Dos extraños. Eso es lo que éramos cuando nos encontramos por primera vez.
Tú no sabias nada de mí, yo de ti aún menos. Nunca imaginé nada parecido a lo ocurrido.
Maravilloso, simplemente maravilloso.
Esta no es una carta de despedida, es tan solo un hasta luego. Un hasta luego que quizás dure toda una vida, un hasta luego que quizás dure unos años. Pero no se trata de un adiós para siempre; eso nos haría sentirnos obligados a olvidarnos el uno del otro y, eso, no lo pienso hacer. Una parte de ti siempre estará conmigo.
Ha sido el mejor año de mi vida. Risas, sorpresas, felicidad, amor, ternura… ¿Qué más puedo pedir? ¿Otro como tú? No, eres único e irrepetible; como tú no hay dos. Pero nunca te lo he dicho. Supongo que esta carta es una manera un tanto vulgar e inusual de decirte todo aquello que no me he atrevido a decir. Sabes que soy de pocas palabras; creo firmemente que las miradas fugaces, los gestos incontrolables y el contacto humano dicen mucho más: son esenciales.
Aún recuerdo lo último que me dijiste: “Habrá demasiada distancia entre nosotros; ¿funcionará?”. Sabes que sí, debes creer que sí. Aunque me vaya a la otra punta del mundo, aunque cruce los siete mares, siempre pensaré en ti. Pensaré en tus ojos, en cómo me mirabas fijamente buscando respuestas cuando las palabras eran insuficientes; en tu boca, en cómo me robabas besos con la simple excusa de que el cappuccino había dejado rastro; en tus manos, de la manera que recorrían mi cuerpo durante noches y noches llenas de amor y pasión.
TE QUIERO. Nunca te lo he dicho, pero ahora estoy seguro. Lo sé porque con tan sólo oír tú nombre me quedo sin respiración, porque al ver nuestras fotografías juntos siento que te anhelo, que me faltas, que muero si no estás a mi lado. Vivo los días contando las horas que faltan para verte, para olerte; para sentirte.
A estas alturas, te debes sentir mal. Y en parte me alegro. No me gusta que sufras, pero creo que ahora mismo es lo más justo. Siempre he estado a tu lado, no me he separado de ti, mientras que tu sí. La sinceridad y el apoyo era lo que me retenía a tu lado, sabias de sobras que cuando falla una de las dos, todo va mal. Por eso, es mejor alejarse durante un tiempo.
No me dolió que ése día la escogieras a ella, seguro se siente peor de lo que te imaginas: yo te tengo para siempre, ella tan solo te tuvo una noche. El problema fue lo que ocurrió después: la mentira, el engaño, el afán por ocultar algo que podemos llegar a considerar trivial.
Es por esto que me voy: no me veo capaz de levantarme cada mañana, mirarte a los ojos y pensar que me ocultas algo. No quiero sentir la necesidad imperiosa de reprocharte nada: no quiero hacerme daño. Tampoco te quiero crear una falsa ilusión. Lo hecho, hecho está: ahora queda esperar que el tiempo sea capaz de curarlo todo.
Cuídate. Cuídales: es nuestro grupo, tu grupo. Te necesitan más de lo que te imaginas, más de lo que yo pude necesitarte nunca. Pide ayuda si no crees que puedas seguir; piensa que yo también lo haré. Pediré ayuda si siento que me falta el aire: que me faltas tú. Te adoro y eso no va a cambiar nunca: tan solo si la sinceridad no se hubiera abierto camino entre el túnel de las mentiras y el engaño, tal vez hoy estaría diciéndote frente a frente, lo más bonito que dos extraños pueden decirse mientras que se aman con locura: TE QUIERO.