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A través del ventanal por Lunatika Cross

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Escucha lo que digo.

Mira como cae la nieve a través de los ventanales.

¿Te trae recuerdos?

¿No?

Yo casi puedo verlos…

 

Esos dos chicos girando como pequeños niños,  revolcándose, riendo.  Se detienen entre risas, uno posa su cabeza en el pecho del otro. Son felices. 

Los lentes resbalan del  chico de rasgos asiáticos y varoniles,  el moreno en su pecho hace un gesto como si se los fuera a acomodar,  pero cambia de decisión en último momento y se los quita, los deja en la nieve.

Se miran intensamente.

El moreno se acerca lentamente al mayor, sonríe traviesamente. Siempre jugaban, se tentaban, pero ya no más, daría ese paso, deseaba darlo. Pero  la cara de seriedad, esa penetrante mirada, tan indescifrable, tan ridículamente encantadora  lo hacía dudar.

Qué importaba. Lo besó.  Lentamente, con dulzura, saboreando sus labios, deseando trasmitir sus sentimientos con aquella caricia, para no dar explicaciones luego. Un agradable calor lo recorrió.

Una mano en su nuca, ayudando a profundizar el beso,  lo hizo sonreír sobre los labios del otro. Posó sus manos sobre la nieve al costado del rostro del mayor,  un brazo rodeó su cintura acercándolos.  Creyó sentir una deliciosa descarga eléctrica recorrer su cuerpo.

Se separaron, se miraron.   El moreno sonríe, el otro lo abraza contra sí, impidiendo que vea su rostro sonrojado.

- Eric … - susurró el moreno disfrutando el momento – ¿Ves que soy irresistible? – bromeó riéndose

- Eres un idiota Gunter – le contestó sonriendo,  lanzándole un poco de nieve en la cara – Por quitarme los lentes.

- ¡No es justo! – se quejó infantilmente empapándolo con nieve antes de levantarse rápidamente para huir en caso de una represalia.

Eric lo miró seriamente,  levantándose.  Gunter soltó una risita juguetona alejándose un poco por si planeaba contraatacar, sin embargo el asiático le dio la espalda recogiendo  y limpiando sus lentes, sin decir nada.

- ¿Eric? ¿Te enfadaste enserio? – se preocupó Gunter acercándose  asustado, temía haber arruinado todo con sus tonterías – Sólo jugaba.

- Idiota… - sonrió de pronto el asiático con ligera maldad empujándolo contra la nieve, apresándolo bajo su cuerpo aprovechando la oportunidad para mojar su cara y meter nieve dentro de su abrigo.

- ¡Ah! ¡Tramposo! – un escalofrío lo recorrió al contacto de la nieve con su piel, se revolvió intentando zafarse, pero el mayor apresó sus brazos sobre su cabeza. Fue su turno de sonreír traviesamente, a pesar de la desfavorable situación. – ¿Vas a aprovecharte de mi ahora?

- No cuenta si tú también lo deseas ¿sabes? – contestó ligeramente sonrojado, mirando sus labios y luego los ojos grises del moreno, sus labios otra vez… parecían llamarlo.

El corazón de Gunter latía fuertemente, esa forma de mirarlo tan intensa, no conseguía adivinar qué pasaba por su mente, pero debía admitir que precisamente eso era lo que le encantaba de él, además de ese adorable sonrojo en sus mejillas.

Entonces finalmente Eric lo besó, sintiendo aquella descarga eléctrica recorrerlo.  Profundizó la caricia, volviéndola cada vez más apasionada, casi devorándolo.  Gunter  movió sus manos intentando zafarse, deseaba tocarlo, abrazarlo, sin embargo Eric no cedía, le gustaba tenerlo bajo él de esa forma. El moreno le mordió ligeramente el labio con travesura mirándolo a los ojos sonriéndole juguetonamente,  aprovechó la sorpresa que le causó para al fin zafarse, tomó su cara entre sus manos y lo besó de nuevo.

Eric metió su mano bajo el abrigo de Gunter, provocando un estremecimiento en el menor, más por el toque en su piel que por lo fría que estaba su mano. Sus respiraciones estaban agitadas y sus corazones latían casi saliéndose de sus pechos. Eran felices.

De pronto los maceteros y  algo metálico cayendo y chocando entre sí causaron  un terrible ruido, que los hizo saltar del susto. Se sentaron de golpe, viendo asombrados como unos chicos intentaban incorporarse sacudiéndose la nieve de encima.

- Hola… - saludó uno percatándose de la presencia de los chicos – ¿Pueden ayudarnos?

 

¿Sigues sin recordar?

Mira de nuevo, sí, a través del ventanal.

¿Será que no quieres recordar?

Vaya, creo deberé obligarte entonces.

 

 

Ya no hay nieve en el jardín. Están sentados bajo un árbol con hermosas hojas verdes. Eric tiene al moreno entre sus brazos, sólo Gunter sonríe esta vez.

- Es peligroso y lo sabes – le reprochó Eric seriamente – Deben irse.

- No te enfades, te arrugas – le sonrió traviesamente – Se han convertido en nuestros amigos, no voy a abandonarlos… han estado arrancando sin una gota de paz por largo tiempo, no sé que han hecho, pero sí sé que desde que llegaron nada malo ha pasado – dijo como si eso asegurara que nada pasaría en el futuro – tal vez el cuento de que  los tres arrancaron de su horrendo orfanato y los tipos que los persiguen quieren devolverlos a esa tortura es muy extraño… pero a mí me agradan.

- Yo no les creo nada – dijo acomodándose los lentes – Pero es tu casa, puedes hacer lo que quieras y si a tus padres no les importa…

- Ah, no te pongas así – le quito los lentes jugando, dándole un besito superficial en los labios -  Sabes que mis padres no les importa mucho lo que ocurre aquí cuando se van de viaje… además,  sé que te agradan.

Eric desvió la vista sonrojándose casi imperceptiblemente, no quería admitir que era cierto, por muy extraña que fuese su llegada y todo eso, los chicos le agradaban, en especial la niña, una criatura de seis años muy tierna, pero claro eso jamás lo diría.

- No soporto a Johan – se quejó refiriéndose al mayor de los tres, tenía diecisiete años igual que él, era un chico agradable hasta que miraba a Gunter como si quisiera comérselo.

- Me encanta que te pongas celoso – se rió el moreno.

- Idiota…- lo regañó, sin embargo sonriendo, aprovechando para quitarle sus lentes de las manos, pero Gunter fue más rápido y lo esquivó, balanceándolos frente a él burlándose para que intentara de nuevo – Eres un chiquillo infantil – le dijo aún así intentando recuperar sus lentes otra vez, nuevamente fallando.

- Ah, pero eso a ti te gusta – sonrió juguetonamente, no le molestaba nada que le dijera chiquillo, aunque tuviera dos años menos que él – Te quiero

Aquellas palabras tomaron por sorpresa al mayor, haciendo que el rubor subiera a sus mejillas, era imposible pelear con él cuando ponía ese adorable rostro, lo tenía totalmente encantado.

- Yo también, idiota – le dijo acercando su rostro para besarlo dulcemente. Gunter se dejó llevar, amaba esa seria expresión cuando le decía aquello. Eric por su parte aprovechó el momento para recuperar rápidamente sus lentes.

- ¡Tramposo! – se quejó sonriendo.

Un disparo demasiado cerca los espantó.

Gunter miró al asiático como si él supiera lo que ocurría. Eric se limitó a ponerse de pie junto al moreno, abrazándolo protectoramente.

Escucharon gritos. Parecían venir de la casa de al lado. Gritaban pidiendo auxilio, pero nadie además de ellos parecían escucharlos.

Johan golpeó el ventanal desde dentro haciéndoles una seña para que se acercaran rápido y en silencio.

- ¿Qué es lo que ocurre? – preguntó asustado Gunter

Johan se limitó a mirarlos preocupado.

- ¿Y bien? – demandó una respuesta Eric, algo le decía que los tres chicos escondían algo muy malo, la historia del orfanato le parecía cada vez más absurda. – Habla.

- No puedo – negó Johan realmente afligido

Un fuerte llanto se escuchaba a lo lejos, de pronto un disparo lo calló.

- Hay que llamar a la policía – dijo Gunter  buscando el teléfono en aquella sala.

- No servirá…- dijo Johan sin atreverse a mirarlos.

- ¿Qué quieres decir? – preguntó confundido el moreno, acercándose a Johan notando su aflicción y abrazándolo – Vamos, dinos… podemos ayudarte.

Eric apretó los puños enojado, hubiese querido patearlo lejos de su novio, pero sabía que no era el momento para un ataque de celos.

- Son unos asesinos – confesó al fin Johan escondiendo su mirada entre los cabellos rojizos que caían frente a sus ojos, abrazando a Gunter como temiendo que fuera a huir a penas le contara la verdad – y nosotros ladrones… – sintió la furiosa mirada de Eric sobre él, apartándose de Gunter aunque no quisiera, para evitar problemas – Somos de una familia de ladrones, fuimos entrenados para robar objetos e información importantes, incluso Amy sabe hacerlo… - dijo lo último orgulloso.

Eric lo miraba incrédulo, preguntándose si Johan pensaba que esa historia era más creíble que la otra o si no se daba cuenta de lo fantástico que sonaba aquello.

- Pero… ¿Y sus padres? ¿Por qué los persiguen? ¿Robaron algo? – lo inundó en preguntas Gunter, muy confundido, pero realmente creyendo lo que le decía.

Johan sonrió tristemente.

- Contrataron a nuestros padres para robar un sobre con información de muchísimo valor – continuó relatando – Hablo de miles de millones de pesos – aclaró – Ellos lo consiguieron, eran excelentes en eso, pero… los descubrieron. La información involucraba a los políticos y todas sus relaciones con la mafia, una lista de nombres con las pruebas necesarias para sacar prácticamente a todos los altos mandos de Europa y Estados Unidos de sus puestos – rió asustando a Eric quien creyó que al fin les diría algo como “cayeron, fue una broma” – Suena muy ridículo así, como de película, ojalá lo fuera… contrataron asesinos para matar a nuestros padres, bueno, a toda la familia. Ellos nos dieron el sobre y nos ordenaron arrancar… todo fue tan rápido que no entendí por qué debíamos quedarnos nosotros con la información si era tan peligrosa. Eso fue hace un año y medio, nuestros padres están muertos y los asesinos cada vez más cerca…

Eric y Gunter se miraron completamente desconcertados, miraron a Johan quien se negaba a quitar la vista del suelo.

- ¿Y los gritos? – preguntó entonces el moreno, notando el abrumador silencio del exterior.

- Se han detenido…- murmuró Eric como si eso no fuera evidente

- Sí. Pero yo me refería a qué tienen que ver los gritos y disparos con los asesinos – se explicó Gunter.

- No estoy seguro – admitió Johan – Tal vez se han confundido.

- ¿Cómo sabes que eran ellos?

- Los vimos por la ventana – dijo Amy apareciendo por la escalera de la mano de su otro hermano – Ya se han ido… ¿Qué haremos?

- Se quedarán, no los han descubierto y no dejaré que se arriesguen a huir y los maten – respondió Gunter con determinación.

- Gracias – le dijo Johan sonriéndole verdaderamente agradecido – Pero no será por mucho.

Eric no sabía que decir, odiaba que pusieran en peligro a Gunter, pero tampoco quería que los chicos lo estuvieran, no podía abandonarlos.

 

Decisiones, decisiones.

¿Recuerdas ya?

Vaya, tal vez si miras de nuevo.

No desvíes la vista ahora. Ya no tiene caso.

¿Puedes verlos ahora?

 

Gunter llora. Está sentado en la nieve y se abraza las piernas.  Tiene moretones en la cara, su labio sangra, sus manos tiemblan.

- ¿Dónde estás? – murmura entre el llanto. Cierra los ojos, duele demasiado.  No las heridas, algo dentro suyo se ha roto.  Sufre y llora, allí solo.

 

¿Solo?  No, tú estás ahí, lo miras a través del ventanal, como lo haces ahora.

 

Eric desea ir con él, abrazarlo, besarlo, secar sus lágrimas incluso hasta molestarlo para que vuelva a sonreír. Pero no puede.

Un golpe lo azota haciendo volar sus lentes, rebotan contra el vidrio.

- ¡Dilo! – le grita aquel hombre, golpeándolo otra vez.

Su mirada se endurece, fría como el hielo, no responde.

- ¿Deseas verlo morir? – le amenazó el sujeto agarrándolo por el cuello con fuerza  golpeando su cabeza contra el ventanal.

La sangre escurrió por su frente. Los ojos negros de Eric se llenaron de odio.

- Mátalo – ordenó el hombre al otro sujeto en aquella sala señalando al chico sentado en la nieve.

- En el ático – dijo Eric rindiéndose, odiándose a sí mismo, sintiéndose como un vulgar traidor - En la última pieza detrás de la cómoda están las escaleras.

El hombre lo soltó, corrió junto al otro hacia el lugar indicado, no le interesaba matar a nadie por el que no le pagaran.

Eric abrió el ventanal y corrió hacia Gunter, lo abrazó justo cuando escuchaba tres disparos.

-¿Qué has hecho? –  apenas  logró salir esa pregunta de la garganta de Gunter,  sentía como un nudo le impedía decir más. Las lágrimas no dejaban de caer.

- Vámonos.  – le pidió levantándolo del suelo.

- ¡No! ¡Los mataste! – gritó desesperado empujando al asiático.

- Gunter… - lo llamó dolido, ¿creía que no le dolía?

El moreno vio como la tristeza desfiguraba el hermoso rostro de Eric y se arrepintió enseguida de haberle gritado aquello. Pero estaba tan asustado, tan desesperado… no podía creer nada de lo que ocurría. Parecían haber estado esperando el momento preciso en el que estuvieran solos en casa para venir, sus padres de compras y ellos allí…

Todo había pasado tan rápido. De pronto esos hombres llegaron a su casa, los tomaron por separado, los golpearon, les gritaron, ustedes saben dónde están, hablen, golpes otra vez, dilo, no quiero, me gusta este chiquillo es una fiera, tengo una idea, tira al chiquillo al jardín, el otro hablará por él y los tres disparos.

Esos horrendos tres disparos.

- Por Dios…- murmuró Gunter rindiéndose ante el llanto otra vez, colándose en los brazos de Eric otra vez, no soportaría perderlo a él también – Lo siento…

Eric lo abrazó con fuerza, también le dolía, habían estado casi un año junto a esos chicos, se habían transformado en buenos amigos, no había querido traicionarlos… pero no podía perder a Gunter.

- Te amo – le dijo el asiático intentando que entendiera que por eso había hablado, que esa era la razón de su traición. Secó las lágrimas con sus manos, acariciando el afligido rostro del menor, limpiando la sangre de su labio.

- Lo sé – contestó Gunter, entendiendo por qué se lo decía – Te amo

Se besaron. Profundamente, con desesperación, las lágrimas corriendo de nuevo por el rostro del moreno.

Una risita burlesca los hizo separarse de inmediato.

- Vaya espectáculo chiquillo – ese maldito hombre, el mismo que lo había golpeado e interrogado estaba parado frente a ellos con una mirada algo desquiciada – ¿Puedo quedármelo? – le preguntó a su compañero, quien guardaba tranquilamente su pistola dentro de su abrigo.

- Da igual, vámonos ya – lo apuró, ninguno tenía ni una sola gota de sangre encima, no parecía que acaban de cometer un horrendo crimen.

Gunter retrocedió terriblemente asustado cuando aquel sujeto se acercó a él con claras intenciones de secuestrarlo. Eric lo aferró a él como si quisiera fusionarse con el moreno, alejándose también, temiendo con todo su ser que los separasen.

El tipejo se rió otra vez, ahora un poco más agudo y casi con locura.

- Serás un buen asesino chiquillo – le dijo agarrando su brazo y tironeando de él bruscamente.

- ¡No! ¡Déjame bastardo! – le gritó, lanzó una patada, pero la esquivo fácilmente, se aferró más a Eric quien con su brazo libre intentó pegarle un puñetazo en la cara, fallando por mucho.

- ¡Suéltalo! Maldito – Eric tuvo que soltar a Gunter para poder asestarle dos buenos golpes en la cara al sujeto, quien se balanceó un poco, mostrando una mirada escalofriante.

Soltó al moreno comenzando a golpear a Eric como si de un saco de box se tratase.

- ¡No! ¡Déjalo! ¡No te hemos hecho nada! – gritaba desesperado Gunter, tratando de detenerlo sin lograrlo.

Eric se defendía a duras penas, la mayoría de los golpes le daban de lleno sin darle tiempo a contraatacar. Pero no podía rendirse, no podían separarlo de Gunter.

Un último golpe en sus costillas lo lanzó al suelo, las había quebrado.

El tipejo lo tomó del cuello acercando su rostro lleno de cicatrices, tenía un tatuaje de serpiente en el cuello que subía hasta el labio, esos labios con esa horrenda sonrisa sádica y lunática. 

- Idiota – le espetó en la cara, soltándolo de golpe, pisando sus costillas una vez más antes de tomar a Gunter del brazo y obligarlo a caminar.

- Gunter… - a penas pudo murmurar, viendo impotente cómo se lo llevaba prácticamente a rastras, pues el moreno gritaba, peleaba, se retorcía, pero no conseguía nada.

- ¡¡No!! ¡Maldito enfermo! ¡¡Eric!! – Gritó con todas sus fuerzas llorando al ver que el chico cerraba lentamente los ojos – ¡¡Eriiic!! ¡¡Suéltame!!

El asiático se forzó a abrir los ojos una vez más al escuchar su nombre en aquel grito que le desgarraba el alma… no podía morir, debía vivir para verlo otra vez, no podía dejarlo ir así… maldito cuerpo que no respondía. Las lágrimas corrieron por sus mejillas.

- Está vivo, chiquillo pero no lo estará por mucho si no te callas ya – le advirtió el sujeto – ya verás que lo que te ofrezco es de lo mejor.

 

Lo recuerdas  ¿no?

Por favor, no me mires así, como si yo fuera el malo.

No. El tiempo no me ha cambiado. Fueron ellos. Todo es culpa de ellos.

¿Tienes idea por lo que he tenido que pasar?

Ah, con que sí recuerdas, claro, la traición es algo difícil de olvidar ¿no?

No. No te acerques, no quiero tu lástima.

No… no me mires… así.  ¿Crees que sabes lo que siento?

Claro, ahora huyes a través del ventanal, ¿para eso me buscaste tanto tiempo?

Así como tu búsqueda no te resultó, tampoco huir lo hará.

¿Te das cuenta de lo ridículo que te ves ahí parado sobre la nieve?

Suéltame. No… quita esa estúpida mirada.

No quiero que me abraces, no quiero que me toques, ni siquiera que me mires… me duele. Duele como no te lo puedes imaginar.

¿Por qué me abrazas después de todo lo que te he dicho?

Me aprietas como si me necesitaras con urgencia, como si me hubieses extrañado con desesperación, como si aún... me amaras.

¿Son lágrimas esas que caen por mi rostro?

Maldito, por tu culpa mis brazos ya no me obedecen, insisten en abrazarte con fuerza, se olvidan de todo. Mi corazón y mi mente parecen rebelarse también. Siento mis latidos cada vez más acelerados y sólo consigo pensar en lo mucho que  necesitaba verte. Sentirte junto a mí.

¿Aún lo recuerdas?

¿Lo mucho que nos amamos?

Sí. Tienes razón, no es un recuerdo que podamos ver a través del ventanal. Esto aún es real.

Idiota… ¿No te das cuenta que si me besas de esta forma,  no podré matarte?

 

Notas finales:

Hola!!
¿Te ha gustado?
¡Apuesto que mueres por golpearme por este desenlace!
jajajaja

Personalmente me encanta esta historia... es extraña y loca, sí, ¡por eso me encanta! 

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Lunatika Cross
La vida es como un espejo, te sonríe si la miras sonriendo.


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