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Ojos de Plata por Zerase

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Los gemidos resonaban en la oscura habitación de aquella mazmorra, a la que hace poco tiempo le habían llevado por haberlo descubierto, como dicen algunos, con las manos en la masa.

- ¿Qué hacías en la cámara de los documentos sellados?- Esa grave voz resonaba en los oídos del muchacho de manera constante.

- ¡No…!aamm- El dolor era insoportable. Aquellos hombres parecían disfrutar de aquel hermoso cuerpo. Pero Iki no iba a dejarse llevar, no derramaría ni una sola lágrima, no caería a tan bajo nivel, no siendo el miembro número cuatro de la organización más poderosa. - ¡Mátame! ¡Aaa…!- ahogó un grito mordiéndose el labio inferior. Uno de los soldados penetró en el muchacho sin ninguna piedad.

- ¡Deja de hacerte el duro! Sabes que no pararé hasta que me des alguna información – Kaito no se inmutaba al ver como sus soldados violaban brutalmente al muchacho, el quería información y a toda costa la conseguiría.- ¿Quién te envía? ¿Por qué has traicionado a la Organización? ¿Qué es lo que quieres? ¡Contesta maldita sea!-

- Mátame de una vez-

-¡PARAD!- Ordenó levantando la mano derecha. Los soldados obedecieron inmediatamente, y el que estaba en su interior salió de él sin piedad alguna lo que hizo que el muchacho gimiera de manera silenciosa. Kaito se acercó a él de manera decidida y le agarró de los cabellos para que le mirara directamente a los ojos – No te daré ese placer, recuerda estos ojos porque seré tu pesadilla hasta que decidas hablar- lo soltó tan bruscamente que cayó al suelo.- Nadie, escúchame bien, ¡NADIE! Se burla de Kaitomaru y sale impune- Diciendo esto salió de la mazmorra junto a sus soldados cerrando la puerta con candado.


Los días pasaron, y la tortura del muchacho continuaba, para Iki aquello se había convertido en su rutina. No obstante, él continuaba dando la misma respuesta a su verdugo. La fidelidad y la fuerza que presentaba el joven hizo que el mayor cada vez se sintiera más atraído por él. El tiempo de tortura cada día era menor, incluso a veces impedía a sus hombres la violación, a los cuales no les hacía ninguna gracia, pues se habían convertido en adictos de ese blanquecino y suave cuerpo. Al cabo de una semana, Iki seguía en aquella mazmorra, pero algo había sido distinto en ese día, no hubo indicios de tortura a lo largo del susodicho. Podía escuchar sonidos de música y de gente en la parte de arriba de la casa, sin duda alguna estaban de fiesta. De repente se oyó el sonido de la cerradura al abrirse en la oscura mazmorra y alguien entró en aquella.

- Preciosuraaa…hip.- Iki se asustó, se levantó rápidamente.

- Preciosura dice, jeje hip.- Sin lugar a dudas eran los soldados que acompañaban a Kaito en las torturas, pero con una gran diferencia, el mayor no se encontraba en el lugar, lo que hizo ponerse a la defensiva.

-¿Dónde está Kaitomaru-sama?- Su respiración comenzó a agitarse, no podía negar que estaba asustado.

-Mira… hip, pregunta por el jefe- dijo dirigiéndose a su compañero con una botella de sake casi vacía en la mano derecha, y el otro río por lo bajo.- Acaso quieres que también te folle jajaja.


Tras esta afirmación Iki intentó zafarse de aquellos hombres y salir corriendo, pero le fue imposible. A pesar de ser el número cuatro de la organización más prestigiosa, estaba muy debilitado. Estos empujaron fuertemente al muchacho hasta el suelo, el cual se golpeó brutalmente en la cabeza dejándolo totalmente inconsciente, pero no sin antes lograr arañar a uno de ellos en la mejilla. Tras esto todo se volvió negro para el muchacho, tal vez hubiera sido mejor así, ya que no sufriría hasta la mañana siguiente…


Los rayos del sol llegaron a los ojos del muchacho, que tímidamente habían entrado por la pequeña ventana de la celda, y no fue hasta el sonido de una bandeja cayéndose que el muchacho abrió los ojos lentamente.

-Dios mío, Iki- Kun, ¿Qué te han hecho?- Era la criada que cuidaba de Iki, y debido al trato se habían hecho buenos amigos- ¡QUÉ ALGUIEN ME AYUDE! ¡SOCORRO!- Tras los gritos, el muchacho pudo oír los pasos de personas acercándose. Iki no quería que nadie lo viera de esa patética manera, pero tenía ganar de verle a él.

- Apártense- Era su voz, sí sin duda lo era, había venido. – Llama a Kongen rápido- le dijo a su mano derecha al ver la terrorífica escena que se presentaba ante sus ojos. El susodicho dijo firmemente un “Si señor” y se marchó rápidamente.


El muchacho apenas pudo incorporarse sin ayuda de la muchacha, le dolía todo, y sobre todo la cabeza. Sintió alivio cuando Kaito se acercó a él y le tocó la cara suavemente, lo que hizo que el pequeño cerrara los ojos. El mayor parecía realmente preocupado, era la primera vez que lo veía de esa manera. El cuerpo de Iki comenzó a temblar ligeramente y percatándose de aquello, el mayor enrolló su bata de quimono en el cuerpo del muchacho y lo cogió en brazos, eso hizo que el pequeño sintiera vergüenza, sobre todo al ver la mirada de las personas que habían acudido tras los gritos de la doncella. Éste, escondió su cabeza en el cuerpo del mayor. Para él aquello era algo realmente humillante, pero escuchar los latidos del corazón del mayor era muy satisfactorio y relajante, a pesar de estar acelerado y nervioso. No supo exactamente cuanto caminó el mayor con él en brazos, ya que estaba totalmente concentrado en aquellos latidos tan intensos, pero de pronto, Kaito abrió una puerta corredera, lo que hizo que el muchacho saliera de su escondite para observar la gran habitación: una gran cama se encontraba en el centro de aquélla, con unas sabanas negras desechas, lo que hizo que Iki se percatara de que aquella habitación era del mayor y que tras los gritos de ayuda había salido de la cama; al lado de la cama se encontraba una mesita de noche con decorados chinos al igual que los biombos allí instalados al otro lado de la cama. Todo aquello le recordaba a Iki a su vieja casa de campo donde todo era de un estilo artístico claramente chino. El mayor depositó al pequeño de una manera cuidadosa y cariñosa en la cama y se agachó a su altura tocándole sus suaves manos que estaban apoyadas sobre sus rodillas y mirándole directamente a los ojos.

- ¿Quién te ha hecho semejante barbaridad?- le preguntó un enfadado Kaito.

- ¿Qué importa? Ya estoy acostumbrado a tus torturas, por lo menos les he servido de algo a esos cerdos- dijo mirando hacia otro lado para no ver al mayor. Kaito golpeó la mesita de noche con su puño derecho, lo que hizo que el menor se sobresaltara en cierta manera. Las palabras del menor no le hicieron ninguna gracia.

- ¡Importa, y mucho! Esa escoria me ha desobedecido, yo no lo envié allí para nada. Ha quebrantado las normas de esta casa y se han metido en asuntos que no le conciernen, además de haberse burlado de mí robándome las llaves de tu celda- Hizo una pausa para resoplar y tranquilizarse ya que sabia que estaba empezando a asustar al menor - Y bien, ¿me dirás quien ha sido?-
Iki se quedó pensativo intentando recordar, pero era inútil le dolía mucho la cabeza, lo que no le dejaba ver las cosas con claridad.

- No… agh- se tocó la cabeza-

- Tranquilo- se sentó a su lado y le acarició la espalda suavemente – Dime alguna pista, lo que recuerdes, lo que sea está bien.- El pequeño se sonrojó ligeramente.

- Recuerdo que eran dos y apestaban a alcohol… y también que me golpearon muy fuerte, ¡ah! Y antes de perder el conocimiento arañé a uno de ellos- miró al mayor.

-¿Estás seguro?- El pequeño asintió.- Bien eso me ayudará, muy bien- Sin pensarlo, el mayor le dio un beso cariñoso en la frente, lo que hizo que el menor se sobresaltara un poco y se alejara de él muy colorado, aquello no se lo esperaba. Se miraron intensamente durante unos segundos que a los dos les parecieron eternos, hasta que Kaito se armó de valor, lo agarró de la mano e intentó besarlo, situación que fue interrumpida cuando la puerta se abrió de repente, cosa que Iki agradeció enormemente.

– ¿No te enseñaron a llamar?, Kongen-

- Para esa lección falté a clase, y no la volvieron a repetir- miró hacia arriba – puede que por ello me suspendieran-

-En serio, estás mal de la cabeza-

-Gracias-

-No te he alabado-

-¿Éste es el muchacho?- Miró a Iki con curiosidad

- Sí, este es-

- Hola, soy Kongen, médico y amigo de la familia- le extendió la mano, la cual el menor estrechó dudoso.

- Soy Ikitousen, puede llamarme Iki- la seriedad del muchacho sorprendió en cierta manera a Kongen. A pesar de la edad, se veía en él un chico demasiado maduro. Eso le dio que pensar.

Dejó su maletín en la mesita. – Bueno voy a examinarte-

- Bien, yo os dejo a solas, tengo asuntos muy importantes que atender- Kaito miró con una sonrisa fría y calculadora a Iki, mientras que Kongen se ponía sus gafas, cogía una jeringuilla y la llenaba de un medicamento.

- Sólo para que lo sepas, vi a dos de tus hombres durmiendo la mona en los establos de la parte trasera de la casa- dio golpecitos a la jeringuilla y miró a Kaito con una sonrisa – sólo por si te interesa-.

- En serio, eres diabólico-

- Gracias-

- No te he alabado-


Iki los miraba sorprendido; en realidad envidiaba en cierta manera la relación que ambos tenían, le hubiera encantado conocer a Kaito en otras circunstancias, tal vez y sólo tal vez tendrían tan buena relación de amistad como ellos. Kaito se marchó, no sin antes de decirle al pequeño que estaba en buenas manos. Kongen le indicó que empezaría por la herida de la cabeza y más tarde por las demás.


                                                                           **********


Kaito llamó a Susaku, su mano derecha y leal amigo desde la infancia, y se dirigieron directamente hacia los establos, donde vieron, como ya le había adelantado Kongen a sus dos hombres durmiendo entre la paja. Susaku llenó un cubo de agua fría y se los lanzó como si se trataran de cerdos. Ambos se despertaron dando un gran salto.

- ¡Pero qué mie…!- no terminó la frase, pues vio a su señor y se aterrorizó al ver la mirada que éste traía consigo, y recordó todo lo sucedido con el prisionero, lo que hizo que se asustara más todavía.

-¿Os divertisteis anoche chicos?- Ambos permanecieron en silencio, mirando aterrorizados al hombre que tenían delante, hasta que uno de ellos habló suplicante.

- ¡Fue él, nos incitó a entrar, nos dijo que quería divertirse con nosotros, que estaba caliente!- Se arrodilló – ¡Nosotros no tenemos la culpa, estábamos borrachos, y él se aprovechó, seguro que lo planeó todo para escapar, perdónanos jefe, perdónanos!- Kaito comenzó a reír de una manera que nos les gustó a ninguno.

- O sea que os incitó, jajaja… ¡¿Creéis que soy imbécil?! Si os incitó, responderme a una pregunta, ¿por qué antes de iros a la mazmorras me robasteis la llave?- Silencio- ¿No podéis?- Se acercó a ellos- Os habéis hundido en vuestra propia mierda, ¡Llévatelos!-

-¿Qué nos hará mi señor?-

- Tendréis el honor de morir delante de vuestra propia victima y de todos los soldados, así todos aprenderán de vosotros que conmigo no se juega-


Susaku se llevó a los dos hombres suplicando por sus miserables vidas, mientras Kaito se dirigió a la sala de conferencias para prepararlo todo para el día siguiente.

Notas finales:

Iré actualizando cada semana. Espero que os guste y por favor comenten ^^ Nos leemos


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