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Besos de sangre por Artemisa Fowl

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CAPÍTULO 1. — MEMORIAS

La sangre era dulce, la muerte también…pero él estaba encadenado a vivir eternamente. Un destino funesto, un momento inalterable, un revés imposible.

Tomó la muñeca de Sebastián y bebió un largo sorbo, si iban a morir lo harían por su propia mano.

Desafiarían a la muerte cuantas veces fueran necesarias e incluso si esta se sentía vencedora, no lo sería.

Acabaría sus días por su propia mano, junto a aquel a quién más amaba.

Besó a Sebastián con los labios ensangrentados y el mismo se abrió una herida en la muñeca para que el otro bebiera ominosamente.

Afuera, los humanos intentaban derribar la pesada puerta de metal, para cuando llegarán, sería demasiado tarde, se habrían devorado entre si.

Él, Ciel Phanthomhive y Sebastián Michaelis, intercambiarían sus vidas…se las obsequiarían entre si y ni siquiera la muerte, del cuerpo o mente se los arrebataría.

Mucho menos aquellos patéticos humanos que buscaban su destrucción.

Se aferró al cuerpo de Sebastián y comenzaron a revivir memorias.

No lamentaban absolutamente nada, porque cada decisión, cada acto, cada momento de cobardía, estupidez o humillación les había llevado allí.

Sería agradable marcharse observando el color carmesí, impuro, obsceno, pero a su manera hermoso.

Tal como ellos mismos.

Ciel sonrió al observar a los humanos derribar la puerta y entrar dentro de la habitación.

1

Alois tocó la puerta suavemente, una, dos, no alcanzó a tocar por tercera vez ya que alguien acudió a abrirle antes.

—Tienes mal aspecto, te dije que no era una buena idea—le reprendió la persona al otro lado de la puerta, se limitó a ignorarla y sumergirse en el acogedor departamento.

Sus manos estaban frías y se sentía cansado, mareado…necesitaba alimentarse, pero no tenía deseos de hacerlo sin Claude.

Sintió las suaves y agiles manos de Sebastián recorrer su cuerpo quitándole la ropa húmeda y colocando nuevas prendas con la destreza propia de alguien que lleva haciéndolo mucho tiempo, aunque tenía menos  de un mes de haberlos conocido a él y a…

—Claude…—sus labios susurraron su nombre en silencio.

—Él no esta aquí y no hay fecha para su vuelta, mañana por la mañana nos marcharemos—fue la rápida respuesta de Sebastián quién terminó de abrigarlo y lo metió a la cama cubriéndole con mantas.

—Ahora duerme—le ordenó con una placida voz que inducía al sueño—. Mañana nos encargaremos de que te alimentes correctamente. Claude no me perdonaría el que murieras. Sólo duerme.

No sabía como lo hacía y tampoco quería averiguarlo, tal vez hipnosis o se tratará de una situación de jerarquía, pero siempre obedecía órdenes de aquella naturaleza, pequeñas y no tardó en sumergirse en un profundo sueño, libre de pesadillas o cualquier otra sensación que no fuera la más absoluta soledad y el más grande abandono. Simplemente oscuridad.

2

Sebastián se descubrió con dos grandes ojos azules observándole, Alois estaba tan pálido, sus mejillas en otros tiempos llenas de vida y sonrojadas ahora no eran más que mármoles carentes de color o cualquier indicio de vida, cual  si se tratará de una hermosa estatua.

—Arriba, debemos salir. Tengo que enseñarte un par de cosas.

Alois asintió en silencio y se puso de pie, Sebastián peinó sus cabellos y ajusto su bufanda.

Ambos se despreciaban de alguna u otra manera y aunque no tomaban a las palabras como su medio de ataque, la mutua indiferencia que se profesaban era prueba suficiente.

Alois nunca debió ser convertido, era un ser de naturaleza voluble, carente de todo el encanto que caracterizaba a su raza; además era un niño… ¡Claude había roto tantas reglas al convertirlo en uno de ellos! Jamás conocería el placer de encontrarse con una mujer  u hombre y mucho menos aquel de tener algún tipo de descendencia. Estaba encerrado en aquel cuerpo eternamente infantil hasta el fin de los tiempos. Casi todos aquellos que le antecedieron, pequeños convertidos en mounstros habían sido víctima de la locura y muy pocos, quizás hasta los podía contar con la palma de una de sus manos continuaban en este mundo. Por el comportamiento que el pequeño rubio demostraba no duraría mucho. Una total apatía a todo aquello que no fuera Claude. Su infantil mente intentaba convertirlo en su modelo a seguir, llenar el vacío de un “Padre”. Y entre ellos relaciones como “Padres, hijos, hermanos, primos” no tenían cavidad…todos eran uno y al final nada.

Él que podía ser tu mejor amigo en algún momento dado, al siguiente podría ordenar tu muerte. Sin culpa o remordimientos. Era un mundo frío donde había que estrechar lazos si es que se quería sobrevivir. Ellos lo tenían y podían arrastrar a Alois con ellos, pero si a los “otros” no les agradaba no habría manera de mantenerlo con vida. Sin embargo, era creación de Claude y su orgullo los motivaba a mantenerlo con vida, fuera cual fuera el precio, incluso si era necesario pelear con aquellos a los que llamaban “Protectores”.

Tal vez esta era la razón más importante por la que le desagradaba.

Sin importar el caso, hasta que Claude volviera sería suyo. Lo había prometido.

Tomó las llaves del departamento y sujetó a Alois de la mano de la misma manera en que lo haría un padre a su hijo y juntos se adentraron en la profunda oscuridad de la ciudad.

3

Los copos de nieve los empapaban por completo, caminaban en silencio por las oscuras calles. La luz de la luna como único acompañante. No podía sentir el frío acariciando su piel, aunque si a las ratas y cucarachas inmiscuirse entre la basura…el dulce aroma de una pastelería atosigaba sus sentidos, aunque este mismo le repugnara, no soportaba las brillantes luces de los establecimientos, más si encontraba placer en los callejones oscuros donde sus sentidos se encontraban libre del brillante acoso de los colores artificiales y el ruido…era lo peor, sin importar a donde se dirigiera siempre se encontraba intentando tapar sus oídos para verse libre de la asfixiante sensación de ser engullido por el mundo.

Sebastián apartó sus manos de sus oídos.

—Un humano avezado podría descubrirte de esta manera—explicó con un gesto solemne—. No hay muchos que sepan de nosotros, pero los pocos que lo hacen intentarán matarte.

Asintió en silencio.

Dejaron atrás los negocios, restaurantes y tiendas de la ciudad para sumergirse en los barrios bajos de la ciudad, aquellos rincones donde los despreciados por la Sociedad vivían, una muerte no importaba, la vida no era más que un infierno.

—Quiero que esta vez lo hagas por ti mismo—ordenó Sebastián soltando su mano sin intención de mantener la ilusión de Padre—Hijo, mucho menos ahora que nadie los veía—. Ahora tenemos un suministro regular de “alimento” a domicilio, pero podrían venir tiempos en que tendremos que regresar a las antiguas costumbres.

Alois asintió, no era la primera vez en que lo hacía y aunque al principio tuvo reparos con la víctima, ahora no le importaba. Los humanos habían sido crueles con él en vida, porque habría de demostrar misericordia ahora.

—Te estaré vigilando.

Y con un ágil movimiento Sebastián desapareció entre las sombras, dejándolo a merced de sus impulsos y deseo de alimentarse.

Oculto en las sombras de un alto edificio observó al rubio adentrarse en un callejón oscuro donde un pequeño cuerpo yacía, agazapado debajo de cajas de cartón y en medio de bolsas de basura.

Era un buen objetivo, fácil de atacar y desaparecer.

Observó a Alois apartar el cajón y la basura, dirigirse a su presa con la agilidad de un felino a su ratón. Quizás estaba equivocado, tal vez no tendría un mayor problema que su dependencia a Claude, en todo lo demás cuando se lo proponía demostraba un veloz aprendizaje y acciones sobresalientes.

Se trataba de un niño, incluso menor que Alois. Estaba inconsciente. Lo escuálido de su cuerpo y las múltiples heridas en todo su cuerpo le daban un aspecto lamentable, sin embargo conservaba retazos de una belleza perdida, una inocencia impoluta decoraba sus facciones.  Era hermoso, incluso en medio de toda esa inmundicia, sobresalía e hipnotizaba a quién lo viera. Pero su desafortunado destino quiso que se encuentre con Alois y no a cualquier otro. A excepción de la primera vez, Alois nunca se detenía al momento de tomar una víctima, incluso creía hacerles un favor al sacarlas de este pútrido mundo. Sin importar cual fuera la historia que lo arrojó a un destino tan funesto, estaba condenado y se la llevaría consigo.

Alois se aproximo hasta el delgado cuerpo y tomó sus mejillas entre sus manos; poco después lo abrazo y comenzó a llorar.

En ese momento decidió actuar materializándose al lado de Alois.

La rápida sucesión de sucesos le hubo tomado desprevenido y en un momento se encontró al lado de Alois quién abrazaba el cuerpo del otro niño con tal fuerza que le quebró algunas costillas.

—¡Debes salvarlo, Sebastián! ¡Se que puedes! ¡Sálvalo!—le gritó sin desprenderse del niño que ahora era víctima de la inconsciencia—. ¡Por favor, Sebastián!

El adulto lanzó un suspiro de fastidio, ya tenía suficiente con un niño inmortal.

Él no era igual a Claude, no necesitaba comprobar teorías estúpidas mediante conejillos de indias como Alois, tampoco estaba interesado en tomar un aprendiz.

No comprendía el porque tanto interés de Alois hacia aquel pequeño, pero no era su problema.

Las palabras no servirían, sólo quedaba actuar.

Apartó a Alois del pequeño cuerpo con una brusquedad poco mostrada en él, tomó del cuello a la insignificante criatura que con el ruido comenzaba a recuperar el conocimiento y rompió su cuello…

Los hermosos y profundos ojos negros le observaron durante un instante que se prolongo hasta el infinito y él se vio reflejado en ellos, había pasado tanto tiempo desde aquel tiempo, memorias ocultas y pérdidas de otra época…

Sin embargo era demasiado tarde, para ese pequeño y para él…

El grito de Alois se lo confirmó y el crujido de un cuello al romperse también.

Notas finales:

Un comentario, bueno o malo, corto o largo, positivo o negativo siempre anima a su autor.

Gracias.


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