El nublado cielo de la madrugada dio a luz a las sombras en su negro seno, irrumpiendo en la habitación, al atravesar el frágil vidrio de la ventana. El anochecer esparce su luz por el horizonte, atravesando la ciudad como elegante boa. Admiro desde mi encierro a la moribunda luna, que envuelta por un coágulo rojo está sangrando por dentro. Alrededor todo el mundo se ve muerto, por sus blancos rayos se escurre la fresca sangre. Lentamente se empieza crear un tumulto de matices rojizos.
Mi reloj marca las 2 de la mañana, estoy entre las blancas sabanas de una cama, pero no puedo dormir. Mi queridísimo amigo descansa a mi lado, ciento su gélida respiración en mi nuca. Desde atrás me abraza con fuerza y cariño, pero… no son como los abrazos que me da mi papá, se sienten cuidadosos y lentos. Mi cuerpo en comparación con el suyo es muy pequeño, junto a él me veo diminuto, por algún motivo me causa miedo. Su amabilidad me parece extraña, me perturba.
Las luces tricolores de las patrullas comienzan a circular por la ciudad ya bien entrada la madrugada, entonando el cantó de las sirenas apaciguan mi frío dolor. Mi queridísimo amigo aún no me permite dormir porque comienza a gritar, está tan furioso que destruye todo a su paso. El gas se acabó en su encendedor y no puede fumarse sus cigarros, eso lo frustra todavía más. Se sube encima mio presionando sus rodillas contra mi estomagó, no me siento bien pero no le digo nada, porque sé que volveremos a jugar y no le gusta que hablé cuando jugamos.
El sueño me posee ahora que ha tomado mi cuello entre sus sucias manos, me siento extraño y quiero cerrar los ojos. Las luces del amanecer confluyen en el firmamento, los ojos de mi queridísimo amigo se empapan en lágrimas y comienza a gritarme cosas, que no sé porque, no entiendo. Escucho el sonido de como alguien corre por la terraza, los seres allí arriba también comienzan a gritar. Mi queridísimo amigo tuerce mi cuello entre sus sucias manos, las cortinas de la habitación danzan al ritmo del viento, haciendo llegar a mi nariz el dulce olor de una mañana primaveral. Mis labios comienzan a perder el color, los siento fríos y secos, sellados eternamente. Puedo ver como la respiración se me escapa fácilmente, igual que la vida de un mosquito…
Una mano tomó la mía con firmeza, escucho las voces tumultuosas que forma la muchedumbre, sobre ellas resalta la voz de una mujer que suena como una presentadora de televisión. Diálogos saturados hacen un eco rebotante en mi cerebro, alguien besa mis labios y les regresa su color. Una descarga recorrió todo mi cuerpo, después me agité temblando. Mis orejas emitían un zumbido escalofriante. Otra descarga recorrió todo mi cuerpo, después me agité temblando. Gente que no logró ver rebosa de alegría, comienzan a reír, invisibles para mí. Me sumí en un nuevo sueño y todo sonido desapareció…
Abro los ojos en una habitación blanca y pequeña. Ahora mi queridísimo amigo ya no esta aquí conmigo, mi pobre corazón desea ser vomitado para huir junto a él. Le rogué a papá que lo dejase pasar, él me dijo que mi amigo era malo, que se aprovechó de mí por mis problemas. Yo lloro, ¡Él me había dicho que no hacíamos nada malo!
A la medianoche mis cuencas arden en fuego, las paredes del cuarto se hacen más grandes y más distantes. Los palpitantes recuerdos invaden mi pecho como silenciosas pesadillas. Apenas puedo respirar, creo que mi vida está por terminar otra vez. Imagínate que me matase, ¿Crees que habría algo mejor después?, le pregunto a una mujer con medalla dorada, mientras me preguntaba que había ocurrido. Me dice que no debía pensar en eso, y le susurra algo a otra mujer de bata blanca, escuché la palabra esquizofrenia en una conversación telefónica, pero no le tomo mucha importancia. Miro al techo y me pregunto, ¿Por qué encerraban a mi queridísimo amigo? Lloro, porque sé que mi vida está arruinada. Mi queridísimo amigo se la llevó para sentir un orgasmo.