Von der Alchemie zur Wissenschaft
I
Sin importar su naturaleza, el ser humano es capaz de adaptarse a cualquier medio, y de la misma forma que se adapta, a donde va lleva sus virtudes y faltas, siendo las últimas las que siempre predominaban.
Edward conocía ambos mundo y sabía que sin importar donde fuera, encontraría siempre lo mismo, tal vez, la única diferencia radicaba en que en el mundo dejado atrás se encontraban sus amigos, su querido hermano menor; Edward hubiera dejado el nuevo mundo sin pensarlo por ir tras ellos...
Pero ya no podía...
Porque estaba él...
Dejó ir a las personas más amadas para siempre, pero no fue una despedida dolorosa, fue la despedida de un hombre que sigue su camino para estar con el ser amado, sabiendo que aquello a quienes tanto cariño guardó estarían bien, porque así como él, habían madurado.
Su pequeño hermano seguiría creciendo, y él, continuaría avanzando junto a ese hombre, aunque los cielos de ese nuevo mundo, de que ahora tenía la certeza era su nuevo hogar, comenzaban a enturbiarse, advirtiendo de una catástrofe como jamás podría imaginar.
-Edward, ¿Estas listo?- el semblante de Alphose dejaba ver su enfermedad, pero ni siquiera ésta opacaba la cariñosa mirada que le dedicaba al otro.
-Si, ya empaqué todo- sonrió y tras eliminar la distancia que los separaba tomó su mano. Fue un silencioso momento en que ambos solamente se sonrojaron y se miraron cómplices.
Edward Elric estuvo feliz y por un momento pensó que tal vez su destino estuvo trazado así desde un inicio, sólo con la simple y maravillosa finalidad de poder tomar la mano de Alfons Heiderich.
II
Nadie es capaz de darse cuenta del momento, simplemente te ves inmerso en el amor cuando ya no hay marcha atrás. Alfons no era capaz de determinar tan importante instante en que su corazón se había entregado por completo a Edward; no era la determinación de la cantidad de pólvora necesaria para un cohete ni la distancia que había de recorrer este.
El amor, intangible, incapaz de medirse estaba ahí como el hecho más real para la vida de Alfons. Se había presentado en todas sus facetas, desde la más triste hasta la más infinitamente alegre.
Y aún, a sabiendas de ser correspondido por el ser amado, Alfons se sentía culpable, ¿Quién podría creerse para apartar a Edward no sólo de su familia, sino de todo su mundo?
Él, quien tenía la vida apostada a una enfermedad, solamente podía ofrecerle un amor condicionado a un tiempo indefinido que parecía acortarse con cada ataque de tos que lo aquejaba, ataques que diligentemente cuidaba Edward con la angustia de quien teme perder lo más valioso que se tiene en la vida.
-Alfons, tienes que arroparte mejor- pasar la noche bajo las estrellas, lejos de ser romántico, parecía aumentar los ataques del alemán, quien con una tierna sonrisa respondía al otro:
-Eres muy mandon para alguien que no puede ni tomarse su leche.
-¡No es como si fuera a crecer más!- Edward enrojeció y mientras espetaba diversos y fútiles pretextos, Alfons reía, rogando por dentro, permanecer todo el tiempo posible junto a él.