que me gustan los chicos.

-Sí… bueno… es que soy tímido y no tengo tanta experiencia como tú…- respiró hondo- pero si dices que estará todo bien es porque estará todo bien.

La hora del té transcurrió más rápido de lo esperado, matizada con los consejos de Camryn y Sun para su hijo y las amenazas de Dewey a Riley, a quien no había perdonado todavía que le robara su hermanito. Riley no hizo caso y ni bien finalizó la merienda ayudó a Mao a acelerar el proceso de empacar, apiadado por el estado nervioso del pelinegro. Decidió que no valía la pena seguir tranquilizándolo hasta que llegaran, cuando viera que su familia era abierta y comprensiva y no le harían ningún vacío. “Tal vez”, pensó, “siente vergüenza por la silla de ruedas. Quizá piense que eso será una molestia para los demás. Bien, si es eso, esperaré a que estemos ahí para sacarlo de su error”.

-Bueno, mi amor, ahora ya me tengo que ir a casa- anunció Riley poco antes de las siete- quiero acostarme temprano para recogerte mañana a primera hora, y ya que estoy me aseguraré de no olvidarme nada yo tampoco. ¿Okey? ¿Me das un beso de despedida?

Mao asintió ruborizado y se le acercó para darle un beso en la mejilla, pero a último momento Ray corrió la cara y le atrapó la boca, besándolo con moderada pasión al recordar que estaba en casa de sus suegros; aún así, alcanzó para excitarlo y dejarlo contento durante todo el viaje de regreso a su departamento. Una vez allí realizó de forma mecánica las tareas mencionadas a Mao, ya que en realidad había empacado casi todo, excepto sus objetos personales y los regalos que había comprado. Tenía el de su madre, el de su padre, el de su hermana Linda y el de su hermano Tucker… pero, irónicamente, no el de Mao, ya que no sabía que podía ser lo bastante especial como para regalárselo a su ángel. Antes de caer en la histeria, cesó la búsqueda y decidió comprarlo al llegar con la ayuda de su hermana menor (una experta en acertar con el regalo perfecto).

Por último verificó que el auto estuviera en perfectas condiciones para el viaje de cinco horas, con el tanque de nafta lleno, rueda de auxilio y demás implementos. Solo entonces, tras dejarlo en la cochera de su edificio (el encargado no le había cobrado precio extra al saber que era por unos pocos días), regresó al departamento, se duchó, se preparó una hamburguesa y se fue a dormir. Estaba cansado y ansioso, pero más que nada, feliz.

(…)

Tal y como le pronosticara a Mao la tarde anterior, las carreteras habían sido limpiadas de su carga de nieve y el viaje despuntaba ser óptimo. Se levantó a las seis y media sin necesidad del despertador, y se bañó y se vistió en tiempo récord mientras hacía rápidos cálculos mentales de la hora que llegarían. Si no se presentaban contratiempos sería alrededor de las doce, justo para el almuerzo, lo que sería perfecto para reponer energías y calmar el hambre. Mao le había dicho una vez que aunque estaba acostumbrado a madrugar por sus horarios de la clínica lo detestaba, más que nada porque le abría el apetito de una manera espantosa y a menudo no podía satisfacerse como quería por la dieta. Por suerte para él sus mejorías físicas permitieron una mayor expansión de su menú diario, algo que hacía más placenteras sus citas gastronómicas.

Riley estaba muy orgulloso de los progresos de Mao en rehabilitación. Se las ingenió para estar presente en una o dos ocasiones, y el verlo dar unos pocos pero seguros pasos en la barra fue algo que arrancó lágrimas de lo más profundo de su corazón, lágrimas generadas por el amor que le tenía al pequeño ángel. De forma instintiva  comprendía lo valioso que resultaba después de años de fracasos y melancolía el poder caminar, aunque sea unos segundos, y poder compartir esa alegría con alguien, que era él. Lo comprendía y le llenaba el alma el ser el elegido de Mao en esa época tan importante de su vida.

Evidentemente Mao había estado espiando por la ventana, porque no alcanzó a tocar el timbre cuando se abrió la puerta y salió Camryn a recibirlo con el rostro rojo de frío.

-Buen día, Riley, pasa pronto. Mao está en el recibidor esperándote.

-¿Ansioso?

-Demasiado, diría yo- bromeó la mujer. En efecto, Mao estaba ya listo para partir, bien abrigado de pies a cabeza y con una bolsa pequeña de cuero sobre la falda que probablemente contenía algún bocadito para el camino. Sus ojos azules de zafiro brillaron con al amor al verlo, encogiéndole el estómago de ganas de besarlo y empezar a mimarlo allí mismo. Se contuvo, por supuesto, y se conformó con darle un cálido abrazo.

-Buen día, mi amor. ¿Todo listo?

-Buen día… sí, tengo las maletas en el cuarto, ¿me ayudas a cargarlas?

-Veo que quieres marcharte enseguida- comentó una voz detrás suyo. Riley alzó la vista y se topó con Dewey, quien parecía refulgir de impotencia ante la partida de su hermanito. Mao lo miró también y le sonrió con dulzura, sabiendo que de ese modo lo aplacaría un poco y evitaría una confrontación. Dewey andaba muy irritable desde que comenzara a salir con Riley.

-No te pongas triste, Dewey. Volveré para año nuevo, lo prometo.

-Sí… bueno. Ya que te vas espero que la pases bien- articuló con dificultad- pero hazme el favor y cuídate mucho, ¿sí?- Se agachó para abrazarlo y darle un beso de despedida, que quizá duró unos segundos más de lo necesario, pero tan sincero que nadie lo notó y no hubo ningún percance. Dewey desvió su mirada a Riley.- Más te vale cuidarlo y no aprovecharte de que no estamos, ¿me oíste? Si haces daño a Mao cuando regreses te mataré.

-Estaré pendiente de él cada día- aseguró- no tienes que preocuparte. ¡Bueno! Iré por esas maletas, señora Camryn, señor Sun, vayan saliendo si no falta nada.

Camryn y Sun llevaron a su hijo hasta la acera, pero fue Dewey quien lo ayudó a subir al asiento del acompañante, cargándolo en sus brazos como lo hacía antes. Riley puso las maletas y la silla de ruedas en el baúl con cuidado y se despidió una vez más de todos; Mao hizo lo propio desde su asiento, nervioso y excitado por lo que sucedería.

(…)

Al ir acercándose a la casa de Byron y Regina LaBranche, el estado de Mao pasó de nervioso a pánico, sin escalas. Al fin y al cabo era muy poco el tiempo que llevaba de novio con Riley, de hecho la mayoría de la gente todavía no se había dado cuenta; ¿Por qué pensó que estaba listo para semejante paso? Riley se encargó nuevamente de serenarlo con su retórica, ya que las manos las tenía ocupadas en conducir. Comenzaba a sentir nostalgia al entrar en su viejo vecindario, al reconocer los negocios y las casas de viejos amigos de la escuela a los que hacía años ya no veía, pero hizo todo eso a un lado y regaló los oídos de su pequeño con alabanzas a su abierta familia, que enterados de su llegada seguramente lo recibirían con los brazos abiertos y un almuerzo de reyes, mención que animó al pelinegro lo bastante como para desatar el nudo de su estómago.

-Estoy seguro que te llevarás maravillosamente con mi hermana Linda- le dijo- ella es una de esas… ¿cómo se dice? ¡Ah! Una fujoshi, que cuando ve a dos chicos lindos se pone como loca de contenta. ¡Ya verás sino es así cuando hayan hablado un poco!

-Quizá me resulte más fácil congraciarme con una chica- asintió Mao.- ¿Y qué hay de tu hermano?

-Tucker es también muy gentil, no creo que tengas problemas con él. Es gerente en una tienda de música; pídele que te recomiende algo y enseguida estarán charlando como íntimos.

-¿Alguno de ellos tiene pareja?

-Pues… Linda no creo, y la última vez que vi a Tucker hace seis meses estaba por comprometerse, así que ya debe andar haciendo preparativos para la boda, supongo.

-Una boda…- repitió Mao con aire soñador. Riley lo miró de reojo, divertido.

-¿Te gustan las bodas, Mao?

-¿Eh?- el menor se sonrojó un poco al captar la intención de la pregunta.

-¿Te gustaría casarte?

-¡Riley, que cosas dices!- exclamó Mao avergonzado. Volteó la cara para no tener que revelar su turbación, pero la verdad era que si pensaba en casarse a veces. Era algo que hacían muchísimas personas, una manera ceremonial pero romántica de expresar amor, y tenía todas las características necesarias para convertirse en una  bella fantasía del futuro. Claro que le gustaban las bodas. Pero no podía expresarlo sin parecer tonto así que no dijo nada, recordando que después de todo él y Riley no podrían casarse nunca. Eran hombres. La perspectiva no logró desanimarlo por mucho tiempo ya que acababan de doblar la última esquina y el mayor le señaló algo.

-¿Ves allí donde está estacionado el coche azul? Ésa es mi casa; ese es el auto de mi papá.

-¿Ya llegamos?- preguntó con voz aguda.- ¡Oh Dios mío! ¿No hay alguien parado en la puerta?

Riley esbozó una enorme sonrisa al ver a su madre y su hermana paradas en la vereda, agitando los brazos en señal de bienvenida. Con suavidad y precisión estacionó junto al auto azul y bajó la ventanilla, saludándolas a su vez, mientras Mao observaba tragando saliva. La señora Regina parecía muy joven, y Linda era una belleza morena de larguísimo cabello lacio: le resultó muy sencillo ver el parecido entre los tres.

-¡Eeey! ¡Mamá, Lin! ¡Feliz Navidad por adelantado!

-¡Hermanito, al fin llegas, nos estábamos volviendo locas esperando! ¡Papá! ¡Papá, Riley ya llegó!- gritó en dirección a la casa. A los pocos segundos apareció Byron LaBranche, un bonachón hombre que si representaba sus 51 años pero que poseía una expresión tan juvenil y amistosa como la de sus hijos. Riley se bajó del coche con prontitud y mantuvo la puerta abierta para que por fin ellos conocieran a su novio, a quien desde luego les era difícil no mirar.

-Bueno, tal y como les avisé, traje un invitado… ¿mi amor? Vamos, no tengas vergüenza- animó a Mao, que escondía su rostro detrás de sus guedejas oscuras.- Éste- anunció a su familia- es mi novio, Mao…

-Bienvenido, Mao- dijo Regina adelantándose para saludarlo.- Nos alegra tenerte con nosotros.

-Es un placer conocerlos a todos- murmuró Mao con timidez. Linda hizo a un lado a su madre y le estrechó la mano vigorosamente.

-¿Así que tú eres el novio de mi hermano? ¡Vaya que eres lindo! ¡Como yo, jaja!

-Liiin, ya basta- previno Riley ocultando una sonrisa mientras quitaba la silla del menor del maletero y la ponía junto a la puerta.- Déjame ayudarte, cielo- pidió, tendiéndole los brazos: Mao se sostuvo a él con confianza, tratando de ignorar el hecho de que se veía como una princesa en brazos de su caballero, y aterrizó en su silla sin dificultades.

-Ángel ya lo sabes, esta es mi mamá Regina, mi papá Byron, y mi hermanita Linda…

-Mucho gusto- repitió Mao con un poco más de claridad.- Riley me ha hablado mucho de todos ustedes, así que de cierta manera ya los conozco un poquito.

-También él nos ha hablado por teléfono de ti, y ya vemos que no exageraba al elogiarte tanto- dijo Regina con calidez- pero por favor, no nos quedemos hablando aquí, vayamos adentro. Llegan casi para el almuerzo, lo cual está bien porque supongo que tiene hambre, ¿verdad?

-Oh, sí- asintió Riley fervorosamente.

-Perfecto. Byron, vete a hablarle a Tucker a ver si viene o no. Linda, ayuda llevando el bolso de Mao al cuarto…

-No se preocupe señora Regina, yo puedo llevarlo aquí- dijo el menor señalándose el regazo.

-De acuerdo, querido. Por cierto, puedes decirme Regina, no hay por qué tener vergüenza si somos de la familia, ¿no? 

Mao quedó un poco conmovido por el hecho de que lo consideraran de la familia, aunque supuso que todo era obra de Riley, que cada vez que hablaba a casa les contaba de lo enamorado que estaba de un joven angelito, haciéndolo sonrojar ya que lo decía con el presente. Viró para mirarlo y se encontró con sus ojos clavados en su figura.

-Antes que preguntes te diré que te miro porque estás precioso- dijo de golpe. Y luego:- mamá, preparaste el cuarto como te pedí, ¿no?

-Por supuesto, ¿con quién crees que hablas?- Regina lo miró con severidad fingida.

-Mao, tú dormirás en mi cuarto- le anunció Riley a su novio- mandé poner otra cama, por supuesto, pero no tenemos muchas habitaciones y así estarás más cómodo. Me hubiera gustado darte un cuarto para ti solo, pero…

-Está bien, Ray, no te preocupes- dijo Mao agitando la cabeza.- No necesito un dormitorio para mí solo. Lo que hayas decidido yo lo acepto.

Riley compuso una expresión muy ufana y lo guió al interior de la casa, sabiendo que su modestia y su timidez eran un gran punto a favor para impresionar a sus padres, gentes bondadosas y simples que descartaban los oropeles y no se complicaban con lo que no podían. Mao estaba hecho para ser su yerno perfecto: era sencillo y agradable y no poseía ni una pizca de maldad o malicia, ni tampoco de altivez por haber nacido en una familia privilegiada. Pareció genuinamente contento de verse incluido en las casuales observaciones de los demás y no evidenció la menor incomodidad por las dimensiones de su alcoba, mucho más pequeña que la que poseía en la casa paterna. Con rapidez dejó las maletas sobre la cama más vieja- la suya-, y se arrodilló junto a él para mirarlo a los ojos. Lo tomó de las manos, un poco inquieto, y se las besó suavemente como hacía cuando quería agradarlo.

-¿Te gusta, Mao? Dime si es como imaginabas. Quiero que estés cómodo.

-Está perfecto, Ray- aseguró Mao mirando todo lo que lo rodeaba con profundo interés y respeto- me gusta porque sé que aquí te criaste. Éste es tu hogar y eso es muy importante.

-Claro que sí, mi amor- respondió enternecido.- Ahora no te preocupes por las cosas, las arreglaremos después; vayamos a la cocina que mis padres deben querer charlar un poco.

La cocina era un cuarto bastante amplio, pero que también funcionaba como comedor; la mesa del centro estaba cubierta por un mantel rojo y verde de Navidad, y Linda ya le había colocado los platos necesarios para el almuerzo. En cuanto ellos entraron, el aire se hizo más animado.

-Vengan, siéntense aquí para no molestar a Rei- dijo Byron señalando los sitios a su lado, en la cabecera de la mesa, del lado opuesto al horno y la cocina. El aroma a estofado les supo a gloria, pero aceptaron la sugerencia y se acomodaron junto al jefe de familia, que bebía tranquilamente un vaso de zumo.- Sírvanse si tienen sed; almorzaremos en un ratito, ¿verdad, Rei?

-Sííí, en un ratito, no sigan preguntando. Linda, saca el pan, vamos.

-¿Tucker va a venir, papá?- preguntó Riley tomando asiento.

-No. Dice que no lo esperemos porque tiene mucho trabajo, así que tendrás que esperar si quieres saludarlo.

-¿Tú tienes hermanos, Mao?- inquirió Linda sentándose frente a su hermano y cuñado.

-Tengo un hermano mayor, Dewey- contestó Mao, bebiendo el zumo que le sirviera Ray.- Ha sido siempre mi mejor amigo también. Me cuida y me ayuda siempre que lo necesito.

-Pero es demasiado celoso- agregó Riley guiñando un ojo.- No le gustó nada que yo me trajera a Mao aquí. ¿No, cariño?

-Yo… no me obligues a opinar sobre eso- se disculpó Mao con una sonrisa.

-¿Y tus padres no van a extrañarte?- terció Regina, apagando el fuego.- Todavía recuerdo la primera vez que Tucker no estuvo para Navidad; tenía dieciséis, fue a una fiesta a diez cuadras de aquí y aún así me angustié bastante.

-Ellos saben que quería venir más que nada en el mundo- contestó Mao despacio- quería acompañar a Riley porque… porque…

-Porque estamos saliendo hace muy poco- completó el moreno pasándole un brazo por los hombros- y no hubiéramos soportado tener que estar lejos el uno del otro.

Byron y Regina intercambiaron una mirada de complicidad ante las románticas palabras de su hijo: evidentemente, estaba enamorado del pelinegro tanto como les había contado en sus conversaciones telefónicas. Al principio quedaron desconcertados y un poco angustiados al saber que Riley enamoraba a un muchacho menor de edad, que para complicar las cosas era discapacitado; les pareció que era demasiado peligroso arriesgarse así por una simple atracción. Más después de escuchar con paciencia las explicaciones de sus encuentros y desencuentros, de que los propios padres de Mao les habían permitido salir juntos ya que lo consideraban una maravillosa influencia, y que quería llevarlo allí en Navidad para no tener que dejar de verlo, comprendían que no era una atracción sino amor lo que sentía su hijo por el joven de rostro angelical. Al poder verlos juntos se hacía más patente todavía. Durante el almuerzo, Riley no podía parar de tratarlo con adoración: le sirvió él mismo el mejor trozo de cordero estofado, y se preocupó de que siempre tuviera la copa llena; le tomó la mano y se la apretó cuando la conversación abordó el delicado tema de su recuperación, que si bien lucía promisoria era muy lenta y le causaba un gran desgaste emocional, y no permitió que el tema se extendiera demasiado para no entristecerlo; y por supuesto que cuando terminaron de comer no permitió que moviera un dedo para recoger la mesa, sino que lo llevó directo al cuarto a que descansara, ya que después de todo había sido una mañana muy larga y no debía fatigarse. Cuando salieron de la cocina Linda se quedó mirando la puerta, con ojos soñadores.

-Me cuesta creer que ese sea mi hermano… ¡está tan cambiado! ¿Vieron como miraba a Mao? Sin ningún disimulo, abiertamente. Yo nunca lo había visto así con nadie.

-Confieso que tenía mis dudas, pero ahora lo entiendo- secundó Regina a su hija, sentándose para descansar un segundo antes del trajín de lavar los platos.- Mao es un joven muy introvertido, pero basta un minuto de hablar con él para ver que tiene un buen corazón y es dulce, y Riley siempre fue un muchacho sensible al que le agradan las cosas románticas.

-Papá, ¿tú qué piensas?

-¿Qué puedo pensar, hija? Si Riley es feliz yo soy feliz; además me agrada ese jovencito, así que no está mal que salgan juntos. Y si los padres de Mao lo ven bien…

-Sí- asintió Linda, saliendo de su ensoñamiento- sí, son una pareja hermosa. Me encanta: Riley ha tenido suerte. No como Tucker…

-Chst, Linda- la calló la madre- trata de no mencionar eso de nuevo, por favor. Ya sabes que tu hermano aún está decaído por haber roto el compromiso con Clare. Debemos ayudarlo a olvidarse de eso tan pronto como sea posible, y lo ayudaremos actuando con normalidad.

-Pero él no está aquí ahora, mamá, ¡y es difícil no mencionarlo cuando fue hace una semana! Pobre Tucker, no se merecía que le pasara algo así…

-Ahora que lo pienso… no se lo hemos dicho a Riley- reflexionó Regina.- Tendrá que saberlo de antemano para no cometer ninguna indiscreción cuando vea a Tucker.

(…)

-¿Y? ¿Viste que iba a salir todo bien, mi amor?

Se habían recostado juntos en la cama de Riley para intercambiar impresiones de su llegada, pero a los cinco minutos lo dejaron y terminaron haciéndose arrumacos, sonriéndose como tortolitos. Riley se sentía un poco nervioso por la responsabilidad de tener a Mao en su cuarto, pero se relajó después de recordar que dormirían en camas separadas y no habría tentaciones. Después de todo, era su novio, y no veía la necesidad de privarse de más cosas de las que ya estaban privados: al menos se merecían estar cerca y poder contemplarse y mimarse cuando quisieran hacerlo. “También”, recordó, “es la primera vez que está en una casa extraña, y quizá necesite ayuda. Será bueno que esté cerca”.

-Mmm… Ray…- murmuró Mao abrazándolo un poco más. Riley se sonrojó.

-¿Qué pasa, corazón? ¿Tienes sueño?

-Sí…- la manera en que se removió entre sus brazos para adaptar una postura más cómoda le resultó insoportablemente linda.- Estoy cansado…

-Entonces será mejor que me vaya levantado- murmuró, dejando de acariciarle el cabello y retirando el brazo. Mao protestó débilmente y luego apoyó la cabeza sobre la almohada, cerrando los ojos casi de inmediato; y sin darse cuenta, se quedó dormido a los pocos minutos mientras Riley salía del cuarto para no hacer ruidos sin querer que lo despertaran. Regresó a la cocina, donde aún estaba su familia haciendo la sobremesa con café caliente y pastelitos glaseados; se les unió sin preguntar y su madre le sirvió café negro.

-¿Qué pasa, hijo? ¿Mao se durmió?

-Cayó rendido enseguida- confirmó éste poniendo las manos alrededor de la taza para calentarse- así que me vine para no interrumpirlo. Cuando despierte podremos ordenar nuestras cosas y le mostraré la casa. Por cierto, Lin, debo pedirte algo.

-¿Sí?- inquirió ella con curiosidad.

-Sí. Aún me falta un regalo que comprar y sé que tú eres perfecta para eso, perfecta en escoger bien. ¿Me acompañas de compras mañana después del desayuno?- pidió.

-¡Ajá! El obsequio es para Mao. ¿Verdad?- cuando su hermano asintió ella esbozó una ancha sonrisa.- No hay problema, te ayudaré. Pero me deberás una.

-Linda- reprendió su madre ocultando su diversión.

-Déjala, mamá, que ya sé lo que quiere a cambio. Que te diga cosas íntimas de Mao y mías, ¿no? Pues quédate tranquila que te lo diré, con tal de que no empieces a imaginar cosas raras.

Después que Byron se retirara Riley continuó la charla con las mujeres sobre su vida con Mao, al menos las partes que podían ser contadas: no iba a regalar los oídos de su madre con relatos de arrumacos nocturnos o lo encendidos que eran los besos de Mao cuando se excitaba. Pero si les dijo de cómo lo conoció a través de la ventana de Las Acacias, abrigado hasta el cuello mientras Dewey lo llevaba a la clínica; les contó como lo fue a buscar al patio de comidas para confesarle su amor y regresaron a la residencia Lang Liu como novios; y les confesó su profundo deseo de ver recuperado a Mao para poder llevárselo consigo a recorrer lugares maravillosos. La pureza y claridad de sus sentimientos resultó tan conmovedora que tanto la madre como la hermana olvidaron decirle que Tucker se había separado, y por lo tanto debía ser prudente al hablarle. De modo que cuando cayó la noche y Tucker LaBranche llegó a su casa, cansado de la larga jornada y lleno de melancolía por Clare, se encontró con un panorama festivo que estaba muy lejos de resultarle atrayente.

En un principio, los hermanos se saludaron con la afabilidad y el cariño que su relación consanguínea generaba; solo se llevaban cuatro años de diferencia y eso los había hecho grandes amigos a lo largo de toda su infancia y adolescencia. Pero después, muy poco después, Riley comenzó a introducir a Mao en la conversación de un modo tan romántico que le causó repulsa a su hermano mayor. No porque lo discriminara; no porque su pareja fuera un jovencito. Pero al tener tan fresco en la memoria el modo en que Clare lo abandonara por otro (dejándole el anillo en su oficina de la tienda), la sola idea del amor le daba rabia. Sentía mucha ira y dolor y le parecía una burla que alguien tan cercano a él le restregara en la cara la felicidad de su noviazgo, cuando el suyo acababa de naufragar estrepitosamente. De pronto perdió la paciencia con Riley, aún sabiendo que este no tenía la culpa de nada; pero no soportó más la inevitable comparación entre ambos. Y la verdadera bomba cayó cuando Riley hizo referencia a la que él creía seguía siendo su cuñada.

-Ahora Mao está en el cuarto con Linda, pero iré a buscarlo para presentártelo. Ya verás, lo vas a adorar tanto como yo. Y por cierto, ¡tú también tienes que presentarte a tu novia! Parece extraño que nos vayamos a conocer recién en Navidad…

-¿Me estás tomando el pelo?- preguntó Tucker con la mirada sombría y los puños apretados. Riley se percató de ello y su sonrisa se desdibujó rápidamente.

-¿Por qué me dices eso, Tucker? ¿Te molesté con algo?

-Óyeme bien, que te sientas feliz con tu noviecito no significa que tengas que burlarte de mí- le espetó con bronca, incapaz de detenerse. Para peor, Byron y Regina se sintieron atraídos a la discusión, haciéndola parecer más terrible.- Todo es Mao esto y Mao aquello, pero sabes, no todos tenemos tu suerte, ¡así que deja de presumir!

-¿Qué diablos te pasa?- preguntó Ray poniéndose a la defensiva ante la evidente agresión en la voz de su hermano. En ese momento Regina comprendió y trató de intervenir, pero fue tarde.

-¡Sabes bien que Clare me dejó hace poco, y no conforme con ventilar a tu novio perfecto en mis narices me preguntas por ella y me pides que te la presente! ¡Qué diablos te pasa a ti que me humillas de ese modo y te burlas de mi desgracia!- resopló de ira, abyectamente furioso. Riley se quedó congelado unos segundos, mientras procesaba lo que acababa de oír.

-¡Tucker, por favor, tu hermano no sabía…!- exclamó Regina con angustia.

-Mamá tú por favor no te metas en esto- la calló Tucker- esto es entre Ray y yo.

-¿Entonces… tú y Clare rompieron?- logró articular por fin el menor- ¡Pero yo no lo sabía, lo último que supe de ustedes fue hace seis meses y acababan de comprometerse! No me burlaba de ti, Tucker, ¿Cómo crees que iba a ser tan miserable a propósito?

-¿Así que no sabías? ¡Qué conveniente! Pues ahora que ya lo sabes, ¡deja de vanagloriarte de ese Mao como si fuera lo mejor del mundo que ni me incumbe ni me interesa! ¡De hecho ni sé para que lo trajiste, quien dice que queremos un problema más en la casa!

-Un momento, eso sí que no te lo voy a permitir- gritó Riley avanzando hacia su hermano- ¡No te metas con Mao sin motivo, o me olvidaré quien eres y te daré una paliza!

-¡Quisiera verte intentándolo!- desafió el mayor.

-¡Ustedes, ya basta!- intervino Byron poniéndose en el medio para evitar que se fueran a las manos.- Tú Riley no vas a golpear a nadie, y tú, Tucker, ¡contrólate! Tu hermano no se merece que lo recibas así porque no te ha hecho nada, y menos ese pobre muchacho de Mao que no te conoce todavía.

-¡Se burló de mí, me dijo que trajera a Clare a casa!- gritó Tucker con los ojos enrojecidos.

-¡Y yo te dije que no sabía que estaban separados!- replicó su hermano igual de enojado.

-¡Terminen de una vez!- los silenció la voz de Linda. Todos voltearon a ver en la puerta de la salita y se toparon con una Linda temblorosa, con sus hermosos ojos azules brillando de pena.

-Linda…- Riley tuvo un mal presentimiento.- ¿Acaso Mao…?

-Sí- contestó ella sin darle tiempo a terminar de preguntar- lo ha escuchado todo, y es lógico dado que ambos están gritando.

-Mi pequeño- musitó, pálido. Acto seguido se volvió hacia Tucker, mirándolo con dureza.- Si él está mal será tu culpa. Nada de lo que te haya pasado justifica lo que dijiste, ni lo conoces ni él te conoce, ¡por Dios! ¡Madura y piensa antes de abrir la boca!

Tucker vio irse a Riley con una sensación de impotencia y vergüenza, sensación que se acrecentaba rápidamente al sentir la mirada de sus padres y hermana. Era cierto, desde luego: aquel chico Mao no tenía nada que ver con su rompimiento con Clare, y no tendría que haber hablado de él con tanto desprecio solo para atacar a Riley. Se dejó caer en una silla, ocultando su rostro para que no lo vieran al borde de las lágrimas. ¿Por qué, por qué todo tenía que salirle mal? Su hermano había hecho llamados casi diarios desde que se pusiera de novio para que todos supieran lo feliz que era, y había hecho todos los preparativos a la distancia para poder llevar a Mao en navidad y presentárselo a sus padres. Él fue testigo de las entusiastas llamadas y del modo en que se acondicionó el cuarto de Ray para dar cabida a otra persona, y sabía que nadie lo consideraba una molestia. Sus padres eran más que bondadosos, y Linda era una de esas chicas fujoshis. Seguramente habían tenido un día muy animado y alegre, una perfecta tarde de navidad, solo para que él la arruinara como acababa de hacer.

-Tucker- dijo su madre con suavidad- si te sentiste herido porque Ray te recordara a Clare, es nuestra culpa. No le dijimos que te habías separado, nos dejamos estar y lo olvidamos, así que él no lo sabía hasta recién. No debiste acusarlo de presumirte su noviazgo… él simplemente está lleno de entusiasmo y quiere compartirlo con su familia.

-Soy un estúpido- dijo con bronca, echando la cabeza atrás en su asiento.- Sabía que estaba siendo injusto y cruel y aún así no paré. ¡Soy patético! ¿Qué va a pensar Riley de mí ahora? Y que va a pensar ese chico…- dirigió una mirada lastimera a Linda.- ¡De verdad nos oyó?

-Te oyó a ti diciendo que Riley no debió traerlo porque es una molestia- respondió ella, incapaz de ocultar del todo el tono de reproche de su voz- y se quedó muy triste y avergonzado, aunque no sé por qué, bueno, supongo que porque se sintió humillado, por eso.

-Iré a verlos- resolvió, parándose con una ligera vacilación.- A los dos les debo una disculpa y es mejor que lo haga mientras conserve la dignidad.

-Me parece bien que quieras disculparte, Tucky- aprobó su madre- sé que no quisiste ser grosero con tu hermano a propósito y él sabrá entenderlo.

Medio aturdido, Tucker salió de la salita de estar y fue al cuarto de su hermano con la intención de pedirles perdón a él y a Mao, sabiendo que había actuado como un patán bruto. Él no era así; no podía permitir que el egoísmo de Clare le agriara el carácter y lo hiciera pelearse con sus seres queridos, convirtiéndolo en un indeseable. Antes de tocar, respiró hondo para calmarse y juntar valor, pues era claro que hacía falta valor para reconocer los errores propios: después de tocar, cesaron las voces que venían del interior y que de todos modos se oían bajito y apareció Riley en la puerta, en cuyos ojos se dibujó una sombra de disgusto al verlo.

-¿Qué quieres?- preguntó en voz baja, posiblemente para que no lo oyera Mao.

-Quiero disculparme- fue la simple respuesta de Tucker- me porté como un estúpido y quiero disculparme contigo y con Mao por eso. Por favor.

-Bueno…- el menor de los hermanos aflojó su postura tensa y echó un vistazo detrás suyo, donde estaba Mao; había conseguido secar sus lágrimas, pero no borrar lo que oyera y lo lastimara.- Le preguntaré a Mao si tiene ganas de escucharte. Está muy avergonzado y no voy a obligarlo a verte si no quiere, así que espera aquí.- Uniendo la acción a la palabra Riley cerró la puerta un poco y regresó junto al lecho de Mao, que parecía turbado al entrever a Tucker en el pasillo.

-¿Qué… qué pasa, Riley? ¿Qué hace Tucker allí?

-Quiere disculparse con los dos por lo de recién- explicó despacio, tomándole la mano.- Me parece que deberías oírlo, conozco a mi hermano y sé que no habría sido tan rudo sino hubiera estado bajo una fuerte presión. Pero si aún así no quieres le diré que se vaya.

-No, está bien- aceptó Mao aclarando la voz para que no se notara que había llorado.- Déjalo entrar… si dices que se le escapó y está arrepentido… bueno… yo no quiero enemistarme con él de entrada- murmuró, irguiéndose un poco más. Riley asintió y se levantó para dejar pasar a su hermano, quien también estaba nervioso pero decidido a reparar su error cuanto antes.

-Mao, éste es mi hermano mayor Tucker. Tuc, éste es mi novio, Mao.

El silencio que siguió a la presentación fue incómodo para todos, por diferentes motivos. Para Riley, porque hubiera deseado que las cosas no comenzaran con el pie izquierdo entre esos dos seres queridos suyos; para Mao, porque aún le escocían las palabras que lo señalaban como un problema en aquella casa; y para Tucker, porque no podía creer que esa frágil criatura de la cama fuera el famoso Mao, del que tanto oyera hablar. Lisa y llanamente lo dejó atónito: nunca había visto a nadie con una mirada tan pura, tan dulce y recatada como la de su cuñado; se notaba a la legua su timidez, acentuada por el reciente episodio de la sala, y por unos instantes se quedó horrorizado al pensar que lo hiriera con su exabrupto. Luego recordó que iba a disculparse por eso. Entonces… ¿por qué no podía hablar? Vaciló. Realmente no podía apartar la vista de Mao, con su cabello negro tan reluciente y sus ojos como luces azules penetrándolo hasta lo más profundo de la conciencia. El corazón le latió muy fuerte.

-Miren… en realidad tú ya sabes, Ray, a que vine…- necesitó tragar saliva para seguir, preguntándose por qué diablos se trababa.- Quiero disculparme por haber actuado como un imbécil recién, en especial contigo, Mao.- Se ruborizó al recordarlo, pero no más que el menor, cuyas mejillas adquirieron un profundo tinte escarlata.- No quise decir que eres una molestia. No creo que lo seas; aquí todos están contentos de conocerte, me di cuenta de ello apenas entré a la casa. En verdad te pido disculpas si te ofendí o te hice sentir mal.

-Está bien, Tucker, ya pasó- dijo Mao agitando la mano, aliviado en el fondo de no tener que ser el causante de una pelea familiar.- Creo que cualquiera puede ponerse nervioso y decir cosas que en realidad no piensa. Te… te perdono. Al fin y al cabo…

-¿Al fin y al cabo doy más lástima que enojo, no?- completó Tucker sin ironía, resignado.- No me molestaré si lo dicen, adelante. Es la verdad. Perdí los estribos porque no he olvidado a mi novia y eso me pone de muy mal humor, incluso con aquellos que quiero, lo cual es una tontería de la que me arrepiento.- Miró a Riley.- Perdóname, hermanito. No quise gritarte ni tratarte mal.

-Lo sé, y está bien, no hay nada que perdonar- desestimó el moreno, ya de mejor talante- en todo caso perdóname tú a mí por haber sido tan indiscreto. No imaginé que habías roto el compromiso.

-En realidad fue ella quien lo rompió- aclaró Tucker, suspirando- creo que Clare no era feliz conmigo y me dejó por otro, eso es todo. Tal vez es mejor que haya pasado ahora y no después de casados, aunque tardaré en aceptarlo así de un modo natural.

-Bueno- animó Riley palmeándole el hombro- cuando sientas desesperación y creas que te quedaste solo recuerda que tienes a tu familia, y que nosotros nunca te abandonaremos.

-Gracias, Ray.- Tucker lo miró con agradecimiento.- Eres muy comprensivo. Y… tú también, Mao. Espero que seamos amigos de ahora en más.- Le tendió la mano, y tras parpadear un par de veces Mao se la estrechó, duplicando la velocidad de las palpitaciones que lo atacaban.

-¡Estoy seguro que seremos amigos, Tucker!

-Ahora sí es como debió ser- comentó Riley con una risita.- Si mi hermano y mi novio son amigos podrán ponerse de acuerdo y comprarme un lindo regalo de Navidad…

-¡Riley, que interesado!- regañó Mao al tiempo que reía. Tucker trató de no sentir demasiado envidia y les siguió la corriente con un chiste cualquiera, mientras por dentro derramaba un torrente de lágrimas. ¿Por qué Clare no podía haber sido para él lo que Mao era para Riley? Se daba cuenta que el pequeño era amoroso y leal con su hermano, y sin darse cuenta deseó que parte de ese amor le fuera destinado; si él tuviera a su lado a alguien como Mao, estaba seguro que Clare pasaría a ser un recuerdo borroso del pasado que nunca más le haría sentir desdicha o dolor. Realmente, su hermano Ray era afortunado…

-Iré a decirle a mamá que ya nos arreglamos y que cenaremos todos juntos- anunció Riley de pronto, entusiasmado- ¿Me cuidas un ratito a Mao, Tuc?

-¿Eh?- el mayor se sonrojó, tomado por sorpresa en medio de sus reflexiones.- Sí, claro…

-No te preocupes, no tienes que hacer nada- le aseguró Mao cuando estuvieron a solas- sé subir y bajar de la silla solo cuando lo necesito, pero Riley se preocupa y piensa que es mejor que esté acompañado de alguien. Por eso envió a Linda antes.

-Ahh… bien, es que Ray te quiere, debe desear que estés sano y salvo en su casa, ¿no? Si fueras mi novio, yo también me preocuparía. ¡Ah!

No fue sino hasta decirlo que comprendió el motivo de los frenéticos latidos de su corazón, y del rubor que le azotaba el rostro cada vez que pensaba en esos límpidos ojos azules que a decir verdad no dejaban de hipnotizarlo desde que entrara a la habitación. No era que deseara para su vida a alguien como Mao. No podía haber dos personas iguales en el mundo, y puesto que era Mao quien lo impresionara, era a Mao a quien quería… las piernas le temblaron ante lo repentino de su descubrimiento y se alegró cuando entró Riley a decirles que la cena estaba lista. Así no tendría que pensar por un rato.

Notas finales:

No puedo evitar incluir triángulos amorosos que involucran a parientes ^^ Si les gusta Tucky puede volver a aparecer más adelante. Y como Navidad ya pasó, felices reyes! XD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).